El
epicentro de la pandemia por el coronavirus se traslada crecientemente hacia Nuestramérica,
aun cuando sigue preocupando sanitariamente en los focos previos, sea China,
Europa y principalmente EEUU.
¿Desde
el punto de vista económico, el cierre de la producción empieza a superarse en
los territorios que van dejando atrás el foco de preocupación sanitario, más
allá de la aparición de la vacuna?
El
interrogante apunta a no comerse el amague de “recuperaciones transitorias”,
caso del “festejo del 13,3% de desempleo estadounidense de mayo pasado,
respecto del 14,7% de abril, pero muy por encima del 3,4% previo a la pandemia.
Igual,
el impacto social es desastroso e inmenso en términos de caída del empleo e
ingresos de la mayoría de la sociedad mundial.
¿Qué
ocurre en Nuestramérica, territorio de atraso y dependencia económica, con
menor capacidad de contención de los problemas sanitarios y económicos?
La
pandemia golpea muy fuerte en la región, y la baja de la producción afecta más
gravemente a millones de personas empobrecidas en décadas de políticas pro-mercado.
En
rigor, la forma de desarrollo contemporáneo del capitalismo, ya casi por medio
siglo, deteriora todos los indicadores sociales de la región y del mundo, lo
que amerita cambios a contramano de la normalidad construida por las políticas
de liberalización, hegemónicas en el sistema mundial a la salida de la crisis
de los 70.
Con
más de 7 millones de personas infectadas y más de 400.000 muertes en todo el
mundo, la región latinoamericana y caribeña comienza a ser noticia por cantidad
de infectados y muertes por el COVID19.
La pandemia se extiende en Nuestramérica
Entre
los 50 países que acusan más infecciones hay registros para 10 de Nuestramérica.
Por infectados
encabeza Brasil con casi 700.000 casos, ubicado como segundo en el ranking total
de 188 países, ocupando con 36.000 muertos el tercer lugar, luego de EEUU y el
Reino Unido. La tendencia es a ocupar el segundo lugar, afectando en mayor
medida a los más empobrecidos.
Luego
de Brasil, en la lista de la región sigue Perú con más de 196.000 infectados,
octavo en el listado general; Chile con más de 134.000 ocupa el lugar 13;
México con más de 117.000 el orden 14; y los que siguen con guarismos entre 43.120
y 13.643 son Ecuador, ubicado 26; Colombia en lugar 27; Argentina es 38;
República Dominicana 42; Panamá 47 y Bolivia 49.
La
economía de la región está siendo fuertemente afectada por las condiciones
previas de evolución económica y exacerbada por el COVID19, más allá del debate
que se instaló sobre el mayor o menor cierre de la producción y circulación de
bienes y servicios.
Es
prematuro el balance sobre la respuesta estatal, pero más allá de matices, la
orientación general ha sido similar a la respuesta de fuerte intervención de
los focos previos en países de mayor desarrollo relativo, China, Europa y EEUU.
Lo
real es que estos países tienen capacidad de ejercicio soberano, relativo es
cierto (salvo EEUU), para fuertes intervenciones en la emisión monetaria y de
deuda.
Un
detallado informe sobre las medidas adoptadas puede encontrarse en el sitio de
la CEPAL[1]. En
todos los casos el Estado nacional interviene para sostener ciertos niveles de
actividad económica y orientando fondos de compensación para los más
vulnerables.
La
presión por retomar la “normalidad” es muy importante desde los sectores
hegemónicos, que no quieren perder renta por las restricciones adoptadas.
Nuestramérica
es el territorio más desigual del mundo y se encuentra subordinado a la lógica
de la transnacionalización de la economía mundial, en su carácter de proveedor
de recursos primarios, cuyos precios internacionales se encuentran con una
tendencia a la baja desde el piso del 2009[2].
Leve
ha sido la recuperación posterior al 2010, apenas rebotando por un par de años
y luego se sostuvo el declive para ubicarse en una situación similar a las de
principio de siglo.[3]
Es
una cuestión convergente con la conclusión de la CEPAL relativa a que
Nuestramérica no aparece como territorio privilegiado para la inversión externa
directa, por lo menos desde el 2011, hace más de una década.
De
nuevo, la realidad impone un cambio sobre el modelo productivo y de desarrollo
liberalizador de este casi medio siglo.
El mito de la inversión
La
información es elocuente. Nuestramérica sufre la pandemia y resulta una
obviedad detectar las falencias sanitarias por políticas deliberadas de desinversión
sanitaria, con la única excepción de Cuba, cuyas dificultades son más por la
agresión del bloqueo estadounidense que por decisión soberana del país.
No
hay duda que las políticas hegemónicas implementadas en la región desde
comienzos de los años setenta fueron de deterioro de la satisfacción de
derechos sociales, entre ellos, los de educación y salud. Esos derechos se
transformaron en mercancías en una sociedad monetario mercantil.
La
creciente economía privada de la salud demostró la imposibilidad de atender las
pandemias, algo que se verifica en la actualidad. Además, el deterioro fiscal
para atender derechos sociales se extendió, especialmente con la mayor demanda
de recursos fiscales para atender los compromisos financieros de una deuda
pública incrementada, especialmente ahora, en tiempos de coronavirus.
Se
insiste de modo genérico que todo se resuelve con ingreso de capitales, que la
inversión externa suplirá la ausencia de capital local suficiente para el
despliegue de un ciclo de expansión de la producción, sea capital privado o público.
La
fuerte emisión monetaria actual o la disposición de recursos de reservas
internacionales para sostener la actividad económica desmiente la imposibilidad
señalada. Ni hablar si se aplicará una reforma tributaria progresiva.
Cuando
la economía necesita emisión para sostener la actividad económica, aun cuando
el pensamiento gobernante hegemónico es crítico, los ejecutivos gubernamentales
autorizan empapelar con aumento de la circulación monetaria. Emisión para
lubricar la lógica de reproducción del capital.
Argumentan
que ante la recesión no hay peligro de inflación, de traslado a precios.
Un
debate adicional es el destino de esos recursos, que solo en parte tienen
destino compensatorio en la mayoría social empobrecida.
Más
aún, esos flujos orientados hacia los pobres se gastan en la oferta comercial
de grandes empresas que abastecen el consumo cotidiano. El canal de las
tarjetas mantiene cautivo en grandes centros comerciales y supermercados el
consumo de los pobres.
El
asunto es que se potencia la dependencia y subordinación económica en la concentración
de ingresos y de la riqueza, con fuerte intervención del Estado.
¿Por
qué no modificar los usos de los recursos públicos? ¿Por qué esperar que la economía
se reactive desde las Inversiones Externas que nunca llegan, salvo en su propio
beneficio?
Es
un mito la espera en los inversores externos, que siguen privilegiando la
rentabilidad fácil de la especulación, o los beneficios diversificados que
pueden ofrecer los Estados para radicarse en nuestros países.
Ocurre
que cuando cambia la situación política o jurídica, esos capitales externos demandan
a nuestros países en tribunales foráneos, caso de la demanda actual contra YPF
en los tribunales de Nueva York. La demanda escala como mínimo por 3.000
millones de dólares.
¿Qué
harán ahora los socios de Vicentín ante la intervención y expropiación?
¿Demandarán en tribunales externos?
Agreguemos
que la subordinación a tribunales externos es una concesión de la política
local desde los tiempos de la genocida dictadura, que reitera la apología de la
inversión externa y concede garantías de seguridad jurídica a los inversores.
Son
verdaderas hipotecas insustentables que afirman la pérdida de soberanía. Actuar
soberanamente es un imperativo del momento.
Hacer otra cosa
La
emisión monetaria y los recursos fiscales y de reservas deben utilizarse para
salir de la recesión, la previa y la actual derivada de la pandemia, al tiempo
que se resuelvan los problemas en la coyuntura y aquellos estructurales
derivados de la dependencia.
Por
un lado, atender la emergencia, pero no orientando recursos al consumo para
recrear la dominación monopólica de la producción y la circulación, sino
privilegiando la producción organizada desde la autogestión planificada con participación
social ampliada y la intervención pública (gobierno, universidades,
instituciones científicas, profesionales, etc.).
Son
variados los planes que se difunden desde organizaciones populares con
tradición y experiencia en la organización de la cotidianeidad, que involucran
a millones de personas afectadas por la lógica capitalista.
El
orden monetario mercantil supone la exclusión social para una pobreza que
alcanza entre un tercio y la mitad de la población en buena parte de los países
en la región.
Hay
que reconocer que una vez que se modifique el rumbo de la política pública como
demandamos, el poder local y global desplegará su estrategia de boicot y
deslegitimación, tal como lo hizo históricamente en la región, no solo con la
Cuba autónoma desde su revolución en 1959.
De
hecho, el boicot se extendió al proceso de industrialización sustitutiva
encarado a fines de los 50, los 60 y 70 del siglo pasado, que el propio Prebisch
reconociera como expectativa incumplida por los límites en el despliegue
consecuente de la estrategia.
El
capitalismo es el límite y, por lo tanto, es lo que debe discutirse y
superarse, ya que no hay capitalismo independiente.
Un
rumbo soberano supone la superación del orden capitalista, la transformación
del orden económico social en conjunto.
Buenos Aires, 8 de junio de 2020
[1] CEPAL, Observatorio COVID-19
en América Latina y el Caribe. Impacto económico y social, en: https://docs.google.com/spreadsheets/d/124X7D_rItbkFMLoRnaEIYv0BoVZNAVd6/edit#gid=1415348931
(consultado el 8/06/2020)
[2] Banco Mundial. A medida que
empeoró la pandemia del coronavirus, los precios de los productos básicos
bajaron, en: https://www.bancomundial.org/
(consultado el 8/06/2020)
[3] FMI. Índices de commodities,
precios primarios, en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/Charts.pdf
(consultado el 8/06/2020)
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