La iniciativa política del gobierno se jugó a la media
sanción en Diputados del proyecto de Ley sobre el Presupuesto 2019 y lo logró
un día antes que el Directorio del FMI considerara la ampliación del préstamo a
la Argentina por 56.300 millones de dólares.
Son fondos que se desembolsarán en su mayoría antes de
finalizar el mandato de Macri. Ya se desembolsaron 15.000 millones en Junio del
2018, y restan hasta diciembre del 2019 casi 35.000 millones de dólares.
De este modo, vale concluir que el poder mundial, con
las mediaciones locales, financia con casi 50.000 millones al Gobierno del
PRO-Cambiemos en su tramo final.
El objetivo de ese sostén apunta a profundizar la
regresiva transformación del capitalismo local, algo que viene sucediendo en
etapas desde 1975/6.
Los sectores hegemónicos del sistema mundial demandan
adecuación de las relaciones económicas en la Argentina, con base en la
disminución en divisas (dólares) del costo salarial o laboral.
Por eso el ajuste en el ingreso popular y en el gasto
público social. Se trata de liberar al capital en sus pagos a la fuerza de
trabajo y las contribuciones al sostenimiento del Estado.
Ahora se proponen transformar el proyecto en Ley con
la aprobación en el Senado durante noviembre, justo antes de que sesione el G20
en Buenos Aires.
Se pretende mostrar a los principales jefes de Estado
del orden mundial que el Gobierno local tiene capacidad de resolver los
mecanismos legales del ajuste. Un ajuste demandado para hacer funcionar el
capitalismo local según establecen los sectores dominantes.
¿Quién y cómo se puede
cumplir con el cometido de la dominación?
El mecanismo privilegiado es la violencia asociada a
la manipulación de la conciencia social.
Por eso el primer acto de la transformación contemporánea
ocurre con las fuerzas parapoliciales y paramilitares antes del golpe del 76;
la propia dictadura genocida entre 1976 y 1983; y el dominio político
ideológico suscitado desde el liderazgo del peronismo (menemismo) y el
radicalismo (Alianza) en los 90.
Ahora se pretende un “nuevo liderazgo de la sociedad”,
más allá del peronismo y el radicalismo, superando la experiencia de las
dictaduras.
Es el intento del macrismo, que aún en alianza
electoral poco comparte las decisiones ejecutivas con los socios radicales y
peronistas. Aun así, desde la minoría parlamentaria del PRO-Cambiemos, son sus
cómplices parlamentarios los que aseguran quórum y sanción de la legislación
correspondiente para avanzar en los propósitos de la regresiva reestructuración
de la economía, el estado y la sociedad.
De ese modo, el gobierno maniobra para evidenciar ante
el poder mundial su capacidad de gestión más allá del descontento y la protesta
social. Por las dudas, asegura provocaciones que desarmen la masiva protesta y distraigan
el análisis de la movilización social.
Al mismo tiempo despliega la represión, la que se
presenta justificada ante la violencia callejera. Un tema que está asociado a
la discusión sobre la violencia, entre ajustes que impactan en deterioros explícitos
de las condiciones de vida de la población de menores ingresos. ¿Por qué es
violencia la ejercida desde la protesta y no la evidente reducción de los
ingresos de trabajadores y trabajadoras?
Sostenemos que el gobierno avanza con su proyecto aun
no logrando su cometido de renovación en las elecciones del 2019, por lo que
surgen especulaciones de planes alternativos con candidatos del PRO o la coalición
Cambiemos; pero también, con opciones por fuera de la alianza en el gobierno
con los mismos propósitos o rumbo.
Baste solo considerar al respecto las apelaciones a la
oposición racional, la que acompaña de manera cómplice en el poder legislativo.
¿Menos mal que está el
financiamiento del FMI?
Es el interrogante a desbaratar. El auxilio del FMI
deviene de la política oficial por casi tres años y que se proyecta en los
datos provistos por el presupuesto 2019. Si se consideran los 4 años de la
gestión Macri, el tercero en curso y el cuarto anticipado en el presupuesto, lo
que quedará son tres años de recesión (2016, 2018 y 2019), con solo el 2017 de
mínima recuperación.
La mirada del periodo indica crecimiento de la pobreza
y la desigualdad; con mayor dependencia de la dominación del capital externo
bajo un modelo de primarización de la producción y las exportaciones (soja e
hidrocarburos), exacerbado en los próximos años.
El inicio de la gestión fue con nuevo endeudamiento
para cancelar la demanda de los fondos buitres, que no se logró del todo, pero
retomó la senda de la hipoteca de los recursos públicos.
Se continuó con mayor deuda ante la ausencia de
inversores externos o locales y ante la gravedad del endeudamiento interno en
letras se acudió al salvataje de EEUU, amistad y sociedad mediante entre Macri
y Trump.
Claro que el financiamiento se asocia al deliberado desfinanciamiento
del Estado, vía eliminación y disminución de las retenciones y subsidios a los
servicios públicos privatizados.
Primero se vació al Estado de recursos y luego se argumenta
la necesidad de acudir al FMI. No era el único camino, claro que para transitar
otro rumbo se requiere la capacidad y el poder de transitar otro sendero para
destinos alternativos.
El resultado de la estrategia es el crecimiento del
stock de deuda y cuantiosos intereses, los que sí o sí se cancelarán y luego,
con el resto de los recursos fiscales se atenderán las pautas presupuestadas,
que incluso pueden bajar más de lo previsto en el Presupuesto aprobado por los
Diputados.
Cuando se remite al déficit fiscal primario cero se omite
el déficit financiero motivado por el enorme endeudamiento externo.
Un dato adicional es que si bien en el presupuesto se
indica que le próximo año el crecimiento será negativo, del orden del -0,5%. En
las cartas cursadas por el Gobierno Macri y suscriptas por el Ministro de
Economía y el Presidente del BCRA se sostiene que la baja para el 2019 oscilará
entre -0,5% y -2%.
Son datos más acorde con los pronósticos del FMI
(-1,7%) o la CEPAL (-1,8%), lo que augura un futuro cercano de suspensiones,
cesantías de personal y cierres de empresas.
El marco regional
Todo lo dicho se agrava con el resultado electoral del
Brasil del 28/10, gane quien gane.
Si es Jair Bolsonaro, lo previsible es el trabajo
conjunto de dos gobiernos de países vecinos con una agenda de derecha, más allá
de contradicciones y especificidades locales. Si es Hadad el triunfador, la
debilidad de su fuerza política y los millones de votantes por la opción del
inefable ganador de la primera vuelta, hará ingobernable o muy condicionado un
gobierno del PT.
La región sudamericana muestra una agenda desde los
gobiernos que limita la defensa de los derechos sociales amenazados por la
brutal ofensiva del capital.
Buenos Aires, 27 de
octubre de 2018
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