Hay nerviosismo en el mercado
financiero y cambiario por la escalada de la divisa estadounidense, que llegó a
superar los 18 pesos por dólar en el mercado paralelo, y solo con intervención
oficial (Bancos oficiales y BCRA) cerró en la fecha por debajo de esos valores.
Preocupa la cotización por el
potencial traslado a precios cuando cuesta contener la inflación. No solo porque
buena parte de la producción depende de insumos externos, dolarizados, sino por
la especulación impune de los principales fijadores de precios en la Argentina.
Adicionalmente preocupa a los
nuevos tomadores de préstamos hipotecarios asociados al dólar y a la inflación,
que ven alejarse el acceso a la vivienda propia, lo que motivo que el Banco de
la Nación flexibilizara la relación entre cuota e ingresos, del 25% al 30% de
los salarios de los demandantes del crédito.
La discusión es a cuanto llegará
la cotización de las divisas hasta las elecciones primarias de mediados de
agosto si es que se consolida un triunfo de la candidata Cristina Fernández en
la Provincia de Buenos Aires y más aún, si eso se repitiera en las elecciones definitivas
de octubre próximo.
Son especulaciones que esconden
fenómenos más complejos y estructurales que hacen a la dependencia del país respecto
del dólar y otras monedas del exterior.
¿Por qué especulaciones? Es que
en ese sentido es bueno preguntarse qué pasaría si esas previsiones electorales
no se confirmaran. ¿Acaso bajaría la cotización del dólar? No parece probable
más allá de relativas oscilaciones que pueda tener la divisa estadounidense en
estos tiempos.
El dólar puede subir o bajar en
su cotización pero la tendencia estructural tiene un sentido ascendente y con
incidencia fuerte en la conformación de los precios de la economía dependiente
de la Argentina.
Las especulaciones sirven para
la disputa del voto, ya que se argumenta que los inversores no ingresan al país
por el temor al retorno al gobierno del kirchnerismo.
En realidad, en estas elecciones
no se define el retorno kirchnerista al gobierno, y más aún, el ingreso de
capitales durante el periodo kirchnerista desmiente el temor de los inversores
externos.
Durante el 2015 hubo mayores
ingresos de inversiones que en el 2016 o lo que transcurre del 2017,
desmintiendo esas especulaciones electoralistas.
El
problema es la dependencia
Cualquiera sea el resultado
electoral en el país el problema es la dependencia argentina respecto del
dólar.
El país no puede funcionar sin
el ingreso de divisas, sean dólares, euros u otras monedas. Incluso, bajo las nuevas
condiciones políticas en el país se acaba de ratificar el acuerdo suscripto con
China en el gobierno anterior para acudir al uso del yuan ante dificultades de
la economía local.
Macri pretendía inversores de
EEUU o de Europa y ante la ausencia de ellos, bienvenidas las inversiones
chinas negociadas en el periodo lirchnerista. Del mismo modo se prefiere el
financiamiento de la banca transnacional europea o estadounidense y ante la
insuficiencia de ellas, bienvenida la ofrecida por el Banco Popular de China.
La lógica capitalista de la
economía local demanda del ingreso de dinero solvente para la producción y
reproducción del sistema económico. Por eso la apelación a las inversiones
externas, al ingreso de dinero que se aplica a la compra de medios de
producción o tecnología adecuada a la época actual del modelo productivo.
Es que los pesos argentinos no
son aceptados por los productores mundiales de tecnología de punta en tiempos
de robótica, nanotecnología, inteligencia artificial o innovación multiplicada.
Es lo que define la competitividad de los países. Los pesos solo sirven para
pagar la fuerza de trabajo.
Si hasta el sector más
competitivo de la argentina, el campo, requiere de insumos extranjeros, los que
se manifiestan en el paquete tecnológico para la producción de la principal
mercancía exportada por el país: la soja.
Para pagar los insumos
importados hace falta divisa, y los pesos solo para cancelar salarios.
Argentina depende de las
divisas, que llegan al país por balance comercial superavitario, ingreso de
capitales externos, o endeudamiento. Para el caso local, el ingreso de divisas solo
se produce por deuda, ya que existe déficit por mayores importaciones que exportaciones;
salidas de capitales por déficit de turismo con el exterior y crecientes
remesas de utilidades al extranjero.
La economía local solo puede
funcionar con más deuda externa, la que genera intereses que si o si deben
cancelarse en cada renovación de los vencimientos del capital principal.
Por esa razón preocupa a las
clases dominantes el déficit fiscal y exigen recurrentemente el equilibrio de
las cuentas del Estado.
Es un argumento esgrimido por
estas horas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico,
la OCDE, que demanda al país la materialización del ajuste fiscal para ser
receptado como miembro de esa organización.
La OCDE incluye a los
principales países del capitalismo desarrollado, y por la región participan Chile
y México. Brasil tiene estado de país colaborador.
Entre las recomendaciones de la
OCDE hacia el país se encuentra la reducción de los impuestos, lo que otorga
mayor coherencia al ajuste fiscal y la reforma laboral como ajuste estructural para
adecuar al país a las demandas de la situación mundial.
Se reitera la orientación para
el ajuste la reestructuración regresiva del capitalismo argentino.
Soberanía
e independencia como proyecto
Queda clara la presión
recurrente para profundizar la dependencia y la connivencia del orden económico
local para reproducir una lógica subordinada al capital externo, por lo que resta
el desafío de profundizar en el esclarecimiento de una perspectiva soberana e independiente.
La discusión entonces no remite
a la cotización de la divisa, sino a la posibilidad soberana de organizar las
relaciones socioeconómicas en el país, la región y el mundo.
Buenos
Aires, 28 de julio de 2017
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