El interrogante que circula es si se le terminó la
luna de miel al gobierno de Mauricio Macri, la que disfrutaba con los consensos
electorales del 2015 y 2017.
No hay respuesta clara ni evidente, pero todos los
datos de la realidad confirman la validez de la cuestión.
Los datos oficiales confirman el problema económico y
social de la Argentina y entre muchos destaca la inflación que no para y con
cronograma de incrementos próximos de tarifas en el transporte, la
electricidad, el gas, los combustibles y sigue la lista.
En ese sentido, la caída del nivel de actividad
económica, casi del 6% en mayo define un tiempo de recesión, con caída del
empleo e impacto en merma del consumo y la inversión, difundido en todo el
territorio nacional.
Claro que se trata de un promedio que explícita el
crecimiento de la actividad inmobiliaria y financiera, lógica derivada de una
política económica que alimenta la especulación.
Todo indica la agravación de la situación para los
meses en curso luego del acuerdo con el FMI.
Economía especulativa
versus producción no dependiente
Resulta curioso considerar el mercado inmobiliario,
con expansión de la construcción y una realidad con déficit habitacional y gran
parte de viviendas no habitadas en grandes centros urbanos, solo como refugio
patrimonial de excedente económico que prefiere invertirse ladrillos en lugar
de hacerlo con otros activos financieros.
Es resultado de una lógica atávica de temor a los
bancos y que busca resguardarse en construcciones.
Vale también mencionar que crecen los depósitos bancarios
en dólares y la fuga de capitales que incluye a las divisas en cajas de seguridad
bancarias, en el colchón, o en cajas fuertes de empresas.
Son dólares vendidos por el BCRA, casi único oferente
de divisas, que pierde regularmente sus reservas internacionales para
satisfacer la dolarización del excedente de los pocos en condiciones de
ahorrar.
Las reservas internacionales alcanzaban los 63.746
millones de dólares el 15 de enero del 2018 y bajaron sustancialmente desde el
inicio de la corrida cambiaria en marzo y abril, agigantada en mayo y junio.
En ese proceso se dilapidaron nada menos que 15.268
millones de dólares, ya que el stock de reservas al 21 de junio sumaba 48.478
millones de dólares. La información es oficial del sitio en internet del BCRA.
Un día después y gracias a la transferencia del FMI,
el 22 de junio suben las reservas internacionales, de los 48.478 millones a
63.274 millones de dólares.
Lo que parecía tema resuelto parece desmentirse con la
realidad, ya que al 25 de Julio, último dato disponible a la fecha en el sitio
del BCRA, la reservas suman 58.800 millones de dólares. Con ello, verificamos
que en poco más de un mes se fueron nuevos 4.474 millones de dólares.
Insistamos, las reservas dilapidadas por el BCRA en
tiempo de corrida cambiaria suma 19.742 millones de dólares.
Después dicen que la Argentina no tiene recursos
propios para pensar en políticas no subordinadas.
Son recursos que podrían haberse destinado a fondos para
el desarrollo regional antes que proponer el ajuste en las provincias tal y
como ocurre en el presente para cumplir con el FMI.
Fines alternativos se pueden discutir con esos recursos
orientados en un plan de activación de la economía y la producción para atender
el problema del empleo, del mercado interno y el aliento al consumo popular, la
inversión productiva.
Una inversión que podría inspirarse en la industrialización
no dependiente, o en la promoción de una agricultura familiar o comunal, no
contaminante y para atender las necesidades alimentarias locales, regionales y
globales.
¿Para qué esperar por inversores externos que solo
piensan en su rentabilidad, sin preocuparse del impacto ambiental o el bienestar
de la población?
La poca inversión externa que se registra se orienta
en la explotación de hidrocarburos no convencionales para la exportación de
energía o la aplicación a un modelo productivo contaminante y excluyente de
fuerza de trabajo, bajo dominación de corporaciones transnacionales, las que
alimentan un ciclo mundial propio de acumulación de capitales.
Pero también son inversiones en telecomunicaciones,
que más allá del soporte técnico y material sustentan la monopolización de los
contenidos de la comunicación, base de la manipulación mediática.
Dinero para un rumbo diferente en la Argentina hay,
que la política económica, monetaria y financiera orienta hacia las cuentas
particulares de los beneficiarios privados a contramano de millones de personas
que sufren las consecuencias.
No me canso de explicitar que los problemas de la
Argentina no los sufrimos todos. Que si las jubilaciones o los salarios no
alcanzan es porque las autoridades económicas y monetarias decidieron depositar
casi 20.000 millones de dólares en cuentas de especuladores en lugar de
promover un plan de inversiones para satisfacer amplias necesidades sociales.
Otra vez la deuda
La deuda vuelve, ahora de la mano del FMI, pero para
seguir esquilmando las cuentas públicas a costa de la mayoría empobrecida de la
población argentina.
El gobierno armó una bomba de deuda en pesos con las
LEBAC, las Letras del Banco Central, que llegaron el 24 de mayo pasado a
1.279.604 millones de pesos (1,279 billones de pesos), pagando tasas de interés
del orden del 47%.
La bomba empezó a desarmarse y dos meses después el
monto alcanza a 958.513 millones de pesos al 25 de julio (según el propio
BCRA). Son 321.091 millones de pesos menos. Pero a no alegrarse, ya que esos
fondos fueron reemplazados por endeudamiento en divisas, vía Letras del Tesoro,
LETES.
Es más, el Tesoro, Nicolás Dujovne, dispuso emitir
deuda por 16.000 millones de pesos que asume el Fondo de Garantía y sustentabilidad
que administra la ANSES.
Reitera la norma de Cavallo y otros ministros en otros
tiempos, que acudieron al endeudamiento compulsivo de organismos estatales ante
la pérdida de mercados internacionales que quieran asumir el costo del riesgo argentino.
Conviene recordar que ese endeudamiento intra-estado
estalló en el 2001 y el 50% del default de ese año afectó a esos acreedores
locales de la deuda pública irresponsablemente asumida por las autoridades de
ayer y que hoy reinciden.
La deuda posterga el estallido, mientras tanto crecen
los intereses exigidos y es la única variable que escapa al ajuste, que ahora
se visibiliza en quitas de asignaciones familiares y eliminación de exenciones
impositivas para trabajadoras y trabajadores.
Es cuento largo el del endeudamiento y sus
responsables son variados, con un ciclo que iniciado durante la dictadura
genocida se mantiene renovado con el adicional intocado de pérdida de la
soberanía jurídica desde entonces, subordinando a la Argentina a tribunales
externos.
Se trata de una decisión sostenida desde tiempos
dictatoriales e incrementada con tratados bilaterales en defensa de las
inversiones y sometimiento a tribunales externos como el CIADI, al cual nunca
adscribió Brasil y denunciaron su pertenencia Venezuela, Ecuador o Bolivia. Una
morosidad de la política local, que reitera una voluntad histórica por afirmar
la dependencia.
¿Qué futuro luego del
descontento?
No alcanza con verificar el cansancio social y el
descontento de la población ante la abrumadora realidad de la vida cotidiana, e
incluso la reiterada protesta visibilizada en las calles de las ciudades, el no
comienzo de las clases en las Universidades públicas en el segundo semestre o
el conflicto reiterado de la docencia, otros empleados de los Estados
nacionales, provinciales o municipales y aquellos ajustes del sector privado
que empujan el achique en espejo con el Estado.
La respuesta multisectorial se impone, que incluye la
pluralidad de experiencias sociales, culturales y políticas, sin vanguardismos,
sectarismos, ni exclusiones.
Es la demanda por una nueva experiencia socio política
que se ensayó en la gran movilización popular de diciembre del 2017 contra la exacción
de las jubilaciones y que impidió el avance de la reaccionaria reforma laboral;
la que se continuó el 21 de Febrero en el Obelisco, involucrando principalmente
al movimiento obrero y que desembocó en el paro nacional del 25/6.
La confluencia en torno al “movimiento 21F” suma adhesiones
diversas y voluntad de miles de trabajadoras y trabajadores que discuten el
programa a sustentar de manera inmediata y que pretende confluir en un congreso
nacional próximo para ir más allá de la crítica y pretender construir rumbo
alternativo.
Como siempre, ante los problemas de la economía y la
política, es ésta, la política, la que puede habilitar caminos que no
desemboquen en nuevas frustraciones al sentimiento social de transformación.
No se deben ni pueden reiterar recetas, una reflexión
que vale a dos puntas: para las que ensaya el gobierno con la deuda, el FMI y el
ajuste; como para quienes imaginan propuestas que ya tuvieron límites.
La convocatoria es para una nueva experiencia de
articulación plural política y social para superar la condición miserable del
presente.
Buenos Aires, 28 de julio
de 2018