Existe
un amplio debate en torno al endeudamiento público externo, que involucra a los
propios adherentes de la política oficial.
No
solo el viejo debate sobre pagar o no pagar, sino y muy especialmente que hacer
más allá del endeudamiento. Es una polémica a derecha e izquierda del arco
político.
Lo
que sigue son apenas algunas ideas motivadas en debates informales recientes
relativas al qué hacer con la deuda y más allá. No pretende ser un exhaustivo
análisis de propuestas, siendo apenas un conjunto de ideas en general para
discutir el presente y el futuro.
Pagar
Sobre
la hipótesis de pagar, el problema remite a la capacidad de atender las
inmensas necesidades insatisfechas de la población, lo que en las condiciones
actuales supone terminar de definir el monto de deuda exigible, el costo de
intereses y los vencimientos reprogramados.
Es
una situación a pensar en un país con déficit fiscal y, por lo tanto, la
generación de condiciones de pago supone al mismo tiempo la disminución del
gasto público y/o el aumento de los ingresos fiscales genuinos, principalmente
impuestos.
Todo
parece sencillo, pero…, ¿cuáles son los gastos a disminuir? ¿Los subsidios a
las empresas o el gasto público social de educación, salud u otros aspectos
relativos a derechos?
En
materia de impuestos, sobre qué sector recae la carga tributaria, siendo el IVA
la principal fuente de recaudación tributaria, seguida por ganancias, con gran peso
en este caso de los impuestos derivados del aporte de los trabajadores.
Como
se ve, para poder pagar la deuda hay que hacer un ajuste y definir sobre qué
sectores deberá caer el ajuste. Para quienes sostienen la posición de pagar la
deuda, es necesario que expliciten quién pagará.
No pagar
Respecto
del no pago de la deuda debe reconocerse el boicot que generarán los acreedores
y su peso en el núcleo del poder mundial, sea el sistema financiero
transnacional y las corporaciones transnacionales que hegemonizan el
capitalismo mundial; los organismos internacionales y, por cierto, los
principales gobiernos de los países capitalistas desarrollados, aquellos que
parecen siempre dispuestos a “ayudar”.
Son
una tríada de actores que más allá de formulaciones diplomáticas relativos a
los problemas de la pobreza, la desigualdad o el endeudamiento, todos ellos
bregan por los intereses del régimen del capital y la lógica de la ganancia, la
acumulación y la dominación capitalista.
Al
no pagar se liberan recursos existentes, en rigor escasos, para intentar
atender inmensas necesidades socioeconómicas, especialmente terminar con la
recesión y su impacto en el empleo y los ingresos populares.
No
pagar tiene su costo, pero es el punto de partida para pensar en términos
alternativos.
Investigar - auditar
No
pagar requiere una investigación a fondo sobre la deuda, en primer lugar, la
deuda con el FMI.
Hace
falta auditar la deuda con participación popular, más allá de los montos y que
permita identificar destinos de los recursos y responsabilidades de las
autoridades involucradas.
Se
trata de investigar y auditar no solo estos 4 años de gran endeudamiento, sino
toda la deuda desde el origen en tiempos de la dictadura genocida.
Hay
investigaciones en la Justicia, incluso con sentencia, caso de la denuncia de
Alejandro Olmos relativa al endeudamiento público en tiempos de la dictadura
(1976/1983) con sentencia judicial de junio del 2000 (Juez Ballesteros), con
más de 400 fraudes explicitados que involucran a funcionarios de los gobiernos
militares.
Existen
denuncias judiciales de todos los canjes de deuda realizados desde 1983 en
adelante, lo que suponen un valioso material, además de variados estudios de
organizaciones sociales, políticas, religiosas y estudiosas/os, lo que constituye
un activo de importancia para canalizar una amplia auditoria con participación
popular.
Una auditoría
integral del endeudamiento público facilitaría una discusión relativa al carácter
ilegal, ilegitimo u odioso del mismo.
No
solo es ilegitimo u odioso el endeudamiento comprometido en tiempos de
dictadura, sino en correspondencia con la teoría de la deuda odiosa, poder confirmar
que el pueblo no fue beneficiado por la deuda y que tanto acreedor como deudor
eran conscientes de la imposibilidad de la devolución de los créditos.
El carácter
odioso de la deuda resulta especialmente válido para el caso del FMI y su préstamo
de 57.000 millones dólares y sus desembolsos por más de 44.000 millones de
dólares. Fue un préstamo favorecido por EEUU, con voto privilegiado en el FMI
para consolidar un gobierno amigo que intervenía en la lógica de la política internacional
de EEUU en la región, especialmente en lo relativo a la agresión a Venezuela.
Mientras
se investiga deben suspenderse los pagos y en simultáneo construir un nuevo
orden económico social
Plan económico para revertir la dependencia
El
previsible boicot internacional relativo a una política soberana exige discutir
un plan económico social más allá de la coyuntura. Argentina acumula cuatro
décadas de un modelo productivo que tuvo a la deuda pública como un
condicionante importante. Por más de cuatro décadas desde 1975/76 se profundizó
la dependencia y la inserción subordinada del país en el capitalismo global,
más allá de los intentos de revertir esa situación en algunos periodos del
ciclo comentado.
Esa
es la base del despliegue del agro negocio de exportación y sumisión a la
lógica financiera de las transnacionales de la alimentación y la biotecnología.
Resultado de ello es la gran concentración de la tierra que explicita el Censo agropecuario
2018 (INDEC), donde apenas un puñado de poco más de 5.000 propietarios, el 2%
del total de las Explotaciones Agropecuarias detentan el 52% de la tierra
disponible. En ese mismo sentido debe pensarse las consecuencias de la mega
minería a cielo abierto y la explotación de hidrocarburos, especialmente de no
convencionales (Vaca Muerta y fractura hidráulica).
La
reestructuración fabril responde a esa dinámica, desplegando armadurías asociadas
a cadenas de valor transnacional dónde la decisión y soporte tecnológico es
foráneo. El escaso desarrollo tecnológico nacional estuvo más asociado a la experiencia
del Estado y a muy pocos emprendimientos privados locales. Es un proceso
acompañado de un atraso tecnológico productivo de gran parte de la pequeña y
mediana industria. La concentración industrial es el resultado que explicita la
Encuesta de Grandes Empresas del INDEC desde hace tiempo.
Ni
hablar del papel de las finanzas, con la vigencia de la ley de entidades
financieras de 1977, que, según el Ministro de la dictadura, Alfredo Martínez
de Hoz, fue el instrumento más revolucionario de su gestión.
Se
trató de un mecanismo esencial para facilitar la privatización y extranjerización
del sistema financiero, apoyado por políticas financieras que en este último
tiempo convalidaron la concentración del crédito, donde el caso de la estafa de
la empresa “Vicentín” es apenas una muestra elocuente.
Soberanía, integración y construcción de subjetividad
Lo
primero es cambiar el modelo productivo, modificando la ecuación de
beneficiarios y perjudicados.
Requiere
discutir en términos de soberanía alimentaria para pensar la situación del
agro, la agro-industria y todo el entramado de servicios asociado a la
producción primaria.
Supone
discutir un programa de soberanía energética, con énfasis en el derecho a la
energía, para desarmar una lógica de estos tiempos asociada a la
mercantilización y exportación energética.
Reestructurar
el sector fabril vinculado a la satisfacción de las necesidades sociales del
mercado interno y una integración al sistema mundial sobre bases de cooperación.
El
financiamiento resulta clave y por eso se trata de disponer de los recursos
financieros para una política pública con participación de la sociedad en
función de los ejes comentados. La nacionalización y socialización del comercio
exterior y la banca resulta imprescindible en este sentido.
Hay que
ser consciente que esto requiere de cooperación internacional, y no estamos rodeados
por regímenes que compartan la voluntad señalada. Sin embargo, no hay otro
camino y deben buscarse las asociaciones internacionales convergentes con el
rumbo soberano sugerido, de lo contrario, el rumbo será profundizar la
dependencia del capitalismo global.
¿Facilitarán
los sectores hegemónicos de la economía local y mundial un rumbo soberano?
Desde luego que no, pero es necesario formular la propuesta de política soberana
si es que se pretende superar los temas estructurales que frenan el desarrollo
soberano de la Argentina.
Como
señalamos al comienzo de este escrito, no alcanza con debatir el que hacer con
la deuda, hay que proponerse ir más allá y discutir la organización económica
de la sociedad.
En ese
plano, hay que pensar las políticas estatales de ingresos, monetaria, fiscal,
crediticia, productiva, de inserción internacional, de promoción del mercado
interno, y, en definitiva, de todo aquello que apunte a resolver insatisfechas necesidades
sociales.
Buenos Aires, 9 de febrero de 2020
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