La
novedad por estas horas es la movilización popular en Paraguay, uno de los
territorios habitados con una población empobrecida, sea por la historia corta
o la larga. Historia larga remite a la guerra de la triple alianza, desatada
por la entente entre Uruguay, Brasil y Argentina entre 1864 y 1871, contra el
intento más interesante de desarrollo autónomo en el marco de la lucha contra
la “colonialidad” de entonces. La independencia y autonomía como proyecto, más
allá de su posibilidad de materialización, devino en subordinación y
condicionamiento cultural de la población asentada en territorio de los
guaraníes al orden capitalista. Pero también debe sumarse a ese registro la
guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, que data de 1932-35. Son casi 70
años (1864 a 1935) marcados a fuego por dos guerras devastadoras en términos de
vidas y condicionante de las formas de organización económica, social y
política.
Más
grave aún, cuando en la historia corta, no tan corta, tenemos la dominación de
la dictadura de Stroessner entre 1954 y 1989, la que se proyecta en el presente
gobierno constitucional del Paraguay. Este presente está asociado al “golpe
parlamentario” en junio del 2012 al gobierno de Fernando Lugo (2008 a 2012). El
principal objetivo del golpe fue restablecer el poder oligárquico en el
gobierno del Estado nacional, y así despejar los obstáculos de un gobierno
crítico a las políticas hegemónicas. El gobierno Lugo concentró años de
protestas y organización popular, que con sus luchas habilitó la posibilidad de
un gobierno que generó expectativas en todo el Cono Sur de la región. Ese
intento por articular un proyecto alternativo encontró la respuesta del poder
local, mundialmente articulado, para restablecer el orden. Esas fuerzas que
dieron sustento a ese breve interregno de búsqueda de alternativa es lo que hoy
se manifiesta en las calles, sin un eje articulador de proyecto socioeconómico
para el futuro cercano y más allá. Se trata de un abigarrado movimiento sociopolítico
con fuerte raíz en la tradición cultural de esa historia larga comentada.
Paraguay
importa por su carácter de país empobrecido por su élite y sus vecinos y
aquellas confrontaciones de la historia que deben ser cerradas sobre la base de
un proyecto compartido y común que recoja la tradición originaria y la
emancipadora contra el colonialismo y el imperialismo. Es más, la provincia
argentina vecina al Paraguay, Formosa, también se encuentra en estas horas
movilizada y en protesta contra el orden económico y político. En la provincia
argentina existe menos articulación popular alternativa que en Paraguay, y por
eso es la oposición macrista, la que intenta, oportunismo mediante, disputar la
representación de la protesta para recuperar esferas de gobierno. No lo logra
porque la complicidad política asocia a gobernadores radicales y peronistas en
todo tiempo constitucional, siendo alternadamente oposición u oficialismo. En
Formosa u otras provincias argentinas, como en Paraguay se juegan dos planos de
la discusión. Uno remite a la ofensiva política de las “derechas” y sus
dependencias de la estrategia intervencionista, ejemplificada en todos los
“golpes”, de viejo o nuevo tipo, financiados y pensados desde la política
exterior de EEUU. Otro nos lleva a la estructura económico social asentada en un
patrón primario exportador subordinado al agro-negocio dominado por las
transaccionales de la alimentación y la biotecnología, que se complementa con
negocios ilegales.
No
solo es Paraguay, ya que, con su especificidad, Haití experimenta una nueva ola
de protestas y demandas contra las nuevas formas del autoritarismo de facto. Es
algo que hoy se manifiesta en la extensión temporal autodefinida del gobierno,
más allá de cualquier legalidad y sostenido por la represión. La violencia
represiva es lo común a considerar ante los levantamientos que pongan en
discusión el futuro del orden social, sea en Paraguay, Argentina, Haití o en
cualquiera de los territorios de Nuestramérica. Recientemente, las protestas en
Chile desafiaron el orden constitucional, legado de la sangrienta dictadura que
plantó el tiempo originario de eso que ahora llamamos “neoliberalismo” en todo
el planeta y que aún en crisis continúa dando letra del rumbo a seguir, con
liberalizaciones diversas y ajustes que golpean a los sectores de menores
ingresos.
La
búsqueda no es nueva y como sostenemos, tiene historia larga y corta. A lo
lejos reaparece cada tanto el proyecto de la “patria grande”, derrotado a manos
de burguesías locales que privilegiaron sus negocios asociados al capital
externo y al imperialismo emergente a fines del Siglo XIX. Más cerca y a
comienzos de este Siglo XXI el objetivo retomó en fuerzas sociales y políticas
que imaginaron un nuevo tiempo para un proyecto emancipador de carácter regional.
Ese imaginario fue golpeado por los golpes de Honduras, Paraguay, Brasil o
Bolivia, pero también por cambios devenidos en las urnas, los que se
manifestaron en Argentina (2015) y luego Brasil (2018), incluso ahora,
contradictoriamente, en Bolivia (2021). En las elecciones sub-nacionales
recientes, la “derecha” boliviana mostró su capacidad de consenso electoral más
allá del fracaso del golpe y el consenso para el retorno del MAS al gobierno
del país andino. En el medio de este relato largo o corto aparece la demanda
por el socialismo, inaugural en el pensamiento y acción del amauta José Carlos
Mariátegui y muchos otros en los 20/30 del Siglo XX y materializadas con la
revolución cubana a mediados del XX, la que sostiene el proyecto estratégico
pese a las dificultades del bloqueo y las sanciones del poder mundial,
especialmente desde EEUU.
Entre
el proyecto de la patria grande o la aspiración socialista cubana se puede
resolver un imaginario de horizonte concreto para el presente y futuro de la
región latinoamericana y caribeña. Más allá de los límites de los diversos
procesos nacionales en la región, ellos inspiran expectativas esperanzadas para
recomponer un proyecto viable de transformaciones del orden económico y social
para el “vivir bien” o el “buen vivir” al que nos convocan las constituciones
boliviana y ecuatoriana, de reciente factura y que pueden alumbrar un camino en
el marco de la oscuridad de la convergencia de la crisis sanitaria y económica
en curso.
Buenos Aires, 9 de marzo de 2021
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