Hacia
1890 se celebró por primera vez el día internacional de los trabajadores, que
pasó a ser desde entonces un día de lucha por las reivindicaciones de las
trabajadoras y trabajadores de todo el mundo.
Desde
el origen se trataba de poner en evidencia ante la sociedad las demandas
democráticas y revolucionarias expresadas por el movimiento obrero que ya tenía
identidad internacional desde la Asociación Internacional de Trabajadores
constituida en 1864.
Las
reivindicaciones democráticas se expresaban, entre otras cuestiones, en la
demanda por las 8 horas de trabajo y mejores condiciones laborales, y entre las
revolucionarias se manifestaban en la disputa del poder para la emancipación de
los trabajadores, en la lógica del intento desplegado en su momento por la Comuna
de París en 1871.
¿Por qué recuperar las fechas de 1864, 1871 y 1890 en
2019?
Porque
son momentos de constitución de un sujeto colectivo con capacidad de discutir
el poder de las trabajadoras y los trabajadores contra la burguesía y el orden
capitalista, un orden que mutaba desde la realidad de la libre concurrencia a
la dominación monopolista y al imperialismo.
Era
un tiempo en que se visibilizaba y se hacían realidad las dos estrategias
confrontadas en la lucha de clases, para consolidar la lógica del capital o
para confrontarla. Vale la recordación porque pocos años después, a fines de
1917 y en Rusia se haría la experiencia del primer intento de construir una
sociedad no capitalista.
Comenzaba
una nueva historia en la lucha de clases que pondría en crisis al orden capitalista
hacia 1930. La respuesta del poder burgués fue entonces, por única vez a la
defensiva, con el Estado de Bienestar y las políticas reformistas definidas en
el keynesianismo.
El
keynesianismo se constituyó en la corriente principal del pensamiento económico
entre 1945 y la emergencia del neoliberalismo hacia 1973-76, con el monetarismo
ortodoxo y Milton Friedman receptando el Nobel del Banco de Suecia en 1976. Eran
tiempos de dictaduras genocidas en Sudamérica, territorio del ensayo
neoliberal.
Con
el neoliberalismo se retomaba la histórica ofensiva capitalista, abandonando la
etapa de la defensiva del medio siglo entre 1930 y 1980, para ya no volver.
Hay
quienes sostienen, desde la crítica al neoliberalismo, que es posible revivir
el reformismo del paradigma keynesiano y quienes sostenemos que la
transnacionalización de la economía solo habilita el desarrollo de una acumulación
de poder popular del movimiento obrero y social para ir más allá y en contra
del régimen del capital.
Por
ende, no alcanza con la crítica al neoliberalismo, sino que se requiere
profundizar en la crítica al capitalismo.
Esta
última es una lógica asociada a las primeras fechas enunciadas en esta nota,
incluso a 1848 y el primer grito del manifiesto demandando la unidad mundial de
los trabajadores.
Consecuencias de la ofensiva del capital
Asistimos
a una lucha de clases desequilibrada a favor de los capitales más concentrados,
las corporaciones transnacionales, las que pretenden en todo el mundo
reaccionarias reformas estructurales que eliminen derechos laborales,
previsionales y sociales, individuales y colectivos.
Las
transnacionales se apoyan en los principales Estados del capitalismo mundial,
con la connivencia de la mayoría de los Estados que consolidan la dependencia
ideológica, política y cultural; pero también asociados a los organismos
internacionales que bregan por una institucionalidad centralizada del poder del
capital.
En
rigor, la ofensiva no es solo contra trabajadores y trabajadoras, sino que
también es contra la naturaleza y la sociedad. El saqueo de los bienes comunes
y la contaminación asociada al cambio climático evidencia el privilegio a la
ganancia y a la acumulación del capital por encima del cuidado del hábitat y el
planeta tierra.
Por
su parte, el aliento al consumismo y la deliberada obsolescencia programada
demuestra el despilfarro de un modelo productivo y de desarrollo a contramano
de los derechos humanos y de la naturaleza, destruyendo la propia civilización
humana.
En
ese camino, el capital construye su ofensiva desde la hegemonía del pensamiento
y la manipulación de las ideas vía redes sociales y medios de comunicación.
Alcanza
volumen la estrategia con las “fake news”, con las cuales disputan consenso
social para exacerbar la lógica individualista en el momento de mayor
socialización de la producción, tal como lo anticipó Marx en la Introducción a
la Contribución a la Crítica de la Economía Política. Un escrito esencial de un
joven Marx que empezaba a encontrar la explicación del eslabón perdido en la
Economía Política: el origen del excedente, la plusvalía, y con ello la fundamentación
de la revolución.
Más,
junto al fundamento teórico, las tareas de los clásicos de la crítica de la
Economía Política asociaron su práctica cotidiana a la construcción de
experiencias que permitan transformar la realidad, contribuyendo a construir sujetos,
programas e instrumentos políticos y sociales que hagan realidad la formulación
conceptual por el cambio de régimen.
La
teoría de la revolución se asociaba a la práctica social por la transformación,
articulando lo reivindicativo democrático con la demanda por la revolución. Es
una síntesis de lo que se pretende en cada conmemoración del primero de mayo.
Volver a fundamentar el proyecto de la emancipación
La
historia no se repite linealmente, pero es conveniente estudiar el proceso de
su evolución y considerar los momentos de las ofensivas y contraofensivas de
las clases en el poder y de quienes se lo disputan.
Resulta
imprescindible conocer la lógica actual de funcionamiento del régimen del
capital, que sigue esencialmente sustentado en la extracción y acumulación del
plusvalor, pero bajo las condiciones de un nuevo ciclo de innovación
tecnológica y formas de dominación del saber hacer y la cultura social, que
involucra niveles inusitados de violencia y barbarie.
Pero
no solo se trata de las relaciones de producción, sino de la manufactura del
consenso a la cotidianeidad, lo que supone variados mecanismos de ejercicio de la
dominación del capital, ideológicos y represivos. Son cuestiones
imprescindibles no solo para la crítica teórica sino para asociar los
fundamentos de la crítica a la organización de las clases subalternas en la
disputa del poder.
En
nuestro tiempo se consolida un mensaje relativo al futuro del trabajo, como si
la innovación técnico científica desalojara a la fuerza de trabajo, expresión
del trabajo vivo, sin comprender que ésta es la que desarrolla a las fuerzas
productivas en su integralidad. Se trata de recuperar la esencia de la ley del
valor y ratificar con los clásicos de la Economía Política que el capital es
trabajo acumulado.
Afirmamos
que sin trabajo no hay futuro y en todo caso lo que se necesita es ajustar las
reivindicaciones democráticas del movimiento obrero, especialmente ante casi
180 millones de desempleados en el mundo según la OIT, o un 25% de la fuerza
laboral global bajo la pobreza según el organismo centenario, que confirma el
crecimiento de la inseguridad social en la contratación contemporánea de la
fuerza laboral, que certifica la tendencia a la precarización del empleo derivada
de la ofensiva del capital.
¿Por
qué no reducir la jornada laboral, sin reducir salarios, ante la dimensión del
avance tecnológico y científico? Resulta posible distribuir el empleo sobre el
conjunto de la población y evitar el fenómeno del desempleo, la baja del
salario y de los ingresos populares.
Es
posible asegurar junto a la mayor expectativa de vida de la población mejores
condiciones sociales, de ingresos y prestaciones sociales de jubiladas y
jubilados. La longevidad es una buena noticia y no un mecanismo de preocupación
para la supervivencia de la población mayor.
También
se necesita discutir los mecanismos actuales de intervención para la transición
del capitalismo al socialismo, lo que supone desplegar estrategias
anticoloniales, anticapitalistas, antiimperialistas, contra el patriarcalismo y
toda forma de discriminación y racismo.
Para
ello se requiere retomar la máxima histórica de la unidad de todas las
trabajadoras y todos los trabajadores del mundo.
Buenos Aires, 1 de mayo de 2019
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