Muy
activa se presenta en el comienzo de este año 2020 la titular del FMI para
argumentar sus preocupaciones contra la “desigualdad”, claro que sin mencionar
en ningún momento que es el resultado de la lógica mundial del orden capitalista.
En
el Blog del FMI, Kristalina Georgieva escribe: “En la última década, la
desigualdad se ha convertido en uno de los problemas más complejos y
desconcertantes de la economía mundial.”[1]
Resulta
interesante que la Jefa del organismo mundial aluda al “desconcierto”, cuando
uno de los “best sellers” de la literatura económica contemporánea remite
precisamente al asunto tras considerar 150 años de capitalismo. Aludo al francés
Thomas Piketty y su “Capital del Siglo XXI” del 2013 y más recientemente “Capital
e Ideología” de 2019, que más allá de consideraciones teóricas aborda innumerables
datos sobre la desigualdad construida históricamente bajo el capitalismo.
La
titular del FMI, entre las políticas propuestas para superar la desigualdad,
sugiere concentrarse en tres aspectos.
El
primero remite a una “tributación progresiva”, que podríamos definir en el sentido
de que tributen los que más tienen, los que más acumulan; a contramano de la
lógica liberalizadora hegemónica de los sistemas tributarios de los últimos
años, especialmente en EEUU. ¿Qué piensa al respecto el socio mayoritario del
FMI? Con Trump bajaron los impuestos a la renta y los beneficios, especialmente
del sector más concentrado. Existe una fuerte presión de la corriente principal
de política económica por bajar impuestos con la lógica de mejorar las
perspectivas de inversión, declinante en la coyuntura de la economía mundial.
¿Un nuevo rumbo del FMI? No lo parece, pero en el discurso sugiere empatía con
neo-desarrollistas, entre ellos los Nobel Joseph Stiglitz (2001) o Paul Krugman
(2008) y por cierto con el Jefe del Vaticano, el Papa Francisco.
Sostiene
en segundo lugar la necesidad de apuntalar el “gasto social”, lo que podría
leerse a contramano de las políticas de “ajuste” incluidas en sus históricas recomendaciones
de política económica. Especial atención les dedica a los rubros de salud y
educación, en lo que podría inferirse una extensión al “derecho a la educación
o a la salud”, que poco tiene que ver con la realidad de los acuerdos de
préstamos realizados, entre ellos el suscripto por la Argentina en 2018 que
busca achicar el gasto público social.
Finalmente,
sustenta en tercer lugar “reformas de la estructura de la economía podrían
respaldar aún más la lucha contra la desigualdad al reducir los costos de
ajuste, minimizar las disparidades regionales y preparar a los trabajadores
para que cubran el creciente número de plazas de trabajo en el sector verde”,
lo que suena a “promoción de la ecología”, y en rigor es la forma diplomática
para sugerir las reaccionarias reformas laborales y previsionales, condición
esencial en el préstamo por 57.000 millones de dólares a la Argentina, de los
cuales se liquidaron poco más de 44.000 millones y que ahora se negocian sus
vencimientos.
Diez
días después vuelve la Georgieva sobre el tema de la “desigualdad” y lo hace en
su primer discurso del 2020 difundido en el sitio del FMI.[2]
Allí señala “Si tuviera que identificar un tema al comienzo de la nueva década,
aumentaría la incertidumbre” y para ejemplificar destaca “los incendios
forestales en Australia, asociados al cambio climático”; el “conflicto en Medio
Oriente” y el acuerdo para “sanar las fracturas” de la guerra comercial entre
EEUU y China. Claro que nada se deduce en el discurso de la titular del Fondo que
el problema no es el clima, sino el modelo productivo capitalista que destruye
la Naturaleza y la vida; la unilateralidad de la política exterior de EEUU que
actúa militarmente y con sanciones donde quiera sin ninguna capacidad del
sistema mundial para frenarlo; y mucho menos que lo que está en juego es la
hegemonía del poder capitalista global, que se dirime en lo fenoménico como
guerra comercial.
Sostiene
Kristalina que es “un motor particular de incertidumbre: la desigualdad”. En
este sentido destaca que, junto a lo fiscal, importa el sector financiero y se
concentra en el tema para aportar soluciones a la deriva actual de la economía mundial.
Lo hace remitiendo el análisis a un siglo atrás. Recuerda el auge de la década del
20 del Siglo pasado, antesala del crack del 30, intentando reflexionar en esta
década del 20, que anuncia una recidiva de la crisis estadounidense del 2001 y
su efecto en los créditos tóxicos que derivaron en la situación del 2007-2009,
con gran recesión, de la que aún no despega el sistema mundial. Agrega la
funcionaria que a diferencia con lo acontecido hace un siglo, ahora sumamos el
problema del “cambio climático”.
Resulta
curioso que apunte a las cuestiones financieras para atender los problemas de la
incertidumbre derivada de la desigualdad, que dice “Puede alimentar el
populismo y la agitación política”. Queda claro que al FMI le preocupa el
estado de rebelión en Francia, en Chile o Colombia, por destacar los más
visibles en estos días; o la tendencia creciente a cuestionar el discurso
hegemónico “liberalizador” sustentado por los denominados neoliberales.
Previo
a ello señala que “En el Reino Unido, por ejemplo, el 10 por ciento superior
ahora controla casi tanta riqueza como el 50 por ciento inferior. Esta
situación se refleja en gran parte de la OCDE, donde la desigualdad de ingresos
y riqueza ha alcanzado o está cerca de niveles récord.”
Es
evidente el tema de la desigualdad, que se verifica en el sistema mundial entre
países, pero también al interior de cada país y que trasciende la cuestión del
ingreso y la riqueza para abarcar los problemas de la discriminación por género,
diversidad y diferencias; el racismo y la discriminación hacia pueblos originarios,
entre muchos mecanismos de desigualdad política y social en la vida cotidiana
de los pueblos.
¿Qué esperar del FMI?
El
FMI se construyó en 1944 como buque insignia del orden mundial emergente al
final de la segunda guerra mundial. La hegemonía en su seno estuvo siempre en
cabeza de EEUU, único socio con capacidad de veto por imperio de las cuotas, el
16,5%, cuando se requiere el 85% de los votos para asegurar una decisión. Sin
EEUU es imposible resolver algo en el FMI.
Los
prestamos actuales del FMI se orientan a países dependientes con problemas,
entre ellos Argentina, Grecia o Egipto. No aparecen en la agenda de “asistencia
financiera” ni EEUU ni China y menos interviene en la disputa comercial,
tecnológica o de comunicaciones entre ellos; menos Europa o Japón. El FMI reconoce
que la desaceleración de la economía mundial radica principalmente en la baja performance
de EEUU, Europa y Japón; que no es mayor, como reconocen, por el crecimiento de
los “emergentes”, entre ellos China y la India.
La
cartera concentrada del FMI define que sus tareas no son hoy el sistema
mundial, sino la de generar las condiciones de sustentabilidad de la política
demandada por el capital transnacional y los principales Estados del
capitalismo mundial.
Hace
unos años, la atención del mundo estuvo concentrada en el “salvataje” de Grecia
con la asistencia del Fondo, que solo sirvió para deteriorar las condiciones de
vida de las trabajadoras y los trabajadores. Lo mismo acontece con la
Argentina, con el agravante que la asistencia financiera en este caso se hizo
para perpetuar en el gobierno una política amigable a las transnacionales y a
la política exterior estadounidense, especialmente en la región
nuestramericana. La responsable del préstamo hoy dirige el Banco Central
Europeo, la francesa Christine Lagarde y la nueva titular del FMI emite
mensajes negociadores para con la Argentina, porque sabe que si endurece su
posición puede inducir “populismo y agitación política”, que mejor traducido es
“resistencia a las políticas del poder concentrado del capitalismo contemporáneo”.
Quizá
valga la pena alimentar el temor que tiene el poder a la “agitación”, como
vemos en la represión chilena, colombiana, ecuatoriana, haitiana, francesa y en
cualquier territorio en que los pueblos explicitan su descontento con el efecto
desigualdad, sí, pero también con las políticas depredadoras, como el fracking
y que el pueblo mendocino puso en su lugar, o las luchas francesas que
congelaron, por ahora, la reaccionaria reforma previsional de Macron. En
Argentina existió una postergación de la protesta ante el privilegio del
acontecimiento electoral, con expectativas de desandar la política anti popular
de Macri. Esas expectativas tienen plazo, más aún con una inflación del 2019
del 53,8% y con arrastre sobre el 2020, lo que impacta en la capacidad de
satisfacer necesidades de la mayoría empobrecida de la población. La pérdida de
ingresos populares puede disparar la conflictividad ante ausencia de soluciones
perentorias.
Para
el caso argentino puede entenderse la negociación con los acreedores o el FMI,
como forma de ganar tiempo, pero mientras deben suspenderse los pagos de la
deuda, investigarla y utilizar esos recursos para un programa sin condicionamientos.
Qué habrá boicot del poder económico está descontado, pero las condiciones
actuales de la economía mundial no aseguran un tiempo de prosperidad, ni
inmediata ni mediata. El horizonte es de incertidumbre y de desorden, con
beligerancia del poder mundial, que se verifica en la unilateralidad del
accionar estadounidense en materia militar o en sanciones económicas, en
cualquier territorio del sistema mundial.
Al
discurso del FMI no se le puede pedir una crítica al capitalismo, y mucho menos
al mandamás estadounidense; pero para pensar los problemas de los pueblos se
requiere ir a fondo en contra y más allá del orden del capital, en actuar y
construir la transición del capitalismo hacia otra sociedad, que definimos en
el socialismo aún con las experiencias fallidas en su nombre, que claro, han
tenido al poder en toda su dimensión para obstaculizarlo, tal como ocurre en el
presente con cualquier formulación de rumbo anti capitalista.
Buenos Aires, 19 de enero de 2020
[1] FMI. El Blog del Fondo. “Reducir
la desigualdad para generar oportunidades” del 07/01/2020, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=12536
(consultado el 19/01/2020)
[2] FMI. El sector financiero en
la década de 2020: construyendo un sistema más inclusivo en la nueva década
Por
Kristalina Georgieva, Directora Gerente, Instituto Peterson para la Economía
Internacional del FMI , Washington, DC,17 de enero de 2020, en: https://www.imf.org/en/News/Articles/2020/01/17/sp01172019-the-financial-sector-in-the-2020s
(consultado el 19/01/2019)
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