Entre el 2021 y el 2022

El cambio de año convoca a balances, reflexiones y pronósticos sobre el orden social, cultural, político y económico, pensado de manera integral, ya que, aun especificando el ángulo de la consideración, cada aspecto de los mencionados no puede aislarse del otro. La amenaza sobre la naturaleza no está al margen del orden económico, político o de la cultura consumista imperante en el régimen capitalista que organiza la sociedad mundial. A modo de ejemplo veamos la pandemia por el coronavirus, que es resultado del modo de explotación y saqueo que afecta a la humanidad y al orden natural, es decir, derivado de la cultura humana contemporánea y de las formas políticas que definen la gestión de la cotidianeidad, más allá de cualquier disputa en los gobiernos. No es distinto si pensamos en términos de “cambio climático” e inoperancia de las cumbres globales. Por eso en variadas ocasiones aludimos a la necesidad de pensar en términos alternativos al orden vigente, y con ello, a resolver la construcción de una estrategia colectiva que articule la diversidad de reivindicaciones sociales expresadas por múltiples grupos sociales y políticos. Esta realidad nos lleva a considerar de manera didáctica dos planos del análisis, que, por cierto, son inseparables. Uno estructural, de crítica al capitalismo y a la organización económica de la sociedad. Dicho de otro modo, a la crítica de la Economía Política. El otro, de carácter coyuntural, asentado en la crítica a la gestión del capitalismo y a las propuestas que apunten a resolver en lo inmediato demandas sociales, que al tiempo que satisfacen necesidades urgentes, se encaminen en dirección a resolver la cuestión de fondo, estructural. Por eso, nuestra prédica está siempre asociada al encadenamiento de lo uno con lo otro. No hay solución antinflacionaria sin afectar el orden social, el régimen de propiedad, altamente concentrado de los medios de producción; ni hay solución a la pobreza sin afectar a la riqueza y su fuente de generación: la explotación y el saqueo de los bienes comunes. Entonces, ¿cómo balancear el 2021? Hace un año se pensaba en términos de pos-pandemia, algo muy alejado de la realidad, más aún cuando el COVID19 profundizó la desigualdad, las miserias humanas y aceleró los problemas ambientales en el ámbito mundial. El 2021 supuso crecimiento, pero desigual, con recuperación de la ganancia y no de los ingresos populares, sean salarios, jubilaciones o planes sociales. Es algo verificable en todos los países del mundo. Grandes laboratorios farmacéuticos y transnacionales diversas aprovecharon la intervención estatal, emisión de dinero y de deuda mediante, para subsidiar políticas públicas de restablecimiento del orden capitalista. La especulación financiera y la economía del delito acompañó, por lo que no sorprende el acrecentamiento de la deuda en el plano mundial, o del presupuesto militar de EEUU, en tiempos en que la demanda es por mayor gasto social. La vuelta de la inflación en buena parte del planeta es prueba de la desigualdad, ya que los precios acrecentados, especialmente de alimentos y combustibles, suponen mejoras en la apropiación del ingreso socialmente generado por una minoría propietaria en condiciones de imponer precios. No ocurre lo mismo con la mayoría de la sociedad que vive de la venta de la fuerza de trabajo, condicionada además por un deterioro de las formas de organización y defensa de los ingresos populares, especialmente del sindicalismo. En el caso argentino, el balance incluye el condicionante del endeudamiento externo público, especialmente con el FMI. Entre septiembre y diciembre del 2021 se cancelaron las dos primeras cuotas del FMI por casi 3.800 millones de dólares, que buen podrían haberse usado para tender demandas de la coyuntura y que apunten en sentido de cambios estructurales, atendiendo problemas de empleo, alimentación, salud, educación, vivienda, entre otros. ¿Qué esperar? Dependerá de las iniciativas políticas de quienes pretenden consolidar el orden existente y de quienes busquen nuevos rumbos para la sociedad, en continuidad con las experiencias históricas asumidas para confrontar con el orden capitalista. Es evidente que no es sencillo, incluso, las revisiones de las experiencias señalan que no existe síntesis y que el “ensayo” continúa siendo el camino, especialmente en aquellos países que se asumen en una perspectiva anticapitalista. En el mismo sentido se inscriben las prácticas socioeconómicas de autogestión y cooperación que en el capitalismo, conscientemente confrontan con el orden y la lógica del capital, del mismo modo que se expresan articulaciones políticas para disputar sentido social. La iniciativa del poder es política, cultural, social y económica, impulsando reformas reaccionarias, caso de las “laborales” y “previsionales”, pero especialmente disputando consenso en la sociedad, relativo a que no hay otro camino posible, en donde la hegemonía comunicacional de medios altamente concentrados resulta clave. La “cultura” de que la gestión privada de la producción de riqueza es inevitable, está asociada a la máxima de que “sin inversión privada capitalista no hay producción de riqueza, de empleo o de salario”. Hasta el cansancio diremos que el CAPITAL es TRABAJO acumulado y por ende, lo que crea riqueza es el trabajo en su accionar sobre la naturaleza, sobre los bienes comunes. Repitamos con los clásicos de la economía que el padre de la riqueza es el trabajo y la madre la naturaleza. A esa iniciativa ideológica y política se le debe contraponer otra, de sentido inverso, de los sectores subalternos, explotados, por reivindicaciones inmediatas y cambios profundos. Con la convicción del trabajo como creador de la riqueza en su accionar sobre los bienes comunes, es importante desplegar todas las luchas por la apropiación del excedente económico, al tiempo que se disputa el modelo productivo y de desarrollo, contra la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes. Por eso la crítica al orden económico social, expresión de la crítica de la Economía Política, deberá estar asociada a la exacerbación por la lucha en defensa de los intereses de la mayoría afectada contra la política económica del poder, por medidas de política económica, de distribución del ingreso y de la riqueza, que apunten a resolver las demandas inmediatas y a la vez confluyan con aquellas reivindicaciones profundas por un cambio social. Esas iniciativas confrontadas son manifestación de la lucha de clases en nuestro tiempo, que es objetiva, y que trasciende cualquier parecer en particular. Ello convoca a mayores articulaciones de variados movimientos y sectores sociales, políticos y culturales críticos del orden vigente, que en el camino construyan un ideario colectivo sobre el futuro deseado. Ese imaginario es parte de la historia de búsqueda por superar al orden capitalista y patriarcal. Habrá que seguir estudiando que nos dejó la propuesta esbozada en los meses de la Comuna de París; en las décadas de la revolución rusa y la deriva de la URSS y el campo socialista; como en todas las experiencias a nombre del socialismo, de China a Vietnam, y especialmente en el continente, a Cuba, con las caracterizaciones y especificidades de cada una de ellas. En cada país se procesa ese análisis en la dinámica de luchas diversas, en defensa del medio ambiente y contra el modelo productivo y de desarrollo extractivista de exportación y concentración; de las luchas por la igualdad de género y diversidades, en contra las discriminaciones y múltiples formas que asume el racismo. Bien vale en este cruce de años, entre 2021 y 2022 pensar la historia de los imaginarios alternativos, para junto a definir la ausencia de alternativa política con capacidad de transformar el sentido común, poder avanzar en cambios profundos en contra y más allá del capitalismo. Buenos Aires, 31 de diciembre de 2021

Trasladar la Capital y transformar la sociedad

La capitalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880 es contemporánea del origen de un modelo productivo y de desarrollo sustentado en el predominio del capital externo y la concentración de la gran propiedad terrateniente. Se alude al modelo agroexportador sustentado en el poder territorial de la oligarquía y las inversiones externas, especialmente inglesas en ferrocarriles, frigoríficos y la banca. Se trata de un proceso desplegado por medio siglo hasta la industrialización sustitutiva de importaciones en la década de 1920/30, que trajo cambios económicos, culturales, sociales y políticos y que, sin embargo, sobre la base de recurrentes golpes entre 1930 y 1976 se disputó el sostenimiento en el bloque de poder de aquellos sujetos hegemónicos en el modelo oligárquico agro exportador. A ese bloque se incorporó una burguesía local, incluso con la pretensión de un imposible “capitalismo nacional”. El intento transformador presente en las luchas populares, con horizonte por el socialismo, de fines de los sesenta y comienzos de los setenta habilitó como respuesta represiva el último recurso restaurador a mano de la dictadura genocida (1976-1983), y con ello a potenciar un proceso aún presente en la Argentina, de carácter des-igualador en las condiciones socioeconómicos, con profundización de la dependencia y subordinación a la transnacionalización económica. De ese origen dictatorial es el legado actual resultante de sucesivas y reaccionarias reformas de la relación entre el capital y el trabajo, incluidas como “novedosas propuestas” en todo programa actual de restauración de un imaginario de expansión de las relaciones capitalistas en el país. Del mismo modo ocurrieron las sucesivas invocaciones a profundizar las mutaciones en la función del Estado, inauguradas en los noventa del siglo pasado con las privatizaciones de las empresas públicas, las concesiones (a punto de vencer en materia de energía), las descentralizaciones y las invocaciones a recurrentes achiques del gasto público (social). Ese es el marco de la inserción subordinada de la Argentina en la lógica de la mundialización operada por las políticas hegemónicas de libre mercado, libre cambio o libre competencia, mediadas por los institutos jurídicos de los “tratados de libre comercio” o los “bilaterales en defensa de las inversiones”, todos estimulados por el orden mundial y las instituciones al estilo de la Organización Mundial del Comercio, OMC. Relocalizar la Capital En el primer ciclo de vigencia constitucional y ahora, reaparece el tema de la mudanza de la “Capital” del país federal, lo que permite un debate sobre bajo qué condiciones de producción y con qué sujetos desplegar un orden nuevo en la economía, la política, la cultura y la sociedad. Mucho se debate en la coyuntura sobre los problemas de la crisis local por años, remontando el problema a la dinámica de construcción históricamente desplegada bajo las condiciones de los cambios globales en el marco de la posguerra mundial, es decir, 1945. Se asocia el fenómeno a la emergencia del peronismo, obviando lo mencionado previamente sobre el carácter restaurador del ciclo golpista desde 1930 y sostenido hasta 1976, incluso recreado en este tiempo constitucional en los noventa y más recientemente entre 2015 y 2019. El “liberalismo” acusa al “populismo” de los males argentinos, asumiendo así una campaña ideológica sobre una acusación imprecisa con la nominación “populista”, escamoteando el tema de fondo que es la recomposición del poder concentrado en un núcleo de grandes capitales locales y externos. Relocalizar la Capital supone discutir el modelo productivo y de desarrollo, es decir, la forma específica de ser capitalista de la Argentina. Vale recuperar un antiguo apotegma que nos remite a “lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer”. Es lo que se discutía en la gran acumulación de poder popular a fines de los 60 y comienzos de los 70. La inspiración de la revolución cubana, incluso la experiencia chilena estaba en el horizonte de la búsqueda de la estrategia de poder del pueblo para la transformación en contra del capitalismo y por el socialismo. Es la dominación en el origen del desarrollo capitalista la que frena cualquier proceso de renovación productiva con impacto cultural, social y político. La asignatura pendiente como legado de aquel ciclo en la Argentina es transformar el orden capitalista. En rigor, la disputa histórica está en la construcción del sujeto hegemónico en el bloque de poder, lo que supone un imaginario de modelo productivo y de desarrollo en perspectiva. La crisis en curso, en el marco de incertidumbres y debates globales que se procesan a fines del 2021, hace necesario pensar en la construcción de algunas líneas que sustenten mutaciones profundas de la organización productiva en el país. En ese sentido, es bueno recuperar que toda producción tiene base en la Naturaleza y el trabajo humano, en la tierra en toda su dimensión y en la fuerza transformadora del trabajo humano. El vasto territorio y la baja densidad poblacional, excluida la gran metrópolis que contiene a la actual Ciudad Capital, amerita pensar en desarrollos de varios polos territoriales para una producción y circulación alternativa, que construyan la posibilidad de radicación de la nueva ciudad federal. Supone ello la relocalización poblacional con acceso a tierras productivas, que organicen el proceso de producción y circulación de manera comunitaria y autogestionaria, con la asistencia financiera, técnica y profesional del sistema universitario y de ciencia y técnica, que articule la producción y circulación de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades socioeconómicos, incluso la posibilidad de planificar la generación de excedentes para la exportación. Apuntamos a una profunda reforma agraria y urbana que revolucione el presente del país. Imposible pensar ese proceso sin la activa participación pública y un amplio protagonismo de los sujetos involucrados en el diseño y ejecución de la propuesta. Recursos Me dirán que se requieren recursos para esa tarea y sí, los mismos pueden surgir de la utilización de parte de las reservas internacionales, las que no deberán utilizarse para cancelar deudas en stock, mucho menos aquellas que según una minuciosa auditoria con participación popular definan el carácter odioso, ilegitimo o ilegal, caso de las que hoy se negocian con el FMI. En simultáneo se requiere un nuevo régimen tributario y financiero que sustente la nueva estrategia de desarrollo productivo. Esta propuesta de nuevo modelo productivo y de desarrollo a construir socialmente es la base para pensar en nuevas radicaciones de una ciudad Capital del país. Las reivindicaciones de innumerables sujetos desposeídos por el orden contemporáneo constituyen la base para otorgar corporeidad a las ideas suscitadas, con un horizonte de soberanía alimentaria, energética, financiera que hoy puebla el imaginario social en las disputas cotidianas. El problema es el orden capitalista y es lo que se necesita discutir y disputar, tal como sostienen distintos proyectos que pueblan un imaginario transformador pero desarticulados, sin perspectiva de un horizonte de unidad para la disputa del sentido común por el socialismo. Buenos Aires, 26 de diciembre de 2021

Las luchas populares y los proyectos estratégicos de transformación social

Las recientes elecciones en Chile motivaron interesantes debates, sin síntesis posibles. Cada análisis parte de una combinación de supuestos y perspectivas irreconciliables. ¿Es posible ir en contra y más allá del capitalismo? Es el interrogante que motiva mis reflexiones desde hace tiempo. A propósito del resultado electoral chileno señalé en redes al día siguiente: “Gabriel Boric será Presidente de Chile por la movilización social electoral de ayer 19/12/2021. Una movilización antecedida de otras: a) por una Constituyente con pretensión plurinacional, en pleno desarrollo y con expectativas importantes para revertir el atraso y la derechización pinochetista; b) otras previas, en octubre del 2019 y, la rebelión de los "pingüinos" del 2011. El eje y el futuro para analizar la coyuntura chilena y regional está en la organización y la lucha popular.” El mensaje trajo polémica y es que cada quien lee según sus propios pareceres o, si se quiere, se opina sobre la base de “prejuicios”, anticipando, tal cual, o profecía reformista o revolucionaria. En el centro de mi opinión está el proceso de “organización y lucha”, en este caso, del pueblo chileno, pero extensible al ámbito mundial en el marco de las condiciones de la lucha de clases en la coyuntura. Si quieren, la experiencia reciente en Argentina, del pueblo de Chubut, que obligó a “derogar” La ley minera a menos de una semana de aprobada por la Legislatura local; igual que lo ocurrido en Mendoza, en diciembre del 2019, sobre el uso del agua para la mega minería a cielo abierto. El pueblo movilizado en torno a reivindicaciones construidas colectivamente puede modificar la realidad, aun cuando no se avance en transformaciones estratégicas. No es menor decir que No es No. Ese camino puede conducir a rumbos estratégicos, que no son producto de un solo acontecimiento y menos de elucubraciones individuales, aisladas del accionar colectivo. La realidad es como es, no como quisiéramos, por eso es imprescindible potenciar las luchas para transformar la realidad. Se trata de pensar que los proyectos estratégicos surgen de acumulaciones de luchas populares, de sujetos que se construyen en la lucha. El Manifiesto empezaba aludiendo al “fantasma del comunismo”, que no era otro que el proletariado en lucha constituyéndose como sujeto histórico de las transformaciones en contra y más allá del capitalismo. ¿Qué coyuntura? La coyuntura a que remito es larga, por cierto, se remonta a 1973, como fecha símbolo del inicio de la contraofensiva del “capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad”, para restaurar la dinámica de explotación y saqueo que sustenta al orden capitalista en crisis. Sin muchas precisiones intelectuales, se denomina a este tiempo el de la hegemonía “neoliberal” del orden capitalista, que no es más que la recreación de la “liberalización” más radicalizada impulsada por los capitales trasnacionales más concentrados. No olvidar que el libre cambio (libre comercio, libre competencia) fue la voz inicial del régimen del capital. La mercantilización y la ley del valor y el plusvalor en el origen y desarrollo del capitalismo, aun hoy. La coyuntura se aceleró entre 1989 y 1991, con la ruptura de la bipolaridad y el fuera de juego del “socialismo” en el imaginario popular mundial. La alternativa anticapitalista quedó en off-side. Apunto al “imaginario social” construido desde 1848 y al Manifiesto, con todas las derivas históricas que conocemos, de procesos revolucionarios con el objetivo de la transición del capitalismo al socialismo, una asignatura pendiente que convoca a la praxis imaginativa de la lucha y la organización popular alternativa. El cambio de siglo vino con novedades de cambio político y emergencias de propuestas estratégicas de transformación social, muchas de las cuales remiten al territorio latinoamericano y caribeño. Del “caracazo” al levantamiento “zapatista”; del Presupuesto Participativo al Foro Social Mundial; de la pueblada argentina del 2001 a las movilizaciones populares recientes de Chile, Haití o Colombia, en estos años, junto al empecinamiento histórico de la revolución cubana. Solo bajo esas condiciones de luchas masivas por tres décadas es que se recrearon propuestas estratégicas por el socialismo, del “Siglo XXI”, “comunitario” o las propuestas de recreación temporal por transformaciones civilizatoria inspiradas en el “vivir bien” o el “buen vivir” que recogen las nuevas Constituciones de Bolivia o Ecuador. La ofensiva capitalista liberalizadora nos conduce al presente de convergencia de problemas sanitarios y económico sociales, con mayor desigualdad y un ostensible privilegio a la ganancia por encima de la satisfacción de amplias necesidades sociales. El reseteo del capitalismo es proyecto de los que dominan, para lo que reestructuran las relaciones entre el capital y el trabajo, en desmedro de los ingresos populares; resignifican el lugar del Estado capitalista en el sostenimiento de los objetivos por la ganancia y la acumulación y, propenden a sustentar una juridicidad favorable al movimiento internacional de capitales. Objetivos estratégicos Sobran los diagnósticos al respecto, y el problema es la alternativa o los rumbos estratégicos que animan la voluntad colectiva de lucha reivindicativa, por derechos democráticos (alimentación, educación, salud, vivienda, recreación, entre otros), y aquellos que definen la revolución, contra la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes, contra la subsunción del trabajo, la naturaleza y la sociedad en el capital. La experiencia de los pueblos es lo que vale, en la construcción de una subjetividad transformadora, revolucionaria, que sea síntesis de una conciencia colectiva que asuma la demanda de derechos como programa por las transformaciones; que en el camino construya los instrumentos políticos adecuados para hacer realidad el imaginario por una sociedad sustentada en la emancipación de las trabajadoras, los trabajadores y los pueblos. Nuestra historia está abierta a los debates, sustentados en luchas cotidianas por reconstruir rumbos estratégicos, en la perspectiva de transformación social profunda por la liberación de los pueblos y la defensa del planeta y el hábitat. Buenos Aires, 21 de diciembre de 2021

La pandemia es funcional a la ofensiva del capital

La pandemia por el COVID19 está siendo funcional a la ofensiva del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad. En efecto, la reestructuración regresiva del orden capitalista, política esencial de la salida de la crisis de los 60/70, nominada como “neoliberalismo”, se profundiza en esta coyuntura de convergencia de crisis sanitaria y económica. La intervención neoliberal se concentró por años en las reaccionarias reformas de la relación entre el capital y el trabajo, desarmando la lógica protectoria construida por décadas de lucha de clases liderada por el movimiento obrero. En primer lugar, se desestructuró el “poder” de trabajadoras y trabajadores en el territorio de la producción, con efecto inmediato en la baja de la sindicalización y el avance en la precariedad laboral, afectando la capacidad de resistencia del movimiento obrero y debilitando la respuesta estratégica de las clases subalternas. Se trata de un fenómeno estructural que se mostró fatal durante la pandemia, con los cierres deliberados de la economía durante el 2020 recesivo, y más ahora, con la recuperación del 2021 que privilegia la ganancia por encima del empleo y los ingresos salariales y populares (jubilaciones y beneficios sociales). Este fenómeno explica la suba de precios de una inflación que amenaza la “estabilización de la economía mundial”. Al respecto, señala el FMI: “El resurgimiento de la pandemia y la última variante, ómicron, han agudizado considerablemente la incertidumbre en torno a las perspectivas económicas mundiales.” Ratifiquemos que la inflación explica la disputa por la apropiación del ingreso socialmente generado: entre los propietarios de medios de producción, el capital, y el conjunto de la sociedad que vive de la venta de la fuerza de trabajo, sea de manera regular o irregular. Señala la nota difundida por el FMI que: “Correspondería que la Reserva Federal acelerara la reducción paulatina de las compras de activos y adelantara la trayectoria ascendente de las tasas de interés.” Es una sugerencia a la potencia hegemónica del orden capitalista para que restrinja la política de emisión monetaria, cuya consecuencia directa agrava la situación de los países dependientes y fuertemente endeudados con tasas variables aplicadas a su endeudamiento. Convengamos también que la inflación afecta la capacidad de consumo de la sociedad que vive de ingresos fijos, que es la mayoría de la sociedad. Si se observa con detenimiento, los precios suben principalmente en ámbitos estratégicos para la reproducción de la vida: alimentos y energía. Sobre el tema, la nota difundida señala: “El encarecimiento de la energía y de los alimentos ha impulsado la inflación en muchos países. Estos factores mundiales pueden seguir engrosando la inflación en 2022, especialmente los altos precios de los alimentos básicos. Esto tiene consecuencias especialmente negativas para los hogares de los países de bajo ingreso, donde alrededor del 40% del gasto de consumo se destina a la alimentación.” Queda claro que la inflación no afecta a todos por igual, sean países o personas y constituye un mecanismo de la lucha de clases en la distribución regresiva del ingreso y en la consolidación del par que explica la concentración de la riqueza en pocas manos y la extensión de la pobreza, convalidando una profundización de la desigualdad social como tendencia agravada del capitalismo. La pandemia actuó como acelerador de la dinámica de reestructuración reaccionaria del capitalismo. Se consolidó la ofensiva en contra del trabajo, ahora extendido en las formas del “trabajo remoto” o “a distancia”, potenciando la discriminación de género y condenando a la juventud a un primer empleo precario que se perpetúa. A la precariedad laboral se suma una fortísima intervención estatal para sostener la tasa de ganancia y de la actividad empresarial, vía subsidios múltiples que soporta el conjunto social por medio del presupuesto público. Esas políticas fueron asumidas globalmente, como tendencia universal manipulada para el logro del consenso socio político mayoritario. La estrategia del capital se abrió paso en todo el mundo, aún con importantes resistencias, que no alcanzaron a instalar una perspectiva de freno a la ofensiva del capital. Es más, en ese marco, emergieron propuestas de gobierno claramente a la derecha del arco político, demandando la reflexión crítica en la perspectiva de una estrategia alternativa de poder popular para un rumbo favorable a cambios sociales, económicos y culturales con perspectivas de confrontación y superación del orden capitalista. América Latina y el Caribe fue territorio de esperanza en ese sentido, por la recuperación del proceso de cambio en Bolivia, con gigantesco protagonismo social; la ratificación del rumbo socialista en Cuba y el rechazo a las sanciones unilaterales en contra de Venezuela o Nicaragua. Los triunfos electorales en Perú o en Honduras; como las inmensas movilizaciones en Haití, Colombia y Chile, que incluyó la instalación de la constituyente y la disputa electoral de una coalición crítica al régimen pinochetista. La posibilidad de recuperar protagonismo de la integración alternativa, caso CELAC, estimulado desde México, Argentina y los países del ALBA-TCP, supone disputas con la estrategia de la política exterior estadounidense y de las élites de los países en la región. El problema sigue estando en la construcción de la iniciativa política popular, alternativa al orden vigente, en tiempos de continuidad de una crisis integral, civilizatoria, donde la ofensiva capitalista define un rumbo desigual para la humanidad, además de afectar el metabolismo natural desde el modelo productivo de explotación y saqueo. Por eso preocupa el futuro cercano, que puede registrarse en los pronósticos del FMI: “…el producto agregado de las economías avanzadas retornaría a su trayectoria tendencial previa a la pandemia en 2022, y que para 2024 la superaría en 0,9%. En cambio, se prevé que el producto de las economías de mercados emergentes y en desarrollo, excluida China, permanezca 5,5% por debajo del pronóstico pre pandémico en 2024.” Son pronósticos en el mediano y largo plazo, de menor capacidad de satisfacción para los pueblos del mundo, incluso en el capitalismo desarrollado, lo que impone una reflexión crítica para un accionar que reinstale una perspectiva esperanzadora de lucha por la liberación y otro orden social sin explotación o saqueo. No es fatal que la suma de pandemia y neoliberalismo defina el rumbo de la sociedad. La masividad del descontento y las protestas constituyen la base material de una subjetividad social en condiciones de asumir una propuesta programática de transformaciones socio económicas y la región latinoamericana y caribeña ofrece experiencias que animan la potencia del cambio social. Buenos Aires, 15 de diciembre de 2021

La pandemia no terminó y agrava la pobreza, el empleo, los ingresos populares y la desigualdad

Cuando muchos hablan de pos-pandemia y retorno a la normalidad pre COVID19, nuevas cepas del coronavirus se hacen sentir, además de la discriminación en el acceso a las vacunas. Más allá de la discusión sobre la “normalidad”, la pandemia continua y se despliega desde los países más empobrecidos, afectando incluso a los enriquecidos que subestiman los efectos globales. Es un fenómeno que se manifiesta en que hay países con menos del 1% de su población vacunada, caso del Congo, Chad, Guinea-Bisau; además de varios entre el 1 y 2%, como Sudán, Niger, Tanzania, Mali, Yemen, Madagascar, Burkina Faso o Sudán del Sur; junto a muchos con menos del 5% o del 10%. Por otro lado, países con mayor desarrollo relativo alcanzan elevados porcentajes de sus poblaciones con tres dosis. En estos se sienten los efectos de las nuevas cepas que postergan el fin de la pandemia. La humanidad está en peligro más allá de lo sanitario y por eso se necesita discutir el modelo productivo del capitalismo en nuestra época, causa en origen del calentamiento global y el cambio climático y el conjunto de efectos sociales entre los que destaca la explotación de la fuerza de trabajo, el saqueo de los bienes comunes, el empobrecimiento extendido y la concentración, explicando la realidad de una desigualdad social incrementada. Con la imaginación del fin de la crisis sanitaria y el rebote de la economía, varios informes de especialistas y de organismos internacionales apuntaron los diagnósticos de la superación de los impactos económicos sociales de la caída del 2020. La realidad los desmiente. El optimismo parece atenuarse con la suba de los precios y la lenta recuperación del empleo, especialmente en la potencia hegemónica: EEUU, y hace horas, Jeremy Powell, titular de la Reserva Federal (FED), el banco central estadounidense señaló: “La recesión económica no ha caído por igual, y los menos capaces de soportar la carga han sido los más afectados. En particular, a pesar del progreso, el desempleo sigue cayendo desproporcionadamente entre los afroamericanos y los hispanos.” Queda claro que primero se recomponen los sectores de mayores ingresos y entre estos los propietarios de capital concentrado, cuyos ingresos por la propiedad de los medios de producción se definen en mejoras de las ganancias y rentas, del suelo o en dinero. Entre otras cuestiones, un mecanismo de distribución del ingreso proviene del sistema de precios relativos, deteriorando la capacidad de compra de salarios e ingresos fijos, sin perjuicio de la afectación de aquellos empresarios asociados a la capacidad adquisitiva de los ingresos populares (salarios, jubilaciones, planes sociales). Sigue el titular de la FED: “Los desequilibrios de la oferta y la demanda relacionados con la pandemia han contribuido a notables aumentos de precios en algunas áreas. Los problemas de la cadena de suministro han dificultado que los productores satisfagan la fuerte demanda, especialmente de bienes. Los aumentos de los precios de la energía y las rentas también están impulsando la inflación al alza.” Según ese razonamiento, la demanda es mayor que la oferta y por ende suben los precios, aun cuando explicita que junto a la suba de precios de la “energía” hay que computar el incremento de las “rentas”. Completa Powell: “Como resultado, la inflación general está muy por encima de nuestra meta del 2 por ciento a largo plazo, con el índice de precios de los gastos de consumo personal hasta un 5 por ciento durante los 12 meses que terminaron en octubre.” Agrega que el problema puede prolongarse y sostiene: “…los factores que empujan la inflación al alza perdurarán hasta bien entrado el próximo año.” Resulta interesante escuchar al banquero federal de EEUU cuando suscita su pronóstico con base a los datos del presente y señala: “El reciente aumento de los casos de COVID-19 y la aparición de la variante Omicron plantean riesgos a la baja para el empleo y la actividad económica y una mayor incertidumbre para la inflación. Una mayor preocupación por el virus podría reducir la disposición de las personas a trabajar en persona, lo que ralentizaría el progreso en el mercado laboral e intensificaría las interrupciones de la cadena de suministro.” Si quedan dudas, a pensar que el problema inflacionario y la demora en la recuperación del empleo empobrece a los sectores más perjudicados por el orden económico social contemporáneo. Esta conclusión está explícitamente señalada en un reciente informe de la CEPAL y la OIT para la región latinoamericana y caribeña: “…la dinámica inflacionaria observada en los primeros seis meses del año podría tener un impacto negativo en la remuneración real de los trabajadores y, por lo tanto, en el consumo de los hogares.” La pandemia se manifestó como recesión en el 2020 y tuvo impactos regresivos con suba del desempleo y caída de los ingresos populares, con una región latinoamericana y caribeña especialmente afectado, lo que indujo a CEPAL a definir a la última década como pérdida en términos de combate a la pobreza. En la coyuntura del 2021 y el rebote diferenciado, en el lenguaje del FMI, se evidencia la regresividad de la región, que con 8% de la población mundial acumula más del 30% de contagios y muertes por el COVID, que pese a los anuncios no termina de retirarse. El problema es el capitalismo y las recetas sugeridas desde la FED, incluso la CEPAL y la OIT apuntan a una recomposición del mercado sobre la base de reformas estructurales que apuntan a mejorar las condiciones de producción y reproducción de la lógica de explotación y saqueo. Contrario a esas recetas, lo que se requiere es un rumbo a contramano de la ofensiva del capital por la renta, con base y sustento en la producción y reproducción de la vida, social y natural. Buenos Aires, 30 de noviembre de 2021

Renovación parlamentaria y horizontes políticos en Argentina

Concretada la elección legislativa de medio turno (2019-2023) pueden destacarse varias cuestiones para el análisis de la coyuntura en la Argentina. En primer lugar, hay que constatar que se consolidan dos coaliciones en la disputa del gobierno, ambas emergentes luego de la crisis política del 2001. Una liderada por el kirchnerismo, ahora en el gobierno bajo el lema Frente de Todos. La otra, encabezada por el macrismo bajo el lema Juntos por el Cambio. En una y otra coalición están contenidas fracciones de la tradición política hegemónica de la Argentina bajo gobiernos constitucionales: radicalismo y peronismo. El radicalismo oficial, la mayoría de esa histórica identidad está subordinada a la hegemonía macrista, del mismo modo que el peronismo oficial lo está respecto del kirchnerismo. Ambas coaliciones, la novedad del Siglo XXI, colectan el 70% de las opciones electorales. Para completar el cuadro de la representación electoral puede indicarse a la izquierda con un 6% en el orden nacional, y a la ultra derecha liberal con un 5%. Allí se concentran las principales opciones legislativas, a las que pueden sumarse expresiones provinciales con mayor o menor sintonía con las coaliciones hegemónicas. Puede pensarse en la ausencia de un proyecto que entusiasme a una mayoría social y que apunte a resolver la cotidianeidad que la “política” no resuelve, sea la inflación, los ingresos, el empleo, la seguridad, la salud o la educación entre muchas demandas sociales. Junto al resultado electoral se puede concluir que existe la necesidad de alumbrar un nuevo proyecto político popular por la emancipación social. Un segundo dato a considerar remite al ausentismo, más de 10 millones de empadronados que no se presentaron a votar, siendo el voto obligatorio. En condiciones de votar estaban 34,4 millones de personas y se presentaron a ejercer el derecho al voto unos 24,4 millones de personas. A los ausentes podría sumarse a los votaron en blanco o impugnados que suman más de 1,1 millón de personas. Entre ausentes, blancos e impugnados convive buena parte del rechazo a la representación política como solución a los problemas de la vida cotidiana. Las instituciones de la política no están resolviendo asuntos que se agravan con el paso de los gobiernos, entre ellos la pobreza, el desempleo y la creciente precariedad. Por eso afirmamos que existe un fuerte descontento y rechazo a las propuestas políticas que definen la mayoría de las opciones electorales, incluso, mucho se vota por la negativa. No se asiste a votar por desconformidad y se vota también “en contra” y no tanto adhiriendo al rumbo de la opción elegida. En este sentido, existe un debate sobre el contenido del voto, que no expresa necesariamente convergencia entre la identidad de las opciones electorales y el imaginario del votante. No todos los votantes de Juntos por el Cambio o por los ultra-liberales suponen identidad con postulados ideológicos a la derecha del arco político. Puede ocurrir lo mismo por izquierda o con la opción por el Frente de Todos para frenar a la derecha. Podemos pensar en identidades lábiles que permiten pensar en un espacio liberado para la construcción de una alternativa política que entusiasme a una mayoría suficiente para la disputa del gobierno y del poder. Pensamos en una propuesta que contenga la diversidad de la izquierda social, cultural, política, que anida por fuera de los partidos, parte de la cual opta por el “mal menor” u ocupa el espacio de los desconformes, críticos de la política en general. Más allá de cualquier consideración, la realidad de la elevada inflación y el condicionante del endeudamiento negociado con el FMI, pasa a ser la agenda del debate político. No todo salió como la oposición macrista imaginaba, pese a los 8 puntos de diferencia en el ámbito nacional, la falta de quorum propio del oficialismo en el Senado y el acercamiento en legisladores a la primera minoría del oficialismo en Diputados, por lo que la disputa por el 2023 está abierta. La negociación entre las coaliciones continuará, sobre la Justicia y los espacios en los poderes del Estado, con acuerdo macro sobre la negociación con el FMI, la que vendrá con ajuste y reformas estructurales, demandadas por el capital, los inversores internacionales y locales. El privilegio en la rentabilidad preside la lógica capitalista y lo que disputan es el gobierno del régimen del capital local. La realidad del ajuste seguirá promoviendo descontento, que necesita canalizarse con una propuesta alternativa para la transformación social. El interrogante no está tanto en el sistema político y su representación legislativa, sino en la capacidad de organización social y lucha para habilitar las demandas socioeconómicas, políticas y culturales de una sociedad que sufre las consecuencias de una cotidianeidad de precios elevados, de fuertes condicionantes por el endeudamiento y la inseguridad asociada al avance del delito controlado por mafias asociados al poder real. La respuesta a los problemas de la Argentina sigue estando en la capacidad soberana, auto-gestada desde los territorios, y una fuerte tradición de organización y lucha social, solidaria, que pueda instalar un imaginario en contra y más allá del individualismo, la ganancia y la acumulación privada. Será la propia sociedad la que genere un horizonte de expectativa esperanzada en el ámbito político local en tiempos de incertezas e incertidumbres civilizatorias por la expansión de la explotación y el saqueo de los bienes comunes con impactos desastrosos sobre las condiciones de vida social y natural. Bajo esas condiciones podrá emerger una propuesta en disposición de disputa también en el ámbito electoral para entusiasmar a nuevas generaciones en lucha por procesos transformadores que privilegien la satisfacción de necesidades sociales y respeto a la naturaleza. Buenos Aires, 15 de noviembre de 2021

¿Recuerdas cuando conmemorábamos el 7/11? A propósito de las elecciones en Nicaragua

Mientras repasaba informaciones relativas a las elecciones en Nicaragua, realizadas el 7/11/2021, recibí un mensaje con el interrogante del título. A 104 años de la revolución de octubre y de la expectativa esperanzada generada por décadas sobre la posibilidad del socialismo en el imaginario social mundial, el objetivo aparece desvanecido en la coyuntura. Lo cierto es que ya transcurrieron tres décadas de la desarticulación de la URSS y de la “bipolaridad” del sistema mundial, que definía al orden global entre las antípodas del “capitalismo y el socialismo” (aun cuando se discuta si lo existente en la Unión Soviética respondía al objetivo socialista), lo que explicaba un “tercer mundo” hoy inexistente. Buceando entre las razones que expliquen la ausencia de un masivo “imaginario” socialista, se puede consignar la gigantesca ofensiva del capital, el accionar deliberado de propaganda y acción ideológica lubricado con abundante financiamiento, junto a las acciones represivas, tanto militar como sancionatoria, de la iniciativa política y mediática del poder global, sumado a una inmensa manipulación. Claro que también deben registrarse las insuficiencias de las experiencias que se asumieron y asumen en la construcción de la nueva sociedad. Nicaragua en la coyuntura resulta interesante, por el consenso crítico del núcleo ampliado del poder global. El capital más concentrado, transnacionalizado, demanda la liberalización económica y reaccionarias reformas a favor de la propiedad privada de los medios de producción, evidenciado en el rechazo a la socialización de la salud o la suspensión de las patentes medicinales en tiempo de pandemia. No en vano, durante el 2020/21, pese a la recesión reciente y la recuperación (rebote económico) en curso, lo que se extendió fue la desigualdad, con ampliación de la riqueza concentrada y la extensión de la pobreza, la explotación y la destrucción de la vida social y natural. El capital demanda reformas contra los derechos de trabajadoras y trabajadores, en actividad o en retiro, todo en aras de recuperar rentabilidad, objetivo central del régimen capitalista. Los principales Estados Nacionales, subordinan su accionar a esa lógica del capital y por eso son impulsores de iniciativas políticas liberalizadoras a favor de capitales transnacionalizados de origen en sus territorios. Esa prédica la instalan en el ámbito mundial haciendo valer su peso específico en los organismos internacionales. Grandes capitales, principales Estados del orden mundial y organismos internacionales se constituyen en sujetos de la dominación. Sus iniciativas promueven una lógica de producción y reproducción que rechaza todo intento de transformación social, aun limitado al accionar de personas, grupos sociales o experiencias de países y regiones. Julián Assange resulta perseguido y privado de sus libertades por exponer las verdades del accionar impune de la dominación global, del mismo modo que se sancionan a países que intentan construir propios rumbos en las relaciones económico sociales, más allá de la dominación actual, evidente en Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero también en Irán, Rusia o China, con innumerables matices en lo que cada una de esas experiencias suponen. No hay lugar para experiencias que aparezcan a contramano de la lógica dominante. No se permiten acciones individuales, ni colectivas, y mucho menos de países, aun pequeños, que intenten propuestas o perspectivas diferenciadas. Así como la “guerra de la triple alianza” sometió al Paraguay (1864-70), el intento liberador de Granada fue ahogado en sangre (1983), por ser un proceso en español que podía difundirse en la región y bajo liderazgo contra el orden socioeconómico, el racismo y la discriminación. No podía ser permitido. Más cerca en el tiempo, ya en el Siglo XXI, no se podía permitir que avancen, pese a sus límites, la experiencia en Honduras, en Paraguay o en varios territorios sometidos a golpes, caso emblemático en Bolivia en 2019. El régimen del capital tiene una historia de expansión global sustentada en el poder económico, en la fuerza militar y en variadas formas de la manipulación de las ideas para la disputa de consensos sociales. No hay límites a ese accionar y a solo ejemplo puede citarse el accionar del imperio británico y la llamada “guerra del opio” para subordinar en su momento a China, que ahora sustenta la reivindicación contra esa histórica humillación. Ejemplos sobran en la América Latina y el Caribe, de conquista de las coronas, de España y Portugal, y las disputas por nuestros territorios y riquezas de ingleses, franceses, holandeses y de Europa en general, que intentaba consolidar su nuevo régimen capitalista con la dominación colonial. EEUU, como nueva potencia emergente del orden capitalista se construyó con anexiones, invasiones, caso del territorio mexicano a mediados del Siglo XIX, su papel en Cuba en el proceso de independencia de España a comienzos del Siglo XX, como en sucesivas invasiones a los territorios en la región, caso temprano en la Nicaragua de 1856. Es una historia de acción imperialista para extender las relaciones de explotación y saqueo. Por eso el genocida bloqueo sobre Cuba y las sanciones que se extienden sobre Venezuela y que se ampliarán en estos días sobre Nicaragua, pero también sobre todos aquellos que intenten camino propio, aun en el marco de la disputa por la gestión del orden capitalista. Es la lucha de clases, con polos matizados al interior del capital propiamente dicho, según sea la composición orgánica de los capitales, en una lucha feroz que se presenta como disputa por la dominación de las nuevas tecnologías; pero también expresada como lucha interestatal en sus facetas diversas, del orden productivo, comercial, financiero, asumidas como “guerras” en la geografía de la política. Son disputas que se juegan en el ámbito mundial, en foros y cumbres pobladas de lenguaje diplomático, en donde subyace la defensa del objetivo por la ganancia y la explotación. Pero como es lucha de clases, la fragmentación emerge con mayor visibilidad entre los sectores subalternos, explotados, marginados o humillados. Bajo esa fragmentación aparecen las especificidades nacionales de procesos políticos, sociales y culturales que limitan la posibilidad de construir una convergencia de acción política ideológica mundial en contra y más allá del régimen del capital. Volvamos al comienzo. La caída de la URSS y la ruptura de la bipolaridad mundial afectaron culturalmente el imaginario de un mundo alternativo al capitalismo, que recoja la tradición de lucha condensada en consignas que transitaron las experiencias de organización y lucha por un siglo y medio. Remito a aquellas convocatorias de “proletarios del mundo uníos” de 1848, a la del “otro mundo es posible” del 2001. La asignatura pendiente por el horizonte socialista o comunista es parte de una construcción diversa que se procesa en múltiples batallas, de masivas presencias de nuevas generaciones en la lucha política en contra de las miserias a que nos lleva el capitalismo. Buenos Aires, 8 de noviembre de 2021

La escuela austríaca y la apología del capitalismo

La escuela austríaca emerge hacia 1871, año del primer intento de gobierno obrero, con la Comuna de París, levantamiento y experiencia derrotada por la violencia de las armas con 30.000 muertos. Hacía pocos años, en 1867, se había publicado el Tomo I de El Capital, en donde se anticipaba que los expropiados (trabajadores o propietarios de su fuerza de trabajo) tenían derecho a expropiar a los expropiadores (capitalistas o propietarios de los medios de producción). El eje de esta monumental obra se concentra en las leyes del valor y del plusvalor, sustentadas desde la abstracción, núcleo central del método en Karl Marx (1818-1883). El pase a consideraciones concretas del funcionamiento del orden capitalista se conocerá con la publicación por Friedrich Engels (1820-1895) de los borradores de Marx del Tomo II, recién en 1885; y del Tomo III en 1894. El razonamiento completo de Marx sobre la dinámica del capitalismo se completa con la difusión de su obra hacia 1894. El fundador de la escuela austríaca es Karl Menger (1840-1921), junto con William Stanley Jevons (1835-1882) y León Walras (1834-1910), quienes generan una ruptura epistemológica con la escuela clásica inaugurada por Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823). Según John Maynard Keynes (1883-1946), es Marx quien denomina “clásica” a la escuela iniciada con la “investigación acerca de la riqueza de las naciones” en 1776, la primera sistematización de los estudios económicos y la formulación originaria de la ley del valor-trabajo. Hacia 1871 no solo está completa la exposición de la ley del valor, sino que por primera vez se sostiene cual es el origen del excedente económico, la plusvalía o plusvalor, fuente de la ganancia y sus formas concretas de manifestación en la renta o el beneficio empresario. Era la fundamentación acabada del socialismo como propuesta alternativa al capitalismo. Con esos antecedentes tiene lógica la respuesta “austríaca” y el origen de una nueva denominación a la corriente principal de la economía, ya no clásica, sino “neoclásica”. Los austríacos retoman la explicación del capitalismo, por eso “neo” y el argumento a derrotar es el socialismo en cabeza de Marx. El capitalismo ya está en su madurez y los estudios científicos, una vez sometidos a la crítica de Marx, mutan en “apología” del orden, de la propiedad privada y del libre cambio. Eso es la escuela neoclásica y la escuela austríaca, que sostendrá esos fundamentos con el tiempo, mediante los principales discípulos, caso de Eugen von Boehm-Bawerk (1851- 1914), cuya obra en polémica con Marx se publica en 1884, sustentando inconsistencias, cuya respuesta estaban en borrador hasta 1885 y 1894, con la publicación de los Tomos II y III de El Capital. Ludwig von Mises, (1881-1973) polemizó con Marx y en contra del socialismo en 1922, ya habiendo sucedido la revolución rusa y la primera experiencia por construir el socialismo vía planificación estatal. Friedrich Hayek (1899-1992), premio Nobel de economía en 1974 (otorgado por el Banco de Suecia) y cuya máxima obra es “Camino de la servidumbre” (1944) se concentra en la crítica a la planificación y en la defensa de la libertad de mercado, de precios y la propiedad privada. Señala Perry Anderson : “Comencemos con los orígenes de lo que se puede definir como neoliberalismo en tanto fenómeno distinto del mero liberalismo clásico, del siglo pasado. El neoliberalismo nació después de la Segunda Guerra Mundial, en una región de Europa y de América del Norte donde imperaba el capitalismo. Fue una reacción teórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de Bienestar. Su texto de origen es Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek, escrito en 1944. Se trata de un ataque apasionado contra cualquier limitación de los mecanismos del mercado por parte del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad, no solamente económica sino también política. El blanco inmediato de Hayek, en aquel momento, era el Partido Laborista inglés, en las vísperas de la elección general de 1945 en Inglaterra, que este partido finalmente ganaría. El mensaje de Hayek era drástico: “A pesar de sus buenas intenciones, la socialdemocracia moderada inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo alemán: a una servidumbre moderna”. Tres años después, en 1947, cuando las bases del Estado de Bienestar en la Europa de posguerra efectivamente se constituían, no sólo en Inglaterra sino también en otros países, Hayek convocó a quienes compartían su orientación ideológica a una reunión en la pequeña estación de Mont Pélerin, en Suiza. Entre los célebres participantes estaban no solamente adversarios firmes del Estado de Bienestar europeo, sino también enemigos férreos del New Deal norteamericano. En la selecta asistencia se encontraban, entre otros, Milton Friedman, Karl Popper, Lionel Robbins, Ludwig Von Mises, Walter Eukpen, Walter Lippman, Michael Polanyi y Salvador de Madariaga. Allí se fundó la Sociedad de Mont Pélerin, una suerte de franco masonería neoliberal, altamente dedicada y organizada, con reuniones internacionales cada dos años. Su propósito era combatir el keynesianismo y el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y libre de reglas, para el futuro. Las condiciones para este trabajo no eran del todo favorables, una vez que el capitalismo avanzado estaba entrando en una larga fase de auge sin precedentes su edad de oro , presentando el crecimiento más rápido de su historia durante las décadas de los ‘50 y ‘60. Por esta razón, no parecían muy verosímiles las advertencias neoliberales de los peligros que representaba cualquier regulación del mercado por parte del Estado. La polémica contra la regulación social, entre tanto, tuvo una repercusión mayor. Hayek y sus compañeros argumentaban que el nuevo “igualitarismo” de este período (ciertamente relativo), promovido por el Estado de Bienestar, destruía la libertad de los ciudadanos y la vitalidad de la competencia, de la cual dependía la prosperidad de todos. Desafiando el consenso oficial de la época ellos argumentaban que la desigualdad era un valor positivo en realidad imprescindible en sí mismo, que mucho precisaban las sociedades occidentales. Este mensaje permaneció en teoría por más o menos veinte años.” Una cita larga pero necesaria, ya que en la escuela austríaca está el origen de las políticas “neoliberales”, que varias veces sostuvimos que eran ni nuevas ni liberales. No nuevas porque se inspiran en la antigua tradición austríaca, contra el socialismo y la crítica de la economía política y no son “liberales” porque para funcionar necesitaron del terrorismo de Estado de las genocidas dictaduras del cono sur de América desde 1973. Si en 1947 eran sector en minoría dentro de la profesión económica, hegemonizada por el pensamiento de Keynes, para 1976 con el Nobel a Milton Friedman (1912-2006) se consolida su papel hegemónico como corriente principal sustentada hasta el presente, más allá de matices entre distintas vertientes de la tradición neoclásica. Con la escuela austriaca se abandona la teoría objetiva del valor, con el eje en el estudio de la producción y la circulación, para sustentar la teoría “subjetiva” del valor, con eje en el consumo y la distribución sobre la base del libre comercio, el individualismo y la defensa de la propiedad privada de los medios de producción. Los austríacos concentran la mirada en valor y precio, desde un enfoque a-histórico en los “bienes”, a contramano de la precisión de Marx en las “mercancías” y las formas del valor que desembocan en el “dinero” y por ende en la diferenciación entre valor de uso y de cambio, el doble carácter del trabajo materializado en la mercancía. Se trata de relaciones sociales históricas que no son asumidas desde la escuela neoclásica, claramente apologética del orden capitalista. Los austríacos remiten a la categoría de “escases”, por menos bienes que satisfacen necesidades sociales, por ende, son los bienes que tienen valor para esta corriente, sin considerar el papel del trabajo en el proceso de producción. Eso los lleva a pensar que no se pueden resolver todas las necesidades de la población y naturalizan la situación de escases y la imposibilidad de resolver la cuestión. Piensan en lo que existe, sin considerar la historia ni la posibilidad de producir los bienes necesarios para satisfacer crecientes necesidades históricas de la población. Desde esa tradición emergen hoy propuestas ultra liberales que disputan el sentido ante la extensión de la crisis. El derrumbe del este europeo y de la URSS, hace tres décadas, extendió la hegemonía ideológica del neoliberalismo y avanzó en un sentido común que niega la posibilidad de construir alternativa a los postulados de la corriente principal y del orden capitalista, cuyos sustentos son como señalamos apologéticos. Está en la sociedad construir nuevos sentidos en contra y más allá del capitalismo. Buenos Aires, 2 de noviembre de 2021

Recuperando pensadores para los debates actuales en el homenaje a Darcy Ribeiro

El pasado 26 de octubre se cumplieron 99 años del nacimiento del pensador brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997). En la ocasión se realizó un encuentro virtual de homenaje en el que fui invitado a participar. En mi presentación recuperé la memoria de un intelectual crítico argentino, contemporáneo del brasileño. Me refiero a Jaime Fuchs (1920-2021), que con 101 años nos acaba de dejar, con una extensa obra sobre la economía local y el capitalismo contemporáneo. La cuestión viene a cuento sobre la lectura de nuestra realidad a través del tiempo, en la región y en el mundo, especialmente considerando los desafíos a futuro. Ambos pensadores cavilaron desde el marxismo, cada uno desde las improntas militantes y especificidades de la historia de vida y de sus países. Respecto de Ribeiro recuperé dos grandes momentos, uno relativo a futuros esperanzadores vividos en tiempos de industrialización de los países en la región, proceso que se recorre (con matices) especialmente en el medio siglo entre 1930 y 1980; el otro, asociado a la ruptura de la bipolaridad del sistema mundial y la hegemonía liberalizadora en los 80/90 hasta hoy. Este, un tiempo de “derrota”, expresión utilizada por el antropólogo nacido en Minas Gerais, al considerar la destrucción operada sobre su actividad como funcionario universitario y del Estado del país hermano, luego del golpe de 1964 y durante 20 años de dictadura. Las esperanzas en el “desarrollo” fueron obturadas por los sucesivos golpes y el terrorismo de Estado, con secuelas que llegan a nuestros días de empobrecimiento social, mayor explotación de la fuerza de trabajo y saqueo de los bienes comunes en los países de América Latina y el Caribe, proveedores de insumos estratégicos al capital transnacional. Pese a las coincidencias de una inserción subordinada en la economía mundial, entre las preocupaciones del intelectual brasileño se encuentra la caracterización de los pueblos en la región. Ribeiro diferencia a los pueblos “trasplantados” entre los que destaca a la Argentina o Uruguay, respecto de los “testimonios”, caso de Bolivia, Ecuador o México entre otros, de los “nuevos” caso de Brasil y los “emergentes” con relación a Cuba y la expectativa en los 60 por el curso socialista de la revolución. La preocupación central del intelectual mineiro es la posibilidad de una crítica a la “civilización” contemporánea y a las “civilizaciones” en su interior, por caso América Latina y el Caribe. Se trata de un análisis situado en variados textos, especialmente entre 1968 y 1972, en el exilio por la región y la lectura de la realidad desde prácticas en Uruguay, Chile, Perú o Venezuela, ampliada en múltiples debates en variados países de la Patria Grande. El tema es la “civilización” resultante del orden capitalista y la impronta de las revoluciones tecnológicas en la estructura social, el proceso de desigualdad generado y un rescate muy especial de lo antiguo y lo nuevo en las poblaciones indígenas y los nuevos habitantes producto de las migraciones. El sentido apunta a los dilemas y confrontaciones entre el poder y las fuerzas insurgentes (en tiempos de bipolaridad mundial), tanto como a definir al Brasil, a los brasileños y el lugar de estos en la región y de ésta en el mundo. Resulta de interés la recuperación intelectual de aportes a la discusión sobre el continente y la dependencia, especialmente cuando asistimos a las incertidumbres del presente. Incógnita por el presente amenazado por la pandemia en aparente reflujo, pero con la amenaza del “cambio climático” y la destrucción inmanente, con futuro cercano y mediato incierto para la vida y la naturaleza. Del optimismo en el futuro promisorio de los 60/70 a los interrogantes actuales de horizontes pesimistas. ¿Hacia dónde se dirige la civilización contemporánea y que papel para América Latina y el Caribe? Nildo Ouriques convocó a la juventud a profundizar en el estudio de nuestras raíces, recordando que, en tiempo de dictaduras, los jóvenes recorrían los caminos de estudio y discusión del pensamiento clásico y la crítica, mientras que ahora en democracia esos textos aparecen lejanos y en su lugar, se reemplazan y privilegian modas efímeras y desechables. Luciana Ghiotto convocó a pensar la centralidad global de la relación entre el capital y el trabajo, para descreer de propuestas civilizatorias que siguen condenando la vida cotidiana a la mercantilización y la universalidad del régimen del capital. Me tocó recordar que en tiempos de Darcy Ribeiro, Rector de la reciente constituida Universidad de Brasilia, convocó a dictar clases al joven André Gunder Frank (1929-2005), quien tuvo entre sus alumnos a Theotonio dos Santos, a Vania Bambirra y a Rui Mauro Marini, todos animadores del surgimiento de la Teoría marxista de la dependencia, que animó los debates de esos años y los siguientes para sistematizar las expectativas de cambio y transformación social en la región. Vale la recuperación de pensadores universales, surgidos de la experiencia en la región para ayudar a sistematizar los nuevos problemas que se nos presentan en tiempos que demandan desafíos civilizatorios. Buenos Aires, 27 de octubre de 2021

El problema es el capitalismo y no el clima

Coinciden este fin de semana dos cónclaves mundiales que se concentran en el debate sobre el “calentamiento global”, la COP 26 en Glasgow, Escocia y el G20 en Roma, Italia. La preocupación común es el clima, en un marco de crisis económica evidente, con desigualdad social creciente, precios en alza preocupante y el deterioro ambiental derivado de la emisión de gases de efecto invernadero producido por la forma de producción contemporánea. El impacto sobre el ambiente es un problema acelerado desde tiempos de la revolución industrial (1750), agigantada luego de la segunda posguerra (1945) y de manera descontrolada en las últimas tres décadas (1990-2021). La forma capitalista de producción conlleva estos resultados. Un resumido y didáctico análisis nos presenta Michael Roberts en su blog , graficando las estadísticas de las responsabilidades en la emisión de CO2, con China a la cabeza en la actualidad y EEUU lejos, en el acumulado histórico del desarrollo capitalista. Señala el autor británico que China “es el mayor emisor de CO2 del mundo” desde su lugar de país con mayor población en el planeta y fabricante exportador del mundo. Agrega que “las emisiones acumuladas en la atmósfera en los últimos 100 años provienen de los ricos anteriormente industrializados y ahora consumidores de energía del Norte”. Destaca que EEUU es responsable de acumular la emisión “del “20% del total mundial. China ocupa un segundo lugar relativamente distante, con un 11%, seguida de Rusia (7%), Brasil (5%) e Indonesia (4%).” En esa estadística aparece Argentina en el 14° lugar. El tema es importante y en el blog del FMI se puede leer un análisis relativo al tema y américa Latina y el Caribe. En el texto señalan que “Las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) de la región concuerdan con su tamaño económico y población, alrededor del 8 por ciento del total mundial. Pero la composición de las emisiones en ALC es muy diferente que la de otras regiones.” Se enfatiza a continuación que “El sector energético contribuye mucho menos a las emisiones totales en ALC (43 por ciento) en comparación con la media mundial (74 por ciento). La agricultura, en cambio, contribuye 25 por ciento, frente a una media mundial de 13 por ciento. El uso de la tierra, el cambio del uso de la tierra y la silvicultura (UTCUTS) contribuyen 19 por ciento, mucho más que la media mundial apenas superior a 1 por ciento.” Ultima oportunidad Pueden utilizarse otras fuentes informativas y queda claro que no se puede ocultar la catástrofe que amenaza a la humanidad, y los Estados nacionales y sus articulaciones globales transitan de cumbres en cumbres para definir compromisos que no cumplen. El resultado es alarmante al punto que el Secretario General de Naciones Unidas sostiene que “Si no se actúa con determinación, nos estamos jugando nuestra última oportunidad, literalmente, de cambiar el rumbo de las cosas”. La alarma es un llamado de atención al orden productivo, sustentado en la explotación creciente de la fuerza de trabajo, con menos seguridad social, y en el recurrente y extendido saqueo de los bienes comunes en el orden global, estimulando un consumo en las élites que afecta las condiciones de vida del conjunto de la sociedad. No hay solución al “calentamiento global” si no se asumen medidas sobre ámbitos estratégicos de la producción mundial, caso de la energía, la agricultura, el transporte, los servicios públicos esenciales, la salud, la educación, tendientes a limitar y reducir la emisión de gases de efecto invernadero, algo que no puede quedar en manos del “mercado”, es decir de los inversores privados, las corporaciones transnacionales, en busca de ganancias y rentabilidad de sus capitales. El cometario apunta tanto hacia el poder de las transnacionales petroleras y gasíferas, de la alimentación y la biotecnología, entre muchas otras, como a la discusión sobre las políticas de los Estados nación y los organismos mundiales relativos al para qué, cómo y cuanta energía y producción, orientada a que necesidades satisfacer. Son comentarios extensivos hacia la alimentación y, por ende, más pensamiento y acción en satisfacer demandas sociales y derechos a la alimentación y a la energía que estimular mercados, precisamente en un momento donde el alza de precios se concentra en ambas producciones estratégicas para la reproducción de la cotidianeidad social y natural. La solución provendrá más de las luchas y resistencias populares, especialmente de formas alternativas de producción y reproducción socioeconómica que, de decisiones públicas de los Estados Capitalistas, en cumbres como las del G20 en donde se proponen discutir sobre las desigualdades y el aceleramiento de la recuperación económica. Ambas cuestiones son resultado de la forma capitalista de organización de la sociedad. Es lógico que el régimen del capital promueva el restablecimiento de la tasa de ganancia antes que la satisfacción de millones de empobrecidos en los pueblos del mundo. Eso es la desigualdad, producto del orden capitalista. Cambiar el modelo productivo y de desarrollo es la base para organizar un orden económico y social que remedie el daño ecológico y asegure la reproducción metabólica del planeta. Buenos Aires, 30 de octubre de 2021

Los controles y la eficacia en la economía

Ante la escalada de precios minoristas y a menos de un mes de las elecciones legislativas de medio término, el gobierno dispuso controles de precios por 90 días sobre un conjunto de casi 1500 productos. Se trata de una medida que se suma a otros controles o regulaciones sobre el mercado, tal el caso de las divisas y el mercado cambiario, el llamado “cepo”. Todas estas medidas de control económico habilitan un debate sobre aspectos de interés múltiples en la vida cotidiana. ¿A quién benefician o perjudican? Claro que existe mucha opinión interesada e ideológicamente fundada. Entre otros interrogantes se escucha la polémica sobre el alcance, la validez o viabilidad de los controles. Nosotros agregamos más interrogantes. ¿Es posible tranquilizar la economía como sostiene el ministro Martín Guzmán? ¿Pueden pensarse mecanismos para el logro de un economía eficiente, eficaz o sana? Son formas de razonar desde la duda y, admitamos, con visiones alternativas sobre propósitos y logros potenciales. Martín Guzmán alude habitualmente a la expresión “tranquilizar la economía”, y resulta interesante interrogarse al respecto, sobre el alcance y el sentido del dicho. Del mismo modo, es de utilidad pensar sobre la posibilidad de una “economía eficaz, eficiente o sana”. Más aún, en ese marco, pensar el papel de los controles gubernamentales, su efectividad y potencial alcance. Todos interrogantes y posibles respuestas que requieren ciertas consideraciones previas. En principio, debe considerarse la contradicción de intereses en el orden económico, entre vendedores y compradores, entre productores e intermediarios, entre trabajadores/as y empresarios/as. La suba de precios o inflación no perjudica a todos por igual. Es más, existen beneficiarios con la suba de precios, sean alimentos, la energía o las divisas, especialmente el dólar. Los informes de organismos internacionales especializados llaman la atención la suba de alimentos y energía, que en la base suponen la recuperación de la rentabilidad perdida de las corporaciones trasnacionales en la recesión del 2020. Tranquilizar la economía supone “estabilizar” el orden económico, pero tras cartón viene el interrogante: ¿en favor de quién? No todos aceptan los controles de precios, y ya vemos como ciertos empresarios, dirigentes empresarios, anuncian posibles desabastecimientos ante la voluntad de “congelamiento”, lo que lleva a “intranquilizar a la economía”, a contramano de los dichos del funcionario gubernamental. Tranquilizar o estabilizar supone alejar el conflicto, a contramano de intereses que son por definición contrapuestos. Estabilizar la relación entre el capital y el trabajo supone cristalizar la distribución del ingreso en función de la propiedad de los medios de producción. El INDEC destaca información relativa a la pérdida de los ingresos salariales respecto de los de los propietarios/as de medios de producción. El desabastecimiento constituye una dificultad para los consumidores, quitando eficacia y eficiencia a la producción y circulación económica, retroalimentando una lógica recesiva, no justificada ante el rebote económico y la capacidad ociosa existente en el ámbito fabril. Eficacia o eficiencia económica Para muchos, el tema se juega en el crecimiento económico, la libertad de mercado o la seguridad jurídica de los inversores, pero pueden hacerse lecturas alternativas, que coloquen en el centro otros parámetros para medir la eficiencia o eficacia del orden económico. Puede pensarse de modo diferente, por ejemplo, en: a) satisfacer la necesidad básica del conjunto de la población; b) expandir las actividades económicas para incluir a toda la población en un proceso de reproducción de la vida y en armonía con la naturaleza, c) estimular una inserción virtuosa del país con la región y con el mundo. Si observamos con atención, para el primer punto se debe concentrar el accionar de la política económica, sobre la base de un inmenso consenso social, en eliminar el 45% de pobreza, que se eleva al 60% entre los menores y en algunas zonas rebasa el 70%. Todos los recursos disponibles para elevar condiciones de vida desde los sectores sociales más empobrecidos. Para el segundo aspecto se debe planificar la promoción de políticas activas para resolver empleo y medios de producción suficientes, lo que supone redistribuir adecuadamente recursos públicos, no solo dinero, sino también herramientas, máquinas, tierras, infraestructura, en la promoción de ciertas iniciativas orientadas para ese fin. Reorientar recursos supone decir cuales no se afrontarán, caso de los pagos de la deuda pública, especialmente con el FMI, por ejemplo. De nuevo, se necesita gran consenso de la sociedad. Respecto de lo tercero, el problema es en qué mundo se quiere vivir y, por ende, que relaciones económicas privilegiar, si con inversores interesados en potenciar la apropiación de excedentes, caso de la explotación de bienes comunes (gas y petróleo, litio, complejo sojero, etc.), u orientar una producción global que confronte con el modelo productivo y de desarrollo que nos trajo la crisis del cambio climático, saqueo de bienes comunes mediante. Articular regionalmente la satisfacción de las necesidades básicas debiera ser el mecanismo de la integración a promover. Como vemos, no es sencillo “tranquilizar” a la economía, ni fácil definir qué se puede considerar eficaz, eficiente o sano en el proceso económico, contradictorio por definición. Lo que importa es definir qué problemas se pretenden resolver y con ello, más allá de cualquier disposición gubernamental, considerar o construir los consensos sociales, políticos y culturales necesarios para hacer realidad los objetivos a resolver. Buenos Aires, 23 de octubre de 2021

La inflación expresa el conflicto por la apropiación del excedente económico

El INDEC informó un nuevo salto en los precios al consumidor en septiembre 2021 del 3,5%, que medido de manera interanual alcanza al 52,5% y al 37% acumulado en los 9 meses del año, entre enero y septiembre. Siguiendo la ley del valor del Marx, los precios (en términos de valor) reponen la parte proporcional de capital constante (inversión en medios de producción) empleado y el resto lo constituye la renta, es decir, salarios y plusvalía (ganancias o rentas propiamente dicha). Por ello sostenemos, en primera instancia, que los precios constituyen un mecanismo de distribución de la renta entre asalariados/as y propietarios/as del capital. En segunda instancia, la disputa es entre apropiadores de plusvalía, o sea, entre capitalistas, quienes pujan por acrecentar la parte de plusvalía a apropiarse. Vale sostener que la plusvalía (pl) total se distribuye entre toda la clase propietaria de medios de producción en función de la composición orgánica (c/v), que es la relación entre capital constante y variable, o entre la inversión realizada en medios de producción (c) y en la contratación de fuerza de trabajo (v). Por eso es que capitales de menor composición orgánica transfieren plusvalor a los de mayor inversión en capital constante. La disputa es por el excedente, por la plusvalía, que se manifiesta en la disputa entre el capital y el trabajo, en donde para ampliar la plusvalía debe reducirse el salario o al revés, el salario se incrementa si se reduce la porción de plusvalía apropiada por el/la capitalista, o como señalamos, cuanta porción de plusvalía se apropia cada capitalista. Por eso señalamos a la inflación como un fenómeno que explicita la lucha por la apropiación de la renta (salarios más plusvalía) o del ingreso (salarios, ganancias o renta). Siempre insistimos que no cualquiera puede fijar precios, razón por la cual, el conflicto de intereses se manifiesta en quién está en condiciones o posibilidad de establecer precios en la economía. Quienes aluden a que el mercado establece los precios, esconde la puja de intereses contradictorios, entre el capital y el trabajo o entre los propios capitalistas entre sí. Los capitales pujan por porciones del mercado y uno de los aspectos de esa disputa es vía precios. Insistamos que en el precio está la puja por la apropiación de la renta, entre trabajadores/as perceptores/as de ingreso salarial, los propietarios/as de medios de producción y aquellos propietarios/as de recursos naturales o de dinero que perciben renta, del suelo o dineraria bajo la forma del interés. Se trata de una disputa múltiple, al interior de las empresas, de las ramas de la economía, y del conjunto del orden económico. Claro que más allá de lo esencial que venimos enunciando entre el capital y el trabajo, existe el accionar del Estado capitalista. El Estado y la inflación En efecto, también interviene el Estado en el orden económico, en tanto productor directo de bienes y servicios y muy especialmente cuando ejerce su función de regulación, o de desregulación, de la economía. En uno u otro caso interviene. Además, interviene también el mercado mundial, favoreciendo o no los mecanismos de apertura de la economía, en donde las disputas locales se procesan globalmente. Por eso, la inflación tiene un componente de lucha local, que le otorga especificidad a la disputa por el excedente (plusvalía), pero también tiene un componente global, ya que el orden capitalista es mundial. El Estado nación participa en la disputa global de la plusvalía, en representación de distintas esferas que disputan la plusvalía global, del mismo modo que lo hacen al interior de cada país. El Estado regula las relaciones internacionales por intermedio de su política cambiaria y monetaria, tanto como el tipo de producción que promueve, si la de origen local, condicionada por el desarrollo de sus fuerzas productivas, o la promoción de una apertura, que puede resultar indiscriminada a favor de la producción externa, más competitiva en términos de productividad o desarrollo tecnológico incorporado. La inflación es un problema local, con especificidades del conflicto y la contradictoria lucha de sujetos intervinientes en el proceso económico, entre el capital y el trabajo, entre capitalistas, con mayor o menor intervención estatal. Pero esa dinámica escala regional y globalmente de manera creciente al fenómeno de la internacionalización de la producción y el comercio, junto a la transnacionalización del capital, en donde se juega la hegemonía del capitalismo contemporáneo. Es un tema de interés el ámbito mundial, cuando el informe del FMI, recientemente difundido alerta sobre el crecimiento de los precios, especialmente de los alimentos y la energía. Detrás de estos incrementos están las empresas transnacionales de la alimentación, la biotecnología y del petróleo, responsables, entre otros aspectos, de la crisis alimentaria y de la energética, ambas asociadas a un modelo productivo que provoca los gases de efecto invernadero y por ende la dinámica que hoy preocupa bajo la denominación de cambio climático. La cuestión está vinculada al rebote económico luego de la recesión del 2020, atravesada por la pandemia. Estos precios globales acrecentados están asociados a la búsqueda de recomponer con rapidez la pérdida de rentabilidad durante la recesión. No tiene que sorprender que al mismo tiempo que hay rebote económico, medido en términos de crecimiento del PBI de los países, no hay recomposición proporcional de ingresos entre salarios y réditos (ganancias comerciales o industriales y rentas del suelo o en dinero), como tampoco del empleo. La norma es la expansión de la desigualdad, con mayor concentración del ingreso y la riqueza y por ende la inclusión de nuevas camadas de pobres e indigentes, en tiempos en donde el combate a la pobreza aparece como objetivo civilizatorio. Para pensar el tema, el único país que muestra indicadores de fin de la pobreza extrema, medidos en términos de ingresos, es China. Resulta de interés entonces pensar polémicamente el tema inflacionario y descubrir que por detrás de los precios está la puja por el poder, global y local. Inflación y lucha de clases ¿Quién maneja los precios internacionales de los alimentos y de la energía en tiempos de problemas alimentarios y energéticos? Tal como señalamos son producciones asociadas a la reproducción de la vida cotidiana y que afectan a la naturaleza en términos de “cambio climático”. ¿Qué papel asumen los Estados nacionales y las propias sociedades ante un fenómeno social como la producción y los precios? Dejarlo en manos del mercado es ceder la decisión a los que tienen poder para incrementar precios, favoreciendo la ley de la selva. Resolver el problema inflacionario supone una cuestión de poder, de correlación de fuerzas, para determinar el contenido y el rumbo de la producción y circulación de bienes y servicios, en el orden local y global. La Argentina modificó su “modelo productivo y de desarrollo” entre 1975/76, definiendo una forma de inserción en la economía mundial, diferente del previo en tiempos de industrialización sustitutiva de importaciones, modificando también el bloque de dominación preexistente. Esas modificaciones en el orden económico y en la dominación promueven el desorden que refleja la evolución de los precios, manifestación de la lucha de clases en el país. Vale mencionar la fecha conmemorativa del día (17/10/1945), recuperando la movilización que da surgimiento al “peronismo”, generó la condición de posibilidad para modificar la correlación de fuerzas sociopolíticas a favor de derechos de las y los trabajadores y trabajadoras, que desde 1955 se intenta revertir. Bajo nuevas condiciones históricas, locales y globales, se necesitan recrear condiciones de posibilidad para intervenir en la disputa por el excedente a favor de quienes lo producen y en contra de su apropiación privada. Buenos Aires, 17 de octubre de 2021

Incertidumbre en la economía mundial

Resulta preocupante confirmar la información provista en la actualización de las perspectivas económicas para el 2021 que presenta en su reunión anual de octubre el FMI. La tendencia descripta para octubre es menos optimista que la medición anterior en julio 2021 y se verifican las divergencias entre los países más avanzados del capitalismo mundial y el resto, especialmente los más empobrecidos. El problema es la continuidad de la pandemia y la inequitativa distribución de las vacunas entre la población mundial. Por eso, comentando el informe, la Consejera Económica y Directora del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional , destaca que: “La peligrosa divergencia de las perspectivas económicas de los países sigue siendo uno de los principales motivos de preocupación. Se prevé que el producto agregado del grupo de economías avanzadas recupere la trayectoria de la tendencia previa a la pandemia en 2022 y la supere en un 0,9% en 2024. En cambio, se espera que el producto agregado del grupo de economías de mercados emergentes y en desarrollo (excluida China) se mantenga en 2024 un 5,5% por debajo de las previsiones pre pandémicas, lo cual provocaría un fuerte retroceso de los logros en la mejora del nivel de vida.” No debe sorprender el abismo agigantado entre los países de mayor desarrollo relativo y el resto, incluso, siendo un fenómeno que se traslada al interior de los propios países, ya que en los países más empobrecidos existe una cúpula de poder que repite la inequidad en la distribución del ingreso y de la apropiación concentrada del patrimonio y la renta. Es la regla del orden capitalista que reproduce localmente la dinámica que devuelve el Informe del FMI. Agrega la economista del FMI: “Mientras que casi el 60% de la población de las economías avanzadas ya está completamente vacunada, e incluso se están administrando dosis de refuerzo, aproximadamente el 96% de la población de los países de bajo ingreso sigue sin vacunar.” Por eso y hablando de la concentración económica entre las transnacionales farmacéuticas, sus ganancias y procesos de valorización, al tiempo que discute las “soluciones” actuales de la crisis económica y sanitaria, Pasqualina Curcio señala: “La verdadera solución a la pandemia no pasa por gotear caridad, sino por intervenir sobre la causa de la desigualdad en el acceso a las vacunas, nos referimos a eliminar el monopolio del complejo médico farmacéutico lo que, a su vez, pasa por levantar uno de los mecanismos más inhumanos que inventó el capitalismo para legalizar y legitimar la mayor concentración de capitales y con ésta dichos monopolios/poderes privados: los derechos de propiedad intelectual y las patentes.” En la apropiación privada del excedente económico es que debe mirarse la situación de inequidad de la economía mundial actual y no tanto en el volumen de recuperación del PBI, ya que aun creciendo al 5,9%, como indica el FMI, más que la caída del -3,1% del 2020, ese mayor volumen de producción no solo no mejora, sino que empeora las condiciones de vida de la población mundial. Además, al tiempo que se posterga la recuperación global para el futuro, de manera muy especial se llama la atención sobre el “cambio climático”, como si este no tuviera nada que ver con el orden económico social capitalista. La explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes son la causa del empobrecimiento de buena parte de la sociedad y del efecto invernadero que destruye el hábitat. Difícil leer conclusiones similares en los organismos internacionales o en las consideraciones que llevan adelante los gobiernos de los principales países del orden capitalista. En ese sentido se puede asumir el conjunto de problemas que identifica el FMI en el marco de la crisis económica y sanitaria, concentrados en: a) problemas del desempleo, b) el cambio climático, c) la inflación y con ella la inseguridad alimentaria, d) el crecimiento de la deuda y e) problemas de educación de la población. ¿Cómo encarar esos problemas sin confrontar con las causas esenciales derivadas de la explotación y el saqueo? Imposible responder desde la lógica del régimen del capital, que continúa apuntando a reaccionarias reformas laborales, previsionales y tributarias. Incluso de aquellos que imaginan que se pueden construir “reformas progresivas”, del estilo restrictivos a la evasión y elusión fiscal, a la economía especulativa y múltiples formas que asume la valorización asociada al delito económico. Hace medio siglo, James Tobin proponía un mínimo impuesto para gravar la compra venta de divisas y frenar la especulación. La idea la asumió una red global de lucha contra la globalización capitalista, ATTAC y el mismo nobel de Economía rechazó que su idea sea asumida por un movimiento popular global. La “tax Tobin” nunca se aplicó, como tampoco las resoluciones del G20 de noviembre del 2008 cuando proponía desarmar los paraísos fiscales, que hoy no solo se extienden en pequeñas islas estados, sino que son propagados in extenso en Dakota del Sur, en Delaware, Florida, Nevada o Texas. Son forma extendida de expansión de la renta, forma transfigurada del plusvalor para sustentar la acumulación capitalista. Algo similar podríamos decir de las propuestas para establecer tributos globales a las grandes transnacionales, sin perjuicio del control de gestión sobre el destino de esa eventual recaudación. Hoy 12 de octubre, recuperando el repudio al genocidio gestado con la conquista, debemos afirmar que, si el problema devino de la inclusión de la región en el orden económico emergente hacia 1492, inspirado en la mercantilización y la explotación. A más de quinientos años, las soluciones no pueden provenir de reiterar el mecanismo de la explotación y el saqueo, ni de morigerarlo, contenerlo o reformarlo. Lo que se necesita es otro orden económico y social, construyendo las transiciones necesarias para hacer realidad la continuidad de la vida social y natural. Buenos Aires, 12 de octubre de 2021

Especulación y globalización financiera del capital

No sorprende la nueva denuncia de investigación periodística sobre la evasión, el lavado de dinero y el delito financiero explicitado en “paraísos fiscales” . Estos paraísos fueron mencionados en cuantiosos documentos a propósito de “soluciones” nunca implementadas en las crisis 2008. En los documentos de los organismos internacionales, especialmente del G20, a la cabeza de los reclamos aparecía la necesidad de limitar y controlar los paraísos fiscales, en tanto espacios visibles de la especulación financiera mundial. Solo fueron palabras, sin ninguna posibilidad de hacerse efectivas, ya que la libre circulación internacional de capitales y el resguardo de la fiscalidad estatal es parte esencial de la lógica mundial del capital desde hace medio siglo. En rigor, responde a la lógica de la liberalización y la libre circulación y movilización de los capitales internacionales. Más aún como mecanismo de escape a las tendencias recurrentes de la crisis mundial capitalista. Una crisis que se manifiesta en las dificultades para la valorización productiva del capital y, por ende, lleva a la disputa por la apropiación de la renta generada socialmente mediante mecanismos especulativos, lo que explica la tendencia a la creciente desigualdad, tal como se explica en diversos medios, entre otros y recientemente por el Credit Suisse. Pero también y tal como señala la Directora Gerente del FMI, que junto a la suba de los ´precios de los alimentos y de la energía, destaca una expansión del 100% de la deuda, explicitada por los problemas de la pandemia y la recesión inducida . Queda claro que las transnacionales de la alimentación, de la biogenética, de la energía, especialmente las petroleras y el negocio bancario, entre otros, son los que inducen el mecanismo de apropiación privada del trabajo social, mediante la suba de los precios, la inflación, que retomó al escenario mundial, incrementando las inequidades del orden capitalista. Los paraísos fiscales constituyen ámbitos de concentración territorial de enjuagues contables de circulación mundial de dinero asociada al delito, la corrupción y el enriquecimiento concentrado en pocas manos, de quienes deciden en la sociedad capitalista contemporánea. Por eso es que aparecen políticos, empresarios y personalidades enriquecidas sobre la base de la expansión de negocios, donde lo legal y lo ilegal se conjugan para escamotear el fenómeno de la explotación y el saqueo de los bienes comunes a manos del poder concentrado del capital transnacional. Son visibles gobernantes, empresarios y personalidades de la cultura o del deporte, que eluden y evaden impuestos en los paraísos diseminados en todo el mundo, incluso en EEUU, caso del Estado de Delaware. La riqueza concentrada en el 1% más rico, que incluye a multimillonarios y a grandes corporaciones transnacionales, se escamotea con una pléyade numerosa, pero no masiva, de intermediarios que favorecen el “circo” de una élite enriquecida y que pueblan las investigaciones periodísticas. A no equivocarse, lo de fondo es el mecanismo de la explotación, disimulado con el escándalo de personajes de la farándula política, cultural o deportiva. La discusión es por personajes asociados a la corrupción, advenedizos de los Estados capitalistas y de una farándula espectacular, que omite los grandes negocios de la banca y de las trasnacionales que dominan la economía mundial, la producción y la circulación del capital global. En rigor, lo que indigna en el debate social es el origen de fondos, no solo evadidos al fisco, sino producto del delito, sea de la venta de armas o de drogas, de la trata de personas, o directamente del juego y la especulación financiera. Se trata del enjuague de una multiplicidad de operaciones por donde circula el plusvalor producto de la explotación. Por eso, de lo que no se habla es precisamente de la explotación de la fuerza de trabajo, que, a la luz de la distribución regresiva del ingreso, la apropiación disminuida de renta en salarios e ingresos populares para la mayoría de la población mundial, contrasta con la acumulación de ganancias, base del mecanismo de reproducción, vía inversión, de la lógica mundial del capital. La ocasión sirve para la denuncia de la inmoralidad del régimen de la propiedad privada de los medios de producción y la necesidad de avanzar en formas alternativas de organización de la producción y la circulación de bienes y servicios, sobre bases de cooperación y solidaridad, de derechos sociales y no de mercantilización y destrucción de la vida y la naturaleza. Buenos Aires, 5 de octubre de 2021

Ausencia de opciones alternativas

En estos días reflexioné sobre las recientes elecciones en Alemania y en Argentina . Un país líder en Europa y otro que retrocedió en su capacidad de influir regionalmente en las últimas décadas. Uno desarrollado que elegía nuevo gobierno, y otro dependiente en donde solo hubo una elección primaria. Pero, ¿porque me interesó la comparación y qué importancia tiene eso para la región latinoamericana y caribeña? Es que en ambos casos se puede considerar el desconcierto político entre las clases dominantes y entre los sectores subalternos. Desde la dominación del capitalismo se busca “estabilidad” política, en cada territorio y en el mundo, para asegurar la lógica de reproducción del orden socioeconómico. Es una estabilidad perdida desde la crisis del 2007/09, incluso antes, desde la complejidad del 2001 estadounidense. Se discute el rumbo de cada país y del mundo. La pugna se procesa entre una mayor liberalización de la economía, asumida por los sectores más conservadores y reaccionarios, y aquellos que buscan paliativos de reformas para contener el conflicto social, identificados como desarrollistas contemporáneos. En el plano teórico se identifican con variantes de la tradición liberal o keynesiana, remitiendo a diversas “tribus” con polémicas a su interior. Es algo que se ve ahora en la interna de los organismos internacionales. Los argumentos y debates sobre el rumbo es lo que se juega en Alemania o Argentina, y si se quiere en Europa o Latinoamérica y el Caribe, en un marco de creciente preocupación por temas globales como el relativo al “cambio climático”. Es la dinámica de las luchas electorales contemporáneas e incluso y más aún del conflicto social que transitan los pueblos del mundo en sus luchas por reivindicaciones democráticas y revolucionarias. Construir alternativa Uno de los problemas que pretendo suscitar es la escasa visibilidad de un proyecto estratégico alternativo a sustentar por los sectores subalternos, en contra y más allá del capitalismo. La preocupación es que la agenda “visible” tiene el límite de la reproducción capitalista y como mucho, solo puede existir espacio para la redistribución de una riqueza que acrecienta la destrucción del planeta. El orden capitalista se asienta en la creciente mercantilización de base monetaria, condenando a millones de personas a la marginalidad y la sobrevivencia en condiciones paupérrimas, por lo que resulta necesario instalar una agenda pública de debate político para consensos mayoritarios por la des-mercantilización y la solidaridad en la producción y reproducción de la vida. Las elecciones comentadas y otras recientes, incluso próximas, se limitan al debate sobre quien gobierna el capitalismo, sin poner en juego la posibilidad de un rumbo alternativo, transformador, revolucionario, con base en la defensa de la humanidad y la naturaleza. En juego está el orden social en su conjunto, las relaciones socioeconómicas y la posibilidad de pensar una reorganización de la producción y la circulación, es decir, todas las funciones del orden económico, incluidos el intercambio, la distribución y el consumo. ¿Qué producir y consumir? ¿Cómo intercambiar y distribuir? Son interrogantes esenciales de un debate poco instalado en la conciencia social mayoritaria de la sociedad contemporánea. La experiencia por el socialismo necesita ser estudiada y balanceada para considerar la potencia de una perspectiva no capitalista. Vuelvo a las elecciones alemanas y argentinas. En ambos se procesaron castigos a los gobiernos, aun cuando la prensa hegemónica valora altamente la gestión Merkel, gobernante por 16 años, algo que se critica para gobiernos de nuestro Sur con menos tiempo en el gobierno. Fueron socialdemócratas los que desplazaron a la coalición gobernante en Alemania como primera minoría, ahora en búsqueda de acuerdos políticos para gobernar. En Argentina fue la derecha la que se posiciona como primera minoría para inducir un ajuste que condiciona el FMI. No alcanza con los “castigos electorales” Los castigos electorales no suponen definición por rumbos alternativos al capitalismo. Ello implica una ausencia en el imaginario social que lleva por lo menos tres décadas, con el derrumbe de la bipolaridad global acaecida hacia los noventa del Siglo XX. Se trata de un tema grave por la amenaza contra la sociedad y la naturaleza del modelo productivo y de desarrollo capitalista. Los estudiosos del impacto ambiental miden los plazos de remediación en pocas décadas y la respuesta es sociopolítica, la que no puede quedar en manos de quienes solo ven un salto adelante vía liberalización, pero tampoco de quienes imaginan la ilusión de una morigeración pactada bajo la lógica de la valorización capitalista. En los pueblos está la posibilidad de gestar rupturas que habiliten un nuevo tiempo para la reproducción de la vida social y natural. Buenos Aires, 29 de septiembre de 2021

Los problemas globales en la agenda regional y mundial

En estos días se procesaron encuentros internacionales relevantes para el debate contemporáneo. Uno remite a la Asamblea General de Naciones Unidas, la ONU; y otra a la reunión de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños. Más allá del protocolo, la agenda de convocatoria y los debates, en ambos cónclaves se trataron los temas más urgentes de la sociedad contemporánea, tales como la emergencia sanitaria del Covid19 y el cambio climático, los que impactan regresivamente en la situación económico social de la población mundial, con más pobreza, desigualdad y concentración. En la inauguración de la Asamblea de la ONU, su titular señaló: “Estoy aquí para hacer sonar la alarma (…) Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado. O más dividido. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestra vida. La pandemia del COVID-19 ha sobredimensionado las flagrantes desigualdades. La crisis climática está golpeando el planeta.” Algo similar puede leerse en la Declaración final de la CELAC cuando se señala: “la Celac reitera el compromiso con la unidad e integración política, económica, social y cultural, y la decisión de continuar trabajando conjuntamente para hacer frente a la crisis sanitaria, social, económica y ambiental, ocasionada por la pandemia de Covid-19, el cambio climático, desastres naturales y la degradación de la biodiversidad del planeta, entre otros.” Queda claro que la preocupación central en el debate civilizatorio apunta a los desafíos derivados de problemas globales que son producto del modelo productivo y de desarrollo capitalista, con impactos regresivos sobre la sociedad y la naturaleza. Vale enfatizar que el discurso diplomático jamás menciona al capitalismo como causa y razón de la situación. Lo que se está afectando es la vida humana y el metabolismo natural del planeta, por lo que se demandan soluciones inmediatas, las que deben empezar por asumir la gravedad de la situación del orden actual capitalista, como consecuencia de la explotación de la fuerza laboral y el saqueo de bienes comunes que deben trascender el tiempo vital de la población actual y asegurar la reproducción de la vida social y natural en el planeta. No alcanza con palabras y declaraciones Son interesantes los discursos, que se precisan y especifican en las agencias especializadas de la ONU y en otros organismos internacionales, caso de la CEPAL para la región. El problema es que los discursos no resultan efectivos ante la realidad de la organización económico social cotidiana subordinada a la lógica del capital, con base en las ganancias privadas y la acumulación en desmedro de beneficios sociales. No alcanza con el lenguaje diplomático de los organismos internacionales, que necesita ser desafiado por una dinámica de cambio social y político en los ámbitos nacional, regional y global. Por eso resulta auspicioso el retorno de los cónclaves de la CELAC, ahora bajo presidencia pro tempore de México. Aun cuando Brasil está afuera del esfuerzo articulador del diálogo político que expresa la CELAC, es importante que se retome un debate sobre las formas del dialogo político y diplomático regional, reconociendo las desavenencias de fuerte tono que suponen objetivos contradictorios en su seno. Esas contradicciones se sintieron en los cruces verbales entre representantes de gobiernos aliados a la política exterior estadounidense, casos de Paraguay y Uruguay, con países que como Cuba o Venezuela denuncian, con amplia solidaridad internacional, las sanciones estadounidenses. El fenómeno también aparece en la Asamblea de la ONU, por caso, con Colombia confrontando con Venezuela. Son confrontaciones que definen los rumbos y desafíos para la economía y la política global, amenazadas por problemas globales que acumula el orden capitalista y que no resuelve un orden gestado hace 75 años y con hegemonía estadounidense. Una hegemonía que impuso a la OEA, como el ámbito privilegiado de las relaciones interamericanas, por lo que no podía contener a Cuba con su proyecto socialista desde 1961 y por eso la expulsión. Los cambios políticos del Siglo XXI en la región trajeron la novedad de una nueva integración y con ello emergieron distintos ámbitos para su concreción, destacando la CELAC, surgida hace una década. La CELAC es un proyecto en disputa por la representación diplomática y política con la OEA. La diferencia entre la primera y la segunda es la autonomía de una o la subordinación de la otra respecto de la dominación de EEUU. En la cumbre de la CELAC, el presidente López Obrador sugiere que el vínculo con EEUU surja de una previa articulación regional, lo que lo hace extensivo al conjunto de las relaciones internacionales de América Latina y el Caribe. Dijo en el discurso inaugural de la Celac: “La CELAC, en estos tiempos, puede convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías…” Es discutible la posibilidad de cooperación que se sugiere en la ONU y en la CELAC con las potencias que ocupan un lugar central en el orden mundial contemporáneo y no solo EEUU, lo que exige, si, la urgente articulación e integración regional para afrontar con un proyecto colectivo los problemas globales de nuestro tiempo. Varias intervenciones pusieron el acento en la capacidad de producción de vacunas en la región, a la cabeza Cuba, que, pese a las limitaciones de un bloqueo criminal, alienta investigación y producción propia. En otro plano, la cooperación tecnológica y financiera de varios países en la región permite en asociación con laboratorios extranjeros producir y distribuir vacunas patentadas afuera de la región. Un rumbo alternativo se procesa en la lucha por la suspensión de las patentes y la cooperación en la investigación y producción desde la región. No hay posibilidad de encarar una estrategia en la región contra los problemas globales si no se encara un proceso de integración no subordinada, que promueva cambios en contra del modelo productivo y de desarrollo del capitalismo, lo que requiere más que palabras. Resulta interesante verificar coincidencias en foros y cónclaves internacionales, pero lo que se demanda, más que palabras, son acciones para frenar la destrucción del medio ambiente y el recurrente deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población en la región y en el mundo. Buenos Aires, 21 de septiembre de 2021