Cae la actividad económica en la Argentina


El Indec acaba de informar la evolución de la actividad económica del tercer trimestre del 2018 (julio, agosto y septiembre), con una reducción del -3,5%, lo que supone un achique de la torta a repartir, y obvio, los sectores más concentrados nada resignan y por ende, a la mayoría empobrecida le toca menos.
La consecuencia directa es la suba del desempleo. Si en septiembre del 2017 el desempleo abierto alcanzaba al 8,3%, ahora es del 9% y la subocupación pasa de 10,8% al 11,8%, agravado con la presión sobre el mercado de trabajo de quienes buscan mejorar sus ingresos y condiciones laborales, que pasó del 29% al 32% en un año.
No cabe duda que la peor parte de la dura situación económica recae sobre los sectores de menores ingresos, los más vulnerables a las condiciones de funcionamiento económico bajo la policía hegemónica del capitalismo en la Argentina.
Según la Universidad Católica Argentina, la pobreza creció en más de 2 millones de personas, con un indicador del 33,6%, evidenciando el deterioro de las condiciones de vida de millones de personas.
Los indicadores económicos
Bajo estas condiciones no sorprende la baja de la producción y los servicios, con reducciones en el agro, la ganadería y la pesca de -5,2%; con la industria manufacturera con -6,6% y el Comercio mayorista y minorista cayendo en un -8,9%.
En sentido contrario, los servicios financieros crecieron 5,1% y la actividad inmobiliaria un 1,1%.
Así, el contraste es importante y todo aquello que está asociado a la producción se contrae, mientras crecen los rubros vinculados a la actividad especulativa.
En ese marco no sorprende la caída del .4,5% del consumo privado, explicada por la merma de ingresos de la mayoría empobrecida, o la baja del consumo público del orden del -5%, motivado en un ajuste continuado que se proyecta hacia el 2019 con el Presupuesto aprobado recientemente.
Más fuerte que la caída del consumo es la reducción de la inversión, un tema presente en el discurso oficial que sigue esperando el ingreso de capitales externos.
La inversión cae en el periodo con un -11,2% mostrando los límites actuales del capitalismo local, que sin inversiones dificulta el proceso de valorización de capitales.
De ese modo, la inversión en máquinas y equipos cae en un -13,3% y en equipos de transporte un -36%.
Importa destacar que ni el sector privado local ni el Estado disponen de recursos para resolver la disposición financiera para poner en dinámica inversiones locales y por eso se acude a la externa, que no llega, porque privilegia otros destinos, más aún cuando sube la tasa de interés en EEUU.
Con una suba incesante del riesgo país local, a unos 821 puntos por encima de la tasa de EEUU, los capitales buscan reguardo fuera de la Argentina.
Es discutible que el país no tenga recursos financieros, con 66.000 millones de dólares en las reservas internacionales, claro que gracias al swap suscripto con China y al último desembolso del FMI. Entre ambas operaciones se acumularon 15.000 millones de dólares en las reservas que administra el BCRA.
Claro que si se dispusieran de esos fondos para un proyecto productivo y de desarrollo que no se subordine a la lógica de la acumulación de los capitales hegemónicos, es poco probable que el FMI sostuviera su línea de apoyo financiero, pero vale mencionarlo para discutir la imposibilidad de recursos propios para un plan económico alternativo.
Oferta y demanda achicada
La ecuación macroeconómica supone pensar la igualdad entre la oferta y la demanda global. La oferta se constituye por el PBI, que como dijimos cayó un -3,5% más las importaciones, que producto de la recesión se redujeron en un -10,2%. Con estos datos, la oferta global cae -5,1%.
Del lado de la demanda global tenemos una baja del -5,1% (equivalente a la oferta) compuesto por una baja del consumo del -5%, del -11,2% de las inversiones y una reducción del -5,9% de las exportaciones.
Como la oferta es igual a demanda, lo que tenemos es una caída en todas las variables, afectando a la mayoría de la sociedad que ve reducirse la torta a repartir.
A una menor torta, los sectores enriquecidos disputan no ceder su pauta de ingreso regular y por ende empujan un ajuste en toda la línea a los sectores populares, lo que supone más pobreza, desempleo y baja de ingresos, por salario, jubilaciones o planes sociales.
La Argentina funciona con endeudamiento público deliberado, lo que sostiene al gobierno Macri.
Como el problema es que pasa al día siguiente…, es decir, en el 2020, el poder mundial que sostiene al macrismo con préstamos, abre el paraguas con el indicador del Riesgo País para presionar al ajuste y a la quita de derechos sociales, laborales y de la seguridad social, y así cobrar sus acreencias en el futuro.
Se propone así, inducir la llegada de inversiones externas para la recuperación de la economía con salarios rebajados y menores costos en la contratación de la fuerza de trabajo.
El momento de la ampliación del ajuste coincide con un tiempo electoral en el 2019 y por eso, ante la falta del estímulo económico para disputar el voto, se acude al accionar ideológico propagandístico con apoyo mediático y del entramado del poder del Estado en el ámbito municipal, provincial y claramente con complicidad parlamentaria y judicial.
¿Puede continuar el macrismo en 2019?
Solo si lo facilita una dinámica social dispersa y fragmentada en la crítica y la resistencia a las medidas oficiales, muchas veces acompañadas de la oposición que solo busca disputar la gestión del capitalismo local.
Una respuesta diferente requiere de una densidad social movilizada y organizada con importante conciencia de transitar un rumbo alternativo, incluso más allá del orden capitalista. Insistimos en ello porque es la gran tarea del momento.
Sin ganar en conciencia social de otro rumbo será muy difícil revertir los reaccionarios cambios que se consolidan en el orden vigente desde diciembre del 2015 y que pretenden consolidarse en 2019, mucho más si la oposición sistémica solo busca sustituir al gobierno para gestionar el rumbo anti popular.
No se puede especular con un resultado electoral anti macrista que no se sustente en dinámica social en conflicto, al que debe sumarse la conciencia de un programa de transformación social con eje en la satisfacción de las amplias necesidades sociales.
Buenos aires, 23 de diciembre de 2018

Bloques regionales en discusión


La discusión se instaló entre globalización y proteccionismo, lo que asumió estado público con el Brexit, el trumpismo y el nuevo papel de China en el sistema mundial.
En las dos potencias históricas de la hegemonía capitalista, GB y EEUU, apareció el límite de la panacea aperturista por la que bregó el discurso hegemónico a la salida de la crisis capitalista de los años 70 y China, asume la bandera de la apertura para consolidar la ampliación de su eso en la economía mundial.
Aquel relato liberalizador de la escuela de Chicago en EEUU, pregonaba los beneficios de la libertad del movimiento internacional de capitales, más aun con la consagración del Nobel de Economía otorgado por la academia sueca a Milton Friedman en 1976, el mentor de Freedom to choose (libres de elegir).
Con estos lauros, el ensayo neoliberal se inició en el Sur de América, terrorismo de Estado mediante, para consolidarse con la restauración conservadora de Thatcher y Reagan en el cambio de los 70 a los 80 del Siglo XX. Son los años del cambio en China, desde 1978 bajo la dirección de Deng Xiaoping.
Son los mismos territorios, GB y EEUU, casi cuatro décadas después, que desandan el camino del mensaje por la liberalización y disputan consenso bajo lenguaje proteccionista y nacionalista. El auge neoliberal se construyó entre mediados de los 70 y la emergencia de estos fenómenos en GB y EEUU desde 2016.
La guerra comercial entre EEUU y China es expresión de estos debates y disputas de la hegemonía del sistema mundial.
El desorden en Europa
Todo el andamiaje de la regionalización y globalización se desmorona y se hace visible al interior de la más antigua experiencia: la Unión Europea, un club del que no se puede salir, tal como quedó manifestado hace poco en Grecia, con ajuste más allá de la voluntad popular plebiscitada.
Hay que ver cómo le cuesta salir a Gran Bretaña de la UE, y aun cuando quisiera desarmar el Brexit, saben que volverían derrotados y a una mayor subordinación respecto de la burocracia gobernante en Bruselas.
Estalla la Unión Europea y se visibiliza en variadas fenómenos de luchas populares y de emergencia de viejas ideologías políticas, las que reivindican al fascismo y son funcionales a la derecha clásica. Pretenden restaurar la normalidad del capitalismo amenazado por demandas sociales que las clases dominates no están dispuestas a satisfacer.
Los chalecos amarillos y su masiva movilización en Francia discuten la austeridad y la política favorable a las ganancias y la acumulación, auspiciada por un gobernante que se autodefinió en campaña electoral “ni de izquierda ni de derecha”.
El pueblo en las calles discute el orden y desestabiliza la lógica del discurso hegemónico por décadas. No queda claro quien hegemonizará esas luchas, pero a izquierda y derecha se busca en el marco de la masiva movilización la disputa de la conciencia social.
Derecha e izquierda se re-significan en el debate por el presente y el rumbo del futuro. La división entre izquierdas y derechas no nos remiten a la historia de la revolución burguesa y a la vieja Francia, sino que reaparece bajo nuevas condiciones en distintos momentos de la lucha de clases.
Se trata de Grecia, de Gran Bretaña, de Francia, pero también de Italia, de España o de la propia Alemania, la que manda e impone condiciones en la Unión Europea y marca el rumbo del euro y la política monetaria.
La Unión Europea está desafiada por brotes nacionalistas y crisis diversas que ponen en discusión verdades hasta hace poco irrefutables sobre la integración y la regionalización. Por más que intenten disimular y se establezcan condiciones sociales, la integración capitalista bajo la UE hace agua.
¿Cómo andamos por América?
No es distinto con los tratados de Libre Comercio suscriptos en los últimos años. Empecemos por el Nafta, el Merconorte entre EEUU, Canadá y México, que acaba de alumbrar un nuevo marco institucional en ocasión de la reunión del G20 en Buenos Aires.
La nueva institucionalidad responde a las necesidades de la política exterior de EEUU con un Trump que demanda América First.
Además, como si fuera poco, el nuevo acuerdo se suscribió en el último día del gobierno del PRI en México, condicionando a la nueva gestión de Andrés Manuel López Obrador, asumido al día siguiente bajo un tratado de la dependencia y la subordinación. Eso responde a una lógica de defensa de las inversiones del proteccionista que habita la Casa Blanca en Washington.
El proyecto del ALCA fue derrotado en 2005, tanto en la Cumbre de Presidentes, como en las calles por el movimiento popular y la Cumbre de los Pueblos, habilitando un nuevo tiempo de integración alternativa, no subordinada, cuyos mayores ensayos fueron el ALBA-TCP, la CELAC y un conjunto de iniciativas que suponían, entre otras cuestiones, una nueva arquitectura financiera con el Banco del Sur como insignia, que nunca logró su materialización.
Los proyectos comunicacionales, de salud y educación, de investigación compartida y especialmente en el área de la producción y el desarrollo entusiasmó a diversos movimientos sociales, culturales, políticos; a una intelectualidad y a la comunidad profesional que se preparaba para un nuevo tiempo en materia de cooperación y rebase de las fronteras nacionales en favor de resolver añejas necesidades populares.
El proyecto de liberalización encarnado en el ALCA, los TBI (Tratados Bilaterales de Inversión), o los TLC (Tratados de Libre Comercio) no podía permitir el avance de la esperanza transformadora bajo el discurso de la integración alternativa.
Con la experiencia acumulada por bloquear cualquier intento de transformación social, ejercido por décadas contra los intentos socialistas, que en la región se evidencia con el bloqueo a Cuba, el imperialismo ejerció el boicot de todos y cada uno de los procesos de cambio en la región.
Es cierto que la tarea la facilitaron las debilidades, errores y horrores de los procesos de cambio, sin perjuicio de la falta de articulación, coordinación y objetivos comunes para superar nacionalismos estériles que atrasaban las mejores iniciativas de la integración alternativa, especialmente en materia de producción y desarrollo.
Vale pensar al Mercosur, surgido en el auge neoliberal, reformado bajo la experiencia del cambio político a comienzos del Siglo XXI, incluso incorporando a Venezuela luego del rechazo al ALCA. Con los nuevos tiempos de la contraofensiva de derecha el gobierno de Caracas fue desactivado de la pertenencia al Mercosur, intervención de la OEA mediante.
Pero más allá de idas y venidas, el nuevo gobernante de Brasil, Jair Bolsonaro anticipa que la región no será su privilegio en la política exterior.
Aun coincidiendo en cuestiones de fondo con el gobernante en Argentina, Bolsonaro no participó del convite al G20 y Macri le retribuye con ausencia en la asunción presidencial de aquel.
Claro que igual se encontrarán a mediados de enero porque “negocios son negocios” y ninguno puede obviar el carácter estratégico del comercio bilateral, favorable a Brasil, por supuesto.
El Merconorte y el Mercosur están en terapia, en proceso de adecuación a los nuevos tiempos y aún queda abierta la agenda de inserción en la lógica globalizadora o proteccionista que define la guerra comercial entre EEUU y China e impacta en Nuestramérica.
Partir de la acumulación para retomar el rumbo por otra integración
Desde La Habana llegan informaciones de la Cumbre del ALBA-TCP que intentan, aun en la ofensiva de la derecha, defender lo logrado bajo el espíritu de la integración no subordinada.
Se reconoce el papel de la intromisión imperialista en los procesos nacionales de cambio, ya no bajo las viejas formas del golpe militar, sino vía el accionar judicial, el lawfare, o parlamentario, a lo que debe adicionarse el mecanismo del accionar de las redes y medios con noticias falsas que promueven un sentido común contrario a toda estrategia de trasformación social.
Insistamos que mucho del accionar de las derechas se sustenta en límites de los procesos de cambio, tengan los matices que tengan entre sí, pero al jugar la política alternativa con las reglas “democráticas” que impone la dominación, es ésta la que condiciona y termina ganando, imposibilitando cualquier horizonte de sentido común favorable al cambio.
Las cartas están jugadas. De un lado se procesa la discusión en torno a la globalización o regionalización que impondrán desde la disputa hegemónica y que nos permite los siguientes interrogantes.
¿Será desde China y su apuesta por la apertura y la globalización? ¿Será desde EEUU o GB y sus lógicas de renovada protección de sus negocios fronteras adentro? ¿Podrán sostener a la UE desde el poder burocrático en Bruselas o del Banco Europeo? ¿Se consolida la estrategia de nuevos TBI o TLC?
Pero del otro lado está la experiencia acumulada en institucionalidad y conciencia social en camino de una integración no subordinada.
Acaba de surgir una articulación regional de movimientos populares en red que pregonan “Latinoamérica mejor sin TLC”, inspirando una campaña continental con pretensión de articular voluntades globales para un rumbo no capitalista en el ámbito mundial.
¿Puede ese movimiento confluir con las renovadas expectativas generadas en Cuba con el ALBA-TCP?
No se trata de cuestiones de organización de movimientos y lógicas de gobierno, sino de instalar en la conciencia social un sentido común crítico a lo que supone el libre comercio, incluso en su perspectiva contradictoria entre globalización y proteccionismo.
Se trata de alumbrar nuevos rumbos que antepongan alternativas al modelo productivo y de desarrollo capitalista, con la economía familiar y comunitaria; la soberanía alimentaria y energética; el feminismo económico y el cuidado del medio ambiente desde el eco-socialismo.
Es la búsqueda de horizontes de liberación que anidan acumulados en la experiencia popular por años y que se requiere puedan articular en la resolución de una crisis que es civilizatoria.
Buenos Aires, 15 de diciembre de 2018

Manipulación informativa para disputar consenso


Más allá de los problemas económicos, la inflación y la recesión con sus consecuencias regresivas en materia de pobreza, caída del salario y suba del desempleo, el discurso oficial macrista manipula la información para disputar consenso social de cara a las elecciones del 2019. Siente el gobierno que para sus objetivos “cierra bien” el año 2018, con la aprobación del Presupuesto 2019, de ajuste reaccionario, y un balance propio de éxito de la Cumbre del G20 que lo vincula al poder mundial. Con ello, se anima a sustentar una nueva vuelta de tuerca a la política represiva, de acción policial con derecho a matar, que por ahora encuentra rechazo en buena parte del movimiento social y aun en las propias filas e instituciones afines. La convicción gubernamental es que la demanda por seguridad se asocia a la defensa de la propiedad privada y no a la seguridad social medida en satisfacción de derechos sociales, algo que pretende reformar reaccionariamente. El objetivo es el control social, por eso pretenden disciplinar a la población.
En rigor, la inflación anual se acerca al 50% con un efecto regresivo sobre la mayoría de la población de bajos ingresos, pero como la tendencia es a la reducción luego del pico de los últimos meses, el oficialismo hace propaganda con augurios de mejores tiempos para el año entrante. Claro que la reducción pronosticada para el 2019, un 25% aproximadamente, será mayor al 15% que se anunciaba para todo el 2018 hace apenas un año. Es curioso el caso de la suba de los precios, que actúa como mecanismo de distribución regresiva del ingreso y la riqueza y que sin embargo es utilizado como mecanismo de propaganda sobre el combate a la inflación. Crece la inflación y se sostiene que se la combate y se lo hace con medidas regresivas, de mayor ajuste vía política monetaria restrictiva que agudiza los efectos de la recesión e impacta en la merma del consumo popular.
Ocurre lo mismo con las tasas de interés. La noticia es ahora que se elimina el piso del 60% como tasa de referencia del BCRA y por ende, la propaganda trasmite la baja de la tasa desde el máximo del 73% de hace pocas semanas, a menos del 60% en estos días. Claro que se omite que hace pocos meses la tasa de referencia era del 40% y ya era un guarismo elevado para pensar en políticas activas de crédito para el desarrollo productivo. Todo es propaganda, sin importar las consecuencias sociales. El horizonte ofrecido por el discurso es que todo irá mejor, que se combate la pobreza aunque ésta aumente.
Se trata de un discurso donde siempre se corre el límite del campo de juego. Si el máximo admisible era un 15% de inflación para 2018 y se alcanzará el 50%, entonces hay que mostrar, en el discurso oficial, lo positivo de una reducción al 25% probable para 2019, dejando en el olvido el propósito del 15% de hace apenas un año. No se argumenta sobre las pérdidas de ingresos en el periodo de años de ascenso y tendencia actual a la reducción de los precios; un fenómeno que arrastra el presente y el futuro.
En el medio, son cifras millonarias que se transfieren desde la mayoría de la población de menores ingresos a los pocos sectores concentrados de altos ingresos. Lo que unos pierden, otros lo ganan y por eso, en economía nada se pierde, solo cambia de bolsillo el dinero. Unos pocos acumulan lo que la mayoría pierde. Por eso hemos dicho hasta el cansancio que la inflación es un mecanismo de lucha de clases, que afecta a quienes viven de ingresos fijos, pero también a sectores empresarios que transfieren parte de su rentabilidad al capital más concentrado. Los capitales hegemónicos dominantes se apropian de la riqueza socialmente producida. Lo que se juega con el discurso oficial es el consenso electoral de la sociedad. No importa que ese consenso se logre como producto de la manipulación de la conciencia social, lo que interesa es ganar el sentido común. Un sentido que instalan las clases dominantes en su provecho. Así, resulta normal lo cotidiano, aun cuando sea desfavorable para la mayoría social.
La estrategia se estimula desde las redes sociales, los medios de comunicación y los intelectuales orgánicos, que como cultura mayoritaria encuentra legitimidad en los poderes del Estado, los que impulsan un proceso creciente de legitimación de un plan reaccionario de reformas estructurales. El camino se transita desde la disputa de la conciencia y el sentido común hacia la legalización que lo institucionaliza. Hay que remitir a la historia para verificar que la propiedad privada se consolidó en la Constitución previa siembra de la conciencia social demandante de su defensa. La propiedad privada fue primero demanda y luego institución, lo que habilitó su carácter de permanencia en el tiempo como derecho inviolable, inalienable e imprescriptible.
Es el mecanismo que verifica la estrategia del presente. La estrategia asumida apunta a instalar un diagnóstico y un rumbo en la sociedad para luego legitimarlo institucionalmente. Si se leen los argumentos en la fundamentación del presupuesto del ajuste se encontrará la falacia para la manipulación social. En el documento presentado al Parlamento se aducen problemas climáticos, sean inundaciones o sequías, como si el modelo productivo nada tuviera que ver con el fenómeno del cambio del clima. El modelo productivo no se discute y no solo se avanza con el complejo sojero, sino que ahora se agrega la explotación de los hidrocarburos no convencionales. También se señalan causas externas, como la guerra comercial entre EEUU y China u otras variables del contexto internacional como la suba de la tasa de interés en EEUU. Se sostiene que son fenómenos de la economía mundial que afectan a la Argentina, que “…hasta entonces venía bien…”, según el relato oficial. Es verdad, pero se elude el impacto de la propia política de desfinanciamiento del Estado con el deliberado aumento del endeudamiento público para cancelar deuda y facilitar la fuga de capitales. Así, se sostiene que el país “venía bien”, con abundante financiamiento externo, y en la coyuntura, se cruzó una tormenta por los fenómenos enunciados que derivaron en la búsqueda del auxilio del FMI.
Se confirma el rumbo al señalar que: menos mal que acudimos al FMI, sino la situación hubiese sido peor. Imposible de demostrar contra los hechos de la intervención del Fondo. La propia política oficial lleva directo al FMI y se explica que no había más remedio, que no había otra y el resultado es una hipoteca por varios años para sustentar el rumbo que solo beneficia a muy pocos sectores altamente concentrados de la economía. El consenso político construido hacia el 2015 se sostuvo en la elección de medio turno en 2017 y se pretende sostener con la repetición de un segundo periodo presidencial entre 2019 y 2023, con Macri o alguien que otorgue continuidad al proyecto de restructuración regresiva del PRO-Cambiemos.
¿Qué busca el proyecto en el gobierno en un mundo compelejo?
Consolidar un bloque dominante en el orden capitalista local, restaurando la lógica de dominación que asoció a la burguesía terrateniente y al capital externo en el modelo de inserción subordinada de la Argentina entre fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. No se trata de repetir la situación ni el bloque en el poder, sino una lógica de dominación que otorgue estabilidad al orden local del capitalismo, afectado por inestabilidades y disputas por décadas de lucha en el poder. Por eso la alusión a 70 años de decadencia de la Argentina en el argumento del oficialismo.
Insistamos que no se trata de repetir aquellas condiciones de fines del siglo XIX y comienzos del XX, sino de intentar resolver la disputa gestada desde la industrialización de la década del 20 del siglo pasado, la que desordenó la lógica de la dominación con nuevos actores que disputan la hegemonía del orden local y que en este trayecto casi centenario hacia el presente han generado disputas en el poder a costa de la mayoría de las clases subalternas, especialmente el pueblo trabajador. No es un dato menor la alternancia radical y peronista entre 1916 y 2015, bajo gobiernos constitucionales. La burguesía fabril emergente en el proceso industrializador busco su asociación al capital externo en un ciclo de fusiones e internacionalización de su actividad económica para disputar un lugar en el bloque de poder, donde la banca local y extranjera jugó un papel de financista, inducido con rumbos específicos en diferentes gobiernos del periodo que mencionamos, sean constitucionales o producto de dictaduras militares.
Para la industrialización subordinada se contó con nueva institucionalidad y aporte profesional, científico e intelectual, junto a la inspiración y actividad militar, en gobiernos constitucionales o dictatoriales. No se trata de identificar a los gobiernos dictatoriales con los constitucionales, pero sí de mostrar que los cambios estructurales hacia la industrialización desde comienzos del Siglo XX constituyó un fenómeno que trasciende los diferentes gobiernos desde los 20 y más aún el golpe del 1930 hasta 1975/76, donde la disputa por construir un nuevo bloque de poder se hace evidente y se sostiene hasta el presente. La des-industrialización relativa desde 1975/76 lo hace evidente. Digo relativa porque el proceso tiene un doble sendero, el de la modernización empujada por las transnacionales actuantes en el país y la transnacionalización de los capitales locales, donde Techint resulta emblemática, o si se quiere, ARCOR, recuperando aquello de aceros o caramelos. Es una modernización asociada al cambio de las relaciones sociales de producción, lo que supuso: a) la reaccionaria reforma laboral y previsional, aún en proceso y objetivo central del proyecto PRO-Cambiemos; b) la reestructuración del Estado vía privatizaciones, desregulaciones y mercantilización de los derechos y la vida cotidiana, aún en proceso con las reformas educativas, sanitarias o judiciales, entre muchas; c) la reinserción subordinada del país en el sistema mundial hegemonizado por EEUU y convalidando con la suscripción de tratados bilaterales en defensa de las inversiones externas.
Pero esos proyectos que apuntan a resolver la disputa en el poder se cruzan con las nuevas realidades y complejidades del sistema mundial, evidenciado con la aparición de China y el debate falaz sobre la globalización o el proteccionismo, que esconde la disputa hegemónica del sistema capitalista mundial. Falaz digo porque es una contradicción que acompaña al orden capitalista desde su origen, incluso en las formulaciones teóricas que sustentan el orden del capital. El capitalismo dominante inglés, europeo o estadounidense convivió con el proteccionismo y un discurso aperturista, sustentado de manera ambivalente por sendas teorizaciones afines a esos objetivos.
La disputa por el poder en la Argentina explica décadas de inflación, mecanismo de la lucha de las clases por el poder y la dominación. Es la especificidad nacional que cuesta entender, lo que aparece como difícil para explicar. Muchos se interrogan porque hay inflación elevada en Argentina o incluso en Venezuela, mientras la mayoría de los países ofrecen escenarios de estabilización. Macri creía en campaña electoral que él con sus adhesiones ideológicas y políticas podía resolver esa ecuación, precisamente por su origen y alineamiento con la  burguesía más concentrada. La realidad de la disputa por la apropiación del plusvalor generado en el país es lo que sostiene el ciclo inflacionario que acumula décadas en la Argentina, y no muy distinto es lo que ocurre en la tierra de Bolivar. La inflación solo fue contenida transitoriamente en momentos de estabilización de una franja dominante en el poder, como se pudo apreciar en el proyecto inicial de Videla y Martínez de Hoz, o luego con Menem y Cavallo.
El gobierno Macri pretende, desde el consenso electoral ponerle hegemonía al capitalismo local y pasar a liderar una reestructuración política más allá de la tradición radical-peronista. Esa hegemonía piensan es la que podrá inducir el cambio económico necesario para estabilizar la economía capitalista local. Cuenta como socio principal a Trump y al gobierno de EEUU, aun cuando su apuesta originaria era el espíritu aperturista y globalizador que surgía del discurso demócrata de Hilary Clinton. En ese camino puede incluirse incluso la desaparición de sectores de la cúpula empresarial hoy afectados por procesos judiciales. Macri llegó al gobierno en 2015 con un diagnostico errado sobre el momento del sistema mundial, pero con un firme propósito de poner fin a la disputa por el poder en el orden local y por ello su adaptación y acercamiento explícito al gobierno Trump, incluso el oportunismo por aprovechar el empuje chino, si es que puede, incluso si se lo permite el vínculo con Washington. Queda por verse si logra el objetivo.
Si en el 2001 disputaban los acreedores externos, las privatizadas de servicios públicos y la banca, contra sectores productivos y exportadores del campo y la industria; en el presente los alineamientos colocan de un lado a los grandes productores y exportadores del campo y la industria junto a empresas privatizadas que bregan por la liberación de las tarifas y una economía especulativa asociada a la banca, la deuda y el libre movimiento internacional de capitales; y del otro a los sectores vinculados al mercado interno y de menor desarrollo tecnológico, que no necesariamente constituyen el cambo de la pequeña y mediana empresa, por eso las quejas en la Unión Industrial o sectores asociado al comercio. Esa disputa por el poder económico encuentra límites ideológicos en la burguesía, que aun dificultada su renta en el mercado local, adhieren a un discurso de apertura e inserción subordinada en un marco de tendencias globales con las contradicciones surgidas de las guerras comerciales y monetarias que tensionan el sistema mundial. Se constituye como dijimos en un sentido común de época, que puede identificarse con cierto corrimiento a la derecha del espectro y la oferta política. Es el camino que se confirma con Trump, Macron, Macri o Bolsonaro, con los matices que cada uno de ellos supone.
¿Se puede pensar a contramano?
El problema limitante para romper la lógica del poder apunta a promover un objetivo de modelo productivo y de desarrollo más allá y en contra del capitalismo, porque de lo contrario, es la lógica de hacer funcionar al orden del capital lo que genera el círculo vicioso de gobiernos que estimulan reformas que son desarmadas en renovadas gestiones de restauración conservadora, tal como expresa la historia desde la existencia de gobiernos constitucionales desde 1916. Hace tiempo, en época de la bipolaridad mundial (1945/1991) se aludía en un lenguaje eufemístico a la economía de mercado y a la centralmente planificada, como dos estrategias de desarrollo. Con la desarticulación de la URSS fue ganando consenso el restablecimiento de la categoría capitalista como horizonte de posibilidad y rechazo a la posibilidad del socialismo. Fue Cavallo quien en los 90 restableció el objetivo por el capitalismo y más recientemente se retomó un discurso por el capitalismo nacional, imposible en tiempos de transnacionalización de la economía. El Senador Pichetto argumenta en estos días demandando al peronismo bregar por un “capitalismo moderno”, alejado del combate al capital históricamente formulado, más allá de haber constituido alguna vez una consigna realista.
Las oposiciones diversas al macrismo con posibilidad de ser gobierno se asumen en la disputa por la gestión del orden capitalista local y ese es su límite. El orden capitalista es mundial y está atravesado por las tensiones de la disputa global, claro que con las especificidades locales, que para el caso de la Argentina presenta contradicciones en el núcleo económico y político del poder. Por eso se privilegia la estrategia electoral y se prefirió, por ejemplo, no acompañar la movilización popular contra el G20 en la semana de acción sustentada por parte del movimiento popular que ve el problema del país y del mundo en la estrategia asociada de las corporaciones transnacionales, los organismos mundiales y los principales Estados del sistema mundial, más allá de la adscripción al liberalismo o al proteccionismo. En los tratados de libre comercio o en la defensa de las inversiones vía tratados bilaterales o multilaterales se juega la dominación global del capital transnacional. Es una constante de las últimas cuatro décadas, más allá de momentos distribución del ingreso, los que no modificaron cuestiones esenciales del modelo productivo y de desarrollo. Ello es imprescindible en un modelo sustentado desde las automotrices, el complejo sojero, petrolero o en el circuito favorable a la libre circulación del capital y la especulación. Resulta lógico no confrontar a las políticas del G20 si se aspira a ser parte del cónclave, aun con la crítica al orden hegemónico.
Así como las derechas se legitiman electoralmente previa instalación de su sentido común en la sociedad, cualquier pensamiento alternativo en el movimiento popular y la izquierda, tiene la necesidad de instalarse previamente como práctica y pensamiento social generalizado que pueda disputar el poder a la dominación y construir otro orden posible en una transición desde el capitalismo a otro orden de cooperación, solidaridad, des-mercantilización y privilegio a la satisfacción de derechos sociales vía producción de bienes de uso y no de cambio, respetando el medio ambiente, la diversidad de género y el respeto mutuo contra toda forma de discriminación y racismo.
Buenos Aires, 9 de diciembre de 2018

El G20 desnuda los límites civilizatorios y desafía a construir alternativas


El documento final del G20 explicita los principales problemas del capitalismo contemporáneo, concentrado en el “cambio climático” y el “comercio internacional”.
Ambas son expresiones de los límites civilizatorios de la sociedad capitalista en la actualidad. Los participantes del G20 suscriben una declaración que no resuelve las disputas, cuando mucho las identifica.
Sobre el primer punto, la cuestión climática,  EEUU continúa bajo la presidencia Trump desentendiéndose de toda iniciativa tendiente a morigerar el impacto sobre el hábitat, el medio ambiente y la población global. Claro que tiene su lógica desde la dominación que se ejerce desde Washington sobre la producción de hidrocarburos y el papel que éstos asumen como insumo estratégico del modelo productivo y de desarrollo del capitalismo contemporáneo.
Respecto del comercio, es también EEUU en sus confrontaciones comerciales contra China y varios otros países, quien explicita los problemas de la disputa por la hegemonía del sistema mundial. Entre otras cuestiones, desde Buenos Aires se informó de las reformas al NAFTA, con claros beneficios para EEUU y en contra de sus vecinos en Canadá y México, cuando en este país se inaugura un nuevo ciclo presidencial desde el 1/12, sustentado en una voluntad social crítica de los modelos imperantes en el viejo y nuevo Tratado de Libre Comercio.
La desregulación comercial global, una vieja aspiración del capitalismo estuvo frenada a la salida de la segunda posguerra, ya que solo pudo instrumentarse la dirección del sistema financiero con el FMI y el Banco Mundial. La Organización Mundial de Comercio, OMC, solo pudo lanzarse hacia 1995 con la ruptura de la bipolaridad y la condición de posibilidad global para la circulación de mercancías, servicios y capitales.
Después de más dos décadas de OMC (1995-2018), el desorden mundial capitalista se manifiesta bajo “guerras comerciales y monetarias”, aunque, claro, se firman documentos finales de las cumbres, tal como ocurrió en Buenos Aires entre el 30/11 y 1/12. Es más, las delegaciones de China y de EEUU se sentaron frente a frente en una foto que no resuelve las contradicciones que sustentan en el ámbito de la economía mundial.
“Construyendo consenso para un desarrollo justo y sostenible”
Así se titula la Declaración Final del G20 realizado en Buenos Aires, con un lenguaje profesional y diplomático que difícilmente puede referenciar la realidad de la concentración de la riqueza y del ingreso que se explicita en el poder del 1% más enriquecido de la población mundial. Pero también en los 192 millones de desempleados que acusa la OIT en su Informe sobre el empleo en 2018; o el 40% de empleo vulnerable en todo el planeta, denunciado en dicho documento, con 1.400 millones de personas en esa situación; agravado con la discriminación hacia el trabajo de las mujeres, con menores salarios y peores condiciones de trabajo.[1]
Conviene llamar a las cosas por su nombre y lo que se discute en el G20 es el orden mundial capitalista, presidido por la lógica de la ganancia, la acumulación y la dominación. Cada Estado nacional sustenta en éstos cónclaves presidenciales los intereses de sus capitales locales dominantes y por eso convive históricamente el librecambio y el proteccionismo.
Desde el origen del orden capitalista y de la Economía Política conviven en teoría y práctica el librecambio y el proteccionismo.
El imperio británico promovió el liberalismo económico al tiempo que sostenía una política proteccionista teorizada desde las ventajas comparativas sustentadas por la economía política clásica.
Su propia colonia en América sustentó una política proteccionista en aras de la independencia hacia 1776, convergente con la aparición de las primeras sistematizaciones teóricas librecambistas de los clásicos.
La historia del capitalismo explicita el pragmatismo relativo al decir y al hacer, no necesariamente convergente, que viabiliza la contradicción del liberalismo y el proteccionismo en el comercio internacional.
Por eso en la Declaración del G20 de Buenos Aires se puede aludir a deseos por resolver conflictos o generar impactos sociales progresivos, al tiempo que la realidad devuelve tensiones y confrontaciones por resolver la hegemonía en la dominación del sistema capitalista, y unos efectos sociales que afectan a millones de sectores sociales empobrecidos.
Aunque se aluda a la cuestión de género, la realidad de la discriminación femenina es una constante que convoca a redoblar los esfuerzos de la lucha por la igualdad de los géneros y contra todo tipo de discriminación.
El modelo productivo y energético detrás del clima
La crisis del petróleo de los 70´ no fue mundial, sino de EEUU, evidenciado ante la pérdida de reservas convencionales de hidrocarburos. La “solución” se construyó económica y militarmente, comprando e invadiendo, generando un mercado específico no exento de especulación, contrabando y economía criminal en torno a la energía.
Es un largo recorrido que incluyó la investigación y desarrollo de tecnología y procesos de extracción de los hidrocarburos no convencionales que reposicionaron a EEUU como primer productor mundial hacia 2015. El fracking o fractura hidráulica junto al alza de los precios internacionales del petróleo permitieron la nueva preeminencia estadounidense en la producción mundial de hidrocarburos.
Resulta un tema trascendente que reabre el juego político y económico global, que pudo visibilizarse en el cordial trato entre el Príncipe Saudita y el líder Ruso en la confraternidad del G20. Arabia Saudita sigue siendo el principal productor mundial de petróleo y Rusia un gran productor de Gas, que además, abastece del mismo a Europa.
Más allá de afinidades ideológicos o políticas, las alianzas se redefinen en aras de la gestión sobre la producción contemporánea y como sostenemos, estamos hablando del insumo estratégico de la producción mundial: petróleo y gas.
En ese tablero pueden entenderse varias alianzas en torno a los hidrocarburos y la disputa global. Aludo a China y Rusia; a éstos con Irán y otros países productores de petróleo en medio oriente, pero también y muy especialmente a Venezuela, primera reserva mundial de petróleo convencional en el mundo.
Además, Argentina es quien tomó la posta de los hidrocarburos no convencionales con la tecnología estadounidense del fracking, desde el acuerdo secreto entre la empresa privada de gestión estatal, YPF y Chevron, para explotar el yacimiento Vaca Muerta.
Hace 5 años del acuerdo y en el presupuesto 2019 impulsado por la gestión Macri, la expectativa de crecimiento económico se asienta en las inversiones para la producción y exportación de petróleo y gas en Vaca Muerta.
Argentina destaca por ser la segunda reserva mundial de gas no convencional y la cuarta de petróleo no convencional.
La energía está en el centro de la discusión, no solo respecto de quien pueda gestionar el insumo estratégico, sino de cual modelo de desarrollo social prevalece.
Por un lado está la mercantilización de la energía, lo que se define en la esfera de la capacidad de compra y por ende de ingresos. La contrapartida es una concepción de derecho a la energía que supone la des-mercantilización y una respuesta relativa a la energía como derecho humano, bien común y uso generalizado para satisfacer necesidades de la población mundial.
La realidad de la disputa económica actual en el debate del G20 se restringe a la primera concepción y por eso la guerra económica, comercial o monetaria, la que no se resuelve con buenos modales, foto de familia o declaración consensuada con lenguaje evasivo y diplomático.
Voces de la crítica con sus límites para instalar alternativa
Es sabido que donde sesiona el G20 aparece la crítica y la movilización social, política e ideológica al consenso de la dominación.
Por eso se reiteró en Argentina la denuncia organizada por la Confluencia NoG20/FMI, vía semana de acción entre el 25 y 30/11, la Cumbre de los Pueblos del 28 y 29/11, y la gigantesca movilización del 30/11, pese a las desmedidas medidas de represión preventiva, cercando a las y los manifestantes durante el trayecto de la demostración crítica.
Más de 50.000 personas, en un abanico diverso de organicidad y consignas, convergiendo todos en la rechazo al G20 y al FMI fueron custodiados, sin poder amedrentarlos por un operativo de cerrojo con cientos y miles de efectivos de seguridad.
Un operativo desplegado por todo el territorio del desplazamiento de las y los manifestantes. Se estableció un “corralito” a la marcha de protesta ante la imposibilidad del gobierno por modificar la voluntad popular de ejercer el derecho a opinar y manifestar. La voluntad de marchar y unificar consignas es un dato de fortaleza del movimiento social ante el gigantesco operativo de seguridad y de desinformación social, con complicidad de la prensa hegemónica.
Todo se hizo para aislar la protesta y la crítica. Se declaró asueto en la ciudad de Buenos Aires, se clausuró el transporte aéreo, de mar y tierra, restringiendo la circulación de buses y cerrando una amplia zona aledaña al sector de discusión del G20. El argumento fue la seguridad de los asistentes al cónclave.
Pese a ello, el objetivo de hacer escuchar otra opinión fue logrado, aun cuando los criterios sobre el qué hacer a futuro no estén suficientemente claros. Más aun, no todos los que pudieron manifestar la crítica se predispusieron para articular un proceso compartido de debate, movilización y aprendizaje común para pensar otro orden social y civilizatorio del que se discute en el poder mundial.
Esto último, sigue siendo una asignatura pendiente. Con matices se sabe lo que no se quiere y hace falta habilitar la condición de posibilidad de una mayor escucha desde la diversidad para acercar nuevas síntesis de otro orden social, económico, político y cultural alternativo, a contramano de la lógica de la ganancia, la acumulación de capitales y la dominación civilizatoria.
Argentina pasó la posta de la gestión del G20 a Japón, previa suscripción de un Tratado de protección de inversiones, una lógica esencial del orden capitalista actual.
La crítica al G20 que ya recorre una década continuará ahora en la sucesión que asume Japón y desafía al pensamiento crítico de los pueblos del mundo a continuar proponiendo nuevas articulaciones para la emergencia de un nuevo tiempo para otro modelo productivo y de desarrollo contra y más allá del capitalismo.
Buenos Aires, 1 de diciembre de 2018