Argentina acumula más de 50.000 millones de dólares en reservas internacionales. Un monto similar salió del país, entre 2006 y 2009, por colocaciones en activos externos de residentes en el país. El saldo en el movimiento de capitales reconoce la búsqueda de rentabilidad de capitales excedentes que intentan su valorización en diversos territorios. Más aún en momentos de obstaculización en la generación de ganancias y su acumulación. Con otras dimensiones, propias de las diferencias entre las economías vecinas, la situación en Brasil no es distinta. Así como existieron momentos de flujo positivo durante el 2009 para la potencia sudamericana, se vive ahora un reflujo de los inversores globales hacia mercados del capitalismo desarrollado. En momentos de receso mundial, la búsqueda de rentabilidad orientó las inversiones especulativas entre los “emergentes” más importantes. La coyuntura mundial de salvataje financiero para intentar discontinuar la crisis, provoca el retorno de esos fondos especulativos al corazón del sistema mundial. La recuperación (¿transitoria?) de EEUU promueve nuevas rondas de volatilidad de capitales ávidos de renta, que abandonan así su destino reciente.
Tanto Brasil como Argentina y el conjunto de países vecinos están perdiendo nuevamente una oportunidad para enfrentar las limitaciones que presentan como países dependientes de un flujo de capital que se decide en el mercado mundial. Son decisiones que no están motivadas en resolver necesidades sociales insatisfechas en nuestras fronteras. Puede no ser convergente el momento de ingreso o de salidas de capitales para ambas realidades nacionales, pero la situación de crisis de la economía mundial subordina a nuestros países a sufrir la volatilidad del movimiento internacional de capitales. En el 2003, asumían nuevos gobiernos en Brasil y Argentina, con expectativas de cambio luego de que ambos sufrieran la aplicación de políticas económicas subordinadas a las sugeridas por la corriente principal: de liberalización de la economía y del flujo de capitales líquidos. Con tipos de cambio similares y marco político crítico se imaginó una convergencia macroeconómica que a poco de andar puso de manifiesto rumbos divergentes. Argentina avanzó con devaluaciones una política de adecuación al ritmo de oscilación del dólar, mientras que Brasil apreció su moneda favoreciendo las importaciones baratas de bienes de capital.
La divergencia fue la realidad y el resultado profundizó el desequilibrio comercial entre los socios mayores del Mercosur. Más allá de diferencias de volumen entre nuestros países, se hace imprescindible retomar una cooperación para la convergencia y la asociación a iniciativas audaces de integración regional para afirmar soberanía financiera, de la cual el Banco del Sur es un capítulo trascendente.
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