La
dependencia del ingreso de capitales define al capitalismo argentino
Por:
Julio C. Gambina
Estamos sobre el fin del año y
muchos me consultan sobre la evolución de la inflación y el tipo de cambio, insistiendo
en que este, el tipo de cambio es un precio más en la economía, el de las
monedas extranjeras, o sea, las divisas, entre otras, el dólar, el euro, el yen
o el yuan.
La cuestión de los precios trasciende
la coyuntura y expresa, como aprendimos con Marx, aspectos esenciales de la
producción y la circulación, ya que los precios son la manifestación en dinero
del valor de cambio, y este, resume la contradictoria relación social de
intercambio en el capitalismo, entre compradores y vendedores, entre valor de
uso y valor de cambio o valor. Los precios condensan las contradicciones del
capitalismo, el intercambio de equivalentes y la generación y apropiación del
plusvalor.
Aludimos a una cuestión teórica
que está en la esencia del régimen de explotación. Los precios remiten al
dinero, y este es expresión de una forma histórica del valor, que fetichizado
se impone con autonomía de su origen como relación social. La inflación o
deflación de los precios está asociado a la teoría del valor y por ende del
dinero. No hay autonomía del dinero sobre la producción y circulación en el
capitalismo, y por lo tanto, en el dinero y la política monetaria, financiera,
cambiaria o de precios se manifiestan las contradicciones inmanentes en el
doble carácter del trabajo materializado en las mercancías.
El tema de los precios y la
inflación requiere de consideraciones que remiten a la coyuntura y sus impactos
en las distintas clases y sectores sociales, como una mirada teórica que
permita dilucidar el origen del problema en las contradicciones sociales del
orden capitalista.
Los
aumentos expresan la dominación de clases
Sobre la evolución de los
precios en Argentina se evidencia una aceleración respecto de los años anteriores,
proceso en curso desde el 2007. La afirmación se verifica con los datos de la
medición oficial o con los que difunden otras mediciones alternativas, de
privados o de algunas provincias aferradas a metodologías previas a los cambios
en el INDEC. Los datos varían entre el 30 y el 40%. Puede creerse más en una o
en otras mediciones, pero nadie duda del alza de los precios en la economía
argentina, lo que evidencia un problema en la capacidad de compra para los
sectores de menores ingresos y enfatiza la desigual relación social entre
quienes fijan los precios y la mayoría que los sufre.
Nuestra economía es parte de la
economía mundial, capitalista por cierto, que resume en un mercado mundial
crecientemente sostenido con precios internacionales independientes de los costos
de producción locales. Lo que se intercambia en el mundo son comodities, más
que bienes y servicios. La soja o el petróleo, el oro, los minerales y el
conocimiento son comodities y no interesa su localización para la producción,
salvo en lo atinente a la búsqueda de la mayor productividad, o la disminución
del costo de producción para maximizar la ganancia.
Es una afirmación para localizar
a los fijadores de precios en el mercado mundial. No es desde la Argentina que
se define el alza o la disminución del precio internacional de la soja o del
petróleo, aunque sin duda y a escala, la producción local interviene en tanto y
en cuanto participa de la producción global de cada mercancía. Sin perjuicio de
lo dicho, el carácter nacional de la política y por ende del Estado, favorece
una redistribución del poder global en el orden local, y eso explica las
transferencias de ingresos al interior de cada país, siendo la inflación
interna el mecanismo de redistribución regresiva del ingreso a escala interna,
local. Es un ejercicio del poder, de quienes pueden subir precios y encontrar
su realización en el mercado.
Las
tendencias actuales en los precios y la política pública
También puede decirse que en el
último tramo de este 2014 se percibe una desaceleración de la tendencia general
ascendente de los precios, cuya explicación puede encontrarse en la baja de la
actividad económica y la recesión productiva, con impacto directo en la pérdida
de empleo y las restricciones para operar una reanimación de la economía local,
que termina dependiendo de los estímulos externos, sean inversiones o préstamos
provenientes desde el exterior.
El límite a la expansión de los
precios está entonces condicionado por la reducción de la capacidad de
realización en el mercado, sea por disminución de las compras empresarias o del
consumo en general, especialmente entre los sectores de menores ingresos. Y por
ende el ajuste en la contratación de fuerza de trabajo y un agravamiento de las
formas de flexibilización laboral y salarial.
La política económica, es decir,
el accionar del Estado, intenta frenar la evolución de los precios y activar la
economía, incluso compensando con política social a los sectores más
desprotegidos, vía planes sociales o renovadas moratorias previsionales. Es
parte del aprendizaje del Estado capitalista en la administración de la crisis,
legado de los 30´ y del keynesianismo que hoy asumen hasta los más
conservadores de la política económica convencional en los principales Estados
del capitalismo mundial.
En ese sentido y en la Argentina
se anotan: a) los precios cuidados; b) los préstamos en cuotas para el consumo
diverso; c) el estímulo al crédito para la vivienda o compra de automotores; d)
las restricciones a la compra y venta de divisas; e) y ahora la disminución del
5% en el precio de los combustibles.
Uno de los problemas a destacar
es que esas políticas no tienen efecto universal, ya que los precios cuidados
no involucran más que una canasta de bienes que se distribuye en una cadena
comercial de grandes supermercados y limitada geográficamente, con vencimiento
a comienzos de enero y una fuerte disputa por la actualización de valores para
su continuidad en el 2015.
Con el acceso a los créditos, el
problema se presenta por los límites establecidos en los ingresos de los
posibles adjudicatarios, excluyendo amplios sectores sociales que sufren el
déficit habitacional.
Aun considerando los estímulos crediticios,
con tasas subsidiadas a la pequeña producción, constituyen la minoría de la
cartera bancaria, ya que lo principal del crédito bancario tiene destino en
confirmar la estructura concentrada de la economía argentina y una orientación
privilegiada en la especulación y el financiamiento estatal de la deuda
pública.
Incluso la reducción de los combustibles
es limitada para no entorpecer el estímulo al ingreso de inversores externos
para la producción petrolera que morigere el déficit energético que supone la importación
de combustibles, al tiempo que los estacioneros denuncian ser los principales
perjudicados y señalan el privilegio hacia las grandes petroleras.
Vale también mencionar que las
restricciones a la operatoria con moneda externa suponen una intervención para
evitar la transferencia del precio de las divisas hacia el resto de los bienes
y servicios. El problema es la referencia que supone en muchas actividades
económicas el tipo de cambio paralelo y aún, la pérdida de reservas para
atender las demandas de atesoramiento de pequeños inversores u ahorristas, que
en cuenta gotas acumulan cuantiosos recursos, unos 3.000 millones de dólares
estimados en todo el año, que son retirados de la actividad productiva.
La
dependencia como lógica del funcionamiento del capitalismo local
En este marco, la economía en la
Argentina está atrapada en la lógica capitalista de un excedente definido por
el capital externo que presiona vía precios por su apropiación.
En el origen de la acumulación
está el inversor de dinero (D) que pretende en un tiempo y espacio obtener más
dinero (D´, o D +d, siendo d, el plusvalor). Esta ecuación define la
valorización del inversor. Así, quien aporta D pretende D´ (D +d), o sea un
incremento (d) de la inversión originaria (D). La economía local demanda
crecientemente de inversores externos dispuestos a colocar su D en el proceso
local de producción, y esos inversores demandan la búsqueda de seguridad
jurídica para obtener el suficiente valor acrecentado (d) según la lógica de la
ganancia monopolista de un capitalismo en crisis. Vale adicionar que los
capitales hegemónicos, ya asentados en el país, defienden su posición de
dominación vía precios, mientras pueden y no tienen límites de mercado o de la
regulación estatal.
La cuestión de los precios en
alza, incluso del tipo de cambio, apunta a capturar la renta socialmente generada
en la Argentina y disponerla en el circuito de la valorización mundial que
definen las corporaciones transnacionales que actúan en el país.
Por todo esto es que sostenemos
que el gran problema de la economía capitalista argentina es la dependencia del
ingreso de capitales para asegurar el ciclo de valorización económica. Es que para
la valorización hace falta una dinámica de inversión reproductiva, la que
proviene del excedente económico generado por el funcionamiento de la economía
local o por su inserción en la economía mundial.
La dinámica del capitalismo
argentino está definida por los capitales externos, tal como se deriva de la
estructura económica social hegemónica del capital externo en los sectores
productivos y de servicios. Por eso es que hablamos de dependencia de los
capitales transnacionales y del mercado mundial capitalista. En el agro, la
minería, la energía, la industria, el comercio y los servicios de comunicación,
bancarios y transporte, entre muchos, resultan definitorias las inversiones
externas y el paquete tecnológico en manos de las corporaciones transnacionales.
Más aún, en términos más
generales, el punto de partida del ciclo del capital en la argentina se resume
en la capacidad de ingresar capitales externos, siendo las fuentes de esos ingresos:
a) el menguante superávit comercial; b) las renuentes inversiones externas; c)
y el esquivo endeudamiento proveniente del exterior.
Es más, la apuesta de política
económica apunta a sostener el superávit comercial, aun frenando importaciones
y regulando las exportaciones; generando condiciones para el ingreso de
inversiones, asegurando elevada rentabilidad, especialmente para petroleros
interesados en explotar yacimientos no convencionales; y logrando una parcial
inserción en el mercado de crédito mundial por medio del acuerdo bilateral con
China. Por estas medidas es que puede explicarse la recomposición de reservas
internacionales en torno de los 31.000 millones de dólares, la contención de
las expectativas por una devaluación, claro que todo tiene un costo,
principalmente social.
La afectación de la dinámica de
producción y reproducción capitalista afecta principalmente a los trabajadores,
la mayoría de la sociedad. El nuevo endeudamiento presiona sobre los recursos
fiscales compitiendo con demandas sociales de gasto público en salarios, salud,
educación, seguridad o promoción de las economías regionales y una política
productiva y de desarrollo para satisfacer necesidades de otro modelo y patrón
de producción y consumo.
Nuestra reflexión apunta a la construcción
de una argumentación que supere los límites a que nos condena el régimen del capital
e ir más allá, contra el orden capitalista, por la transformación social para
la emancipación y la liberación. Ello supone la crítica a la mercantilización
creciente, o sea, a la subordinación del orden social a la lógica mercantil de
producción de valor y plusvalor que definen la producción, la distribución, el
cambio y el consumo, y si se quiere superar estas condiciones históricas del
funcionamiento social, se requiere ir más allá en la imaginación de la sociedad
necesaria, pensando más en satisfacer necesidades que en la lógica de la
ganancia, la acumulación, el poder y la dominación capitalista.
El tema es la revolución para modificar
las relaciones sociales de producción, y aquella se juega en la acumulación de
poder popular y su orientación en la construcción de una nueva sociedad sin
explotación, un paradigma que define los nuevos horizontes de la lucha de
clases desde los trabajadores y los pueblos.
Buenos
Aires, 27 de diciembre de 2014