La
pandemia del “coronavirus”, más allá de cualquier consideración sobre su
origen, es el fenómeno que hace visible la crisis capitalista mundial, que
viene de lejos, con antecedentes en 1999-2001 y la crisis de las empresas “punto.com”;
del 2007-2009, con las hipotecas, los bonos tóxicos, la caída de Lehman
Brothers y la recesión mundial del 2009.
Es
la crisis de la política de liberalización en el orden capitalista, que fuera
la respuesta de las clases dominantes ante la crisis de rentabilidad de los
grandes capitales a fines de los años 60 y comienzos de los 70. Es lo que se
denominó “neoliberalismo”, en cuanto corriente hegemónica de la política
económica en el sistema mundial.
Ante
esta crisis actual, lo que se discute es quien hegemoniza el nuevo orden mundial,
y por eso la guerra comercial entre EEUU y China, o las respuestas
nacionalistas y proteccionistas de Trump o del Brexit, de Bolsonaro y varios
regímenes derechistas.
Son
respuestas políticas a la crisis del orden de liberalización mundial, llevadas
adelante bajo las banderas del neoliberalismo.
Por
eso, más allá de cualquier análisis, la “retórica proteccionista” en tiempos de
transnacionalización de la economía responde a la crítica de la globalización
construida por más de cuatro décadas desde el ensayo sudamericano del
terrorismo de Estado.
Tanto
EEUU, como el Reino Unido, entre muchos, pretenden barajar y dar de nuevo, pero
como actúan otros, se transforma en una lucha que se juega a varias bandas.
Claro
que también intervienen en el debate quienes imaginan espacio para la
restauración de las políticas keynesianas, hegemónicas entre 1930 y la
instalación de la lógica hegemonizada por el neoliberalismo.
En
ese sentido se inscribe la campaña demócrata de Bernie Sanders en EEUU, o la
prédica del laborista James Corbyn en Inglaterra, tanto como los postulados que
emanan desde el Papa Francisco desde el Vaticano en sus diálogos con Joseph Stiglitz.
Menos
visible resulta la voluntad alternativa, anticapitalista, con límites muy
importantes para instalar un sentido común global favorable a una expectativa
de transición sistémica por la transformación social.
No
solo hay dimensión política de esta disputa hegemónica, sino que transcurre
sobre un trasfondo de innovación tecnológica y de las formas que asumen las
relaciones sociales de producción, especialmente entre el capital y el trabajo,
y muy en particular, el papel o función que asume el Estado, no solo en cada
país, sino en la articulación de capacidad global de subordinación y domesticación
desde la institucionalidad mundialmente construida (Organismos Internacionales,
Naciones Unidas y sus agencias, etc.).
Horizonte recesivo
Lo
que señalamos es el marco de las turbulencias en curso, con caídas de las
bolsas, de los precios internacionales de las commodities (en particular del
petróleo), del comercio y de la producción mundial.
El pronóstico
es de agravamiento de la desaceleración, que viene desde la salida de la
recesión del 2009, y una predicción ya antigua y reiterada de un rumbo recesivo
con futuro incierto, en cuanto a su duración e impacto social en términos de
empobrecimiento, desempleo, desigualdad y marginación social.
Dice
la titular del FMI: “el crecimiento global en 2020 caerá por debajo del nivel
del año pasado”, y agrega que será “…particularmente difícil para los países
con sistemas de salud y capacidad de respuesta más débiles…” Sigue diciendo que
“La prioridad número uno en términos de respuesta fiscal es garantizar gastos
de primera línea relacionados con la salud para proteger el bienestar de las
personas, cuidar a los enfermos y frenar la propagación del virus”. Además,
reclama acciones “oportunas y dirigidas a los sectores, empresas y hogares más
afectados”.[1]
Gita
Gopinath, economista del FMI, propone una fuerte intervención estatal en
materia fiscal, monetaria y crediticia, incluso subsidios a empresas y familias
con problemas, en clara contraposición a la corriente principal de la economía que
se empecina en un diagnóstico y propuesta liberalizadoras y de contención del
gasto público.[2]
Por
estas opiniones es que algunos imaginan un FMI más amigable con la perspectiva
keynesiana, hegemónica antes de la versión neoliberal. Lo que no debe olvidarse
es que en definitiva al Fondo lo dirigen sus principales asociados y entre
ellos, el que manda es EEUU, muy lejos de cualquier orientación asociada al
Estado del Bienestar.
La
preocupación está en la protesta social y, por ende, lo que se pretende es el
control social mediante el gasto segmentado.
En todo
caso y a propósito del “coronavirus” y éstas opiniones del FMI, lo que queda en
evidencia es el fracaso en términos sociales de la política de privatización de
la salud.
La mercantilización
de la salud y otros derechos sociales, entregando la gestión de derechos
sociales al régimen del capital y a las relaciones monetarios mercantiles es lo
que ahora evidencia la ausencia de infraestructura y políticas sanitarias de
prevención y asistencia extendida a la población.
Por
el contrario, la estrategia cubana de aliento a la medicina y al derecho a la
salud desde siempre, la encuentra en condiciones de atender desde sus
desarrollos tecnológicos y medicinales, no solo el problema en su territorio,
sino que puede intervenir con gran efectividad en el tratamiento y búsqueda de
soluciones definitivas en el exterior, particularmente en China y ahora en Italia
y otros países que sufren la pandemia.
Cuán
distinta sería la contribución cubana de no mediar las sanciones y el bloqueo
genocida que impuso EEUU con complicidad de los principales países del capitalismo
mundial.
El
horizonte de recesión mundial afecta a los derechos sociales de la humanidad,
por lo que se demanda una modificación sustancial de las orientaciones de los
Estados y para ello se requiere que la sociedad y los movimientos populares en
especial logren instalar su agenda de reivindicaciones y de derechos para
transformarlas en políticas que los hagan realidad.
Hegemonía en disputa
Un
asunto central de esta situación de crisis mundial requiere una mirada sobre
EEUU y China, en donde la guerra comercial es la cara visible de una disputa
por la hegemonía de la producción mundial, la que se juega en el terreno de la
tecnología, las comunicaciones y la energía.
La
dominación estadounidense, ejercida mundialmente desde el orden económico
emergente de la segunda guerra mundial está siendo desafiado por las innovaciones
que lidera el proceso chino, lo que incluye las formas políticas de ejercicio
del gobierno y las relaciones internacionales.
Con experiencia
en planificación estatal por décadas, dirigidas centralmente desde la lógica
disciplinar del PCCH, y una diplomacia de ampliación de las relaciones, China
parece aventajar en la perspectiva de horizonte cercano a una agresiva política
exterior de Washington, agravada en este tiempo con las sanciones unilaterales
que desarman todo orden y norma internacional consensuada con otros países que
definen el sistema mundial. De paso, en tiempos de pandemia queda claro que las
sanciones constituyen verdaderos actos de genocidio, más aún si se compara la
política de solidaridad internacional de países sancionados como Cuba.
Por
su parte, EEUU asienta su poder en la casi ilimitada capacidad de emisión de
moneda de aceptación mundial, su poderío militar y su influencia cultural
ideológica, con años de asociación entre su forma de democracia y el orden capitalista.
No debe subestimarse la capacidad de acción global de EEUU, la que condiciona
los procesos políticos, sociales y culturales de la humanidad.
Ambos
tienen problemas de base material, con EEUU ralentizando sus tasas de
crecimiento, importantes en los primeros años de gobierno Trump, pero en
desaceleración en el presente, año donde se juega la reelección presidencial.
Por
eso, Trump presiona a la FED para bajar los tipos de interés y atraer capitales
externos ante la incertidumbre de las turbulencias en curso. El objetivo apunta
a concentrar todo el capital posible en territorio estadounidense y estimular
las tasas de empleo y actividad, que es lo que le ha permitido mantener, pese a
algunas dificultades, relativo consenso entre sus electores.
China
viene decreciendo desde sus anteriores tasas del 10% o más, anual, con
registros que bajaron entre el 8 y el 6% de los últimos tiempos pos 2009, y un
pronóstico entre el 4 y el 5% para este año, según como sea la evolución de la
pandemia en curso.
Según
Xi Jinping, de visita en el epicentro del problema en estos días, afirma que el
tema está controlado y todo indica que podría retomarse la normalidad.[3] La
baja en la producción industrial de China es histórica desde que explotó el
COVID 19 y resta confirmar si es posible en el corto plazo retomar el ritmo de
la “normalidad” previa. El entrecomillado supone una discusión de que es
considerado “normal”, especialmente cuando está en juego la supervivencia de la
Naturaleza y la vida en sí misma.
Según
el FMI, en su actualización sobre las Perspectivas de la Economía Mundial, de
enero pasado, registra para EEUU un 2,9% de crecimiento en 2018, que baja al
2,3% para el 2019 y al 2,0% para el 2020, con una proyección de continuidad
hacia la baja en 2021 del orden del 1,7%. Los datos correspondientes para China
son del 6,6% para el 2018, bajando sucesivamente al 6,1% para el 2019, al 6%
para el 2020 y al 5,8% para el 2021. Los registros de la economía mundial,
según el fondo fueron del 3,6% para el 2018, del 2,9 para el 2019, con repunte
para el 2020 del 3,3% y del 3,1% para el 2021.[4]
Resulta
obvio que con las informaciones que emanan del propio organismo internacional,
todas las proyecciones para el presente año y el próximo se corregirán a la
baja. En varios análisis, la proyección es recesiva para este 2020, con dudas
relativas a la posible superación rápida de la caída de la producción y la
circulación. La recesión agravará los problemas sociales e inducirá políticas
reaccionarias para afectar derechos históricamente conquistados y mejorar las
condiciones de reproducción de la búsqueda de ganancias y acumulación de
capitales.
¿Cómo enfrentar el fenómeno?
Primero
debe enfrentarse la pandemia y para ello está claro que debe retomarse una
concepción de Derecho a la Salud, en contra de la tendencia hegemónica que
construyó la lógica mercantilista de la privatización.
Adicionemos
que, si es por problemas de salud, existen muchos otros más graves y de mayor
impacto social que el coronavirus, entre ellos aquellos que remiten a
enfermedades o accidentes laborales, que requieren de mayor dedicación de
inversión de prevención en los ámbitos de trabajo, sin perjuicio de la
correspondiente atención sanitaria.
Es
una orientación que sirve para todos los países del sistema mundial, y que
involucra la cooperación internacional, al estilo de la que ahora despliegan
entre Cuba y China para la producción y desarrollo del Interferon.
Por
ello es que se impone terminar con las sanciones unilaterales, entre ellas el
genocida bloqueo sobre Cuba, con medio siglo de aplicación.
En
rigor, hay que desarmar la lógica de la mercantilización y privatización
transnacional por otras orientada a des-mercantilizar, organizando relaciones
sociales de producción y circulación de cooperación.
Más
allá de la cooperación internacional para la salud pública mundial y otros
derechos sociales, resulta imperioso discutir y objetar la lógica del orden de
la producción y la circulación capitalista.
La
lógica de la ganancia, desplegada bajo políticas neoliberales agravó todos los
problemas de arrastre del régimen de explotación, entre ellos la desigualdad
promovida por la enorme concentración y centralización de capitales.
Discutir
la transición hacia otro orden económico y social constituye una urgencia,
imperiosa ante la lógica estimulada desde los medios de comunicación y el poder
por aislarse y evitar congregaciones sociales de un debate necesario. Más que salvarse
desde el aislacionismo, lo que se requiere es un debate colectivo en confrontación
con el poder real.
En
ese sentido, la dominación transnacional debe ser confrontada por otra lógica
de cooperación social que coloque en el centro de los objetivos de la
producción y la circulación de bienes y servicios el cuidado de los comunes, de
la naturaleza y de la vida.
No
solo por escribir desde la Argentina, un asunto a considerar con rapidez remite
a los problemas derivados del elevado endeudamiento de los países y las
familias más empobrecidas.
Para
todo lo mencionado se requiere un gran debate social que pueda generar una
conciencia colectiva mayoritaria para construir otra sociedad, con reversión de
la ecuación de perjudicados y beneficiarios.
Buenos Aires, 13 de marzo de 2020
[1] Kristalina Georgieva. Blog
del FMI, 4 de marzo del 2020, en: https://blogs.imf.org/2020/03/04/potential-impact-of-the-coronavirus-epidemic-what-we-know-and-what-we-can-do/?utm_medium=email&utm_source=govdelivery
(consultado el 13/03/2020)
[2] Gita Gopinath. “Limitar las
consecuencias económicas del coronavirus con grandes políticas dirigidas”, Blog
del FMI del 9 de marzo del 2020, en: https://blogs.imf.org/2020/03/09/limiting-the-economic-fallout-of-the-coronavirus-with-large-targeted-policies/?utm_medium=email&utm_source=govdelivery
(consultado el 13 de marzo de 2020)
[3] BBC. “Coronavirus: el
sorpresivo mensaje de Xi Jinping con su primera visita a la zona cero en China”
del 10 de marzo del 2020, en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51827207
(consultado el 13/03/2020)
[4] FMI. Perspectivas de la economía
mundial, actualización a enero 2020, en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/texts%20(1).pdf (consultado el 13/03/2020)
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