Entre el 2021 y el 2022
El cambio de año convoca a balances, reflexiones y pronósticos sobre el orden social, cultural, político y económico, pensado de manera integral, ya que, aun especificando el ángulo de la consideración, cada aspecto de los mencionados no puede aislarse del otro. La amenaza sobre la naturaleza no está al margen del orden económico, político o de la cultura consumista imperante en el régimen capitalista que organiza la sociedad mundial. A modo de ejemplo veamos la pandemia por el coronavirus, que es resultado del modo de explotación y saqueo que afecta a la humanidad y al orden natural, es decir, derivado de la cultura humana contemporánea y de las formas políticas que definen la gestión de la cotidianeidad, más allá de cualquier disputa en los gobiernos. No es distinto si pensamos en términos de “cambio climático” e inoperancia de las cumbres globales.
Por eso en variadas ocasiones aludimos a la necesidad de pensar en términos alternativos al orden vigente, y con ello, a resolver la construcción de una estrategia colectiva que articule la diversidad de reivindicaciones sociales expresadas por múltiples grupos sociales y políticos.
Esta realidad nos lleva a considerar de manera didáctica dos planos del análisis, que, por cierto, son inseparables. Uno estructural, de crítica al capitalismo y a la organización económica de la sociedad. Dicho de otro modo, a la crítica de la Economía Política. El otro, de carácter coyuntural, asentado en la crítica a la gestión del capitalismo y a las propuestas que apunten a resolver en lo inmediato demandas sociales, que al tiempo que satisfacen necesidades urgentes, se encaminen en dirección a resolver la cuestión de fondo, estructural.
Por eso, nuestra prédica está siempre asociada al encadenamiento de lo uno con lo otro. No hay solución antinflacionaria sin afectar el orden social, el régimen de propiedad, altamente concentrado de los medios de producción; ni hay solución a la pobreza sin afectar a la riqueza y su fuente de generación: la explotación y el saqueo de los bienes comunes. Entonces, ¿cómo balancear el 2021? Hace un año se pensaba en términos de pos-pandemia, algo muy alejado de la realidad, más aún cuando el COVID19 profundizó la desigualdad, las miserias humanas y aceleró los problemas ambientales en el ámbito mundial.
El 2021 supuso crecimiento, pero desigual, con recuperación de la ganancia y no de los ingresos populares, sean salarios, jubilaciones o planes sociales. Es algo verificable en todos los países del mundo. Grandes laboratorios farmacéuticos y transnacionales diversas aprovecharon la intervención estatal, emisión de dinero y de deuda mediante, para subsidiar políticas públicas de restablecimiento del orden capitalista. La especulación financiera y la economía del delito acompañó, por lo que no sorprende el acrecentamiento de la deuda en el plano mundial, o del presupuesto militar de EEUU, en tiempos en que la demanda es por mayor gasto social.
La vuelta de la inflación en buena parte del planeta es prueba de la desigualdad, ya que los precios acrecentados, especialmente de alimentos y combustibles, suponen mejoras en la apropiación del ingreso socialmente generado por una minoría propietaria en condiciones de imponer precios. No ocurre lo mismo con la mayoría de la sociedad que vive de la venta de la fuerza de trabajo, condicionada además por un deterioro de las formas de organización y defensa de los ingresos populares, especialmente del sindicalismo. En el caso argentino, el balance incluye el condicionante del endeudamiento externo público, especialmente con el FMI. Entre septiembre y diciembre del 2021 se cancelaron las dos primeras cuotas del FMI por casi 3.800 millones de dólares, que buen podrían haberse usado para tender demandas de la coyuntura y que apunten en sentido de cambios estructurales, atendiendo problemas de empleo, alimentación, salud, educación, vivienda, entre otros.
¿Qué esperar?
Dependerá de las iniciativas políticas de quienes pretenden consolidar el orden existente y de quienes busquen nuevos rumbos para la sociedad, en continuidad con las experiencias históricas asumidas para confrontar con el orden capitalista. Es evidente que no es sencillo, incluso, las revisiones de las experiencias señalan que no existe síntesis y que el “ensayo” continúa siendo el camino, especialmente en aquellos países que se asumen en una perspectiva anticapitalista. En el mismo sentido se inscriben las prácticas socioeconómicas de autogestión y cooperación que en el capitalismo, conscientemente confrontan con el orden y la lógica del capital, del mismo modo que se expresan articulaciones políticas para disputar sentido social.
La iniciativa del poder es política, cultural, social y económica, impulsando reformas reaccionarias, caso de las “laborales” y “previsionales”, pero especialmente disputando consenso en la sociedad, relativo a que no hay otro camino posible, en donde la hegemonía comunicacional de medios altamente concentrados resulta clave. La “cultura” de que la gestión privada de la producción de riqueza es inevitable, está asociada a la máxima de que “sin inversión privada capitalista no hay producción de riqueza, de empleo o de salario”.
Hasta el cansancio diremos que el CAPITAL es TRABAJO acumulado y por ende, lo que crea riqueza es el trabajo en su accionar sobre la naturaleza, sobre los bienes comunes. Repitamos con los clásicos de la economía que el padre de la riqueza es el trabajo y la madre la naturaleza.
A esa iniciativa ideológica y política se le debe contraponer otra, de sentido inverso, de los sectores subalternos, explotados, por reivindicaciones inmediatas y cambios profundos. Con la convicción del trabajo como creador de la riqueza en su accionar sobre los bienes comunes, es importante desplegar todas las luchas por la apropiación del excedente económico, al tiempo que se disputa el modelo productivo y de desarrollo, contra la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes.
Por eso la crítica al orden económico social, expresión de la crítica de la Economía Política, deberá estar asociada a la exacerbación por la lucha en defensa de los intereses de la mayoría afectada contra la política económica del poder, por medidas de política económica, de distribución del ingreso y de la riqueza, que apunten a resolver las demandas inmediatas y a la vez confluyan con aquellas reivindicaciones profundas por un cambio social.
Esas iniciativas confrontadas son manifestación de la lucha de clases en nuestro tiempo, que es objetiva, y que trasciende cualquier parecer en particular. Ello convoca a mayores articulaciones de variados movimientos y sectores sociales, políticos y culturales críticos del orden vigente, que en el camino construyan un ideario colectivo sobre el futuro deseado. Ese imaginario es parte de la historia de búsqueda por superar al orden capitalista y patriarcal.
Habrá que seguir estudiando que nos dejó la propuesta esbozada en los meses de la Comuna de París; en las décadas de la revolución rusa y la deriva de la URSS y el campo socialista; como en todas las experiencias a nombre del socialismo, de China a Vietnam, y especialmente en el continente, a Cuba, con las caracterizaciones y especificidades de cada una de ellas. En cada país se procesa ese análisis en la dinámica de luchas diversas, en defensa del medio ambiente y contra el modelo productivo y de desarrollo extractivista de exportación y concentración; de las luchas por la igualdad de género y diversidades, en contra las discriminaciones y múltiples formas que asume el racismo.
Bien vale en este cruce de años, entre 2021 y 2022 pensar la historia de los imaginarios alternativos, para junto a definir la ausencia de alternativa política con capacidad de transformar el sentido común, poder avanzar en cambios profundos en contra y más allá del capitalismo.
Buenos Aires, 31 de diciembre de 2021
Trasladar la Capital y transformar la sociedad
La capitalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880 es contemporánea del origen de un modelo productivo y de desarrollo sustentado en el predominio del capital externo y la concentración de la gran propiedad terrateniente. Se alude al modelo agroexportador sustentado en el poder territorial de la oligarquía y las inversiones externas, especialmente inglesas en ferrocarriles, frigoríficos y la banca.
Se trata de un proceso desplegado por medio siglo hasta la industrialización sustitutiva de importaciones en la década de 1920/30, que trajo cambios económicos, culturales, sociales y políticos y que, sin embargo, sobre la base de recurrentes golpes entre 1930 y 1976 se disputó el sostenimiento en el bloque de poder de aquellos sujetos hegemónicos en el modelo oligárquico agro exportador. A ese bloque se incorporó una burguesía local, incluso con la pretensión de un imposible “capitalismo nacional”.
El intento transformador presente en las luchas populares, con horizonte por el socialismo, de fines de los sesenta y comienzos de los setenta habilitó como respuesta represiva el último recurso restaurador a mano de la dictadura genocida (1976-1983), y con ello a potenciar un proceso aún presente en la Argentina, de carácter des-igualador en las condiciones socioeconómicos, con profundización de la dependencia y subordinación a la transnacionalización económica.
De ese origen dictatorial es el legado actual resultante de sucesivas y reaccionarias reformas de la relación entre el capital y el trabajo, incluidas como “novedosas propuestas” en todo programa actual de restauración de un imaginario de expansión de las relaciones capitalistas en el país. Del mismo modo ocurrieron las sucesivas invocaciones a profundizar las mutaciones en la función del Estado, inauguradas en los noventa del siglo pasado con las privatizaciones de las empresas públicas, las concesiones (a punto de vencer en materia de energía), las descentralizaciones y las invocaciones a recurrentes achiques del gasto público (social). Ese es el marco de la inserción subordinada de la Argentina en la lógica de la mundialización operada por las políticas hegemónicas de libre mercado, libre cambio o libre competencia, mediadas por los institutos jurídicos de los “tratados de libre comercio” o los “bilaterales en defensa de las inversiones”, todos estimulados por el orden mundial y las instituciones al estilo de la Organización Mundial del Comercio, OMC.
Relocalizar la Capital
En el primer ciclo de vigencia constitucional y ahora, reaparece el tema de la mudanza de la “Capital” del país federal, lo que permite un debate sobre bajo qué condiciones de producción y con qué sujetos desplegar un orden nuevo en la economía, la política, la cultura y la sociedad.
Mucho se debate en la coyuntura sobre los problemas de la crisis local por años, remontando el problema a la dinámica de construcción históricamente desplegada bajo las condiciones de los cambios globales en el marco de la posguerra mundial, es decir, 1945. Se asocia el fenómeno a la emergencia del peronismo, obviando lo mencionado previamente sobre el carácter restaurador del ciclo golpista desde 1930 y sostenido hasta 1976, incluso recreado en este tiempo constitucional en los noventa y más recientemente entre 2015 y 2019. El “liberalismo” acusa al “populismo” de los males argentinos, asumiendo así una campaña ideológica sobre una acusación imprecisa con la nominación “populista”, escamoteando el tema de fondo que es la recomposición del poder concentrado en un núcleo de grandes capitales locales y externos.
Relocalizar la Capital supone discutir el modelo productivo y de desarrollo, es decir, la forma específica de ser capitalista de la Argentina. Vale recuperar un antiguo apotegma que nos remite a “lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer”. Es lo que se discutía en la gran acumulación de poder popular a fines de los 60 y comienzos de los 70. La inspiración de la revolución cubana, incluso la experiencia chilena estaba en el horizonte de la búsqueda de la estrategia de poder del pueblo para la transformación en contra del capitalismo y por el socialismo. Es la dominación en el origen del desarrollo capitalista la que frena cualquier proceso de renovación productiva con impacto cultural, social y político.
La asignatura pendiente como legado de aquel ciclo en la Argentina es transformar el orden capitalista. En rigor, la disputa histórica está en la construcción del sujeto hegemónico en el bloque de poder, lo que supone un imaginario de modelo productivo y de desarrollo en perspectiva. La crisis en curso, en el marco de incertidumbres y debates globales que se procesan a fines del 2021, hace necesario pensar en la construcción de algunas líneas que sustenten mutaciones profundas de la organización productiva en el país. En ese sentido, es bueno recuperar que toda producción tiene base en la Naturaleza y el trabajo humano, en la tierra en toda su dimensión y en la fuerza transformadora del trabajo humano.
El vasto territorio y la baja densidad poblacional, excluida la gran metrópolis que contiene a la actual Ciudad Capital, amerita pensar en desarrollos de varios polos territoriales para una producción y circulación alternativa, que construyan la posibilidad de radicación de la nueva ciudad federal.
Supone ello la relocalización poblacional con acceso a tierras productivas, que organicen el proceso de producción y circulación de manera comunitaria y autogestionaria, con la asistencia financiera, técnica y profesional del sistema universitario y de ciencia y técnica, que articule la producción y circulación de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades socioeconómicos, incluso la posibilidad de planificar la generación de excedentes para la exportación. Apuntamos a una profunda reforma agraria y urbana que revolucione el presente del país.
Imposible pensar ese proceso sin la activa participación pública y un amplio protagonismo de los sujetos involucrados en el diseño y ejecución de la propuesta.
Recursos
Me dirán que se requieren recursos para esa tarea y sí, los mismos pueden surgir de la utilización de parte de las reservas internacionales, las que no deberán utilizarse para cancelar deudas en stock, mucho menos aquellas que según una minuciosa auditoria con participación popular definan el carácter odioso, ilegitimo o ilegal, caso de las que hoy se negocian con el FMI. En simultáneo se requiere un nuevo régimen tributario y financiero que sustente la nueva estrategia de desarrollo productivo.
Esta propuesta de nuevo modelo productivo y de desarrollo a construir socialmente es la base para pensar en nuevas radicaciones de una ciudad Capital del país.
Las reivindicaciones de innumerables sujetos desposeídos por el orden contemporáneo constituyen la base para otorgar corporeidad a las ideas suscitadas, con un horizonte de soberanía alimentaria, energética, financiera que hoy puebla el imaginario social en las disputas cotidianas. El problema es el orden capitalista y es lo que se necesita discutir y disputar, tal como sostienen distintos proyectos que pueblan un imaginario transformador pero desarticulados, sin perspectiva de un horizonte de unidad para la disputa del sentido común por el socialismo.
Buenos Aires, 26 de diciembre de 2021
Las luchas populares y los proyectos estratégicos de transformación social
Las recientes elecciones en Chile motivaron interesantes debates, sin síntesis posibles. Cada análisis parte de una combinación de supuestos y perspectivas irreconciliables. ¿Es posible ir en contra y más allá del capitalismo? Es el interrogante que motiva mis reflexiones desde hace tiempo. A propósito del resultado electoral chileno señalé en redes al día siguiente:
“Gabriel Boric será Presidente de Chile por la movilización social electoral de ayer 19/12/2021. Una movilización antecedida de otras: a) por una Constituyente con pretensión plurinacional, en pleno desarrollo y con expectativas importantes para revertir el atraso y la derechización pinochetista; b) otras previas, en octubre del 2019 y, la rebelión de los "pingüinos" del 2011. El eje y el futuro para analizar la coyuntura chilena y regional está en la organización y la lucha popular.”
El mensaje trajo polémica y es que cada quien lee según sus propios pareceres o, si se quiere, se opina sobre la base de “prejuicios”, anticipando, tal cual, o profecía reformista o revolucionaria. En el centro de mi opinión está el proceso de “organización y lucha”, en este caso, del pueblo chileno, pero extensible al ámbito mundial en el marco de las condiciones de la lucha de clases en la coyuntura.
Si quieren, la experiencia reciente en Argentina, del pueblo de Chubut, que obligó a “derogar” La ley minera a menos de una semana de aprobada por la Legislatura local; igual que lo ocurrido en Mendoza, en diciembre del 2019, sobre el uso del agua para la mega minería a cielo abierto.
El pueblo movilizado en torno a reivindicaciones construidas colectivamente puede modificar la realidad, aun cuando no se avance en transformaciones estratégicas. No es menor decir que No es No. Ese camino puede conducir a rumbos estratégicos, que no son producto de un solo acontecimiento y menos de elucubraciones individuales, aisladas del accionar colectivo.
La realidad es como es, no como quisiéramos, por eso es imprescindible potenciar las luchas para transformar la realidad. Se trata de pensar que los proyectos estratégicos surgen de acumulaciones de luchas populares, de sujetos que se construyen en la lucha. El Manifiesto empezaba aludiendo al “fantasma del comunismo”, que no era otro que el proletariado en lucha constituyéndose como sujeto histórico de las transformaciones en contra y más allá del capitalismo.
¿Qué coyuntura?
La coyuntura a que remito es larga, por cierto, se remonta a 1973, como fecha símbolo del inicio de la contraofensiva del “capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad”, para restaurar la dinámica de explotación y saqueo que sustenta al orden capitalista en crisis.
Sin muchas precisiones intelectuales, se denomina a este tiempo el de la hegemonía “neoliberal” del orden capitalista, que no es más que la recreación de la “liberalización” más radicalizada impulsada por los capitales trasnacionales más concentrados.
No olvidar que el libre cambio (libre comercio, libre competencia) fue la voz inicial del régimen del capital. La mercantilización y la ley del valor y el plusvalor en el origen y desarrollo del capitalismo, aun hoy.
La coyuntura se aceleró entre 1989 y 1991, con la ruptura de la bipolaridad y el fuera de juego del “socialismo” en el imaginario popular mundial. La alternativa anticapitalista quedó en off-side.
Apunto al “imaginario social” construido desde 1848 y al Manifiesto, con todas las derivas históricas que conocemos, de procesos revolucionarios con el objetivo de la transición del capitalismo al socialismo, una asignatura pendiente que convoca a la praxis imaginativa de la lucha y la organización popular alternativa.
El cambio de siglo vino con novedades de cambio político y emergencias de propuestas estratégicas de transformación social, muchas de las cuales remiten al territorio latinoamericano y caribeño. Del “caracazo” al levantamiento “zapatista”; del Presupuesto Participativo al Foro Social Mundial; de la pueblada argentina del 2001 a las movilizaciones populares recientes de Chile, Haití o Colombia, en estos años, junto al empecinamiento histórico de la revolución cubana.
Solo bajo esas condiciones de luchas masivas por tres décadas es que se recrearon propuestas estratégicas por el socialismo, del “Siglo XXI”, “comunitario” o las propuestas de recreación temporal por transformaciones civilizatoria inspiradas en el “vivir bien” o el “buen vivir” que recogen las nuevas Constituciones de Bolivia o Ecuador.
La ofensiva capitalista liberalizadora nos conduce al presente de convergencia de problemas sanitarios y económico sociales, con mayor desigualdad y un ostensible privilegio a la ganancia por encima de la satisfacción de amplias necesidades sociales.
El reseteo del capitalismo es proyecto de los que dominan, para lo que reestructuran las relaciones entre el capital y el trabajo, en desmedro de los ingresos populares; resignifican el lugar del Estado capitalista en el sostenimiento de los objetivos por la ganancia y la acumulación y, propenden a sustentar una juridicidad favorable al movimiento internacional de capitales.
Objetivos estratégicos
Sobran los diagnósticos al respecto, y el problema es la alternativa o los rumbos estratégicos que animan la voluntad colectiva de lucha reivindicativa, por derechos democráticos (alimentación, educación, salud, vivienda, recreación, entre otros), y aquellos que definen la revolución, contra la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes, contra la subsunción del trabajo, la naturaleza y la sociedad en el capital.
La experiencia de los pueblos es lo que vale, en la construcción de una subjetividad transformadora, revolucionaria, que sea síntesis de una conciencia colectiva que asuma la demanda de derechos como programa por las transformaciones; que en el camino construya los instrumentos políticos adecuados para hacer realidad el imaginario por una sociedad sustentada en la emancipación de las trabajadoras, los trabajadores y los pueblos.
Nuestra historia está abierta a los debates, sustentados en luchas cotidianas por reconstruir rumbos estratégicos, en la perspectiva de transformación social profunda por la liberación de los pueblos y la defensa del planeta y el hábitat.
Buenos Aires, 21 de diciembre de 2021
La pandemia es funcional a la ofensiva del capital
La pandemia por el COVID19 está siendo funcional a la ofensiva del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad. En efecto, la reestructuración regresiva del orden capitalista, política esencial de la salida de la crisis de los 60/70, nominada como “neoliberalismo”, se profundiza en esta coyuntura de convergencia de crisis sanitaria y económica. La intervención neoliberal se concentró por años en las reaccionarias reformas de la relación entre el capital y el trabajo, desarmando la lógica protectoria construida por décadas de lucha de clases liderada por el movimiento obrero. En primer lugar, se desestructuró el “poder” de trabajadoras y trabajadores en el territorio de la producción, con efecto inmediato en la baja de la sindicalización y el avance en la precariedad laboral, afectando la capacidad de resistencia del movimiento obrero y debilitando la respuesta estratégica de las clases subalternas. Se trata de un fenómeno estructural que se mostró fatal durante la pandemia, con los cierres deliberados de la economía durante el 2020 recesivo, y más ahora, con la recuperación del 2021 que privilegia la ganancia por encima del empleo y los ingresos salariales y populares (jubilaciones y beneficios sociales).
Este fenómeno explica la suba de precios de una inflación que amenaza la “estabilización de la economía mundial”. Al respecto, señala el FMI:
“El resurgimiento de la pandemia y la última variante, ómicron, han agudizado considerablemente la incertidumbre en torno a las perspectivas económicas mundiales.”
Ratifiquemos que la inflación explica la disputa por la apropiación del ingreso socialmente generado: entre los propietarios de medios de producción, el capital, y el conjunto de la sociedad que vive de la venta de la fuerza de trabajo, sea de manera regular o irregular. Señala la nota difundida por el FMI que:
“Correspondería que la Reserva Federal acelerara la reducción paulatina de las compras de activos y adelantara la trayectoria ascendente de las tasas de interés.”
Es una sugerencia a la potencia hegemónica del orden capitalista para que restrinja la política de emisión monetaria, cuya consecuencia directa agrava la situación de los países dependientes y fuertemente endeudados con tasas variables aplicadas a su endeudamiento. Convengamos también que la inflación afecta la capacidad de consumo de la sociedad que vive de ingresos fijos, que es la mayoría de la sociedad. Si se observa con detenimiento, los precios suben principalmente en ámbitos estratégicos para la reproducción de la vida: alimentos y energía. Sobre el tema, la nota difundida señala:
“El encarecimiento de la energía y de los alimentos ha impulsado la inflación en muchos países. Estos factores mundiales pueden seguir engrosando la inflación en 2022, especialmente los altos precios de los alimentos básicos. Esto tiene consecuencias especialmente negativas para los hogares de los países de bajo ingreso, donde alrededor del 40% del gasto de consumo se destina a la alimentación.”
Queda claro que la inflación no afecta a todos por igual, sean países o personas y constituye un mecanismo de la lucha de clases en la distribución regresiva del ingreso y en la consolidación del par que explica la concentración de la riqueza en pocas manos y la extensión de la pobreza, convalidando una profundización de la desigualdad social como tendencia agravada del capitalismo.
La pandemia actuó como acelerador de la dinámica de reestructuración reaccionaria del capitalismo. Se consolidó la ofensiva en contra del trabajo, ahora extendido en las formas del “trabajo remoto” o “a distancia”, potenciando la discriminación de género y condenando a la juventud a un primer empleo precario que se perpetúa. A la precariedad laboral se suma una fortísima intervención estatal para sostener la tasa de ganancia y de la actividad empresarial, vía subsidios múltiples que soporta el conjunto social por medio del presupuesto público.
Esas políticas fueron asumidas globalmente, como tendencia universal manipulada para el logro del consenso socio político mayoritario. La estrategia del capital se abrió paso en todo el mundo, aún con importantes resistencias, que no alcanzaron a instalar una perspectiva de freno a la ofensiva del capital. Es más, en ese marco, emergieron propuestas de gobierno claramente a la derecha del arco político, demandando la reflexión crítica en la perspectiva de una estrategia alternativa de poder popular para un rumbo favorable a cambios sociales, económicos y culturales con perspectivas de confrontación y superación del orden capitalista.
América Latina y el Caribe fue territorio de esperanza en ese sentido, por la recuperación del proceso de cambio en Bolivia, con gigantesco protagonismo social; la ratificación del rumbo socialista en Cuba y el rechazo a las sanciones unilaterales en contra de Venezuela o Nicaragua. Los triunfos electorales en Perú o en Honduras; como las inmensas movilizaciones en Haití, Colombia y Chile, que incluyó la instalación de la constituyente y la disputa electoral de una coalición crítica al régimen pinochetista. La posibilidad de recuperar protagonismo de la integración alternativa, caso CELAC, estimulado desde México, Argentina y los países del ALBA-TCP, supone disputas con la estrategia de la política exterior estadounidense y de las élites de los países en la región.
El problema sigue estando en la construcción de la iniciativa política popular, alternativa al orden vigente, en tiempos de continuidad de una crisis integral, civilizatoria, donde la ofensiva capitalista define un rumbo desigual para la humanidad, además de afectar el metabolismo natural desde el modelo productivo de explotación y saqueo. Por eso preocupa el futuro cercano, que puede registrarse en los pronósticos del FMI:
“…el producto agregado de las economías avanzadas retornaría a su trayectoria tendencial previa a la pandemia en 2022, y que para 2024 la superaría en 0,9%. En cambio, se prevé que el producto de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, excluida China, permanezca 5,5% por debajo del pronóstico pre pandémico en 2024.”
Son pronósticos en el mediano y largo plazo, de menor capacidad de satisfacción para los pueblos del mundo, incluso en el capitalismo desarrollado, lo que impone una reflexión crítica para un accionar que reinstale una perspectiva esperanzadora de lucha por la liberación y otro orden social sin explotación o saqueo.
No es fatal que la suma de pandemia y neoliberalismo defina el rumbo de la sociedad.
La masividad del descontento y las protestas constituyen la base material de una subjetividad social en condiciones de asumir una propuesta programática de transformaciones socio económicas y la región latinoamericana y caribeña ofrece experiencias que animan la potencia del cambio social.
Buenos Aires, 15 de diciembre de 2021
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