Ya pasaron el 25 y el 29 de mayo, dos fechas muy importantes
de la historia argentina, la revolución de mayo y el Cordobazo, al que siempre
asocio al Rosariazo, acontecimiento previo y posterior a esa emblemática lucha.
Es cierto que son dos tiempos distintos, aunque este año la
fiesta patria fue aniversario de una “década ganada” para el oficialismo, y muy
discutida por la movilización liderada por la CTA a 44 años de la gesta
cordobesa. Pero no solo se moviliza el sindicalismo crítico, esta vez sin la unidad
de acción con la CGT por propia decisión de ésta que decidió no acompañar, sino
que los docentes bonaerenses, o los colectiveros de larga distancia, ambos con
cercanía oficialista encaran medidas de fuerza en demanda de salario.
Se trata de una demanda por ingresos en el mismo momento en que
se cierra una etapa del acuerdo de precios iniciado a comienzos del año, con escasos
resultados, y se renueva ahora, desde el primer día de junio, con un acuerdo
sobre 500 productos de la canasta cotidiana de consumo. La novedad es la línea
gratuita para denunciar incumplimientos desde el programa “Mirar para cuidar”
presentado esta semana por la Presidenta. Antes con la militancia social y
política y ahora directamente con los consumidores. Cuánto mejor sería un involucramiento
directo de los trabajadores de aquellas pocas empresas que son las que pueden
mover los precios hacia arriba. Ello requeriría una misión articulada del
movimiento sindical con una propuesta de modelo productivo y de desarrollo
asumido conscientemente por los trabajadores. De eso se está muy lejos.
Asumir
la inflación
Tal como hemos sostenido, es sano que se asuma el diagnóstico
del encarecimiento de los precios, de la inflación como fenómeno que corroe los
ingresos de aquellos que menos perciben. Lo curioso es que el INDEC y todos sus
superiores jerárquicos persistan en la mentira estadística, especialmente
cuando el dólar ilegal aparece contenido, claro que en un precio muy superior
al del dólar administrado por el BCRA, y
la devaluación del tipo de cambio oficial se mueve lenta pero persistentemente
hacia el alza, desmintiendo lo señalado oportunamente contra la devaluación.
Llamamos la atención sobre el asunto, porque es conocido que
cada alza de las divisas impacta en los precios, producto de la dependencia
argentina en materia de comercio externo e insumos estratégicos para la
producción local, cotizados, por cierto, en divisas cada vez más costosas.
Más allá de las opciones electorales que asuma la población,
la realidad es de creciente conflicto social por la disputa de la renta
nacional, que como hemos sostenido en varias ocasiones, se reduce a ganancias o
salarios. Siempre recordamos en cursos y conferencias que todo vivimos de
ganancias o salarios, incluso el ladrón que se apodera de recursos que en
origen provienen de patrones o trabajadores. El Estado cumple con sus
obligaciones porque captura ingresos de unos o de otros por la vía impositiva,
más allá de discutir la justeza de las proporciones de esas fuentes
tributarias. Convengamos que los asalariados regularizados de mejores ingresos
demandan la disminución e incluso la eliminación del impuesto a las ganancias
que hoy tributan esos trabajadores.
El conflicto visible en la sociedad expresa la lucha por la
renta nacional socialmente generada. Es una disputa entre propietarios de
medios de producción con capacidad de fijar precios, y propietarios de fuerza
de trabajo que pretenden ejercer su derecho de lucha para fortalecer capacidad
de negociación, disputa y posibilidad de ganar. Es claramente una cuestión de
poder en la relación social fundamental del orden económico, entre patrones y
trabajadores, donde el Estado no es neutral, y en definitiva pone de manifiesto
la disputa al interior del Estado, de sus políticas y sobre el destino de los
ingresos fiscales.
No es un tema sencillo, y no solo en la Argentina. La disputa
por la renta es manifiesta en prácticamente toda la región latinoamericana. Es
que parece agotarse el proceso de crecimiento a tasas elevadísimas de la década
anterior, que eludía el conflicto ante la satisfacción a dos puntas, de
ganancias y de salarios, aun siendo bajos e incluso en situación de
informalidad. La recesión en buena parte de los países capitalistas
desarrollados y la desaceleración o escaso repunte en otras latitudes del
“primer mundo” dan cuenta de restricciones objetivas ante la crisis mundial del
capitalismo. Cada país, y la Argentina no escapa a ello, intenta desde las
políticas nacionales escaparle lo más posible a la crisis mundial, aun sabiendo
que el problema es el propio capitalismo y su anarquía, que motiva que todos
busquen respuestas nacionales y no globales. Quizá sea una excepción, la que
acaba de anunciarse estos días en Caracas desde Unasur, y es que finalmente, en
las próximas horas estaré funcionando el Banco del Sur. Su emergencia no define
por nacimiento su éxito en el financiamiento de un modelo productivo y de
desarrollo de carácter alternativo al hegemónico definido por el extractivismo,
Como todo, habrá que ver sus pasos iniciales y la consecuencia operativa para
no repetir el estilo, la forma y los objetivos de los otros organismos
bancarios internacionales con impacto en la región, sea el BID o el Banco
Mundial.
Sábado
1 de junio del 2013
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