Alfonso Prat Gay dijo en su
momento, en una conferencia en EE.UU., que el “trabajo sucio” ya estaba hecho.
Se refería a las iniciales medidas económicas del gobierno Macri: la
devaluación, el levantamiento a las restricciones cambiarias (CEPO), la
eliminación o reducción de retenciones a las exportaciones, el arreglo con los
acreedores en conflicto con más deuda y el ajuste de tarifas de servicios públicos.
Cuando se despedía, no dudó en
hablar de “éxito” de su gestión, pese a la recesión y la inflación, coronado
con un anuncio de 90.000 millones de dólares exteriorizados por el blanqueo,
que podría llegar a 120.000 millones de dólares hacia fines de marzo cuando se
exterioricen los inmuebles no declarados. Hay que pensar en un 10% de la
exteriorización como potencial recaudación por multas.
De su propia boca escuchamos al
Ministro saliente aludir al trabajo sucio y al éxito de la gestión, toda una
confesión, que explicita beneficiarios y perjudicados.
Entre los primeros los grandes
productores y exportadores, la gran banca y los especuladores, entre ellos los
acreedores externos y nuevos prestamistas de la Argentina, y en general el gran
capital hegemónico, pese a la recesión y la inflación. Claro, en materia de precios,
son los sectores más concentrados los que explican la escalada de precios. No
cualquiera puede incrementar los precios, y si no, veamos cuanto les cuesta a
los trabajadores ajustar sus ingresos, ni hablar de los jubilados y los perceptores
de planes sociales.
Los perjudicados son la mayoría
de la sociedad, la gran masa de trabajadoras y trabajadores y el grueso de los pequeños
y medianos productores y empresarios, en general, todos asociados a la
capacidad de compra y venta en el mercado interno. Todos los datos de la
economía muestran reducción de ventas y producción, por baja de consumo y
capacidad adquisitiva de la mayoría de la población.
Nuevos
ministros
Nicolás Dujovne se hará cargo
del Ministerio de Hacienda desde 2017. Ya anunció en conferencia de prensa sus
objetivos concentrados en: a) bajar el déficit, b) aumentar el gasto en infraestructura,
c) reducir impuestos, distorsivos dice, y d) comunicar buenas noticias a la
sociedad.
El primer objetivo es contradictorio
con el segundo, por lo que se supone el nivel de ajuste del gasto social será
importante. Dice que no ajustará pero que estudiará a fondo todos los gastos,
siempre para reducirlos, no para aumentarlos.
La línea del ajuste queda clara,
mientras que los constructores se preparan para intervenir en las licitaciones
de obra pública que estuvo frenada durante el 2016 para intentar frenar el
déficit fiscal.
El esfuerzo por incrementar obra
pública contrasta con la segura reducción del gasto social. Una muestra es el
reciente conflicto en el Conicet o en el Ministerio de Educación.
La reforma tributaria suena a
beneficios para los empleadores, una pista que surge del calificativo “distorsivo”
para los tributos. Lo que se quiere con ese lenguaje es reducir el costo de
contratación a los inversores, para mejorar la perspectiva de rentabilidad al
capital.
Ni por asomo se piensa en
reducir la alícuota del IVA, principal fuente de recaudación tributaria en la
Argentina, un 8% del PBI, contra el 6% del impuesto a las ganancias, de los
cuales, más del 2% recae en los pagos de la cuarta categoría que abonan unos 2
millones de trabajadoras/es.
Sobre la comunicación a la
sociedad, la especulación se asocia a la trayectoria de comunicador liberal del
columnista de La Nación y TN.
Convengamos que una cosa es
comunicar como analista, de derecha o de izquierda, y otra muy distinta seguir
explicando el ajuste y la regresiva reestructuración de la economía argentina
en la gestión Macri.
Otra novedad es que el
Ministerio se dividió en Hacienda y en Finanzas. En este último caso se
ascendió a Luis Caputo de Secretario a Ministro. ¿El mérito? Haber tenido éxito
en endeudar al país y hacerlo regresar al mercado de préstamos mundial, algo
que se profundizará desde el mismo enero del 2017.
La nueva deuda estimada entre
2016 y 2017 será de 90.000 millones de dólares, una fuerte hipoteca para el
conjunto de la sociedad argentina, la que se comunicará como un éxito, ya que
supone que el país vuelve a ser sujeto de préstamos del sistema financiero
mundial.
Para fundamentar el cambio de
Ministros, Macri y sus funcionarios de la Jefatura de Gabinete apuntaron a
mejorar el equipo, nunca a promover cambios en la política económica para
beneficio social.
Realizado el trabajo sucio, se
busca profundizar el ajuste y la regresiva reestructuración a favor de la
ganancia.
Claro que para ello tienen que
disciplinar al conflicto social. Para eso tienen al Ministro del Interior y al
de Trabajo que “dialogan” y pactan con la burocracia política y la sindical
respectivamente.
Saben de la tradición combativa
del pueblo argentino y por eso se empeñan en controlar el conflicto y si
pueden, contenerlo en la fragmentación que hace visible la protesta en la
actualidad.
Nueva
situación mundial
El marco internacional continua
desfavorable para la aspiración de atraer inversores.
La situación mundial privilegia
la orientación de capitales hacia los países capitalistas desarrollados, especialmente
EE.UU.
Luego del 20 de enero, con
Danald Trump en Washington y su política de recuperación de la economía estadounidense,
lo previsible será que la potencia imperialista actúe como una aspiradora de
fondos de inversión de todo el mundo.
Sin contar, claro, que el mapa
de la geopolítica cambiará en nuevas disputas entre los principales países del
sistema mundial. Además de EE.UU., habrá que contar a Europa, China y Rusia que
no solo disputan destino de inversores, sino condiciones de beneficio de sus
políticas nacionales.
El papel de Argentina es
subordinado en esta ecuación global, y a no dudar, el destino seguirá
profundizando la dependencia del capitalismo local en el sistema mundial.
Buenos
Aires, 31 de diciembre de 2016
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