Milei y la derecha global
Milei cerró una intensa semana de relaciones internacionales, con Giorgia Meloni saludando en el histórico balcón de la Casa Rosada. La gobernante italiana no oculta sus simpatías con el fascismo, un peligro para la humanidad hace un siglo. ¿Ahora con pretensión de retorno? Pese a la derrota histórica de Mussolini y de Hitler, al fin de la segunda guerra mundial, esa concepción política de gestión capitalista, del Estado y la sociedad, reaparece en la escena mundial en diversos territorios, más allá de identificar el fenómeno actual con el fascismo tradicional e histórico.
En sintonía con ese clima de época, el presidente de Argentina anunció hace una semana en Miami, en la gala por la elección de Donald Trump a la presidencia de EEUU, la necesidad de conformar una estrategia que incluya a Trump en el Norte, a Meloni en Europa, a Netanyahu en Israel y a él en el sur de América. Una confederación de naciones comprometidas con la causa de la extrema derecha. Toda una entente para liderar un proyecto de “libertad”, de los grandes inversores, del capital más concentrado, en contra del trabajo, la naturaleza y la sociedad. Es el planteo de una nueva derecha, extremista, sin complejos “democráticos” del liberalismo burgués tradicional.
No solo Meloni pasó por Buenos Aires. También estuvo Emmanuel Macron, jefe del gobierno francés. Este vino al país antes del encuentro del G20 en Brasil, mientras que la italiana lo hizo de regreso de ese cónclave. Por eso, el periplo internacional semanal de Milei, se transitó con encuentros en EEUU, Brasil y en la Argentina. Por la reunión del G20, tuvo que compartir y saludar, fríamente al anfitrión, el “comunista” Lula Da Silva, más amigablemente a Xi Jinping, jefe comunista de China, la primera potencia fabril del mundo, y, de hecho, el financista de “última instancia”, por ahora, de la endeudada Argentina. Tampoco podía faltar entre los vínculos, el FMI, en donde Milei cifra expectativas para la liberación de recursos frescos que le permitan abandonar las restricciones aun presentes a la salida de divisas, el llamado “cepo”. Por eso, también hubo foto con Kristalina Georgieva. La salida del cepo es una exigencia de eventuales inversores globales, que traerían sus inversiones si es que pueden salir cuando lo consideren necesario. No solo se trata de ganar, sino de disponer de esas ganancias para la acumulación capitalista donde mejor les convenga.
Económica y política
Resulta de interés pensar esos vínculos “políticos” y “económicos”, imposibles de separar, claro, pero que, desde lo didáctico, conviene considerar con relativa autonomía.
Milei privilegió anudar lazos políticos con la derecha, especialmente, esta nueva “ultra”, sin prejuicios liberales tradicionales relativos a la “democracia”. Remitimos al Trump que avaló la invasión al capitolio o desconoció los resultados electorales en los que Biden y los demócratas le ganaron oportunamente la compulsa; como con Narendra Modi, el jefe del gobierno de la India, más amigable, ideológica y políticamente con los gobiernos en Washington y occidente, que con los principales animadores de los BRICS. Eso no impidió concretar la venta de gas a Brasil, en tanto nueva orientación de la dinámica de acumulación del capitalismo local.
Antes y hasta ahora era el complejo sojero, la minería, para incorporar recientemente la energía, de la mano de vaca muerta. La transnacionalización de la economía mundial lleva al gobierno libertario a hacer negocios con quien sea. Si no son los socios ideológicos, pues que sean los adversarios, siempre y cuando se favorezca el capitalismo local y global. Por eso, hubo invitaciones mutuas entre el jefe de gobierno de China y el argentino a visitarse y fortalecer una agenda económica valiosa para ambos en tiempos de ralentización de la producción mundial.
No solo es el pragmatismo de Milei, sino de la lógica de gestión capitalista actual, económica y política. De hecho, la internacionalización de la producción, más allá de las sanciones unilaterales de occidente sobre China, Rusia, Irán y varios otros países, Cuba o Venezuela en la región, la transnacionalización del capital en tiempos de criminalidad en ascenso, sea por tráfico de droga, armas o trata de personas, articula el proceso de producción y circulación del capital con un trasfondo tecnológico que disimula diferencias ideológicas o de cosmovisiones alternativas al régimen del capital. Por eso Milei firma el documento final del G20, aun cuando verbaliza críticas a los enunciados explícitos y señala que Argentina cumplirá desde la lógica de la libertad de mercado y la irrestricta defensa de la propiedad privada.
No hace Milei lo mismo en Naciones Unidas, ni en la cumbre sobre el cambio climático. En estos espacios, construidos bajo la lógica de la “democracia liberal”, donde priman relatos “diplomáticos” que no se cumplen, caso de las “agendas globales”, Milei se anima a desacreditar e incluso abandonar reuniones o votar en soledad desconociendo apelaciones a la defensa de los derechos de los pueblos originarios, o en contra de la violencia digital hacia las mujeres. Nadie lo sanciona, ni le recrimina, por la ineficacia de un organismo en el que solo dos países sostienen el embargo sobre Cuba, o no puede parar el genocidio en Gaza, resultando ineficaz para desandar una escalada de guerra nuclear que animan los principales actores del Consejo de Seguridad.
Milei privilegia un espacio global, no democrático, como el G20, autoerigido en el 2008 ante la gran crisis, en ámbito global para el tratamiento de los problemas globales, en desmedro de un acuerdo de países, que emergió en 1945 para evitar nuevas conflagraciones globales. El G20 se armó sobre la base del G7 más China y Rusia, junto a otros actores del capitalismo realmente existente en el mundo contemporáneo. La excusa fue sumar la emergencia, o sea, el nuevo poder en ascenso, especialmente China. No alcanzaba con la hegemonía emergente en 1945 y por eso la ampliación multipolar en un mismo ámbito, más allá de variadas estrategias de renovadas alianzas económicas o políticas en desarrollo, en las que se discute el orden mundial en tiempos de desorden.
Está claro que el mundo atraviesa una gran crisis, no solo de base económica, sino también política. En ese desorden, Milei hace negocios con Brasil y China, mientras anuda estrategias discursivas para hacer efectiva la lógica liberal que empuja, con matices, la derecha, ¿nueva?, sin las formas contenidas de una derecha liberal-democrática sometida a la disputa electoral de la gestión pública en el capitalismo contemporáneo. Ese es el marco de la discusión relativa a la unipolaridad o la multipolaridad en el sistema mundial.
Consenso político en juego
Las relaciones internacionales puestas en juego por Milei en estas horas, intervienen en la consolidación del consenso político al gobierno libertario a un año de haber asumido.
Así, lo inesperado de hace un año, puede transformarse en previsible rumbo político de nuevas rondas de reestructuración reaccionaria del orden local.
Un símil de la década del 90 del siglo pasado, no solo porque Menem llegó inesperadamente en el proceso electoral de 1988, sino porque consolidó cambios profundos en la representación política tradicional, enterrando un imaginario de décadas, que contenía la identidad peronista o radical, el bipartidismo hegemónico en años de disputa constitucional en el país.
Ahora, todo está mezclado en la vida, como la biblia y el calefón, según destaca el poeta en el tango cambalache.
Por eso, la crisis política es una realidad en el país. Milei es la nuevo en la discusión de la jefatura política del proyecto reaccionario que en medio siglo reinstaló la dictadura genocida, la década del 90 y recientemente la coalición macrista, arrastrando fracciones radicales y peronistas. Es tiempo de consolidar la restauración conservadora promovida por los golpes entre 1930 y 1976.
Es una realidad que convoca a barajar y dar de nuevo, incentivando la emergencia de un nuevo proyecto político, de base popular que no se subordina a la lógica del capital. Suena a desafío para la “izquierda”, que nunca gobernó el país, y claro, más allá de cualquier presencia institucional vigente, de una izquierda con presencia en el Parlamento y más allá, con vida social, económica, cultural.
Un desafío de poder, superador de cualquier concepción sectaria o subordinada como furgón de cola de opciones en la gestión capitalista.
En rigor, no solo vale lo dicho para la Argentina, sino para pensar una estrategia global de una izquierda con posibilidades de transformación social, promediando la tercera década del Siglo XXI.
20 de noviembre de 2024
Trump y Milei entre el proteccionismo y el librecambio en defensa del capitalismo
En enero de 1848, Carlos Marx (1818/1883) señalaba que el problema no era el debate entre el proteccionismo sustentado por Friedrich List (1789/1843) desde Alemania o el librecambio propiciado por David Ricardo (1772/1823) desde Inglaterra, sino el régimen del capital que sustentaba ambas posiciones según el desarrollo fabril en cada territorio. En ese marco y ante la crisis capitalista global, la confluencia política de la ultraderecha mundial puede sustentar una política proteccionista desde Washington y librecambista desde Buenos Aires.
Trump y Milei promueven una política de ultraderecha para favorecer el objetivo de la ganancia y de la acumulación capitalista. Lo hacen con el consenso de los desencantados con la situación económica, y claro, con el soporte del gran poder económico. Estos capitales concentrados buscan liberar la lógica del capital de regulaciones que favorecen derechos sociales, laborales, colectivos o individuales. Por eso sustentan reaccionarias reformas laborales y previsionales.
El descontento social deriva de la inflación acelerada en la pos pandemia en EEUU y en una tendencia creciente de suba de precios desde el 2006 en Argentina. La economía estadounidense crece lentamente luego de la crisis del 2007/09, sin caer en un proceso recesivo declarado, y en Argentina existe una tendencia al estancamiento, con subas y bajas en más de una década. En rigor, hay problemas globales del orden capitalista que afectan a todos los países y en cada uno existen especificidades propias, que pueden explicar las perspectivas proteccionistas que instala el “America first” trumpista o el aperturismo del libertarismo mileista.
El crecimiento estadounidense o el serrucho de subas y bajas en la Argentina logran el mismo resultado, una mayor concentración del ingreso y de la riqueza y por ende, creciente desigualdad con una pirámide de amplia base en los perjudicados del orden existente. Esa es la base material para confiar en soluciones mágicas proferidas desde un discurso simplista que apuesta al mercado, Propuesta sustentada en premisas ideológicas en defensa de la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad para el capital y la lógica de la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes.
Sostenemos que el problema es la alternativa, que de ningún modo supone el retorno a lo conocido, de un liberalismo regulado, de tipo desarrollista o reformista bajo cualquier denominación vigente en el orden capitalista en el último siglo. La propuesta más emblemática en ese sentido fue la propiciada por John Maynard Keynes (1883/1946), cuyas ideas, especialmente en lo relativo a la intervención estatal en la producción y circulación de bienes y servicios, hegemonizó la política económica mundial desde fin de la segunda guerra mundial. Una orientación vigente hasta la crisis de rentabilidad de los 60/70, reemplazada por la nueva oleada “neoliberal”.
La izquierda fue impugnada en ese proceso, especialmente con la subordinación de la socialdemocracia europea a la lógica neoliberal en los 80 del siglo pasado y del derrumbe del “socialismo real” entre los 80/90, de Polonia a la URSS. No hay alternativa sostuvo Margaret Thatcher desde Londres y repitió Carlos Menem desde Argentina. Los seguidores de la ultraderecha sostienen “chau al socialismo” con el triunfo de Trump en EEUU, convalidando una prédica de Milei y otros similares en gobiernos de la derecha global.
El desafío de la hora es la recreación de un proyecto de confrontación al régimen del capital, que está en los programas que hoy promueven las luchas y organizaciones sociales, en protestas sindicales, sociales, territoriales, de jubilados/as, de mujeres y diversidades, estudiantiles, en defensa del medio ambiente, por los derechos humanos y variadas causas a favor de la vida social y natural. Un problema de la coyuntura es la desarticulación de estos espacios que pueblan la protesta de manera fragmentada. La sociedad está en movimiento, aun cuando no sintetiza en un proyecto político compartido de emancipación, sin explotación ni saqueo.
La necesidad es la articulación de la diversidad, desde abajo y a la izquierda del espectro político. No alcanza con la izquierda institucionalizada, ni en ciertos agrupamientos en desarrollo, ya que se requiere mayor densidad social organizada y movilizada articuladamente. La propuesta es sumar los programas como parte unificada de un reclamo por otro rumbo a contramano de la lógica del capital. No hay que ir detrás del mal menor ni promover propuestas idealistas que alimenten sectarismos infructuosos.
Resulta imprescindible la unidad para enfrentar la ofensiva del capital y de las derechas, que están envalentonadas para desalojar cualquier posibilidad de crítica o mitigación de los efectos de sus reaccionarias políticas, por eso el mundo asiste a un tiempo de “sanciones unilaterales” empujadas desde Washington que desarticula cualquier perspectiva de cooperación global, incluso en contra de la propia lógica de internacionalización de la producción capitalista.
La unidad de lo diverso en la búsqueda de reinstalar una perspectiva de revolución contra el capital es lo que anima la reflexión en momentos de consensos electorales de la derecha. Todos los esfuerzos en ese sentido son parte de un desafío histórico para rescatar un futuro de emancipación, tal como imaginaba el incipiente movimiento revolucionario de 1848 que anticipaba Marx en su discurso a los trabajadores ante mencionado.
El triunfo de Trump es celebrado por el gobierno argentino encabezado por Milei y sus asociados, al tiempo que anima a la internacional del poder, a la ofensiva del capital y a las derechas de distinta calaña. La organización y la lucha social en todos los territorios está desafiada a hacer realidad la demanda de la unidad de trabajadores y pueblos para encarar un proyecto en contra y más allá del régimen del capital.
Buenos Aires, 6 de noviembre de 2024
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