El
endeudamiento público creció de manera alarmante durante el gobierno macrista
entre 2015 y 2019. Es un tema recurrente desde tiempos de la dictadura genocida
y en los noventa, momentos de fuerte crecimiento de la dependencia financiera
del país. El propio Macri acaba de reconocer el asunto cuando señala: “Yo les
decía, cuidado que yo conozco los mercados. Un día no te prestan más plata y
nos vamos a ir a la mierda. Ellos me decían ´no, seguí´”.[1]
¿Qué
pensar de estas declaraciones? ¿No era que Macri conducía el mejor equipo en
años? ¿Quién conducía, el Presidente o sus Ministros o funcionarios? Aunque
pretenda exculparse, el ex Presidente es el principal responsable de una
hipoteca que condiciona la política económica, no solo en el presente, sino por
muchos años. La deuda es un mecanismo económico de potenciación de los lazos de
la dependencia de la Argentina respecto de la hegemonía transnacional en curso
del sistema mundial capitalista. Es la hipoteca que favoreció en las últimas
décadas las privatizaciones del capital público y la tendencia a una mayor
extranjerización de la economía local.
Ahora
se discute la renegociación de la deuda con el FMI y con los acreedores
privados. Es un tema nacional que también involucra a las provincias. La
Provincia de Buenos Aires convocó a sus acreedores a renegociar vencimientos
por 250 millones de dólares, como anticipo de renovadas convocatorias que se
generalizaran desde el Estado nacional y los Estados provinciales. La cuestión
no solo preocupa en el país, sino que involucra a variados personajes e
instituciones de un sistema financiero y económico mundial con preocupante presente,
con temores de nuevos estallidos de la burbuja financiera. En este sentido
intervino Kristalina Giorgieva en su mensaje del 17 de enero pasado, recordando
las similitudes con la situación previa a la crisis de 1930.[2]
La
deuda pública es impagable, especialmente la asumida en moneda extranjera, y
aunque no se mencione la trágica palabra, la Argentina está virtualmente en
default (estado de cesación de pagos). No hay aun incumplimientos explícitos,
por eso no se habla de default y si de “re-perfilamiento”, pero lo concreto es
que no alcanzan las divisas que el país puede obtener para cancelar
vencimientos de deuda asumida en moneda extranjera.
Convengamos
que hay vencimientos en pesos y otros en divisas. Los primeros se podrían
resolver con emisión monetaria o incluso con esfuerzos fiscales de superávit, criterio
tan caro a los ajustadores de la corriente principal (liberales de distinta
calaña…) en materia económica. Los segundos solo se cancelan con “renovaciones
incrementadas del principal o los intereses”, difícil de lograr en la
coyuntura; utilizando recursos de reservas internacionales, los que no alcanzan
a satisfacer el monto total de las obligaciones aun cuando ya se aprobaron
utilizar más de 4.500 millones de dólares según la Ley de solidaridad…; o con
el superávit comercial, que está por debajo de las necesidades financieras para
cancelar deuda.
Consenso político para suspender y auditar
Se
trata de un tema complejo la cuestión de la deuda y qué hacer, lo que acumula
mucha letra y opinión en los medios de comunicación, que requiere de
consideraciones precisas para la toma de decisiones, que no afecten seriamente
las condiciones de vida de la mayoría de una población abrumada por la
inflación, la recesión y el deterioro por empobrecimiento de más de un tercio
de los habitantes de la Argentina.
Remitimos
a un tema político por excelencia que demanda decisiones que deben asumirse por
mayoría más allá de la institucionalidad expresada en los poderes del Estado. Lo
que se requiere son soluciones que supongan un consenso ampliado en la sociedad
para superar un asunto que se arrastra desde tiempos de la genocida dictadura
de 1976. No alcanza con la grieta que remite a “pagar o no pagar”, sino a
pensar en lo que se propone por un abanico de organizaciones sociales, políticas
y personalidades, desde hace mucho tiempo que apunta a “suspender pagos,
investigar o auditar, y luego decidir”.
Algunos
sostienen la utopía de las disposiciones en ese sentido, sin embargo, lo utópico
es creer que la deuda puede ser sostenible. Tampoco vale subordinarse a lógicas
de Estado o del partido en el gobierno. La decisión que se asuma trasciende la
identidad con el gobierno de turno. Pensar con autonomía puede ayudar a la toma
de decisiones y mejorar el vínculo del gobierno con la sociedad.
No
se trata solo de investigar-auditar la deuda, sino que se debe esclarecer
quienes son los acreedores y las condiciones de los contratos de la deuda, en
muchos de los cuales, y de manera creciente se cedió soberanía jurídica,
involucrando tribunales extranjeros que habilita el accionar de acreedores
especulativos, los llamados “buitres”, que compran a bajo precio y luego
pretenden hacerse del 100% de la deuda. Importan los acreedores porque entre
otros existen organismos nacionales, caso de títulos de la deuda en poder del
Fondo de Sustentabilidad que gestiona el ANSES, o el BCRA o entidades públicas
como el Banco de la Nación. También interesa sindicar a los responsables por
asumir tamaña hipoteca, para terminar con la impunidad desde la gestión pública
con recursos y compromisos que afectan al conjunto de la sociedad.
Las
decisiones que se asuman por la deuda de la Administración Central, que eso es
lo que se negocia por estas horas en EEUU, en cabeza del Ministro de Economía
Martín Guzmán, impactará sobre la diversidad de la deuda exigible por
acreedores a los Estados provinciales, e incluso al sector privado de la
economía. Los acreedores no solo son tenedores externos de los títulos de la deuda,
sino también residentes locales, entre ellos organismos de la importancia de los
mencionados ANSES, Banco Central de la República Argentina o BNA. Es un tema a
diferenciar y tener en cuenta a la hora de pensar los efectos de cualquiera de
las decisiones que se asuman.
Como
señalamos, un problema acrecentado en estos años es la cesión de soberanía
jurídica, algo que se arrastra desde tiempos de la dictadura genocida. La
propia ley de “sostenibilidad de la deuda externa”, en tratamiento
parlamentario por estas horas, replica la fórmula favorable a la jurisdicción
extranjera. Queda claro que el tratamiento sobre el que hacer con la deuda
supone diferenciar jurisdicción local de la externa.
FMI
Un
tema delicado lo constituye la relación con el FMI. La Argentina asumió vínculo
con el organismo desde 1957 y ahora ostenta el mayor crédito otorgado en la
historia del Fondo. El debate con el FMI es preocupante a partir de las mayores
cancelaciones que ocurrirán desde 2021, pero supone definiciones políticas que
trascienden lo local y que tienen que ser consideradas como parte del debate de
inserción internacional del país.
En
rigor, existe un debate mundial sobre el FMI y la propia arquitectura
financiera del sistema mundial, muy animado en años recientes en debates
sustanciados en la UNASUR, la CELAC y con vistas a crear un Banco del Sur,
incluso canalizando recursos de reservas internacionales de los países
integrantes de esos proyectos para estimular desarrollos productivos alternativos.
Discutir
con el FMI supone ampliar la discusión al conjunto del entramado financiero del
orden mundial, incluyendo al Banco Mundial, al BID, la CAF y otros ámbitos con los
que la Argentina mantiene acuerdos de préstamos, con los que nunca se estuvo en
default. El debate trasciende la relación entre deudor y acreedor, para
discutir más de fondo los porqués del préstamo, para descubrir las razones
políticas de una operación a sabiendas imposible de sustentarse económicamente y
por ende “odiosa”.
Muchos
afirman que el carácter odioso de una deuda remite a gobiernos de facto, no
constitucionales, por lo que niegan la calificación odiosa a la deuda actual.
Es odiosa cuando no sirve a los intereses del país y tanto acreedor como deudor
son conscientes de la incapacidad de devolución del préstamo. Tanto el FMI, con
el poder estadounidense atrás de la decisión eran conscientes que se trataba de
un apoyo político a un gobierno que sostenía la política exterior de injerencia
en la región, especialmente orientada hacia Venezuela y la disposición sobre sus
reservas de petróleo.
Hace
falta una campaña nacional e internacional para explicar el carácter odioso de
la deuda argentina con el FMI y en ese marco discutir la legalidad e ilegalidad
del conjunto de la deuda que avalaba el sí del FMI. No es una tarea solo del
gobierno o de las instituciones del poder del Estado, más allá de la mención de
la Constitución Nacional a que el tema de la deuda lo debe “arreglar” el poder
legislativo. Es una tarea del conjunto social y que requiere de un gran debate
más allá de las fronteras nacionales.
Argentina
tiene historia con relación al FMI y a la deuda pública y externa, a la
cesación de pagos y a las renegociaciones, por lo que el debate debe ser
ampliado al conjunto de la sociedad. Es una cuestión de poder que trasciende
las cuentas públicas. Es una cuestión de soberanía que puede ayudar al debate
mundial sobre el orden vigente ante las expectativas de asistencia a un nuevo
tiempo de estallido de la burbuja con las secuelas sociales que ello genera.
Por
eso, en lo concreto tiene sentido la campaña por la suspensión de los pagos e
investigación de la deuda con participación popular. La profundidad del tema
deuda amerita se amplíe la discusión y se involucre a la mayor cantidad de
personas, del país y del exterior. La movilización social masiva en Mendoza
discutió hace poco desde el interés popular al poder institucional, evidenciado
la importancia del poder constituyente cuando asume características. En materia
de endeudamiento y por la gravedad del tema, resulta imprescindible el
pronunciamiento del soberano.
Buenos Aires, 26 de enero de 2020
[1] El Cronista, sábado 25 de
enero del 2020, en: https://www.cronista.com/economiapolitica/Reaparecio-Mauricio-Macri-con-criticas-a-su-equipo-economico-20200125-0009.html
Copyright © www.cronista.com (consultado
el 26 de enero del 2020)
[2] FMI, en: https://www.imf.org/es/News/Articles/2020/01/17/sp01172019-the-financial-sector-in-the-2020s
(consultado el 26 de enero del 2020)
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