Con la celebración del día de la industria resurgieron
debates sobre el modelo productivo y de desarrollo en la Argentina.
Por un lado, la vos oficial estuvo a cargo de la Presidenta
de la Nación en la celebración realizada en Tecnópolis el 2/9/15. Por otro lado
se pronunciaron los agrupamientos patronales.
Más allá de los discursos y opiniones del gobierno y las cámaras
empresarias, emerge la compleja realidad del sector industrial, que arrastra
casi dos años de caída de la producción.
Es algo que ocurre en el marco de la crisis mundial, que
afecta a la demanda de la producción fabril local. Se trata principalmente de
la caída económica del Brasil, principal comprador de bienes industriales locales
y que parece no resolverse en el corto plazo.
Desde el discurso oficial se sostiene la necesidad de
sustituir importaciones y exportaciones.
Sustituir
importaciones
Reemplazar importaciones por producción local es una antigua
aspiración del sector industrial local, materializada en general en tiempos de
cierre de la economía mundial, especialmente propiciada por las condiciones de
guerra. La falta de provisión externa motivó el impulso a la producción local,
sustituyendo importaciones.
Por eso, la industrialización local estuvo impulsada de
manera acelerada entre los años 20 y 50 del Siglo XX, con presencia de capital
local y extranjero. La estructura social con mayoría de trabajadores
asalariados y extensión de una burguesía local tiene esos antecedentes.
Es cierto que preferentemente se impulsó la industria
liviana, productora de bienes de consumo. El motivo remite a la menor inversión
de capital original para encarar esos procesos productivos, facilitando la emergencia
de una nutrida capa de empresarios pequeños y medianos de capital local en
capacidad de producir para abastecer el mercado interno.
Fueron tiempos de expansión del proletariado y florecimiento
de una burguesía local, que animaron procesos políticos como el del peronismo,
que proyectan su presencia hasta nuestros días. Una lógica destacada de ese
fenómeno alude al pacto social implícito y explícito entre el capital y el
trabajo, algo que Cristina Fernández enfatizó para este tiempo de crisis.
También hubo desarrollos de la industria pesada, relativa a
la producción de medios de producción. Allí, el principal papel se concentró en
el capital estatal y el extranjero. Ese proceso tiene distintos momentos para
su expansión y con gran visibilidad hacia fines de los años 50 y hasta mediados
de los setenta, en el esplendor de las políticas desarrollistas.
Con la dictadura genocida se inicia un paulatino desarme
des-industrializador, con impacto directo en el desempleo, la precariedad
laboral, la extranjerización y el aliento a la introducción de la producción
externa en el mercado local.
Papel
del Estado
El sujeto de la industrialización ha sido el Estado,
impulsando sucesivamente el despliegue de la industria local, la radicación de
capitales externos en el sector fabril, y claro, también se favoreció el sector
público industrial y su posterior desarme y desarticulación.
El Estado activó y desactivó la producción local o externa con
el fin de abastecer el mercado interno y/o el mercado externo.
Por eso, del mismo modo que el Estado favoreció políticas
industriales orientadas a promover el mercado interno, también modificó la
orientación para abastecer al mercado mundial, especialmente en tiempos de
transnacionalización.
En el mensaje presidencial del 2 de septiembre[1] se alude a una mayor
apertura económica de la Argentina construida en los últimos años, con la suma
de importaciones y exportaciones del 25,3% del PBI para el 2014, contra un 17,2%
en los años noventa. Se pretende demostrar que el país no solo no está aislado,
sino que la creciente apertura de la economía es un dato de la realidad y en
rigor, es expresión del proceso mundial de transnacionalización.
Es verdad que no solo la Argentina alienta el fenómeno de
ensamble o armaduría y que transnacionalización mediante estos mecanismos se
expanden por todo el mundo. Claro que se discute la proporción de fabricación
local en el armado final, y por eso se insiste en sustituir importaciones.
Lo real es que resulta cada vez más difícil esa sustitución
ante la creciente apertura económica y la dominación de las transnacionales en
el sistema mundial y con expresión en nuestro país.
En la Encuesta Nacional de Grandes Empresas, ENGE[2], que difunde el INDEC, con
datos al 2012, se muestra la dominación del capital extranjero sobre las 500
más grandes empresas de la Argentina. Son datos que excluyen al sector agrario
y financiero, por lo que resalta la dominación fabril de la concentración y
centralización de los capitales externos en todas las ramas de la producción
fabril.
Sustitución
de exportaciones
La gran novedad en el discurso presidencial proviene del
enunciado de sustituir exportaciones ante el límite de la capacidad de compra
del exterior, algo que tiene que asociarse a a su contrario, es decir, a la
capacidad adquisitiva del mercado interno.
¿Podrá el mercado interno sustituir las compras externas? Es
difícil pensar en el consumo local de la producción primaria, aun cuando
operaron restricciones hacia algunas importaciones y que no resultaron en
ampliación del consumo local. Pero, el interrogante apunta también a la
producción fabril, especialmente asociada al nivel de ingresos de la población
y las opciones, según estratos sociales de ingresos, de consumo. ¿Existe
capacidad local de consumo del 50% de la producción automotriz destinada a
Brasil?
Los estímulos al crédito para el consumo favorecen compras en
el mercado interno, a costa de un mayor endeudamiento de las familias, con el
límite de los ingresos de la mayoría de la población, entre ellos los
asalariados, jubilados, y/o perceptores de planes. Incluso, los sectores de
elevados o de medianos ingresos se
asocian a la presión por una devaluación orientando sus excedentes en la compra
de divisas, restringidas en el mercado oficial y por ende estimulando el ilegal
y con ello la especulación con las monedas extranjeras.
Resulta contradictorio el mensaje favorable a la mayor
apertura de la economía con el aliento a una política de sustitución de
importaciones y exportaciones.
Lo que no se considera es el carácter mundial de la economía
capitalista en crisis, la inserción subordinada de la Argentina en la misma y
por ende la necesidad de discutir el propio capitalismo si se pretende un rumbo
independiente. Rumbo que requiere discutir no solo la producción local, sino la
articulación e integración regional y mundial para un proceso de
industrialización no dependiente.
Ello supone una mirada crítica al orden económico social
vigente y una mayoría social dispuesta a la confrontación con el poder
transnacional y sus socios locales,
No solo se trata de la crítica teórica o discursiva, sino de
construir una densidad social y política en condiciones de construir otra
realidad sustentada en otro modelo productivo y de desarrollo para beneficio de
la mayoría desfavorecida en nuestro tiempo.
Buenos
Aires, 5 de septiembre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario