Pandemia y recesión hay en todo el mundo, sí, pero impacta más entre nosotres

 

La situación es grave en todo el mundo, sí, pero más aún entre nosotres. Si hablamos de recesión, la caída según el FMI fue en 2020 del -3,5%, pero América Latina y el Caribe cayó el -7,4%. La Argentina acumula, según el INDEC, un -10,6% de baja de la actividad económica entre enero y noviembre del 2020, y puede llegar al -12%, un guarismo levemente superior a la debacle del 2001.

No hay dudas que la tendencia es peor para la Argentina que para el promedio de la región, y en ésta, el impacto es mayor que para el promedio mundial.

Un tema para adicionar en cuestiones socio-económicas es que los organismos internacionales confirman que es Nuestramérica la región más desigual del planeta, no la más pobre, pero si donde la distancia entre los pocos más ricos y los muchos pobres es mayor.

Además, la conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNCTAD), destaca en un informe a junio del 2020 la caída de las Inversiones Externas Directas para todo el mundo desde el 2015, agudizado en 2020 por efecto de la pandemia. En el mismo sentido, la CEPAL destaca que desde 2011 la región salió del radar de los inversores productivos globales, con escasas excepciones asociadas al saqueo de los bienes comunes. La salida de la Ford de Brasil así lo confirma.

La región solo atrae inversiones especulativas, de corto plazo, y con el propósito de extraer bienes comunes y el excedente generado socialmente en el país. Es la renta del suelo, petrolera, minera, financiera, la principal fuente de ingresos del capital en nuestros días.

En materia de pandemia la situación es grave en todo el mundo, con casi 102 millones de contagios y 2.200.000 muertes. Especialmente delicada es la situación en EEUU y en Europa, sí, pero 6 países de la región latinoamericana, figuran entre los 24 más afectados. En orden por contagios: Brasil, Colombia, Argentina, México, Perú, Chile. Por muertes: Brasil, México, Colombia, Argentina, Perú y Chile. Los seis, concentran unos 17 millones de contagios y 550.000 muertes. Nuestramérica concentra casi el 9% de la población mundial y registra el 17% de los contagios junto al 25% de las muertes. Estamos mal y la magia de las vacunas parece postergarse y encarecerse.

No hay duda que la emergencia sanitaria golpea en el ámbito mundial, pero con fuerza en la región, territorio de abandono de políticas públicas de salud a la salida de la crisis mundial de los 70, agudizada con las hegemónicas políticas económicas inspiradas en el Consenso de Washington de los 90 del siglo pasado. La mercantilización de la salud fue la receta que hoy pagan los pueblos.

Las políticas hegemónicas, “neoliberales”, por medio siglo, reestructuraron regresivamente el capitalismo en la región, más allá de cualquier especificidad nacional, deteriorando las condiciones de ingreso, de riqueza y de vida de la población. La creciente mercantilización de la cotidianeidad con menores ingresos para los sectores populares explica el 45% de pobreza en la Argentina, un país de temprano desarrollo capitalista en el Siglo XX y potencialidad para la movilidad social durante décadas. Un fenómeno explicitado en una importante cantidad de “sectores medios” que estimularon una expansión del mercado interno y del consumo popular entre fines del siglo XIX y la década del 70 en el XX.

Hacia los 70 del Siglo XX, toda la región nuestramericana vivía bajo condiciones de ampliación de sus mercados internos y derechos, por ende, junto a las ganancias empresarias, se ampliaba el consumo popular. Es una época a los que muchos imaginan que se puede volver, por lo que se piensa en “nuevos” (imposibles) pactos sociales de colaboración de clases, para reanimar el crecimiento en el marco de la satisfacción de mayores ganancias e ingresos populares. Digo “imposible”, porque aquello solo respondió a condiciones de debilidad y defensiva estratégica del orden capitalista en el ámbito mundial entre 1930 y 1980.

En efecto, la situación de bipolaridad desde 1945 y la emergencia del mundo en desarrollo (tercer mundo) habilitó la búsqueda de estrategias de relativa autonomía ante el imperialismo. Eso posibilitó un despegue de esas relativas mejores condiciones de vida, las que se conocen como resultado del Estado del bienestar. Una cuestión promovida desde políticas públicas que restaban capacidad de acumulación a los grandes capitales. Por eso, la réplica contra la intervención del Estado ante la crisis de los 70, la liberalización, la desregulación y la privatización sustentadas como programa del terrorismo de Estado de las dictaduras del cono sur de América, y luego, por Thatcher y Reagan, coronadas con el colapso soviético.

Son políticas que se generalizaron luego en los 90 bajo las democracias tuteladas o subordinadas.

No hay retorno. Así como en la crisis de los 70/80 del Siglo XIX se salió hacia adelante, con actualización de las relaciones capitalistas, con monopolios e imperialismo; del mismo modo que en los 30 del Siglo XX se salió a la defensiva, pero con orden capitalista al fin. En los 70 del siglo XX se trocó en ofensiva “neoliberal” para avanzar con el orden capitalista, afianzado en los 90 con la desarticulación de la propuesta socialista, más allá de cualquier opinión sobre el tipo de sociedad que existía en la URSS.

Por eso ahora proponen desde DAVOS el “reinicio” del sistema, un reseteo del orden social mundial. El capitalismo no pretende volver a la etapa de la defensiva, salvo que sea llevado hacia allí por intermedio del accionar político de una sociedad consciente de los cambios a suscitar.

La defensiva de los 30 del Siglo XX tuvo que ver con resignar ganancias a costa de mejorar ingresos laborales y de la sociedad empobrecida, vía gasto público social acrecentado. Es lo que se viene revirtiendo desde comienzos de los setentas y que se agudiza año tras año por medio siglo, más allá de cualesquiera de las expectativas cifradas en gobiernos que se asumen críticos de las políticas hegemónicas. Pueden haber sido críticos de esas políticas, sí, pero no alcanzaron a revertir el fenómeno estructural por aquellas políticas generadas. Solo a modo de ejemplo, en la primera década del Siglo XXI se habilitaron expectativas en gobiernos que sustentaban un cambio político en la región nuestramericana, los que generaron un saldo en la distribución del ingreso y mejora relativa de ciertos indicadores sociales, sin modificar el modelo productivo de saqueo, de mayor explotación y de extranjerización en la propiedad de los principales medios de producción.

Desde ahí es que la respuesta de los pueblos en la actualidad, demanda de la suficiente acumulación de poder político para generar condiciones favorables a cambios que reviertan el ciclo de ofensiva capitalista. Bajo esas condiciones pueden generarse las condiciones de posibilidad para cambios estructurales. En rigor, cualquier cambio de rumbo en la política económica actual de los países de la región, demanda de poder político suficiente, lo que acelerará el proceso de reformas y transformaciones profundas de la realidad. Resolver el problema de la pobreza, la alimentación y la salud es posible ante el desarrollo actual de las fuerzas productivas, de la ciencia y de la técnica. Solo requiere voluntad política con densidad social suficiente para encarar el proceso de transformación social enunciado.

Buenos Aires, 30 de enero de 2021

Reiniciar o transformar el capitalismo: ¿un debate entre el FEM y el FSM?

 

El Foro de Davos convoca para este 2021 a “reiniciar” o “resetear” al capitalismo luego del “lockdown” (cierre de emergencia) mundial ante el COVID19, que agravó los problemas de arrastre de la economía en todo el planeta. La actualización a enero 2021 de la situación mundial, según el FMI, señala una caída del producto en 2020 del -3,5%; siendo para los países desarrollados del -4,9%, con EEUU con un -3,4%, la zona del euro -7,2%, Gran Bretaña -10% y Japón -5,1%. Para los países emergentes la baja es del -2,4%, con China creciendo, el único, al 2,3%, India -8%, América Latina y el Caribe -7,4%. El comercio mundial cayó al -9,2%.[1] Son datos que verifican la gravedad del problema global y que, en materia de pronóstico, ya iniciado el año, no resultan halagüeños para la satisfacción de objetivos por la ganancia y la acumulación capitalista, mucho menos para la mayoría popular empobrecida.

Al respecto, Gita Gopinath, Consejera Económica y Directora del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional, refiere sobre esos datos que son “…la peor contracción global en tiempos de paz desde la Gran Depresión. Debido a la naturaleza parcial del repunte, se espera que más de 150 economías tengan ingresos per cápita por debajo de sus niveles de 2019 en 2021.” Agrega la funcionaria del FMI “…que la pérdida de producción acumulada proyectada durante 2020 –2025 en relación con los niveles previstos antes de la pandemia sigue siendo sustancial.”[2] Es por ello que el poder hegemónico en el FEM convoca a “resetear” el orden mundial.

La máquina de producir ganancias presenta dificultades en la coyuntura, por lo que debe reiniciarse, tal como nos ocurre cuando se nos bloquea el celular o la computadora. Se trata de volver a empezar, de recuperar la normalidad en el funcionamiento del orden capitalista.

El FEM y el FSM

Recordemos que el FEM surgió hace medio siglo, en 1971, para responder a la gran crisis de fines de los 60 y comienzos de los 70, una crisis de rentabilidad que afectó la tasa de ganancias de lso capitales más concentrados. Las respuestas pergeñadas por la cúpula del poder global reunida en Davos, Suiza se orientaron entonces hacia la liberalización de la economía mundial, el “neoliberalismo”, que ahora presenta sus límites, al punto que es China quien enfatiza los objetivos por la liberalización, al tiempo que sostiene su proyecto por el socialismo.

Desde la vereda de enfrente, el Foro Social Mundial (FSM) que cumple 20 años, se debate por un lado en la crítica a las políticas hegemónicas de cuño neoliberal y por el otro, en el combate decidido al orden capitalista. Entre los primeros están los que imaginan posibles “reformas” al capitalismo y sostienen propuestas de “pactos sociales” por la igualdad, el mejoramiento del clima y un retorno a políticas de bienestar, que fueron propias de una época que ya no vuelve, el de la bipolaridad mundial. Hemos sostenido hasta el cansancio que la existencia de la propuesta por el socialismo, encarnado en la URSS, se piense lo que se piense sobre esa experiencia, explica el reformismo capitalista entre 1930 y 1980. Para los segundos, más que reformar, hay que revolucionar la realidad y claro, conlleva debates ideológicos, políticos, sociales, culturales, los que involucran aspectos más allá del proceso económico de producción y circulación de bienes y servicios.

Vale considerar que la búsqueda de una estrategia común de los pueblos tiene tres décadas de retraso respecto de la gestada desde el poder. Estos se agruparon hacia 1971 en Davos, entre otros foros similares, caso de la Comisión Trilateral, por ejemplo, para pensar cómo resolver sus problemas, la baja de las ganancias, núcleo de sustento del régimen del capital. Los pueblos estaban contenidos en otras estrategias hacia los 70/80, sea en la dinámica socialismo versus capitalismo, o en la búsqueda de reformas dentro del régimen del capital. La ofensiva capitalista por la liberalización de ese tiempo asestó una derrota a las estrategias por la reforma y la revolución. Por eso, el retraso en la definición de la estrategia responde a una nueva lógica de crítica y resistencia al poder económico mundial luego de la ruptura de la bipolaridad, ya en los 90 del siglo pasado. El Foro Social Mundial intentó responder desde un determinado momento de acumulación de fuerza política popular hacia el 2001, una cuestión que sigue en debate.

¿Qué sujeto, qué programa y qué forma de articulación socio política demanda la actualidad para transformar la realidad en beneficio de los pueblos? De hecho, son interrogantes que trascienden al FSM.

¿Reiniciar o transformar?

Por eso, resulta necesario interrogarse sobre el reinicio sustentado desde el FEM. ¿Qué supone ello? Significa adecuar las relaciones sociales capitalistas, especialmente la que se genera entre el trabajo y el capital, claro, eliminado históricos derechos sociales y laborales conquistados por los trabajadores y las trabajadoras en luchas con elevado costo social y de vidas, sufridas por la fuerza laboral y sus organizaciones. Es que, en definitiva, la historia del capitalismo se resume en la disputa por el excedente económico, o sea, la renta generada socialmente. En cada país y a través del tiempo la disputa por la apropiación de la renta se sintetiza en las porciones de salario y las diferentes manifestaciones de las ganancias, sea el rédito empresario, el interés, o las rentas por la propiedad del suelo y el subsuelo. De allí la competencia inter-capitalista por la apropiación de una porción del plusvalor; o entre propietarios de medios de producción y trabajadores y trabajadoras. Incluso desde estas disputas es que puede rastrearse el crecimiento de los precios (inflación) en el mercado.

El informe citado del FMI señala que, en el 2020, la suba de precios en el capitalismo desarrollado alcanzó el 0,7%, contra un 5% en los países emergentes. Claro que al interior de estos grupos de países hay diferencias y por caso, EEUU duplica a la zona euro en crecimiento de precios (entre 1 y 2%); y ni hablar del peso de países como Argentina y su 36,1% para la ponderación al alza del 5% entre los países emergentes. La suba de precios es parte de la lucha de clases en el sistema mundial capitalista. Se trata de una disputa por el poder, por la capacidad de apropiarse del plusvalor globalmente generado. Es una dinámica que se expresa nacionalmente, en cada país, pero también en el ámbito global, asumiendo al capitalismo como sistema único de producción y circulación económica.

Resetear supone la búsqueda de relaciones sociales que permitan el retorno a la “normalidad”, de un orden que se basa en la producción de plusvalor y su reasignación en una lógica reproductiva del régimen de explotación y saqueo. Por ello, no solo reformas laborales y previsionales de carácter regresivo, sino cambios en la apropiación de la Naturaleza, de los bienes comunes, bajo un discurso teñido de verde, siempre al servicio del capital privado, como ocurre con la reciente comercialización del agua en el mercado financiero de California. El Estado capitalista y su articulación mundial en diversos organismos se constituye como base y apoyo de una reestructuración energética que siga haciendo funcional al régimen de la ganancia y la acumulación.

Desde el FSM se habilita un debate, que ya lleva dos décadas, por cómo resolver los problemas del presente, caracterizado por un incremento de la desigualdad con base en la mayor concentración del ingreso y de la riqueza socialmente generada. En efecto, OXFAM presentó en el FEM su informe anual, en donde destaca que: “Más de dos millones de personas han perdido la vida, y cientos de millones se están viendo arrastradas a la pobreza, mientras que la mayoría de las personas y empresas más ricas del mundo sigue enriqueciéndose. Las fortunas de los milmillonarios han recuperado el nivel previo a la pandemia en tan solo nueve meses, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza del mundo esta recuperación podría tardar más de una década en llegar.”[3]

Más que resetear el orden social, hay que transformarlo, asumiendo un conjunto de reivindicaciones democráticas, que van desde la reducción de la jornada laboral para apropiar socialmente el crecimiento de la productividad, a la des-mercantilización creciente de la satisfacción de necesidades sociales, en educación, salud, energía y diversos ámbitos para una vida adecuada de la comunidad global. Pero junto a esas reivindicaciones, asumir un proyecto cultural, político, económico y social por la emancipación social asociada al cuidado y reproducción de los bienes comunes de la Naturaleza, sustentado en formas organizativas auto gestionadas y comunitarias, anti patriarcales, a contramano de una lógica histórica de promoción de la propiedad privada de los medios de producción. Lo común por encima de lo privado, lo democrático y social por encima de lo individual, en un tiempo de inmensa socialización del conocimiento y la cooperación humana.

Buenos Aires, 26 de enero de 2021



[1] FMI. Actualización del Informe sobre la Economía mundial a enero 2021, en: https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2021/01/26/2021-world-economic-outlook-update

[2] Blog del FMI. Gita Gopinath. “Las vacunas combaten el virus en medio de recuperaciones divergentes”, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=14922

[3] OXFAM. “El virus de la desigualdad”, en: https://www.oxfam.org/es/informes/el-virus-de-la-desigualdad

Economía y política a comienzos del 2021 Incertidumbres en la economía mundial

 

No hay que esperar grandes cambios en la economía mundial del 2021 respecto de lo acontecido el pasado año e incluso, de los inmediatos anteriores, aun cuando pesa y mucho el impacto del COVID19 en el 2020, lo que agravó el proceso recesivo, o de desaceleración, verificable desde la gran crisis del 2007/09, o si se quiere desde el 2001 estadounidense. En aquella oportunidad todo se resolvió con mayor emisión y deuda pública, lo que se repitió a los pocos años y volvió a potenciarse y extenderse en el presente, con una deuda que alcanza al 110% del PIB estadounidense. Al lado de los usos monetarios se desplegó la ofensiva militarista para sostener la dominación estadounidense y “ordenar” el sistema capitalista en función de la lógica de acumulación de sus capitales de origen. Un “orden” que con Trump empezó a mutar en “desorden”, uno “norma” que no podrán superar los demócratas en la nueva gestión gubernamental. EEUU no puede frenar los cambios que operan en el orden mundial capitalista y solo puede intentar demorar su pérdida de peso relativo, con las formas específicas de Biden o de Trump. Este no es un loco enajenado, sino expresión de las dificultades de la economía capitalista estadounidense.

Son décadas, entre 2001 y 2021, de bajo crecimiento y acumulación de serios problemas en la situación mundial del capitalismo. La algarabía de los 90, ruptura de la bipolaridad entre socialismo y capitalismo, del Siglo XX encontró sus límites materiales en la valorización de los capitales, con la emergencia de nuevos territorios para la acumulación, especialmente China, que si hace 40 años apenas existía en la ponderación de la producción mundial, hoy disputa la primacía con EEUU. Hacia el 2001, con EEUU en crisis, China recién iniciaba su estrategia de proyección internacional en el marco de la liberalización empujada por EEUU desde la restauración conservadora de Reagan en 1980. EEUU aceleró entonces la intervención estatal desde las políticas monetarias sustentadas desde el Tesoro y la Reserva Federal, cuando China y su política de modernización aventajaba con años de planificación estatal e inversiones científicas, técnicas y tecnológicas que ahora hacen visible una tendencia a la ofensiva en el control de la innovación y la producción mundial. Es un proceso que involucra de manera acelerada la internacionalización de la moneda china en desmedro de la hegemonía del dólar establecida desde 1944/45.

Por eso, al pensar los problemas del capitalismo contemporáneo, reconocemos, por un lado, la merma del poderío relativo de EEUU, que inaugura nueva administración desde enero y con expectativas de cambios en la regulación financiera y la reanimación de la economía bajo la gestión Biden-Yellen. Algunos imaginan, como si ello fuera posible, una nueva ronda de políticas keynesianas, con importante intervención estatal en las pautas macroeconómicas, obviando que el problema trasciende la esfera de la macroeconomía y se asienta en la falsedad de la liberalización del mundo empresario, o de la microeconomía, tal como les gusta a los profesores de manuales explicar el funcionamiento de la economía. La macro bajo dominio del Estado, la micro bajo las decisiones del capital privado. Una ilusión hace un siglo y mucho más en la actualidad. Por eso también insistimos que el otro fenómeno en la economía mundial es la emergencia de China, la que creció de manera destacada en este lapso, para competir en la actualidad no solo la primacía económica en el ámbito global, sino la potencia de un nuevo ciclo de dominación mundial.

Ambos fenómenos de la trayectoria de EEUU y de China en estas décadas, más allá de la guerra comercial y monetaria entre ambos países, actualizan la agenda de discusión sobre la producción y circulación de bienes y servicios, tanto como las alianzas internacionales, algo verificado en el reciente acuerdo comercial entre China y la Unión Europea, ahora menguada con la salida británica por el Brexit, que induce nuevos problemas a la dinámica de la circulación capitalista europea y global. Del orden emergente del 45 del siglo pasado al desorden contemporáneo se pueden observar los movimientos de una compleja estrategia de renovación del capitalismo mundial. Hemos sostenido que las crisis mundiales renuevan las formas de expresión de los mecanismos esenciales de la explotación de la fuerza de trabajo y los mecanismos extra-económicos de apropiación de la riqueza socialmente generada, exacerbando en el presente el papel de la renta, del suelo, petrolera, minera, financiera, etc. La producción capitalista se resignificó en cada crisis mundial, hacia 1870, 1930, 1971 y claramente en este presente continuo entre 2001 y 2021.

El tema es grave, por eso, aquellos que imaginaron un rebote rápido de la economía mundial deberán esperar, según afirman las distintas valoraciones sobre el presente año de los organismos internacionales y otros ámbitos de estudio sobre la coyuntura de la economía mundial. Más allá de los pronósticos, nadie aventura hoy una rápida recuperación, con un horizonte incierto sobre los impactos económicos y sociales, incluso de temas estratégicos como el cambio climático, los cambios regresivos en cuestión de empleo y la creciente desigualdad en la apropiación del ingreso y la riqueza[1]. Dice el BM: “Se espera que la economía mundial se expanda un 4 % en 2021, suponiendo que la distribución inicial de las vacunas contra la COVID-19 (coronavirus) se amplíe a lo largo del año.” Suponiendo dice el informe, un vocablo que no otorga seguridad y anima lo que denominamos “incertidumbre”. Continúa el organismo: “Para superar los impactos de la pandemia y contrarrestar los factores adversos que afectan las inversiones, es necesario dar un gran impulso a la mejora del entorno empresarial, aumentar la flexibilidad del mercado laboral y de productos, y reforzar la transparencia y la gobernanza”. Leemos el énfasis en la micro, a lograr con flexibilidad laboral, o sea, todo a la ganancia y en contra del ingreso salarial y sus condiciones de trabajo y de vida. Nada nuevo en la reconversión capitalista para relanzarse luego de la crisis en curso. Ni siquiera la aparición de vacunas en el presente resuelven en el corto plazo la inmunidad sanitaria de la población, haciendo más compleja la recuperación plena de la capacidad instalada de la producción mundial. La desigualdad creciente posterga toda visión optimista sobre objetivos socio económicos establecidos y avizora la emergencia de una conflictividad social en la demanda de derechos socio económicos deliberadamente restringidos en casi medio siglo de reaccionarias reformas a nombre de la libertad de mercado.

Una libertad cuestionada por la inmensa intervención estatal en el salvataje de la economía, proceso enfatizado en los países de mayor desarrollo capitalista, aun bajo distintos gobiernos, tanto en EEUU, como en Europa o Japón, también China (obvio). La intervención del Estado resulta esencial para explicar que la situación no sea más grave de lo que la realidad muestra con dramáticos datos que afectan a millones de personas desfavorecidas, no solo por razones sanitarias, caso del COVID19, sino por la marginación social, el desempleo, la pobreza y la indigencia. La intervención estatal no se discute, sino, en favor de qué sectores socioeconómicos y para atender cuáles demandas. El eje central del accionar del Estado capitalista está en el restablecimiento de la lógica de la ganancia, por lo que crece la preocupación sociopolítica del pensamiento crítico por atender las demandas sociales y económicas de la mayoría de la población marginada de la mercantilización creciente de la vida cotidiana.

Premisas para un horizonte alternativo

El problema es continuar haciendo aquello cuyos resultados conocemos y con regresivos resultados. Hace ya medio siglo que las políticas hegemónicas inducen un desmantelamiento de la seguridad social gestada en el medio siglo precedente en los países capitalistas, quienes confrontaban desde 1930 con las condiciones sociales de la reorganización civilizatoria expresada por el socialismo en ciernes desde la revolución rusa en 1917. El desarme de los derechos sociales es un fenómeno exacerbado en las últimas tres décadas luego de la ruptura de la bipolaridad en el sistema mundial. Es una tarea inacabada en este comienzo de la tercera década del Siglo XXI, cuya tendencia se agudizó en los últimos años, aun con algunas ventanas de esperanza, abiertas a contramano, caso del cambio político operado en la primera década de este siglo en Nuestramérica. Un proceso que fue contrarrestado con fuerte intervención mediática y propagandística, sin menoscabar otras fuentes tradicionales de intervención para revertir procesos cuestionadores a la liberalización y mercantilización de la cotidianeidad.

La experiencia del cambio político debe ser discutida, muy especialmente en lo relativo al cambio económico, a la potencialidad de reformas en las relaciones económico sociales más allá de la intervención estatal, donde destaca la orientación hacia formas comunitarias y cooperativas de larga tradición en la región y en el mundo. Es un tema que recogió el nuevo constitucionalismo en Nuestramérica, muy especialmente en las reformas del 2009 en Bolivia y en Ecuador. Son referencias institucionales que requieren pasar a constituirse en política del Estado y de la Sociedad, con gran participación social en la toma de decisiones para la discusión sobre el sentido de la producción y la distribución, los que supone analizar los sujetos económicos del cambio social y político. En rigor, supone discutir un marco referencial diferente para la situación actual de la economía en la región y en el mundo. Los análisis de la CEPAL insisten en las desventajas de la región para la producción y el comercio mundial, incluso la escasa expectativa en ser receptores de inversión externa, salvo para profundizar el saqueo sobre los bienes comunes y una mayor explotación de la fuerza de trabajo.

Un nuevo paradigma de producción se requiere para satisfacer las demandas sociales de los pueblos en nuestra región y en el mundo. Las experiencias recientes, de la primera década del Siglo XXI dejaron un conjunto de instituciones que constituyen programa para pensar en respuestas creativas en nuestro tiempo. Se trata de una orientación hacia políticas soberanas en materia de alimentación, energía, o finanzas. En este último caso implica la posibilidad de transitar una nueva arquitectura financiera que ponga freno a la fuga de recursos generados socialmente con el esfuerzo del trabajo de nuestros pueblos. Cuando en Davos se discute el “reinicio” luego de la crisis, los pueblos necesitan recrear el programa alternativo, en contra y más allá del capitalismo.

La crisis convoca a renovar al capitalismo, pero también a desafiar el orden civilizatorio sustentado en la explotación y el saqueo, que afecta a los seres humanos y a la propia naturaleza. El COVID19 es expresión de ese fenómeno, del modelo productivo capitalista. Por ello es que se debe pensar y actuar críticamente, en la búsqueda de un nuevo orden económico social sustentado en el cuidado de la naturaleza y la satisfacción de las amplias necesidades sociales. El orden capitalista y sus incertidumbres del presente solo auguran mayores miserias para los pueblos del mundo e impone la necesaria construcción de otro orden social No se trata de resetear al capitalismo, sino que se requiere combatirlo y desplegar nuevas relaciones socioeconómicas entre las personas. Como siempre sostenemos, no es solo economía, sino política, dos esferas de la actividad humana indisociables.

Buenos Aires, 20 de enero de 2021

 



[1] Puede leerse: a) FMI. Perspectivas de la Economía Mundial, en: https://www.imf.org/es/Publications/WEO; b) Banco Mundial. La economía mundial se expandirá en un 4 % en 2021, en: https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2021/01/05/global-economy-to-expand-by-4-percent-in-2021-vaccine-deployment-and-investment-key-to-sustaining-the-recovery ; c) Foro económico Mundial. Riesgos globales 2021: futuro fracturado, en: http://reports.weforum.org/global-risks-report-2021/global-risks-2021-fractured-future/

Inflación como expresión del poder

 

La inflación es una manifestación del poder, del poder que tienen los que pueden incrementar los precios de los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado. Solo “puede” aumentar precios el que “puede2, no el que quiere, para ser más precisos, el que tiene el poder de hacerlo. Cualquiera me dirá que la aseveración es una tautología y claro, solo puede el que puede. Vale pensar si la mayoría de las personas pueden defender sus ingresos incrementando su fuente de generación de ingresos; caso de las trabajadoras y los trabajadores. No, no pueden, incluso aquellos que están dentro de convenios colectivos de trabajo, que, aun negociando ingresos, no siempre le ganan a la carrera entre precios y salarios.

El salario es también un precio. Apenas un cuarto de la población trabajadora puede negociar su ingreso salarial bajo la modalidad de la negociación colectiva, por lo que la mayoría de la fuerza de trabajo no está comprendida en esas negociaciones colectivas. La mayoría de la fuerza laboral pierde en la puja distributiva, con su precio con tendencia a la baja contra el promedio de los precios de su canasta de consumo en alza, especialmente los alimentos. Es similar lo que ocurre con la masa laboral jubilada, sea la fórmula de actualización que se aplique, siempre pierden contra la canasta de consumo de las y los mayores. No es diferente de quienes viven de planes o beneficios sociales. Entre trabajadores y trabajadoras regulares e irregulares, jubiladas y jubilados más perceptores/as de beneficios sociales, remitimos a la mayoría de personas que viven de ingresos fijos, devaluados ante la inflación de precios.

Se trata de una carrera desigual por la apropiación del Ingreso, base indispensable para el acceso al mercado de bienes y servicios para satisfacer necesidades históricamente determinadas. Por eso el interrogante es si alguien gana con la inflación, o si todas/os perdemos. Claro que hay ganadores/as, y son beneficiarios del alza promedio de los precios quienes pueden defender el precio del bien o servicio de su fuente principal y/o regular de sus ingresos. Los ingresos son esencialmente el salario, la ganancia (industrial, comercial, financiera) y la renta; subjetivada en las trabajadoras y los trabajadores (salario), las propietarias y propietarios de medios de producción (ganancia) y los propietarios/as de la tierra (renta). Aludimos a la fórmula trinitaria en que distribuye el producto socialmente generado. Para la economía tradicional, el Ingreso es la expresión idéntica del Producto. El producto es igual al Ingreso, por lo que el equivalente del Producto se expresa en la totalidad de los salarios, de las ganancias en sus distintas formas, y de la renta del suelo, petrolera, minera.

Ahí podemos entender el por qué la defensa del precio internacional en el mercado interno que sostienen los grandes exportadores de commodities. Las commodities son productos cuyo precio se establece internacionalmente con indiferencia del costo de producción local. El petróleo, la soja, el maíz, o el oro, entre otros productos mercancías tienen precio internacional, con independencia de su mayor o menor costo de producción local. Las grandes empresas que controlan la producción y comercialización de las principales commodities que hacen a la producción en la Argentina y en cualquier territorio, defienden su capacidad de obtener ingresos (ganancias o renta), sea por que actúan en el mercado de manera monopólica y establecen precios por sí mismos, o porque aún, existiendo “precios regulados”, tienen capacidad para incidir sobre el ente regulador, que es el propio Estado capitalista, que por definición, está al servicio del régimen del capital. En todo caso, tiene la capacidad de “compensar” con políticas paliativas de contención del conflicto social.

Precios y producto es lo que está en debate, con un 2020 donde la capacidad de producir cayó entre un 11 y un 12%, un dato a verificar. Según el proyecto de Presupuesto 2021, la estimación era de -12,1% y para varios organismos internacionales ronda entre -10% y -12%. El producto fue menor que en el 2019, no hay dudas, y por ende, los ingresos a repartir fueron menores. Si el ingreso es igual al producto y éste fue menor que el año anterior por la recesión, la de arrastre del macrismo y la resultante por efecto pandemia, los ingresos a repartir fueron menores. Eso no quiere decir que la merma se distribuyó equitativamente entre propietarios/as de medios de producción y propietarios/as de fuerza de trabajo. La merma de los ingresos exacerbó la puja distributiva a favor de la ganancia y la renta, en contra de los ingresos fijos. El resultado es la mayor concentración del ingreso entre los/as menos que son propietarios/as de los medios de producción y en contra de los/as más, que solo son propietarios/as de su fuerza de trabajo. Agreguemos que la fuerza de trabajo no siempre encuentra demanda en el mercado.

En esta condición es que el Estado capitalista intenta contener el conflicto social y aplica políticas sociales masivas. Se trata de una política global, caso de EEUU, que en diciembre 2020 anunció un plan de subsidios millonarios de 900.000 millones de dólares, para las familias y empresas con problemas. Ahora, en enero, el presidente electo enuncia un paquete de estímulo para sacar al país de la peor crisis desde 1930 por 1,9 billones de dólares, y así contener la demanda de los sectores más perjudicados en momentos en que recrudece la pandemia por el coronavirus y los problemas económicos de desaceleración y desempleo.

La inflación remite a los precios y su evolución, y estos se explican en torno a la ley del valor, la que explica esencialmente el intercambio de equivalentes en el capitalismo. Una ley del valor asociada a la producción mercantil capitalista, mediante la cual el capital subordina a la fuerza laboral en el proceso de producción del excedente que es apropiado por los propietarios de medios de producción, mediante ganancias y renta.

Esto que esencialmente rige para cualquier país capitalista se agiganta como problema en disputa y por ende en la suba de precios ante los límites para ejercer el poder de una fracción dominante, caso reciente del conflicto por el cierre temporal de las exportaciones de maíz. Fueron sectores del poder los que empujaron el lockout agrario para defender el precio internacional del maíz en el mercado local, pero también fueron otros sectores del poder agrario, en todo caso, agrario-industrial los que acordaron el monitoreo con el gobierno e hicieron evidente los límites al poder de la SRA y el sector más tradicional de la burguesía oligárquica en la Argentina. Claro que también interviene la capacidad de disputar consenso social, medios de comunicación mediante, ampliando el espacio de la disputa de sentidos, contribuyendo a generar confusión sobre las causas de la inflación en el país, una de las más elevadas del mundo. De hecho, diciembre cerró con un 4% de inflación y un 36,1% para todo el año, menor que el 53,1% del 2019, pero deja un piso de acumulación para el 2021 que acrecienta las preocupaciones en cuestión de distribución del ingreso y de la riqueza.

¿Puede frenarse la inflación en la Argentina o en otros países en donde también es elevada? No en vano, la inflación aparece en aquellos países donde la disputa política esta exacerbada, caso de Venezuela en la región. La respuesta está en la política y en la economía, en un enfoque de Economía Política y más aún, de crítica a la “economía política” del capitalismo. Ello supone la crítica al orden económico y social y la promoción de políticas en contra y más allá del capitalismo, a favor del ingreso fijo y en contra de la ganancia y la renta.

Claro que eso supone definir un rumbo de confrontación con el sentido común imperante. De lo contrario, la inflación solo podrá resolverse cuando un grupo del poder pueda terminar de imponer su lógica productiva. Es lo que siempre se discutió en el país, en el 30 del siglo pasado con la incursión de los militares vía golpes de Estado, reiterado en varias ocasiones hasta la última del 76, con secuelas como la ley de entidades financieras que aun rige en el país, o la lógica del sempiterno endeudamiento público para favorecer la acumulación en el mundo de la lógica productiva gestada en el país. Es lo que se discutió en los 90 con la ruptura de la bipolaridad y la inserción subordinada en la liberalización mundial de la mano del peronismo con Menem en la presidencia, continuado por el radicalismo y el Frepaso, en la Alianza a fines de los 90 y reiterado y potenciado en el macrismo entre 2015 y 2019. Son disputas que generan un saldo de mayor pobreza y precariedad, donde la inflación es uno de los mecanismos de distribución regresiva del ingreso, y con ello, de la riqueza.

Buenos Aires, 15 de enero de 2021

TOMA DEL CAPITOLIO EN EEUU

 


Trump es indefendible e impresentable, a no dudarlo, pero sus electores expresan mayoritariamente el descontento en los resultados de la globalización capitalista tal como opera desde 1980 bajo el mote "neoliberal". Biden y los demócratas no resolverán el tema de fondo. El fondo remite a los problemas del régimen del capital en su especificidad local, ya que la valorización capitalista de los inversores estadounidenses opera productivamente, en buena parte por fuera del propio territorio vía inversiones en el exterior; y el ala financiera acapara plusvalor mundial sin difuminar ingresos suficientes a la población local, ya que en su mayoría funciona en la concentración del ingreso, la riqueza y la acumulación en grandes fortunas de multimillonarios. Ni los demócratas, ni otro republicano, ni Trump en 4 años resolverá esta contradicción interna del capitalismo en EEUU, que se sostiene sobre la base de la emisión monetaria y de deuda pública (funciones del Estado capitalista estadounidense) mientras el dólar tenga el papel de dominación que mantiene en el sistema mundial, cada vez con más monedas globales que le disputan el lugar de la hegemonía monetaria. No solo el euro o el yen le disputan ese lugar, ahora también el yuan, avalado con la producción creciente de China, único país que crecerá al 2% este año contra disminuciones de la mayoría de los países que disputan la hegemonía de la economía mundial, incluido EEUU. Lo que importa del descontento en EEUU, y de eso se habla poco, es la capacidad de organización de aquelles que despliegan un proyecto en contra y más allá del régimen del capital, que no es precisamente lo que inspiró la toma del Capitolio en el día de ayer.

Buenos Aires, 7 de enero de 2021

Las proyecciones económicas auguran problemas y necesidad de acciones e imaginarios alternativos

 

La pandemia por el coronavirus agravó el regresivo impacto social de una situación económica mundial que confirma la desigualdad, concentrando el ingreso y la riqueza, al tiempo que extiende las penurias sobre la mayoría de la sociedad. Diversos informes de organismos internacionales y centros de investigación dan cuenta del fenómeno que señalamos. Al comienzo del 2021, el Banco Mundial (BM) difunde el “Informe de gestión” sobre el 2020 y sus “perspectivas para el 2021”.

En ellos, existe abundante información donde se confirma nuestro preocupante diagnóstico sobre el presente y el futuro de la sociedad mundial, muy especialmente para la región latinoamericana y caribeña. Señala el Informe del BM:

“El crecimiento del PIB en la región (con exclusión de Venezuela, acerca de la que no se dispone de datos suficientes) fue de 0,8 % en 2019 y se espera que caiga al -7,2 % en 2020. Según las previsiones, repuntará al 2,8 % en 2021”[1]

Destaca el documento del BM algunos datos preocupantes para la región de América Latina y el Caribe, con un registro de 614 millones de habitantes y un crecimiento demográfico ralentizado, del 0,9% en el presente, contra el 1,1% hacia 2010 y del 1,5% al 2000. La tendencia es la disminución relativa de la natalidad y el crecimiento del envejecimiento poblacional, con una expectativa de vida de 78 años en las mujeres y de 72 entre los varones. La referencia interesa cuando se discute la insuficiencia de recursos para atender las necesidades de los adultos mayores y cuando el poder económico demanda reaccionarias reformas previsionales, incluso regresivas reformas laborales que desfinancian aún más los sistemas de previsión y seguridad social, al tiempo que se proponen desmantelar derechos laborales. Si bien se señala que la región mostraba tendencias decrecientes de la pobreza a comienzos al Siglo XXI, en el presente se verifica una lógica de reversión, exacerbada con el impacto económico social regresivo de la pandemia por el coronavirus.

Las proyecciones

Sobre las perspectivas del 2021 y más allá, el BM señala:

“Aunque la producción económica mundial se está recuperando del colapso provocado por COVID-19, permanecerá por debajo de las tendencias pre pandémicas durante un período prolongado. La pandemia ha exacerbado los riesgos asociados con una ola de acumulación de deuda global de una década. También es probable que aumente la desaceleración del crecimiento potencial esperada desde hace mucho tiempo durante la próxima década.”[2]

En un lenguaje propio de los organismos internacionales, el horizonte de futuro es de gran incertidumbre, aun con las expectativas que ha generado en el todo el mundo el inicio de la vacunación. La vacunación devela múltiples cuestiones para analizar, desde la mercantilización de la salud a la valorización privada del capital invertido en áreas de la salud, tanto como esfuerzos de cooperación internacional y desarrollos no lucrativos, especialmente los desplegados por Cuba. En los pronósticos del BM se destaca una caída de la economía mundial del -4,3% para el 2020 y una recuperación del 4% para el 2021 y del 3,8% para el 2022. Son proyecciones que luego el BM corrige en función de la realidad y los imponderables de acontecimientos no previsibles, como ocurrió con el COVID19. Pero no solo el coronavirus, ya que los organismos internacionales no contemplan los imponderables del accionar social en el conflicto y la disputa del ingreso y la riqueza, sin perjuicio de nuevos horizontes civilizatorios que puedan plantearse en ámbitos locales, regionales, incluso, mundiales.

Para la región latinoamericana y caribeña, esas proyecciones destacan una caída del -6,9% para el 2020 y una recuperación del 3,7% para el 2021 y del 2,8% para el 2022, dando cuenta de lo que la CEPAL llama tiempo perdido, ya que hace falta más de un año para retomar una senda de crecimiento, que, además, en sí mismo, no constituye un dato para una mejor distribución del ingreso, de la riqueza y la condición de vida de la población. Al desagregar la información destaca a las tres economías más grandes de la región: Brasil, México y Argentina. La referencia a Brasil indica una caída en el 2020 del -4,5%; para México del -9% y para la Argentina del -10,6%. Las recuperaciones son del 3%, del 3,7% y del 4,9% respectivamente para el 2021 y para el 2022 remite a un 2,5%, 2,6% y 1,9%. Se confirma un proceso de lenta recuperación, lo que augura dificultades socio económicas a considerar en la perspectiva del conflicto social.

El informe sobre perspectivas 2021 destaca el peso de China, uno de los pocos países del sistema mundial con crecimiento en el 2020, que el BM estima en un 2%, con una proyección del 7,9% para el 2021 y del 5,2% para el 2022. Resulta también de interés el espacio que los informes dedican a la expansión de la deuda pública, con una fuerte incidencia en los presupuestos de los Estados Nacionales y con relación al crecimiento de la producción y el comercio mundial. A eso debemos agregar la tendencia a la especulación en el marco de la caída y desaceleración de la economía mundial.  

Imaginarios y acciones alternativas

Todo lo mencionado nos lleva a reivindicar imaginarios alternativos sobre el futuro cercano y mediato, que superen un horizonte de retomar las tendencias previas al COVID19 o a otros problemas evidenciados en la economía y la sociedad contemporánea.

En rigor, no solo imaginarios, sino acciones de contenido alternativo, que apunten en la disminución de la desigualdad de ingresos y de riquezas, orientado a modificar el modelo de producción y consumo vigente en la región y en el mundo.

Resulta imprescindible retomar un rumbo de integración no subordinado, que imagine la potencia de Nuestramérica desde la cooperación productiva y la solidaridad para confrontar con las relaciones socioeconómicas de explotación y saqueo.

La propuesta apunta a generar una transición socio política para superar los problemas actuales, los cuales remiten a construcciones históricas que definieron el orden capitalista y la dependencia en nuestros territorios.

Buenos Aires, 6 de enero de 2021

 



[1] Banco Mundial, Informe anual 2020, en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/211619SP.pdf

[2] Banco Mundial. Perspectivas económicas globales, en: https://www.worldbank.org/en/publication/global-economic-prospects

¿Qué política económica ante el rebrote del COVID19?

Más de un año de grave situación sanitaria derivada del coronavirus nos debe llamar la atención sobre las políticas públicas, especialmente la política económica, y más aún el impacto que se genera sobre el orden económico vigente.

El asunto es que las decisiones sobre qué hacer en cuestiones económicas y sociales consolidan o transforman el orden socioeconómico.

¿Hace falta insistir en la gravedad del tema cuando ya son casi 86 millones de contagiados y 1,855 millones de fallecidos en todo el mundo?

Más aún, cuando todo parece reiterarse en una nueva oleada y con novedosas cepas que agravan la situación de la pandemia y su impacto económico y social.

Luego de la aparición en Wuhan, China, a fines del 2019, la pandemia se concentró en Europa hacia comienzo del 2020, para luego concentrarse en América. Las consecuencias fueron gravísimas y todo indica que el tema no se superó.

América Latina y el Caribe lo sintieron muy fuerte, agravado por los límites en las respuestas públicas luego de décadas de un discurso contrario a la intervención estatal, salvo escasas excepciones donde se sostienen las políticas por los derechos de la población, caso de Cuba y su política sanitaria.

Ese discurso hegemónico, por la liberalización de la economía, tiene historia de casi medio siglo, desde que la restauración conservadora en Gran Bretaña y en EEUU le otorgaran carta de ciudadanía.

Thatcher y Reagan lo hicieron, elevando a dogma de época los enunciados de la Escuela de Chicago y su mayor exponente, Milton Friedman, premio nobel de economía del Banco de Suecia en 1976.

Recordemos a Friedman como el padre de las políticas públicas liberalizadoras de las dictaduras del Cono Sur de América, que a los inicios de los setenta fueran el ensayo necesario para su aplicación en el sistema mundial.

El eje de aquellas políticas se orientaba en contra de la intervención estatal y a favor del libre juego del mercado.

La mercantilización de la vida cotidiana creció en todos los ámbitos, especialmente sobre aquellos en los que se había construido un imaginario de “derechos”, casos de la salud, la educación o la seguridad, entre muchos otros.

Era el tiempo de bajar gasto público y con ello reducir la presión tributaria sobre los patrimonios privados e inducir una ampliación de la inversión productiva.

Se conoció esa política como “reaganomics”, la que inspiró a Danald Trump con su baja de impuestos al inicio de la gestión.

Pese a ello, a la liberalización económica, la intervención estatal nunca cesó y todo indica que esa política de “no intervención” hace agua ante los sucesivos problemas de la economía estadounidense y mundial.

Fue evidente esa participación estatal en las crisis en el país hegemónico del sistema mundial, en el 2001, el 2008 o ahora en el 20/21.

Soberanía económica

La intervención pública, vía emisión monetaria y de deuda fue y es gigantesca en EEUU.

No es diferente en el resto del mundo, solo limitado por las capacidades relativas del poder de fuego de cada Estado nacional.

Una cosa son aquellos Estados que gestionan monedas de aceptación global, sea EEUU, Europa Unida, Gran Bretaña, Japón o China, a aquellos cuyas monedas solo circulan en sus territorios.

Incluso entre estos no es lo mismo según sean sus tamaños relativos. La capacidad de intervención del Estado brasileño superó en magnitud a cualquiera de sus vecinos regionales, aun con un gobernante en la lógica discursiva de Donald Trump.

A esta altura no se discute el papel del Estado, sino sus destinatarios, objetivos y fines de última instancia, centrados en sostener el régimen del capital.

Los subsidios a los más pobres se orientan a satisfacer las necesidades de consumo que sustentan el modelo de producción y circulación de elevada concentración de ingresos y riqueza.

¿Podría ser diferente? Solo si se modifica la orientación de esos recursos públicos, centrados en otras formas de organizar la producción y la circulación de bienes y servicios, fuera del círculo del lucro y asentados en la autogestión y la cooperación no lucrativa.

La generación de cadenas de producción y distribución por fuera de la lógica de mercado sugiere un camino de transición a planificar, más aún cuando asistimos a un rebrote de contagios y un potencial nuevo cierre de la economía con recesión e impacto social regresivo.

La capacidad de acción soberana es lo que se discute, por lo que no da lo mismo el debate sobre la autonomía relativa de las economías nacionales en los espacios de la dependencia, por caso, Latinoamérica y el Caribe, en donde creció notablemente la subordinación al dólar estadounidense.

Des-dolarizar constituye una necesidad, o lo que es lo mismo, transitar un rumbo de soberanía monetaria, que requiere en sí mismo un proceso de soberanía productiva, impensable sin procesos de cooperación regional por un modelo productivo.

Ese camino de política soberana supone el ensayo de la cooperación científica y tecnológica para potenciar desarrollos nacionales con probado éxito, caso de las vacunas cubanas[1] o los satélites argentinos[2], por solo mencionar dos ámbitos de probada eficiencia en el escenario mundial.

Son mínimas señales de desarrollos en la frontera de la innovación y la tecnología que pueden planificarse en la perspectiva de resolver las demandas alimentarias, sanitarias y de satisfacción de las necesidades esenciales de la población.

En definitiva, es una cuestión de decisión política de los pueblos. La ilusión de la no intervención estatal choca con la realidad e impone discutir el sentido de esa participación de los Estados nacionales y su cooperación internacional, especialmente a nivel regional.

La integración regional no subordinada para un accionar soberano de los países de Nuestramérica es una necesidad ante la nueva ronda del virus que amenaza a la humanidad.

No es utópico pensar en apuntar en contra y más allá del régimen del capital. No solo se trata de intervenir en la coyuntura, sino de hacerlo para modificar las relaciones sociales de producción y distribución en beneficio del conjunto social.

Buenos Aires, 5 de enero de 2021



[1] Visitar los sitios del Ministerio de Salud o del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de la República de CUBA.

[2] Comisión Nacional de Actividades Espaciales, CONAE, en: https://www.cultura.gob.ar/conoce-a-la-conae-la-nasa-argentina_6752/