No
hay dudas que la pandemia por el coronavirus agravó la situación económica
global, pero más allá de cualquier forma de confrontación de la cuestión
sanitaria, el mundo presenta un cuadro de recesión con alarmante impacto sobre
la sociedad empobrecida, lo que se mide en desempleo, caída del salario,
flexibilización salarial, laboral y sobre explotación de la fuerza de trabajo.
El
FMI actualizó a junio los datos ofrecidos en abril sobre perspectivas de la
economía mundial para el 2020[1]. Si
en abril sostenía una caída de -3%, la actualización asume una baja del -4,9%
para todo el mundo, con la sola previsión del crecimiento del 1% para China.
Recordemos que las autoridades chinas no establecieron meta concreta de
expansión de su economía para el presente año, más preocupada por resolver el
fuerte impacto en desempleo causado por el receso derivado de la pandemia y que
arrastraba la desaceleración económica que venía de antes.
Para
esa caída del -4,9%, el principal problema está en los países del capitalismo
desarrollado, con EEUU cayendo a un -8% y la zona del euro un -10%, con
Alemania en -7,8%; Francia -12,5%; Italia -12,8%; igual que España con -12,8%.
El Reino Unido, que nunca integró la zona euro y ahora en proceso Brexit, un
-10,2%; Canadá -8,4%; Japón -5,8%. El registro de los países emergentes indica
una baja del -3%, donde la peor situación es la de América Latina y el Caribe
con una caída de -9,4%, donde México lidera con -10,5%; Argentina -9,9% y
Brasil con -9,1%. Rusia bajará a un -6,6%; la India un -4,5% y como mencionamos
se indica que China crecerá 1%.
La
cuestión se agrava cuando el FMI destaca en el informe la perspectiva de caída
del -11,9% para el comercio mundial durante el 2020. Es cierto que existe la guerra
comercial entre EEUU y China y cuantiosas sanciones a variados países
instrumentadas desde la política exterior estadounidense, pero la realidad es
la tendencia al cierre de las fronteras, situación agravada en tiempos de
pandemia. Más aún, el Fondo señala que el aumento del gasto público para
atender la emergencia dispara una aceleración del déficit fiscal muy por encima
de lo acontecido en la gran recesión del 2009. Lo mismo acontece con la deuda
pública, muy superior a la consignada hace una década. Eso permite inferir una
crisis muy superior a la ya visto hace una década y quizá la asistencia a la
mayor crisis capitalista mundial.
El problema es el capitalismo y ¿qué hacer?
Más
allá de las respuestas de cada país a la crisis sanitaria, prevención o
desaprensión, aislamiento o no, cuarentenas suaves o estrictas, la realidad es
que todo el mundo presenta una tendencia a la recesión.
El
problema no es la cuarentena, ni la pandemia, sino el capitalismo en crisis.
Las autoridades
estadounidenses son el ejemplo de la desatención y del otro lado está el
ejemplo de China, su planificación y capacidad de mando y control; sin embargo,
de modo diferenciado, la tendencia a la baja de la producción es una realidad
en los dos países.
En
la región nuestramericana se verifican matices en las políticas contra la
emergencia sanitaria por la pandemia asumidas entre los tres más grandes economías,
Argentina, Brasil y México. Sin embargo, los tres caerán en su actividad
económica entre -9,1 y -10,5%.
No
es que resulte igual como se aborde el problema de la pandemia, sino que el
trasfondo del problema está más allá de la pandemia y de los modos de
aplicación de las cuarentenas.
En
todo caso interesa considerar como, más allá de la situación económica, se
exacerban los esfuerzas por cuidar la salud de la mayoría de la población.
Lo
que debe discutirse es el orden capitalista, su crisis actual y su superación,
lo que supone iniciativas contradictorias según el lugar que se ocupe en el
proceso de producción y circulación.
Una
respuesta proviene del capital más concentrado, que presiona por la vuelta a la
“normalidad” de la producción.
Los
propietarios de medios de producción necesitan del “trabajo vivo” para poner en
funciones el “trabajo pretérito o muerto” expresado en máquinas, herramientas, materias
primas o materiales, lo que Marx denominó “capital constante”.
Si
lo invertido en “capital variable”, el costo en salarios, no cumple con la
función específica de generar ganancias en el proceso de trabajo y valorización
del capital, lo que ocurre es que engorda la cuenta de pérdidas en el balance
empresario y agudiza la tendencia decreciente de la tasa de ganancia de los capitales.
Por
eso la presión para volver a la producción y a la circulación. No es solo una
demanda de los fabricantes, sino también del comercio y las actividades de
servicios.
El
interrogante es si el problema de la producción y la circulación se puede
resolver más allá de la pandemia y del aislamiento de cuarentenas, lo que
requiere ir más allá y en contra de la organización capitalista, lo que supone
otra lógica de pensar y actuar.
Se
conocen las dificultades para llevar adelante el aislamiento en los sectores
más empobrecidos, lo que llevó a considerar oportunamente las “cuarentenas
comunitarias”.
Sobre
esa base puede pensarse en políticas públicas que además de acercar alimentos,
medicamentos y recursos dinerarios a los más pobres, planificar el acceso a
capital de trabajo (constante y variable) para organizar la economía popular en
los territorios en aislamiento comunitario.
Organizar
de manera alternativa la producción y circulación es algo que puede hacerse
desde ahora, siendo a la vez un mecanismo imprescindible para pensar en la
transición del modelo productivo y de desarrollo que muestra evidencias
ostensibles de crisis.
Articular
la demanda social y económica de sectores afectados por el cierre de la
actividad con la posibilidad de una producción de bienes y servicios de carácter
comunitaria supone una mirada diferenciada sobre la atención de la crisis.
¿Con que recursos hacerlo? Las premisas del cambio
Se
impone suspender los pagos de la deuda pública, al tiempo que se audita la
misma con participación popular para evidencias el carácter odioso, ilegal e
ilegitimo de la misma, liberando recursos públicos para atender el proceso de
acumulación bajo nueva modalidad como sugerimos.
Al
mismo tiempo es hora de hacer realidad la imposición de un tributo a las
grandes fortunas para ampliar la capacidad de inversión comunitaria y autogestionaria
para resolver las imperiosas necesidades sociales, ampliadas en tiempos de
coronavirus.
Son
premisas a completar con reformas estructurales que alienten reformas en el
modelo productivo del agro negocio de exportación, no solo el caso Vicentin.
También
transformaciones de fondo del modelo industrial para reestructurar el carácter de
armaduría vigente para reorientar el sistema fabril en función de las
necesidades del modelo comunitario y autogestionario que sugerimos.
Para
ello se requiere transformar las formas de intervención productiva del Estado y
desandar el camino de las privatizaciones.
No
se trata de la “vuelta al Estado”, sino de ensayar mecanismos que involucren a
la fuerza laboral y a la sociedad en su conjunto en la elaboración y ejecución
de la política económica.
Todo
ello implica discutir las formas de producción y circulación en su conjunto, en
el ámbito local y en el mundo, recuperando soberanía sobre las finanzas y el
comercio exterior.
Nada
de los sugerido es sencillo, y constituyendo un programa en sí mismo, demanda
la construcción de un sujeto consciente suficiente amplio para hacerlo
realidad.
Lo
que sustentamos, no es una sugerencia a ningún gobierno, sino una propuesta a
ser asumida por una parte importante de la sociedad, que pueda estar en
condiciones de disputar la hegemonía política en el país.
Buenos Aires, 28 de junio de 2020
[1] FMI. PERSPECTIVAS DE LA
ECONOMÍA MUNDIAL. Actualización de las perspectivas de la economía mundial,
junio de 2020, en: https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/06/24/WEOUpdateJune2020
(consultado el 28/06/2020)