En variadas ocasiones escucho decir que el gobierno
fracasó en su política económica, o incluso que cometió y comete muchos errores.
Confieso que la formulación me hace ruido, más allá de
reales problemas en las idas y vueltas relativas a la implementación de medidas
(retenciones, precios y tarifas, etc.) y/o cambios de funcionarios y
reestructuraciones del Gabinete para llevar adelante los objetivos explícitos e
implícitos.
Pobreza cero se sostuvo, pero no era creíble y los
datos afianzan el empobrecimiento, con lo cual, allí no hay fracaso ni error,
sino resultado lógico de una política de concentración del ingreso y la
riqueza.
Se sostuvo la reducción y/o eliminación del impuesto a
las ganancias para las trabajadoras y los trabajadores y la base social sujeto del
tributo viene creciendo y no por mejora de ingresos salariales sino por el
impacto de la inflación.
No es un error o un fracaso de la política fiscal,
sino lógica de una orientación regresiva de la política de ingresos.
Con las retenciones el tema es claro, incluso su
reinstalación es transitoria y solo ante la necesidad de cumplir el ajuste
acordado con el FMI.
¿Hay fracaso?
La mención al fracaso remite a la situación de
creciente inflación acompañada del inicio de un ciclo recesivo, que combinados
ambos, concluyen en un complejo cuadro de agravamiento de los indicadores
económicos y sociales que afectan a la mayoría empobrecida de la población.
El tema se agiganta con la reproducción de mensajes
preelectorales relativos a lo sencillo que sería bajar la inflación, ya que
Argentina es uno de los poquísimos casos donde el alza tan elevada de los
precios aparece como una cuestión de ineficacia de las políticas de Estado. Es
el diagnóstico errado de la crítica por derecha al gobierno.
Más que errores de la política oficial, o fracaso de
la misma, el fenómeno inflacionario remite a problemas inconclusos y
arrastrados durante años en la disputa por la hegemonía económica en el
capitalismo local.
Con Macri se recrea otro capítulo para avanzar en el
intento de reestructurar regresivamente la dominación capitalista en la
Argentina, en un recorrido que incluye a la dictadura genocida y a la década
del 90.
Parte de ello que incluye por derivación en la actual
exposición judicial por corrupción de sectores muy concentrados de la burguesía
local. Todo puede terminar en mayor extranjerización y transnacionalización de
la economía.
Más que fracaso, lo que existe es un nuevo intento por
consolidar una fracción hegemónica de la burguesía que actúa en la Argentina y
mientras eso no ocurra no hay posibilidad de frenar la disputa, vía aumento de
precios, por la apropiación de la renta nacional en la cúpula del empresariado.
El camino actualmente en curso recrea y acrecienta el
proceso de dependencia y extranjerización de la economía local, aun a costa de
sectores asociados ideológica y políticamente a los propósitos esenciales del
PRO y Cambiemos.
La apuesta es con Trump y su política exterior, las
petroleras, el sistema financiero, la especulación, el gran “campo”, la
actividad extractiva y las privatizadas, mucho más que con tradicionales
sectores concentrados de la burguesía local.
Dolarización, devaluación
e intereses en pugna de la cúpula empresarial
Todo ello supone confrontaciones por arriba para
redefinir el sector hegemónico de la economía local, tal como ocurría en el
2001 entre quienes demandaban la dolarización y aquellos que pregonaban la
salida devaluatoria.
Estos últimos fueron los ganadores, con la devaluación
operada por Duhalde en enero del 2002, con el respiro adicional que supuso la
cesación parcial de pagos (a los organismos internacionales se les siguió pagando)
a fines del 2001.
Con la cesación de pagos y la devaluación se habilitó
la condición de posibilidad para recuperar el nivel de actividad económica
luego de una larga recesión entre 1998 y 2002, al tiempo que se restringió la
apropiación de riqueza de algunos grupos beneficiados en tiempos de
convertibilidad, especialmente privatizadas de servicios públicos.
No solo se retomó la senda del crecimiento y la
posibilidad de la puja distributiva, sino que se optó por el privilegio a una
fracción de la burguesía actuante en la Argentina.
La puja por el poder no quedó resuelta y por eso la
disputa por la renta que se manifiesta como inflación, es decir, guerra de
precios para dirimir quienes monopolizan la mayor parte del excedente y se constituyen
en la hegemonía de la cúpula empresarial en el país.
Más allá de quien resulte ganador, la batalla por el
poder incluye sustancialmente una disputa de todos ellos contra el conjunto de
los sectores social y económicamente subordinados, especialmente los trabajadores
y trabajadoras, en actividad o jubilados.
Se trata de una pelea cuyos antecedentes remiten al
abandono del modelo productivo de industrialización por sustitución de
importaciones a mediados de los 70.
Desde entonces, la especulación, la banca, los acreedores
externos, junto a empresas privatizadas de servicios públicos en manos de
capital externo y sectores gran-exportadores pujan por la dolarización.
Lo hacen contra otros asentados en la producción
industrial, especialmente orientados al mercado interno, quienes demandan devaluación
para lograr mayor competitividad y proteccionismo para hacer funcionar al
capitalismo local, reduciendo el déficit comercial.
En contadas ocasiones se satisfacen ambas necesidades,
por lo que la normalización supone un nivel de acuerdo que estabiliza la
macroeconomía y favorece momentos virtuosos de crecimiento económico, incluso
relativa distribución del ingreso, lo que abona consensos políticos.
Mientras la disputa se procesa en el interior del poder
y se manifiesta con alzas de precios que escala a niveles de hiper-inflación en
el último medio siglo, lo que se confirma es una tendencia al deterioro de los indicadores
sociales y económicos de la mayoría de la población, con relativos momentos históricos
de recomposición producto de la manifestación social y política crítica al
rumbo estructural tendencial.
Ganadores y perdedores
Queda claro en la coyuntura el beneficio para
especuladores, acreedores externos, la banca, empresas privatizadas
extranjerizadas de servicios públicos, las petroleras, el gran “campo” y los grandes
exportadores.
Es algo que se expresa en el 74% de interés que
aprovechan los bancos por la política de restricción monetaria del BCRA,
afectando cualquier propósito de financiamiento productivo.
Del mismo modo operan petroleras y privatizadas que
dolarizaron sus precios a costa del conjunto social, o aquellos tributarios del
alza del tipo de cambio, para especulación o exportación.
Todos son tributarios de la corrida cambiaria desde
abril y mayo y un tipo de cambio en torno a los 40$ por dólar. Son, al mismo
tiempo, receptores y beneficiarios de las principales medidas económicas
asumidas desde comienzo de la Gestión Macri.
No se trata solo de la construcción de un bloque
social de dominación capitalista, sino de generar mutaciones en las relaciones capitalistas,
especialmente en lo atinente a la reducción del costo laboral, base material de
nuevas relaciones entre el capital y el trabajo.
De ahí la importancia en el debate por el “futuro del
trabajo” que incluye el gobierno Macri en los debates del G20.
Por eso, aun cuando no pudieron modificar por vía
parlamentaria la legislación laboral, acusada de rígida y obstáculo para las
inversiones, lo hicieron de hecho por vía de la política económica
(devaluación).
La corrida cambiaria convalida la reducción del
salario en dólares para favorecer el ingreso de inversores externos con costo
salarial y laboral disminuido en pesos.
Encima, la situación mundial con alza de la tasa de
interés en EEUU y la disputa de hegemonía capitalista global, guerra comercial
mediante, agrega incertidumbre a países como la Argentina, que no constituyen objetivo
privilegiado de los inversores internacionales, mucho menos si se incorpora la
tradición local de organización y lucha de los movimientos sindicales y
populares.
Lo que se disputa es el poder y la capacidad de
disciplinar a la sociedad, por eso no hay error ni fracaso, solo iniciativa
política para reestructurar regresivamente el capitalismo local.
Buenos Aires, 7 de octubre
de 2018
1 comentario:
Buena observación de Julio sobre el reagrupamiento del bloque dominante Me parece imprescindible ligar el análisis económico a la lucha por la creación de un amplio frente social y político con un programa de acciones de oposición efectiva y acuerdos concretos y específicos de organizaciones y personas.
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