La recesión económica mundial agrava los problemas socioeconómicos. Pensar y actuar alternativamente

 

Lo grave del momento es que la situación socioeconómica no golpea por igual a la minoría que concentra los ingresos y las riquezas respecto de una abrumadora mayoría que sufre las consecuencias y penurias de una agravada coyuntura.

Es cierto que este 2020 está atravesado por el COVID19, pero el problema tiene historia, incluso muy larga, asociada al desarrollo histórico del orden capitalista.

La economía mundial en despliegue por siglos consolida un núcleo muy reducido en la cima del poder, acaparando ingresos y riquezas. El informe de la riqueza en el mundo para el 2020, elaborado por el Credit Suisse, indica que el 12,4% de la población mundial se apropia del 83,9% de toda la riqueza. En el otro extremo de la pirámide poblacional, el 53,6% apenas incorpora el 1,4% de la riqueza mundial.[1]

Resulta evidente el problema de la desigualdad. Para más dato, señalemos que América Latina y el Caribe, si ser el territorio de mayor pobreza, si es el que acumula mayor nivel de desigualdad en el ámbito mundial.

Impacto social regresivo

El Banco Mundial (BM) difunde un didáctico resumen anual del impacto del COVID19 relativo a una “crisis sin precedentes”[2], destacando que “la pandemia ha perjudicado en mayor medida a los pobres y vulnerables, y podría empujar a la pobreza a millones de personas más.”

Pero, nos interrogamos, ¿es la pandemia la que provoca el crecimiento de la pobreza? O más bien se trata de un orden socio económico que provoca efectos desastrosos en la naturaleza y en la sociedad que derivan en los dramáticos datos de más de 81 millones de personas contaminadas y casi 1,8 millones de personas muertas por el coronavirus. No es bueno señalar que américa Latina y el Caribe, con 8% de la población mundial reúne a un 30% de los afectados por la pandemia.

El problema es el capitalismo y sus políticas hegemónicas de liberalización, que en las últimas décadas transformó derechos sociales en mercancías, y así la educación o la salud se mercantilizaron.

Resalta como efecto inmediato la restricción masiva en el acceso a la salud o la educación, lo que se agrava en tiempos de pandemia. El desarme del sistema público de educación y de salud involucra a la mayoría de los países del mundo, y por ende impactó fuertemente en la región latinoamericana y caribeña. La excepción es Cuba y por eso vale el análisis comparado sobre la política pública en la región, diferenciado lo acontecido en la mayoría de los países y en sentido contrario en la experiencia cubana.

Vale al respecto un debate realizado en 2005 en La Habana con funcionarios del Banco Mundial, que analizando los “servicios públicos” de la región para el 2004, daban cuenta de la ineficiencia e ineficacia de los mismos en la región, aunque señalaban insistentemente “salvo en Cuba”, donde históricamente los indicadores de salud y educación eran altamente valorados. Nuestra reflexión hacia el informe resaltó que, si el Banco Mundial destacaba los resultados cubanos, entonces había que seguir el camino de Cuba: la revolución para la transformación de la sociedad.

No se trata solo de una anécdota o un recuerdo, sino que tiene validez para pensar el presente de agravamiento de la situación de millones de personas que en todo el mundo sufren las consecuencias del orden económico social que privilegia la ganancia por encima de la satisfacción de las amplias necesidades sociales.

En el recuento del Banco Mundial se señala que al año podría terminar con nuevos pobres que estima entre 88 y 115 millones de personas, desandando un camino de disminución de la pobreza registrado en los últimos años (más que nada por los datos de China).

Pero el crecimiento de la pobreza se deriva, según el organismo en el deterioro de la economía, con registros de aceleración negativa de los impactos respecto a la crisis del 2008/09 y de 1991. Algo similar lleva a CEPAL a decir que esta crisis es la más grave para la región latinoamericana y caribeña en 120 años.

Sobresale como problema el elevado endeudamiento público, aunque también el de las empresas y las familias, que se proyecta como fenómeno estructural y condicionante del futuro cercano y mediato. Tanto el BM como el FMI promovieron políticas de asistencia financiera que solo se proponen sustentar una recuperación del orden capitalista, muy lejos de las necesidades sociales por transformar la realidad en beneficio de los sectores explotados por el régimen del capital.

Las caídas de las remesas, importantes en variados países de la región nuestramericana, agudiza problemas de ingresos populares por los cierres de empresas, el desempleo y reducción de salarios en millones de personas empujadas a la precariedad o la exclusión del mercado de la fuerza de trabajo. Todo lo que se agudiza para jóvenes y muy especialmente para mujeres.

Resultado de todo lo dicho, el impacto se siente en la alimentación, la salud y la educación de la mayoría de la sociedad, donde destaca la discriminación hacia las mujeres y la diversidad.

¿Qué pensar y cómo actuar?

Más allá de la atenta lectura del informe del BM o de otros similares del FMI o de la CEPAL, entre muchos organismos que hoy dan cuenta de la gravedad de la situación mundial, conviene encarar un enfoque crítico sobre las causas. Como señalamos, no se trata de la pandemia por el coronavirus o una nueva que pueda emerger, sino del capitalismo. Por ello hacia allí debe enfocarse la crítica y el intento por pensar y actuar otra realidad socioeconómica para los pueblos del mundo.

En rigor, la crítica apunta a la realidad del orden socioeconómico, tanto como a las lecturas de la realidad que se sustentan mayoritariamente desde la academia o los medios de comunicación. Desde esos ámbitos proviene la construcción del sentido común, en tanto consenso mayoritario instalado en la sociedad y una consecuencia relativa a la imposibilidad de transitar caminos alternativos.

La primera década del Siglo XXI habilitó expectativas de cambio en la región y dio origen a una serie de iniciativas que prosperaron y dejaron su impronta en nuestras sociedades.

Remito a cambios institucionales que renovaron el imaginario de un rumbo alternativo, lo que se visibiliza en nuevos cuerpos constitucionales, casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde la “democracia” y la participación popular en la toma de decisiones define la potencialidad de un nuevo orden político.

En el mismo sentido destaco la incorporación de lo “plurinacional” para pensar nuestras identidades en la dinámica histórica cultural, tanto como las subjetividades emergentes desde el protagonismo de los pueblos originarios, los movimientos feministas y por las diversidades y el protagonismo juvenil, diversificando la tradición de lucha obrera, campesina y popular en Nuestramérica.

Las expectativas se asentaron en nuevas propuestas de articulación regional con tímidos avances en articulaciones productivas y comerciales para inducir una integración no subordinada que amalgame una perspectiva común de la región en contra la dependencia y por la liberación.

Ese imaginario al que aludimos fue el resultado de acciones colectivas que animaron campañas compartidas por los movimientos sindicales, territoriales, sociales, que recogían la diversidad de demandas del movimiento popular, y que en algunos casos pudieron construir estrategias de gobierno.

Un límite de esas experiencias electorales estuvo en los alcances de la crítica, los que se limitaron a denunciar los efectos del neoliberalismo sin confrontar con el sustento capitalista de las políticas neoliberales. Aun así, esas experiencias fueron resistidas y en casos derrotadas por el accionar deliberado del poder local y mundial.

En algunos casos, la reversión de la ofensiva reaccionaria se obturó con relativa rapidez, caso de Bolivia, en donde el golpe fue ampliamente derrotado en un año. Venezuela es demostración de una dificultosa resistencia ante las agresiones y sanciones externas que obstaculizan un proceso político autónomo. Cuba, en un intento renovado de construcción soberana, ahora concentrado en el ordenamiento monetario reitera una definición por un rumbo de independencia y construcción no capitalista. México y Argentina pueden aportar a recrear las expectativas de una región que se piense y reconstruya desde una perspectiva no dependiente.

Como siempre sostenemos, lo definitivo será la dinámica de la lucha y la organización social consciente, en donde el pensamiento crítico tiene importancia, no solo para un adecuado diagnóstico del acontecer, sino para sistematizar las novedades de emergen de la práctica social cotidiana en la producción y reproducción de la cotidianeidad bajo formas de autogestión y solidarias, que en esencia cuestionan al régimen del capital. Todo ello supone la discusión sobre el programa de la transición del capitalismo al socialismo, el papel del estado en la transición y la capacidad de innovación del movimiento popular para construir subjetividad para un sentido común alternativo.

El tiempo de crisis recesiva y extendido impacto social sanitario y económico social demanda respuestas innovadoras de superación en beneficio de los pueblos. La llegada del 2021 habilita esperanzadoras expectativas de transformación social si así lo deciden los pueblos de Nuestramérica. ¡¡¡Felices fiestas!!!

Buenos Aires, 29 de diciembre de 2020



[1] Credit Suisse. Reporte sobre la riqueza 2020, en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/global-wealth-report-2020-en.pdf

[2] Banco Mundial. “Resumen anual 2020: El impacto de la COVID-19 (coronavirus) en 12 gráficos”, del 14/12/2020, en: https://blogs.worldbank.org/es/voices/resumen-anual-2020-el-impacto-de-la-covid-19-coronavirus-en-12-graficos

¿Cómo terminar con la pobreza?

 

Confieso que siempre me llamó la atención el título del escrito fundante de la Economía Política: “Una investigación acerca de la riqueza de las naciones”, publicado por Adam Smith en 1776, año de la independencia de EEUU, el único país colonial que llegó a ser imperialista. Pero también el año del surgimiento del Virreinato del Río de la Plata, desplazando a Lima como asentamiento del poder colonial de la corona española e inaugurando una historia de colonización desde el sur de América, confirmada con la dependencia que hoy nos explica como sociedad subordinada en el capitalismo mundial. Lo que aprendí y relato es que la novedad para Smith era la “riqueza”, como nuevo fenómeno que merecía ser estudiado, ya que la sociedad hasta el advenimiento del orden capitalista, en un largo trayecto que involucra las revoluciones, agraria e industrial por varios siglos, entre el XIII y el XVIII, ofreció una historia de limitaciones materiales que condicionaba la vida en una norma de pobreza. La normalidad de la pobreza limitaba la expansión de la población y de la sociedad, tanto como la expectativa de vida. El excedente económico, producido desde tiempos inmemoriales, diferenciaba las condiciones de vida de los sectores dominantes sobre los dominados, pero el escaso crecimiento de la población y las condiciones de vida daban cuenta de los límites civilizatorios en los tiempos pre-capitalistas.

El capitalismo todo lo revolucionó, generando un desarrollo material sobre la base de la desposesión, explicado en genial síntesis por Carlos Marx en su “acumulación originaria del capital”. La formación del capitalismo es una larga historia de violencia y sujeción de muchos por unos pocos propietarios de medios de producción que ejercieron y ejercen la violencia desde el poder del Estado. Fue y es la violencia del capital la condición para la reproducción de la subordinación del desposeído a cambio del ingreso que le permita vivir en una sociedad mercantilizada. La mercantilización se extendió hasta nuestros días de un modo impensado hasta hace muy poco. Solo fue frenada por las luchas sociales en demandas de derechos, pero la transformación de esos derechos en mercancías, caso de la educación o la salud, entre otros, se aceleró en las últimas décadas, hegemonía liberalizadora desde los 80 del siglo pasado.

Ahora, con el desarrollo tecnológico y la emergencia de una pandemia, la producción circula, plataformas mediante, para extender el dominio del mercado, con la mediación del dinero, para asegurar las condiciones de reproducción social. El dinero, creación humana para favorecer la circulación de mercancías, es el que media entre las necesidades y su satisfacción, imponiendo la subordinación social a su acceso. Como la pobreza de la que habitualmente se habla es por “ingresos”, caso del 44,2% del último indicador de la UCA para la Argentina, o sea, casi 20 millones de personas que no tienen ingresos suficientes para una canasta de bienes y servicios, según lo que indica el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, el INDEC. La solución sería entonces acercar esa masa de dinero a cada familia o individuos para resolver el tema, pero el problema es que la cantidad de dinero en circulación remite en el capitalismo a leyes económicas que los monetaristas replican como principios inviolables, aun cuando la propia historia económica o la realidad los desmienten.

Según los monetaristas no hay dinero para todos y todas, y, es más, restringen la concepción del “dinero” a la “moneda”, e incluso sugieren la eliminación de una moneda nacional por la subordinación lisa y llana a la de aceptación mundial, caso del dólar. La dolarización está entre sus propuestas privilegiadas. De este modo, solo resolverían aquellos que tengan acceso al dólar o a cualquier moneda de aceptación generalizada. La mayoría de los países están atendiendo la emergencia actual con emisión monetaria y de deuda pública, para atender la necesidad de no frenar la circulación y si pueden el proceso de producción. Es algo que resulta evidente en la gigantesca emisión que por estas horas hacen los principales Estados del capitalismo mundial, incluso muchos de escasa capacidad y poder, para atender la emergencia y la caída de la producción con sus secuelas de cierres de empresas, expansión del desempleo y caída importante de ingresos de la población más empobrecida.

Si la solución es proveer de dinero, y es lo que hacen los países con mayor poder económico, aun cuando la distribución de esa masa de dinero emitida no se distribuye por igual entre empobrecidos y poderosos, ratifican y acrecientan la desigualdad propia del capitalismo, beneficiando a los propietarios más concentrados de los medios de producción.

Queda claro que no alcanza con distribuir “dinero”, ya que la norma es la sujeción al proceso de producción y distribución capitalista. Por ende, si la pobreza quiere erradicarse habrá que pensar críticamente el modo de producción y circulación que define el sistema mundial, el capitalismo. ¿Es posible encarar un rumbo no capitalista? El principal condicionante es la propiedad privada de los medios de producción, cuyo desarme requiere de un proceso e transición hacia una perspectiva de propiedad comunitaria, asociativa y de autogestión, sin fines de lucro, con amplia tradición en la actividad mutual y cooperativa en nuestra sociedad. Está claro que no es un proceso de acto único, sino un camino a construir, de desarme y rearme, tal como podíamos imaginar con la transformación de la estafa de Vicentin en una empresa testigo para el cambio del modelo productivo de agro exportación hacia una perspectiva de producción bajo la concepción de la soberanía alimentaria en contraposición al agro negocio. La pobreza se puede combatir asumiendo la transición del capitalismo a otro modelo de producción y de distribución con eje en la satisfacción de las necesidades de la población.

Con Adam Smith y los clásicos de la Economía Política también aprendí que el capital es “trabajo acumulado”. Por ende, no son inversiones privadas las que hacen falta para activar la economía y resolver producción para distribuir y consumir; sino, organizar el trabajo de manera alternativa al mercado capitalista dominado por la propiedad privada de los medios de producción. No es una cuestión de dinero, sino de cómo organizar las relaciones económicas entre las personas. ¿Puede hacerse desde un solo país? Es mejor si la respuesta es global, integrada, pero la decisión de encarar un nuevo proceso que puede demandar mucho tiempo requiere ser ensayada. Ese ensayo hace mucho que se inició y con éxitos relativos se construye la expectativa de los pueblos por un mundo diferente. La Comuna de París en 1871 fue un intento de construir una nueva sociedad, que culminó con la violencia ejercida desde el poder para restituir el rumbo de la dominación para la apropiación privada. La revolución en Rusia en 1917 habilitó expectativas que devinieron en un orden bipolar hacia 1945 y que aun requieren de un balance histórico en tanto potencialidad de una sociedad alternativa, no mercantil ni lucrativa. Cuba en nuestra región expresa ese anhelo, ahora en un nuevo intento contra la dolarización. La idea de una sociedad alternativa se recreó en nuestros territorios a comienzos del Siglo XXI más allá del derrumbe del “socialismo real”.

Variados procesos se presentan como intentos por una nueva sociedad, incluso al interior de los países capitalistas. Las experiencias socio productivas son muchas, en una dinámica de autogestión y a veces más allá del mercado. Aun siendo marginales son parte de la experiencia social por la transición del capitalismo al socialismo, una enunciación que debe ser todavía definida desde la práctica social. En ese marco se discute el “vivir bien o el buen vivir, tanto como el socialismo comunitario o el de nuestro siglo. Son reflexiones sobre fines de un año atravesado por la complejidad de la pandemia con su secuela de muertes, la recesión y su impacto socioeconómico, y un debate por una sociedad alternativa, donde la resolución de la pobreza esté entre las prioridades sociales.

Buenos Aires, 26 de diciembre de 2020

 

Existe coincidencia en la gravedad del momento y cada quién busca agua para su molino

 

Estamos sobre el final del 2020, con las fiestas y los tradicionales encuentros de despedida del año que termina y con augurios por el que viene. Son ocasiones adecuadas para hacer balances del más diverso enfoque. En ocasiones se clama por el final de este “nefasto” año en lo socioeconómico para casi todes (una ínfima minoría acumuló inmensos ingresos y riquezas), pero también de expectativas por quienes ampliaron familias, afectos, o multiplicaron relaciones para una sociabilidad más placentera. Incluso, con cierto optimismo estamos los que coincidimos en la necesidad de formular articulaciones socio políticas para disputar el orden social. No todo está perdido y con Fito decimos que venimos a ofrecer nuestro corazón. De un lado, la pandemia favoreció reestructuraciones regresivas del orden social, que busca constituirse en nuevas normalidades, que agravan el saqueo y la explotación de la antigua normalidad capitalista.

No cabe duda que el gran tema es el impacto sanitario y económico del COVID19. Golpea de una manera directa, aun cuando la vacuna parece estar a la vuelta de la esquina. Pero en el capitalismo y en su tendencia a la mercantilización creciente, las vacunas se ofertan en el mercado. Allí se juega la valorización de los capitales invertidos en las transnacionales farmacéuticas. No puede ser de otro modo, la ganancia es el móvil al que se subordina el propio Estado capitalista, que traslada a la sociedad el costo de la investigación de base con la que las farmacéuticas desarrollan los productos que luego venden en el mercado, precisamente a los Estados, quienes las compran por millones. Se trata de un negocio redondo, ya que el costo de la investigación dura, de base, lo asume la sociedad desde la educación pública y los ámbitos de la investigación científica estatal. El rédito económico es apropiado privadamente por monopolios que intervienen en la comercialización de los fármacos.

Veamos como la preocupación transita la argumentación de los organismos supranacionales y de los Estados, quienes buscan desarrollar políticas que contengan el ciclo recesivo y se predispongan al relanzamiento del crecimiento y el orden del régimen del capital. Desde la Comisión Económica para América Latina se puede leer:

“Antes de la pandemia, la región ya mostraba un bajo crecimiento económico: en promedio un 0,3% en el sexenio 2014-2019, y específicamente en 2019 una tasa de crecimiento del 0,1%. Con la llegada de la pandemia, se sumaron a ese bajo crecimiento económico los choques externos negativos y la necesidad de implementar políticas de confinamiento, distanciamiento físico y cierre de actividades productivas, lo que hizo que la emergencia sanitaria se materializara en la peor crisis económica, social y productiva que ha vivido la región en los últimos 120 años, y en una caída del 7,7% del PIB regional. Dicha contracción de la actividad económica ha venido acompañada de un aumento significativo de la tasa de desocupación, que se prevé en torno al 10,7%, una profunda caída de la participación laboral y un incremento considerable de la pobreza y la desigualdad.”[1]

Es elocuente la cita, que remite a la peor crisis en 120 años, lo que no retrotrae a comienzos del Siglo XX. El problema es que la región tiene menos del 10% de la población mundial y sin embargo acumula más de un tercio de los contagios y muertes por el COVID19. Por eso, la gravedad de la situación se suma a problemas que anteceden, tal como destaca la CEPAL, e involucran de manera creciente a variados países. Por su parte, la Reserva Federal de EEUU (FED), es decir, el Banco Central de la potencia hegemónica del sistema capitalista, informa que:

“La pandemia de COVID-19 está causando enormes dificultades humanas y económicas en los Estados Unidos y en todo el mundo. La actividad económica y el empleo han continuado recuperándose, pero se mantienen muy por debajo de sus niveles de principios de año.”

“El camino de la economía dependerá significativamente del curso del virus. La actual crisis de salud pública seguirá afectando la actividad económica, el empleo y la inflación a corto plazo, y plantea riesgos considerables para las perspectivas económicas a medio plazo.”

“El Comité decide mantener el rango objetivo para la tasa de fondos federales de 0 a 1/4 por ciento y espera que sea apropiado mantener este rango objetivo hasta que las condiciones del mercado laboral hayan alcanzado niveles consistentes con el Comité”[2]

Así, el Comité de política monetaria de la FED nos informa de las debilidades de la recuperación estadounidense y la necesidad de sostener bajas las tasas de interés para activar la economía. Es una declaración en sintonía con el debate parlamentario estadounidense para un estímulo en asignaciones de recursos por 900.000 millones de dólares, con cheques por 600 y 700 dólares a personas en sus domicilios, como pagos de emergencia, ayuda por desempleo y asistencia por alquileres, ayuda a pago de nóminas de empleados a empresas con dificultades, además del financiamiento para el acceso a la vacunación. Es una gigantesca intervención estatal para intentar compensar el impacto social de una crisis de enorme magnitud en el marco de la incertidumbre que genera el cambio de gobierno en enero 2021. Por su parte, la Unión Europea aprobó un plan plurianual 2021-2027, donde destacan la “dramática crisis” para destinar 1,1 billones de dólares, a lo que se suma el Fondo Europeo de Desarrollo por 750 000 millones de euros. En conjunto, señala el Consejo europeo:

“…permitirá a la UE proporcionar una financiación sin precedentes de 1,8 billones de euros en los próximos años para apoyar la recuperación de la pandemia COVID-19 y las prioridades a largo plazo de la UE en diferentes políticas y áreas.”[3]

En rigor, no solo CEPAL, la FED o la UE manifiestan sus inquietudes sobre la situación actual. Todos los organismos internacionales, más allá de las especificidades llaman la atención sobre el momento. Es algo a tener en cuenta, incluso para leer entre líneas las propuestas que cada ámbito propone y quienes son en definitiva los sectores sociales y económicos a los que se apuntan para la sostenibilidad del orden social capitalista. En última instancia lo que se pretende es la vuelta a la “normalidad”, la que precisamente es la que nos trajo hasta acá. La normalidad capitalista es la que provoca la situación actual, de desaceleración de la economía antes del COVID19, agravada con la crisis sanitaria, la que, además, no es otra cosa que un fenómeno derivado del modelo productivo y de desarrollo del capital y el “capitaloceno” (el capital y no el ser humano es el responsable de la crisis ambiental y el cambio climático).

Mercantilización y debates por la soberanía

La normalidad de la mercantilización ampliada se expresa en estas horas con la inauguración de la cotización de los “derechos de uso del agua” en el mercado de futuros de California. Hace apenas una década, en 2010 que Naciones Unidas sanciono el derecho al agua como patrimonio de la humanidad. En plena crisis sanitaria y económica, con falencias y necesidades insatisfechas a varios niveles, la especulación alcanza a los bienes comunes, en este caso el agua. La disputa por el agua, para la vida de la humanidad y para usos económicos en la producción agrícola ganadera, en la minería y diversos usos, transforma el bien común y el derecho de la población al acceso en una mercancía que se negocia desde ahora en el mercado de futuros, que desde California pretenderá extenderse y universalizarse en desmedro de la mayoría sin acceso al agua. Asociado al tema está el trasvase de los cursos de agua al servicio del capital concentrado y sus negocios, en desmedro de las necesidades sociales de poblaciones enteras.

No solo es el agua, sino también la disputa por las tierras raras, el litio y cuantiosos materiales que integran el debate si son considerados mercancías o bienes comunes. Una u otra definición es lo que diferencia al capitalismo de otras formas de organización económica de la sociedad, que en las condiciones actuales necesita ser debatido en el ámbito mundial.

China será el único país con crecimiento este año, débil, por cierto, pero con una base para alejar el mayor impacto de una situación que golpea mundialmente. Es un país de gran demanda de bienes comunes, de los que hay abundancia en Nuestramérica, sin perjuicio de ser el principal productor de “tierras raras”, en competencia nafa menos que con EEUU. Es el piso para pensar en la recuperación china del 2021 en mejores condiciones para su avance en la disputa hegemónico de la producción mundial.

Pero vale el interrogante más allá de cualquier interés nacional, en el sentido de resolver la continuidad de la tendencia por a la mercantilización o transitar un rumbo diferente en el camino de la des-mercantilización y a favor de los valores de uso y el derecho y acceso social a los bienes comunes de la humanidad. La discusión tiene sentido por el peso de Nuestramérica y su potencial en bienes comunes que pretenden las grandes potencias de la economía mundial. Por eso hay que pensar la región latinoamericana y caribeña en este marco de tensiones globales.

La lucha por un orden soberano en nuestros países está al orden del día y Cuba es noticia por su intento, largamente postergado, de intentar soberanía monetaria. Desde el inicio del 2021 lanza su “ordenamiento monetario”, pretendiendo terminar con la doble moneda, la nacional y el dólar. Se propone Cuba des-dolarizar su economía, algo que logro el Estado Plurinacional de Bolivia durante la gestión de Evo Morales y que el golpe no pudo eliminar en un año. Es algo que Ecuador no pudo desandar bajo el gobierno de Correa y menos ahora, ni Venezuela que se debate en una encrucijada de un Bolívar atacado por el imperialismo y la especulación, tal como explicó en estas horas en un conversatorio la economista de Caracas Pasqualina Curcio. El video con abundante data sobre la realidad económica de Venezuela puede verse en: https://youtu.be/c-L1pYJtS-U

La economista venezolana se animó a desmitificar las falsas teorizaciones de liberales y monetaristas ortodoxos que asocian la elevada inflación a la emisión monetaria, sin explicar porque no suben los precios ante la gigantesca emisión en EEUU o en Europa. La elevada inflación ocurre en países donde la disputa política es fuerte, caso de Venezuela, de Irán o Turquía. Hemos sostenido en variadas ocasiones que la lupa en la Argentina debe orientare hacia la lucha de clases para entender el movimiento de los precios, justo ahora sobre fines del 2020 donde vuelve a recrudecer la marcación de precios, especialmente de los alimentos, afectando las condiciones de vida de la mayoría empobrecida del país. Para Venezuela está en primer lugar las sanciones unilaterales y el bloqueo desde EEUU. Claro que a esa presión del poder mundial deben sumarse los problemas internos de los países, pero lo central en la manipulación de los precios está en el accionar del poder que disputa la apropiación del ingreso y de la riqueza.

Ante las fiestas por el nuevo año vale la renovación de las expectativas, siempre que no quedemos atrapados en la lógica de la ganancia y si se pueda avanzar en planes que promuevan desarrollos soberanos y articulaciones de una integración no subordinada, alternativa, en contra de la tendencia a la mercantilización de la cotización de los derechos de uso del agua en California. No todo es ofensiva capitalista, precisamente porque el capitalismo es una relación social, en lucha, entre los que dominan y los dominados. Las expectativas siguen colocadas en la posibilidad de transformar la sociedad, lo que supone decisión para la acción política e ideológica en contra y más allá del capitalismo.

Buenos Aires, 19 de diciembre de 2020



[1] CEPAL. Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe, 2020, en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/46501/18/S2000881_es.pdf

[2] FED. Declaración del Comité de Política Monetaria del 16/12/2020, en: https://www.federalreserve.gov/newsevents/pressreleases/monetary20201216a.htm

Expectativas de ayer y de hoy a un año de gobierno

 

Hace un año había gran expectativa en buena parte de la sociedad argentina por dejar atrás los 4 años de gobierno Macri (2015-2019), especialmente por los resultados económico sociales, los que podemos resumir en tres años (de cuatro en la gestión) de recesión, con impacto en desempleo y empeoramiento de las condiciones de vida y empleo de trabajadoras y trabajadores. El resultado lógico fue el incremento de la pobreza y la indigencia. Junto a la recesión, lo que se desarrolló fue la inflación, que como sabemos supone una gigantesca transferencia de ingresos desde la mayoría que no tiene “poder” para fijar precios, hacia la minoría de “poder” concentrado. Estos, sí que tienen la condición y posibilidad de aumentar los precios, por si mismos o por la vía de disposiciones de políticas estatales, como reiteradamente se observa con la suba de los combustibles en beneficio de las petroleras. Reiteraremos hasta el cansancio que la inflación es lucha de clases, que es una cuestión de “poder”, con base en la propiedad privada de los medios de producción. Es algo que sienten de manera evidente la mayoría que vive de ingresos fijos, sean salarios, jubilaciones o beneficios sociales, impedidos de lograr actualizaciones de ingresos contra suba de precios. La recesión y la inflación se sostuvieron con un endeudamiento deliberado, que devino en “cesación de pagos”, default, en el último tramo del 2019.

Las expectativas estaban centradas en la reversión de una lógica empobrecedora, que en contrapartida había generado una fortísima acumulación de ingresos y riquezas en pocas manos. Es algo que verificó el informe del BCRA de mayo pasado cuando afirma que, de 100.000 millones de dólares ingresados por préstamos, unos 86.000 salieron del país en el periodo, confirmando la fuga de capitales como lógica de valorización de los principales inversores en la economía local. Es una cuestión que evidencia y agrava la dependencia financiera y económica del país respecto de la hegemonía capitalista especulativa mundial. En ese marco sobrevino algo inesperado y postergó cualquier amago de solución de fondo: la pandemia por el coronavirus.

Coronavirus y recesión

El COVID19, fenómeno mundial agravó los problemas locales de arrastre, los que también estaban impregnados de una lógica mundial de desaceleración de la economía. A tres meses de asumido, el nuevo gobierno tuvo que gestionar un problema novedoso e imprevisible que se sumaba a los heredados de la gestión Macri.

Todos los informes de organismos internacionales, con matices, coinciden en los problemas económicos pre pandemia, de larga data y que remiten a la crisis mundial 2007/09. Hemos comentado como el titular de Reserva Federal de EEUU informó en agosto pasado que la previsión de la economía hegemónica del sistema mundial viene mostrando retrocesos continuos relativos al crecimiento desde el 2012. A tal punto que, si el eje por cuatro décadas fue la lucha contra la inflación bajo la lógica monetarista a los Friedman, ahora lo que pretende es un relativo incremento, controlado, de los precios. Para pensar en debates teóricos con los liberales que hegemonizan la propaganda mediática en la Argentina.

No se trata de nuevos fenómenos. La desaceleración de la economía mundial es un dato de la realidad desde hace mucho tiempo, y no hay perspectiva de salida que pueda resolverse con inversores externos, los que no llegan al país, ni a la región, tal como informan, entre otros, la CEPAL o la UNCTAD, ambas organizaciones del sistema de Naciones Unidas. Salvo que las concesiones sean gigantescas y remiten a las reformas estructurales contenidas en el acuerdo con el FMI y demandadas por los grandes capitales y variados comentaristas en los principales medios de comunicación. Por las dudas insistamos que se trata de las reaccionarias reformas laborales y previsionales. El circuito de las inversiones internacionales tiene destino en el capitalismo desarrollado, también con tendencias a la baja respecto de años anteriores.

Pese al pesimismo global sobre la evolución de la economía mundial, la disminución de contagios y muertes por el COVID19 alentó expectativas de mejora en la economía para el segundo semestre del 2020, con el aliciente que se estaba cerca de la aparición de la vacuna, una cuestión que ya empezó a ser realidad en unos pocos países. La realidad del rebrote en el invierno de los países capitalistas desarrollados indujo a los organismos internacionales a señalar que los gobiernos deben ser cuidadosos en eliminar medidas preventivas y de sostenimiento de los sectores más perjudicados. Es que la gravedad del impacto económico social entre grandes masas desfavorecidas en todo el mundo hace temer por colapsos y conflictos con desenlace incierto. Hasta puede decirse que Trump perdió las elecciones de noviembre pasado por no tener en cuenta estas recomendaciones, aun con una fortísima intervención estatal vía emisión de dinero y de deuda pública. La pésima gestión relativa a la pandemia y su efecto económico disminuyó las posibilidades de reelección del millonario presidente de EEUU. Hay relativa recuperación de la economía mundial luego del pico de contagios y muertes de abril a junio, pero la segunda ola afecta hasta los países que mejores resultados presentaron en la primera etapa.

Dependencia

En definitiva, en la Argentina existían expectativas para revertir el ciclo combinado de recesión e inflación y sobrevino la pandemia. ¿Fenómeno externo? En cierto sentido si, pero también interno, en tanto la Argentina es parte del orden mundial capitalista y su dinámica dependiente es la forma que define el orden económico local.

La lógica de la pandemia es inescindible del orden capitalista y su exacerbado modelo productivo, de subordinación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza a los objetivos del capital.

El país tiene un lugar dependiente en el sistema capitalista. Argentina está subordinada al orden mundial por los precios de exportación y los de importación; por las tasas de interés del mercado financiero mundial y de aquellos que establecen el sobre precio del riesgo país.

La dependencia está más allá de la voluntad de política nacional. La dependencia capitalista determina el conjunto de relaciones sociales y económicas. Es más, no hay rama de la economía local, productiva o de servicios, de la producción o la circulación, que no esté dominada por el capital externo.

Lo real es que, si había expectativas de cambio, la pandemia postergó cualquier agenda.

En la agenda originaria del gobierno asumido el 10/12/2019 se propuso primero resolver el tema de la deuda pública, y luego ver como revertir el legado global de la era Macri. Fue una definición que algunos cuestionamos, demandando la suspensión de los pagos de deuda e iniciando un profundo proceso de investigación y auditoria con participación popular. De igual modo, en el gobierno imaginaron un trámite exprés para resolver una negociación con los acreedores externos, que imaginaron a resolver hacia marzo.

La negociación se postergó en el marco del agravamiento por el impacto de la pandemia y la voracidad de acreedores especulativos mejor preparados ante la emergencia de la cesación de pagos. Esa demora tuvo costo, ya que se continuó con el pago de la deuda pública, aunque algunos vencimientos fueron suspendidos. Más aún, se favoreció a empresas privadas cancelaciones anticipadas de deudas afectando las reservas internacionales. Esa es la principal razón de la baja del stock de reservas internacionales, de los 43.785 millones de dólares el 10/12/2020 a los 38.710 millones del 9 de diciembre pasado. La negociación con el FMI pasó para el 2021, con la lógica de la incertidumbre que genera el cambio de administración en EEUU. La gestión actual en Washington es corresponsable de adjudicar un crédito imposible de haberse otorgado a no ser por razones de Estado, empujadas por Donald Trump para favorecer al gobierno amigo de la Argentina. No solo es una cuestión de negocios particulares de los empresarios presidentes, sino y muy especialmente derivada de una lógica de asociación en la política exterior injerencista de EEUU en la región latinoamericana y caribeña, más concretamente en Venezuela. Esa complicidad del FMI con el gobierno Macri ha sido señalada por la carta de los senadores oficialistas recientemente remitida al organismo internacional, en donde se le demanda no presione al país para los ajustes tradicionales en las recetas promovidas desde el Fondo.

Sostenemos que la situación de la pandemia y las políticas recesivas inducidas en todo el mundo eran ocasión para denunciar el tema endeudamiento, en sintonía con lo que pasa en varios países con crisis de deuda e imposibilitados de pagar sus acreencias. Existe un horizonte de default extendido, por lo que el FMI y los grandes bancos centrales están emitiendo moneda y deuda para favorecer la “normalidad” del sistema mundial. Hay flexibilización de todas las normas precautorias que son “religión” entre los comentaristas que dominan la comunicación y generan un sentido común a contramano de la práctica de política económica en todo el mundo capitalista.

Un año después

La agenda inicial del gobierno, el informe del BCRA y la carta de los senadores oficialistas, indican que la deuda pública es un tema central en la discusión política y económica actual.

A fines del 2020 sostenemos que la deuda sigue condicionando la realidad. Los datos duros de pobreza, cercanos al 45% y el desempleo en torno al 13% denuncian la gravedad de la situación actual. La UCA señaló que, de no haber existido asistencia masiva desde el Estado Nacional, el impacto social sería mucho más delicado, con índices de pobreza superiores al 50%.

En el marco de la agenda originaria se encuentran el congelamiento de tarifas, en proceso de flexibilización y sobrevino luego el impuesto a las grandes fortunas, al final aporte voluntario, pero al mismo tiempo el deterioro de todos los ingresos populares, especialmente de jubilados y jubiladas, ahora con media sanción de una actualización de haberes previsionales que no contempla un punto de partida de satisfacción de la canasta del adulto mayor.

Un nuevo año renueva expectativas de cambio y satisfacción de necesidades, pero claro, mientras no se resuelva la cuestión de fondo, o sea, la posibilidad de ir en contra y más del capitalismo, parece muy lejana la solución en acuerdo con las exceptivas de fondo de una mayoría empobrecida de la sociedad argentina.

Buenos Aires, 13 de diciembre de 2020

Aumentan los pobres y la riqueza se concentra en pocas manos

 

Los datos de la pobreza que difunde en estos días la Universidad Católica de la Argentina, la UCA, son muy interesantes para pensar el país, la región y el mundo[1]. Son datos convergentes con los que oportunamente difunde el Instituto de Estadísticas y Censo, el INDEC. Por eso son de interés para el análisis, ya que anticipan la información oficial y resulta confiable para la consideración económica, política, cultural y social. Al mismo tiempo, la OIT informó a principios de diciembre sobre los salarios en el mundo para el 2020/21, en el marco de la pandemia por el COVID19, con resultados que ratifican la tendencia al empobrecimiento de millones de personas, por baja de salarios y pérdidas de empleo[2].

En rigor, ambos informes no solo explicitan el crecimiento del empobrecimiento por la pandemia del COVID19, sino como proceso que se arrastra con antelación y que, cruzando los datos, se verifican tendencias del capitalismo contemporáneo, que corrobora el Informe anual del Credit Suisse[3]. Lo que se ve es una expansión abismal de la grieta de ingresos y en definitiva de riqueza entre muy pocos que acumulan patrimonio y renta, y millones en condiciones de vida cada vez más precaria. Resulta preocupante la situación del empobrecimiento en la Argentina, por su historia y potencialidad, por territorio, climas y una población con calificación y organización social de larga trayectoria. En realidad, se trata de un fenómeno global con especificidades propias que deben ser consideradas especialmente.

Para el tercer trimestre del 2020 crece la pobreza y la indigencia en la Argentina contra el mismo periodo del 2019. Si era del 40.8%, el guarismo de personas bajo la línea de la pobreza se amplió hasta el actual 44,2%. En materia de hogares bajo la pobreza pasó del 32,1% al 34,9%. La indigencia registra en el periodo un 10.1% de personas y 7,3% de hogares por debajo de la línea de indigencia.

El cuadro que sigue da cuenta de esos valores y de la evolución de los datos en la última década. Está claro que se agrava en este año por impacto de la pandemia, sin duda, pero el arrastre viene de lejos. No se trata de un problema novedoso. Es ya un tema estructural que se prolonga por años y sin vista de solución en el corto o mediano plazo. Ello supondría una discusión existente sobre el orden socioeconómico y las relaciones sociales de producción y distribución. De punta a punta el dato de la pobreza evoluciona del 31,8% al 44,2% sin horizonte cercano de mitigación importante.



La UCA señala que el nuevo escenario paralizó la inversión y el consumo, dos claves de la ecuación macroeconómica que incluye también el comercio internacional. Este se encuentra atravesado por la situación de parate o desaceleración del comercio mundial y por las propias restricciones locales en el vínculo con el exterior, entre otras cuestiones por los límites en la disposición de divisas y la inestabilidad en torno a la capacidad de controlar el precio de la moneda extranjera. Por ello, la dinámica interna se define en el consumo y la inversión, categorías ambas afectadas por las condiciones de larga recesión. El problema se registra principalmente en los ingresos populares, especialmente los salarios y en el empleo. Como sostuvimos, es coherente con las conclusiones del informe mencionado de la OIT, donde se ratifica el crecimiento de la informalización e irregularidad en el empleo. La baja en el empleo regularizado acontece en todo el mundo, por ende, la tendencia es a la precariedad laboral y salarial. Es una realidad que confirma la tendencia al empobrecimiento de millones de personas.

En el informe de la UCA se destaca que, para la población de niños y adolescentes, el registro de la pobreza alcanza a un 63% de los menores de 17 años. Es algo que compromete el futuro, ya que una población infantil y adolescente sin acceso a recursos adecuado para una buena nutrición afecta el normal desarrollo físico e intelectual. El tema resalta en el cuadro que sigue, agravado en este 2020, pero con arrastre de años donde la niñez resulta la más afectada en los registros de pobreza.


Por su parte, el informe de la OIT señala que antes de la pandemia millones percibían por debajo del salario mínimo y que en el 2020 se percibe una caída de salarios en los 2/3 de países con estadísticas, lo que nos hace pensar en una situación más grave proveniente de aquellos países con escasa información.

Destaca el informe que los más afectados son las mujeres y los trabajadores de ingresos bajos. No hay duda de la discriminación al trabajo femenino y que los más perjudicados durante la pandemia son las trabajadoras y los trabajadores de ingresos reducidos.

Se agrava la desigualdad, no solo entre ricos y pobres, sino entre los propios trabajadores y trabajadoras, por diferencias de ingresos y la situación de regularidad o irregularidad en el empleo.

Un elemento interesante que recogen ambos informes alude a las extendidas políticas socioeconómicas de contención ante la gravedad de la crisis.

En efecto, las medidas fiscales asumidas para compensar la baja de salarios y empleo se reflejan en las mediciones respectivas. Señala la UCA que, de no haberse asumido una asistencia en dinero a millones de personas, el dato de la pobreza más que del 44,2% hubiese alcanzado al 53,1%.



Resulta un dato de interés, porque en la discusión de la coyuntura, local y mundial, se analiza la cuestión fiscal como un tema central. Es más, el debate supone analizar quien debe sostener la ampliación del gasto público por la recesión y la crisis sanitaria. Mucho más en un tiempo donde la hegemonía de los argumentos hace propaganda contra el gasto público y la necesidad de la austeridad fiscal. En los medios de comunicación tienen un peso sobredimensionado los comentaristas de un mensaje liberal a ultranza que pregonan el achique del gasto público como solución a todos los problemas económicos. Son argumentos a contramano de la prédica de los informes que comentamos.

El titular de la OIT, Guy Ryder destaca el problema del crecimiento de la desigualdad entre trabajadores y trabajadoras formales, junto a una tendencia a la informalización del empleo, con pérdidas de ingresos por salarios y empleos regularizados La baja de empleo y los salarios incrementa la desigualdad entre ricos y pobres en todo el mundo. Sostiene también que lo que crece es la pobreza y la inestabilidad económica y social. El resultado de ello es previsible en procesos de conflictividad de incierto resultado. Por todo ello, el titular de la OIT concluye en la importancia de sustentar las políticas activas en pro del empleo y los salarios. Especial atención le asigna a la pérdida de ingresos de los trabajos de cuidado y el relativo a la docencia.

Son conclusiones del informe de la OIT, convergentes con el llamado de atención de las referencias de la UCA y por eso la importancia de discutir la cuestión fiscal, es decir, quien debe financiar al Estado y que destino asignar a los recursos públicos.

Es un tema que adquiere actualidad en la Argentina con el impuesto a las grandes fortunas que se acaba de aprobar. Es ley el “aporte solidario y extraordinario a las grandes fortunas”, que apunta a recaudar recursos a quienes tengan patrimonio superior a los 200 millones de pesos, que equivalen a unos 2,3 millones de dólares al tipo de cambio oficial. Serán sujetos del aporte unas 10.000 personas, que, para casi 45 millones de habitantes, apenas representan el 0,022% de la población. Una ínfima minoría de elevada concentración de riqueza.

Las alícuotas son progresivas, escalando desde el 2% hasta los 300 millones de pesos, para subir a 2,25% en el rango de los 300 a 400 millones; del 2,50% entre 400 y 600 millones; 2,75% entre 600 a 800 millones; 3% entre 800 y 1500 millones; 3,25% entre 1.500 y 3.000 millones y 3,5% a quienes detenten más de 3.000 millones de pesos. Por el patrimonio fuera del país se agregará una tasa de incremento del 50%, salvo que haya repatriación de un 30% y entonces no existirá el recargo. Se estima recaudar un poco más de 300.000 millones de pesos, que al tipo de cambio oficial representan unos 3.500 millones dólares.

Ahora, aprobada la ley será importante que se reglamente para una pronta ejecución, aunque es previsible un largo camino de demanda judicial de los sujetos del aporte, tal como lo anticipan cámaras empresarias, el lobby mediático y referentes políticos e ideológicos de los grandes propietarios, quienes no están dispuestos a resignar cuota de ingresos y riquezas. No existe en buena parte de ellos espíritu de solidaridad. Reclamarán ante la justicia por la inconstitucionalidad del gravamen. Argumentan que es un impuesto confiscatorio.

Hay que atender la pandemia es el argumento oficial para la sanción del gravamen. La recaudación tendrá cinco destinos: a) 20% para salud, b) 20% educación, c) 20% pymes, d) 15% en barrios populares, 25% producción de gas. El destino al gas es objetado desde sectores críticos al modelo productivo extractivista a manos de transnacionales de los hidrocarburos, con quienes negociará la empresa estatal.

Ya es ley y habrá que ver cómo termina la objeción judicial y la capacidad estatal para recaudar una masa que interesa en el marco de la crisis sanitaria y de recursos, cuando desde OIT y otros organismos internacionales se sostiene que hay que mantener la política fiscal de contención de los sectores más desfavorecidos, aun emitiendo enormes masas de recursos.

El horizonte de preocupación no es solo el 2020 sino también el 2021 y quizá más allá, aun cuando haya vacuna y se empiece la recuperación económica, un fenómeno previsible ante las aperturas de diversas actividades. Hay que reconocer que estos efectos son causas de la forma de funcionamiento del capitalismo de esta época.

Aún dentro del capitalismo, hasta el poder mundial más racional, si es que eso es posible, reconoce que se requieren políticas activas para defender el empleo y el salario, que se requieren de recursos suficientes para atender necesidades sociales en el marco de un capitalismo depredador que afecta con pandemias, caso del COVID19, que no será la última y que pasa a ser constitutiva de la nueva normalidad de la civilización actual.

Es más, en el informe de la riqueza 2020 del Credit Suisse ya mencionado se señala que el 1% superior de los hogares en el ámbito mundial es poseedor del 43,4% de toda la riqueza. En el otro extremo, el 53,6% apenas asume el 1,4%, dando cuenta de la enorme desigualdad en el orden capitalista contemporáneo. Es una realidad verificada en variados estudios y que en pandemia y recesión se consolidan.




La figura muestra con claridad que el 83,9% de la riqueza acumulada en el ámbito mundial es concentrada por apenas el 12,4% de la población más enriquecida.

En la figura siguiente puede verse la concentración en “número de millonarios en dólares (% del total mundial) por país, finales de 2019” según el registro de la riqueza del Credit Suisse, destacando EEUU en primer lugar y la sorpresa, con crecimiento de millonarios de China.



No se trata de confirmar que el mal es global, porque como señalamos hay especificidades nacionales y, además, la acción política puede ser internacional, pero es sin duda nacional, y por ende, existe el desafío de encontrar formas de solución en cada país y una convergencia de acción internacional de los pueblos para ir en contra y más allá del capitalismo.

Buenos Aires, 6 de diciembre de 2020



[1] UCA. Informe de avance: Deudas Sociales en la Argentina 2010-2020. Crisis del

empleo, pobrezas y desigualdades en el contexto COVID-19. APORTES PARA UNA AGENDA SUSTENTABLE DE DESARROLLO HUMANO INTEGRAL; en: http://wadmin.uca.edu.ar/public/ckeditor/Observatorio%20Deuda%20Social/Documentos/2020/ODSA_3Dic_2020_Presen_Difusi%C3%B3n%20Final4PM.pdf

[2] OIT. Informe Global sobre salarios 2020/21. Salarios y salarios mínimos en tiempos de COVID19, en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/@publ/documents/publication/wcms_762534.pdf

[3]   Credit Suise, Informe sobre la riqueza global 2020, octubre 2020, en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/global-wealth-report-2020-en.pdf