Crisis en EEUU, algo más que la deuda

La crisis en EEUU sigue ocupando el centro de la atención en el debate económico. No es solo una cuestión de la deuda pública y la posibilidad de entrar en cesación de pagos en los próximos días, un tema que preocupa a los acreedores, internos y externos. Entre los primeros, los acreedores internos, lo que se espera es un fuerte ajuste, definido por el parlamento o de hecho por el poder ejecutivo. Entre los segundos, los acreedores externos existe una expectativa que EEUU privilegiará esos pagos para evitar un colapso global. En todo caso, resulta una incógnita el modus operandi de la potencia imperialista, y enfatizo el carácter imperialista de EEUU, porque su lógica es la de exportar sus problemas, o dicho de otro modo, resolver sus problemas a costa del conjunto de la sociedad mundial.
Eso es lo que le ha permitido la dominación del sistema mundial, desde el poder del dólar, las armas y las imágenes, base de su poder económico, militar y cultural. Los problemas manifiestos en la economía estadounidense, la crisis, pone en discusión su capacidad de dominación. El tema es serio desde donde se lo analice.
En la coyuntura, los datos dan negativos, por caso, para el segundo trimestre del 2011 el crecimiento fue del 1,3% contra un 1,8% pronosticado; siendo corregido el registro del primer trimestre, que se informa en crecimiento del 0,4% contra un 1,9% informado previamente. Estos primeros seis meses indican un leve crecimiento de la economía, algo inesperado hace poco tiempo. Incluso, el último trimestre del 2010 fue revisado a la baja, del 3,1% al 2,3%. (Cuadro 1)
Cuadro 1. Evolución trimestral del PBI de EEUU en %
Iº 09
IIº 09
IIIº 09
IVº 09
Iº 10
IIº 10
IIIº 10
IVº 10
Iº 11
Iº 11
-6,7
-0,7
1,7
3,8
3,9
3,8
2,5
2,3
0,4
1,3
 Fuente: http://www.bea.gov/iTable/iTable.cfm?ReqID=9&step=1 (consultado e 31/07/2011)

Además, los números deben corregirse hacia atrás, destacando una mayor gravedad de la situación que la conocida para el 2008 y 2009, cuando la crisis se hizo evidente. La caída del PBI fue del 0,3% para el 2008, cuando se habló de estancamiento (0%); de una baja del 3,5% en 2009 contra una reducción informada del 2,6%. (Cuadro 2)
Cuadro 2. Evolución anual PBI EEUU en %
2007
2008
2009
2010
1,9
-0,3
-3,5
3,0
                                               Fuente: www.bea.gov (consultado e 31/07/2011)
Eso explica que no alcanzó con las inyecciones de liquidez de Bush (700.000 millones de dólares) a fines del 2008, ni de Obama (800.000 millones de dólares) a comienzos de la gestión en 2009; o los ajustes de municipios y estados locales con impacto directo en el crecimiento del desempleo, que alcanza a más de 14 millones de estadounidenses, casi el 10%, sin contar la masa de indocumentados migrantes que no incluye la estadística.
En el plano estructural el tema es más serio, pues EEUU acumula un déficit comercial importante desde los años 70´, y un déficit fiscal alarmante desde la administración Bush y su decisión de militarizar la economía mundial. Son las invasiones en Afganistán e Irak, las incursiones en Pakistán; las amenazas de involucrarse en ese sentido en Irán, Corea del Norte, Libia, y claro, en todos los escenarios que sean necesarios, entre ellos, en nuestra región. Son bases militares y ejercicios de guerra que involucran cifras millonarias y explican el déficit en las cuentas públicas por casi 2 billones de dólares, que financia todo el mundo y es motivo de preocupación y debate en estas horas, ante la demanda del poder ejecutivo por ampliar la capacidad de endeudamiento, del 100 al 120%, es decir, de 14,3 billones de dólares a unos 18 billones de dólares.
Son problemas coyunturales y estructurales de la economía en EEUU, con impacto en la economía mundial, incluidos los países con niveles elevados de crecimiento. Se argumenta que junto a esa crisis, la economía de los países del sur presentan mejores indicadores de crecimiento, sin analizar que la situación China, por ejemplo, se asocia al boom de inversiones de origen de los países en crisis, sea EEUU, Europa o Japón; siendo similar la explicación de la atracción de capitales a otros “emergentes”, como India, Brasil o Sudáfrica; y es que precisamente emergente quiere decir que son visibilizados por el capital global como espacios adecuados para la inversión y la obtención de ganancias y valorizaciones que permitan la continuidad de la acumulación de capitales, cuyos excedentes se terminan repatriando a los países originarios.
Pero también, debe reconocerse que el crecimiento de los precios internacionales de las comodities, sean la soja, el trigo, los hidrocarburos, o el oro y otros minerales, están motivados en la crisis global, y su evolución está sujeta a imponderables que no puede resolver la política económica de países de escaso y relativo peso en la toma de decisiones mundiales.
Esa es la razón que nos permite señalar que cuando la crisis es de los más poderosos, sus costos los paga el conjunto de la sociedad mundial. Es algo a considerar entre nosotros, cuando vuelven a emerger problemas sociales de insatisfacción, caso de la vivienda en Jujuy, seguido de represión y muerte. No alcanza con un elevado stock nominal de reservas internacionales, mucho menos si están expuestas a las incertezas de la situación mundial, a la variabilidad de condiciones externas de funcionamiento económico.
Resulta imprescindible interrogarse sobre el destino de los excedentes económicos soberanos y la inserción internacional, puesto que la disyuntiva será apuntar a estabilizar problemas foráneos o del sistema mundial, o contribuir a generar otro orden, lo que supone definir reinserciones globales, reorientando la integración, con quienes y para que, con qué modelo de producción y circulación.
Son interrogantes y disyuntivas que no transitan la agenda de la integración existente y que debieran incluirse con urgencia. La disputa monetaria global es un hecho. Existen países que promueven la internacionalización de sus monedas. Es quizá el momento para discutir regionalmente la cuestión, haciendo imperiosa la urgencia de instalación del Banco del Sur como parte de una estrategia más amplia de aliento a una nueva arquitectura financiera desde nuestramérica. Un nuevo orden financiero y monetario en consonancia con la resolución de necesidades insatisfechas, de vivienda, alimentos, empleo, educación, salud, cultura u otras.
Recursos existen, el problema es la insistencia en un recorrido por el capitalismo, pese a la crisis, que a no dudarlo es sistémica y de la cual solo se sale con más ajuste y desigualdad, con miseria y explotación.

Coyuntura de crisis mundial y Argentina

Mientras el escenario político argentino privilegia el fenómeno eleccionario, en pleno proceso, la vida continúa y se manifiesta en la economía mundial como crisis, y conviene considerar que nuestro país no está al margen del mundo.
Una crisis que esta semana se concentró en los países más grandes, entre ellos EEUU, sin perjuicio de mantener en primera plana a algunos casos ya tradicionales del debate periodístico, tal el caso de Grecia.
En EEUU, la crisis asume carácter político, por el debate entre republicanos, mayoritarios en el Parlamento, y los demócratas, al frente del poder ejecutivo pero atrapados en la disputa congresal.
El tema es la capacidad de endeudamiento público de la potencia imperialista. Ya acumula 14 billones de dólares de deuda, el 100% del PBI y el máximo permitido por su legislación. Es una deuda motivada por un déficit fiscal crónico del 10%, 1,4 billones de dólares anuales, especialmente explicado por el gasto militar de las cuantiosas misiones guerreras del imperio, sea en Afganistán, Irak, la reactivación de la IVº flota, o las múltiples bases militares distribuidas por todo el mundo.
La discusión es bajar gasto y subir impuestos a los ricos, el combo que propone Obama. Los republicanos solo quieren bajar costos de la asistencia médica, a los jubilados especialmente.
Con ansiedad y contra reloj se demanda que el Parlamento apruebe un mayor endeudamiento que suba la proporción de deuda al 120% del PBI, otros 2,5 billones de dólares. Ese porcentaje es una cifra similar a la de Italia, que también fue noticia en estos días por agravamiento de la crisis.
En Grecia, la situación se complica y ya hace un año y medio que la realidad es de ajuste y resistencia, creciente por cierto, con renovadas e inimaginables unidades de organizaciones sociales y políticas que rechazan el ajuste.
Los bancos europeos, principales acreedores de la deuda griega empezaron a amortizar sus préstamos, anticipando una cesación de pagos, y los industriales europeos reclaman por un perdón de una parte de la deuda. Si se quiere seguir con los negocios, industriales o bancarios, hay que perdonar una parte de la deuda. Es increíble pero la consigna del perdón es similar a la sostenida históricamente desde la izquierda del no pago.
La deuda griega es del 150% del PBI y la sugerencia que recibe desde todo ángulo es reproducir la receta argentina, en el mismo momento que en el País vuelve el debate sobre el tipo de cambio.
En la inauguración de la 125 edición de la exposición de la Sociedad Rural, se defiende la liberalización de la economía y la promoción sin reparos de las exportaciones, al tiempo que se discute la llamada “enfermedad holandesa”, que alude a los problemas que se le presentan a un país cuando por razones diversas asienta su expansión en el beneficio del comercio internacional de alguna ventaja comparativa proveniente de sus recursos naturales, para el caso argentino, la concentración en la soja.
El problema alude al desplazamiento de otros productos, concentrando y especializando la producción, con efectos incluso culturales, al tiempo que se genera una avalancha de divisas por esas crecientes exportaciones, con impacto inflacionario y apreciación de la moneda local, algo que en la Argentina se compensa con política cambiaria, retenciones y acumulación de reservas y su contrapartida en deuda interna.
Son temas de mucho interés, porque el precio de la soja y de los alimentos está asociado a la crisis mundial y aunque aquí sea crecimiento y en el norte crisis, deuda y desempleo, la economía argentina está asociada al destino de la economía mundial y mejor sería que se tomaran las medidas adecuadas para pensar en cierta autonomía y desvinculación del epicentro de la crisis mundial.

Las modas de la lengua y los debates necesarios

Existe una moda que se extiende y deforma el debate de ideas. Remito a las designaciones de fenómenos que siendo globales se presentan focal, o singularmente. Así la crisis económica mexicana en 1994 terminó siendo el “efecto tequila”, la de Brasil en 1998 el “efecto samba” y nuestro 2001, el “efecto tango”, escamoteando que los tres eran parte de un proceso de crisis que incluyó la recesión estadounidense del 2001, la larga depresión japonesa de los 90´, la crisis europea asociada a la absorción del este socialista, y en definitiva, la crisis de la economía mundial explicitada desde el 2007/08 y que aún continúa. Algo parecido ocurre con la denominación singular de fenómenos naturales, como el huracán Katrina, el Michele, el Lili, u otros con nombres propios, desarticulados de una denominación asociada a la crisis ambiental, o más precisamente, a los efectos sobre el ambiente del modelo productivo y de desarrollo, es decir, del patrón productivo y de consumo generalizado en el ámbito mundial.
Es el caso de la designación de la “enfermedad holandesa”, algo que ocurre ante la existencia de un recurso natural que se privilegia en la producción de un país, constituido en ventaja comparativa, y termina desplazando otras producciones, que pierden competitividad relativa. El fenómeno se asocia al ingreso de recursos cuantiosos por esas exportaciones, que incide sobre la política monetaria, cambiaria y en definitiva sobre los precios, la inflación y la calidad de vida. Algo así como una ventaja que se constituye en desventaja, lo que podría ser un símil con aquellos teóricos que condenaban a los países ricos en recursos naturales y condiciones climáticas y ambientales favorable a la sempiterna vagancia, el ocio y el atraso. La conclusión por oposición es que resulta más adecuada una escasa dotación de ventajas, para promover el desarrollo esforzado de la creatividad transformadora del trabajo humano.
Ni tanto ni tan poco. No está escrito que una importante capacidad productiva derivada de la dotación de recursos naturales con aditamento de importante valor agregado agroindustrial (semillas, herbicidas, tecnología para siembra y cosecha) se convierta en una maldición, o si se quiere, en una bendición para pocos que usufructúan esa situación.
Así, las modas para designar fenómenos generan un debate que puede esconder la discusión de fondo, estructural, la relativa al modelo productivo, y que motiva muchas de nuestras reflexiones sobre la coyuntura de la Argentina y nuestramérica. En rigor, no solo se trata de la producción primaria en el campo, sino extensible a la mega minería a cielo abierto, o a la producción industrial destinada al mercado mundial.
La “enfermedad” en la Argentina 
Mucho se discute sobre la “enfermedad holandesa” y se buscan las similitudes para cada país especializado como productor de bienes primarios. Con relación a la Argentina la cuestión se asocia con la tendencia al crecimiento de la producción y exportación de soja, lo que supone aludir a dos recursos naturales que actúan como insumos, la tierra y el agua necesarias para la producción de la oleaginosa. Con cada tonelada de granos u oleaginosas se exportan nutrientes de la tierra y agua que afectan la capacidad de reproducción a futuro de la propia ventaja comparativa. Hay quienes dicen que para el caso de nuestra producción agraria se trata de una materia prima renovable, contario a lo que ocurre con el petróleo o el oro, entre otros productos no renovables. El error de esta concepción es no incluir la tierra o el agua, imprescindibles para el proceso productivo y uno de los problemas centrales de países que disputan la apropiación de esos recursos escasos.
El país está creciendo en buena parte con el aporte de la producción agraria, especialmente de la soja, contribuyendo la oleaginosa en más de la mitad de las cosechas record, superadas año tras año, tras una demanda mundial en expansión, donde los precios no terminan de crecer. Es un proceso simultáneo al flagelo del hambre en el mundo, que involucra según la FAO a 1.020 millones de personas hacia fines del 2009. La política económica en la Argentina intenta frenar el impacto de la “enfermedad” vía retenciones (derechos de exportación). Es un proceso que satisface el análisis de quienes discuten el fenómeno, tal como ocurrió en torno al conflicto por la Resolución 125 en el 2008. La discusión se concentraba en la apropiación de la renta, si en manos de los involucrados directamente en la producción y exportación, o si compartida por el Estado, sea cual sea el destino de esos recursos fiscales. Ni entonces ni ahora se polemiza sobre el modelo productivo, es decir, sobre el orden económico social que genera el cómo y el que de la producción en el campo. No es lo mismo producir agricultura para sustituir energía, que hacerlo para satisfacer necesidades alimentarias. Del mismo modo, no resulta idéntico producir para engordar animales en la perspectiva del cambio de la dieta alimentaria de algunas poblaciones, que hacerlo para satisfacer necesidades de consumo de alimentos de la población local o regional. Son alternativas que asume la organización de la producción en una sociedad o país.
Es por eso, que no se trata solo de discutir la “enfermedad holandesa”, como desgracia por la recepción de cuantiosas cantidades de divisas, sino de pensar en las formas que asume la producción alimentaria, especialmente en nuestro país, históricamente asociado a territorio con ventajas comparativas para la producción de alimentos. Alguna vez se pensó en el “granero del mundo”, concepción asociada al desarrollo de un extenso mercado interno, con capacidad de consumo de trabajadores y población del campo, especialmente de trabajadores rurales, pequeños productores y chacareros que exigían en primer lugar la distribución de la tierra para una producción extendida de la agricultura familiar, pequeña y mediana, en muchos casos organizada en cooperativas. La realidad de organización productiva contemporánea resulta diferente. No solo que el pequeño propietario privilegia la renta de su parcela, entregada en alquiler al mejor inversor local o global, si no que se destruye una cultura transmitida por generaciones de producción diversificada con efectos desastrosos en una perspectiva de “soberanía alimentaria”.
Discutir la competitividad
Para poder profundizar en la discusión por “competitividad”, es necesario que ampliemos el horizonte a la calidad competitiva de la economía local, es más, a la necesidad de analizar la utilidad del concepto. ¿Por qué? El asunto que la convertibilidad (91-01) desarticuló la competencia global de la producción local; y la devaluación con pesificación asimétrica (Duhalde y Remes Lenicov) logró la recuperación de una capacidad instalada industrial de tecnología no competitiva en el ámbito mundial, proceso favorecido con bajos salarios hasta el 2005/07, que convenios colectivos mediante, generaron nuevas rondas de disputa por el ingreso, que se proyectan al presente como conflictividad.
La realidad es que la Argentina tiene un sector productivo moderno, equiparable a las necesidades de competencia del capitalismo mundial, tanto en el agro como en la industria, y un sector atrasado tecnológicamente que solo puede funcionar con retroceso de los ingresos salariales o subsidios explícitos del Estado, que es una forma regresiva de distribución secundaria del ingreso. Es justo agregar, que ese sector moderno es principalmente extranjero, transnacional y que además de consolidar la dependencia tecnológica, económica y financiera es una causa permanente de salida de capitales. Solo para el primer trimestre del 2011, el INDEC destaca la remisión de utilidades al exterior por 1.700 millones de dólares, que sumados a los pagos de intereses suman 2.500 millones de dólares, el equivalente del ingreso de recursos por el comercio exterior.
Más que discutir las similitudes con otros procesos de concentración productivo en tal o cual proceso agrario o industrial, resulta imprescindible considerar, en un momento de crisis de la economía mundial, cuál es el lugar de nuestro país y nuestra región en la división internacional del trabajo. El mundo tal y como es hoy, con su demanda productiva incluida, puede cambiar sustancialmente ante un recrudecimiento de la crisis en EEUU, nada insólito si se consideran las dificultades políticas del gobierno Obama para resolver el financiamiento de su déficit fiscal. Es que una crisis en el norte desarrollado incidirá directamente en uno de nuestros principales compradores de soja: China.
Quienes consideran al mundo como una foto, deben intentar mirar más el proceso como si fuera un película, con un argumento que se despliega con varias incógnitas, entre ellas la capacidad de producción y de proveedor de bienes derivados de recursos naturales que tiene la Argentina. (Texto escrito para BAE)

El "modelo" y el empleo en Argentina, ¿un ejemplo?

El próximo martes 12 de Julio se realizará en Buenos Aires un encuentro entre los ministerios de trabajo de Argentina y Francia en el marco de los debates que genera el G20 bajo la presidencia francesa. Hace un mes se realizó en la capital argentina un seminario sobre los precios de las materas primas, para abundar en el debate del G20. Ahora el tema es el empleo y los ingresos de los trabajadores y aparentemente nuestro país quiere colocar como ejemplo lo realizado en la Argentina para enfrentar la crisis a escala mundial. La idea es colocar a la Argentina como ejemplo.
Debatiendo sobre el tema, un colega me acercó un pronunciamiento más que interesante de un economista del oficialismo que en el último tiempo aparece muy mencionado. Se trata de Axel Kicillof, funcionario de Aerolíneas Argentinas y mencionado para ocupar un lugar en el Directorio de Siderar. A fines del 2010, Kicillof señaló:
“El famoso “modelo” en su aspecto macroeconómico es, en lo fundamental, un cóctel de tipo de cambio alto y retenciones (…) lo fundamental es que el dólar caro generó una verdadera barrera de protección cambiaria que, sumada a los salarios deprimidos y a la capacidad ociosa existente, generaron un espacio de rentabilidad que dinamizó algunas producciones domésticas” (Axel Kicillof en Página 12, diciembre de 2010).
Lo que se dice es que en Argentina creció el empleo producto de la devaluación del peso, que siendo equivalente un peso a un dólar entre 1991 y 2001, a comienzos del 2002 se realizó una devaluación hasta llegar a los 4,14 pesos por dólar en la actualidad. Esa mayor cotización del dólar se constituyó en la “barrera de protección cambiaria, que sumada a los salarios deprimidos y a la capacidad ociosa existente, generaron un espacio de rentabilidad que dinamizó algunas producciones domésticas” tal como señala Kicillof.
La devaluación propició la protección de una parte importante del sector industrial, lo que explica el impacto en la generación de empleo. Entre 2002 y 2007 la tasa de empleo creció a niveles que no se registraban desde 1974, destacándose el sector industrial. Debe reconocerse que la protección sobre la industria es la disminución en dólares del costo salarial de un importante universo del sector industrial, que por sus pobres desempeños en materia tecnológica, compite contra productos importados con bajos salarios. Los sectores líderes del crecimiento industrial del periodo, automotriz y siderúrgico, no requieren de esa protección cambiaria, ni contribuyeron a la recuperación del empleo. Para el 2009, con mayor producción, el empleo en empresas automotrices era menor al registrado a mediados de los 90´. La explicación está en que se trata de una industria de enclave, con menor participación de producción de autopartes de la Argentina, tal como se evidencia en el conflicto de la empresa Paraná Metal de Villa Constitución, en la Provincia d Santa Fe.
El crecimiento del empleo en la Argentina está asociado a los sectores de baja productividad, que en la medida que se recuperaron los salarios, esos sectores comenzaron a estancarse. Por ello, el propio Ministerio de Economía señala que desde 2007[1] la industria dejó de ser el motor dinámico del crecimiento económico y la tasa de empleo se haya estancado.
Otro elemento del modelo destacado por Kicillof es la recaudación tributaria, especialmente las retenciones a las exportaciones. Las retenciones crecen con base al importante incremento de los precios de las materias primas, base principal de las exportaciones argentinas.
Esos ingresos compensan la gigantesca salida de capitales, por pago de intereses y capital de la deuda, como por remesas de utilidades al exterior de parte de las empresas extranjeras que dominan la economía en el país, según informa el propio INDEC en la Encuesta Nacional de Grandes Empresas, ENGE. Son recursos que favorecen el crecimiento de las Reservas Internacionales y contribuyen a sostener una política social compensatoria, similar a la que se aplica en casi todos los países de Sudamérica (Argentina destina el 0,20% del PBI para la AUH, contra un 0,33% de Bolivia para su Bono Juancito Pinto, un 0,39% de Colombia para su Familias en acción, o un 0,47% de Brasil para su Bolsa Familia).
La realidad del modelo argentino es la continuidad de la precariedad en el empleo de más de un tercio de los trabajadores y un ingreso salarial que solo compensa el crecimiento de precios en el sector de trabajadores formales, la minoría de la fuerza laboral en el país. El salario real actual apenas equipara los bajos ingresos del 2001 al momento de explosión de la crisis. La tasa de desempleo sigue siendo mayor que la que se presentaba a comienzos de los 90´ y todavía muy elevada respecto de las décadas anteriores, de los 80´ y 70´.
En definitiva, el modelo argentino no es ejemplo. Es común escuchar decir que Grecia debe seguir el ejemplo argentino, lo que supondría salirse de la Unión Europea y devaluar. A continuación debería esperar una suba gigantesca de  sus precios de exportación y ganar competitividad internacional a costa de los ingresos salariales de sus trabajadores. El mismo colega que me acercó la cita de Kicillof, me agregó que copiando Grecia a la Argentina, luego de salir del euro, devaluar su moneda, solo les quedaría rezar para que en el mercado mundial suban los precios de las aceitunas o del yogurt y así afrontar los enormes compromisos externos.
Argentina tiene que salir del G20 y discutir el modelo productivo y de desarrollo que sostiene cuantiosas ganancias para un núcleo concentrado de empresas, principalmente foráneas, y que mantiene a buena parte de los trabajadores bajo formas precarias de contratación.