Al cumplir una década de gobiernos kirchneristas, la política
económica se ejerce desde la intencionalidad de mantener el nivel de actividad
ante la desaceleración económica; la disputa con los empresarios por el control
de los precios; la captura de dólares para cancelar deuda y la factura de
combustibles; junto a problemas estructurales que definen el modelo productivo
y de desarrollo,
En ese sentido destaca el incremento de las asignaciones
familiares que supone una apuesta al consumo ante lo esquivo que resultan las
inversiones privadas. El crecimiento se define entre el consumo, la inversión y
el saldo positivo del comercio externo, siendo el consumo una de las pocas
variables que aún puede inducir el gobierno.
Claro que puede entenderse como medida pre electoral y ante
un acto masivo de festejo por una década de gobiernos kirchneristas, pero la
realidad es que una masa importante de sectores de menores ingresos percibirá
una cantidad de ingresos necesaria para enfrentar la dura cotidianeidad de la
inflación.
La cuestión de fondo es que la economía argentina no crece a
buen ritmo y ya no genera empleos, incluso los pierde, con el índice del
desempleo en ascenso, tal como mide el INDEC. Por eso se apuesta a políticas
activas que favorezcan el consumo popular, agredido por el crecimiento de los
precios, que afectan especialmente a los más pobres y de menores ingresos.
Los precios son un problema de la coyuntura, que afectan a
los de abajo, y que el gobierno no incluye en su diagnóstico, si nos atenemos a
las mediciones del INDEC. Sin embargo, la presidenta enfrentó a los empresarios
señalando que son ellos los fijadores de precios y no el gobierno. Lo señaló en
simultáneo con el anuncio del fin al acuerdo de precios, que no tuvo resultados
positivos evidentes. La continuidad del control remite al acuerdo de precios sobre
500 productos de consumo masivo. Habrá que ver sus resultados.
Pero la novedad fue el anuncio de controles con la militancia
de organizaciones sociales y políticas, los que cubrirán una actividad
principalmente sobre el comercio. En varias ocasiones hemos sostenido la
necesidad del control popular sobre los precios, el que se ejerce
principalmente desde los trabajadores en las principales empresas, las que
definen los precios. El conflicto social en la Argentina, contra empresarios, e
inclusive contra el gobierno, no favorece una política de control popular de
precios. No es el mejor clima para una campaña que involucre a los
trabajadores. Es un comentario válido incluso para las corrientes sindicales
proclives al gobierno, las que disputan contra los empresarios, y a veces
contra el gobierno, en las convenciones colectivas.
Cuestiones
estructurales en discusión
Pero más allá de la adhesión o no al gobierno existen
problemas estructurales que alejan al movimiento obrero del gobierno. En este sentido
se destaca que no hay personería jurídica para la CTA, y hace más de dos
décadas que la CTA pelea por su legitimidad. Una legitimidad que parece
destinada a lograrse en la lucha y organización cotidiana, tal como se pondrá
en juego este 29/5 en conmemoración del Cordobazo y por un conjunto de
reivindicaciones muy concretas, como el salario, las jubilaciones, las
paritarias, pero también la condena al pago de la deuda externa pública y el
reclamo por otro modelo productivo contra la sojización y la mega minería.
Queda claro que la evolución de los precios es un problema de
la coyuntura, y las medidas de acuerdo o de control militante lo prueban, pero
se insiste en reconocer la mentira estadística. Es un problema que requiere
solución, en el camino que reclaman los propios trabajadores del INDEC, que
demandan la normalización del ente y al mismo tiempo, una política de combate a
la inflación controlando muy pocas y grandes empresas que fijan precio en la
Argentina.
En ese marco se destaca la media sanción en el Senado de la
Ley de exteriorización de dólares, o blanqueo, que más allá de los efectos o
consecuencias económicas remite a problemas estructurales del capitalismo
contemporáneo, no solo local, el “normal” o “serio”, que le dicen. Es que el
capitalismo de época se asocia crecientemente al delito, a la fuga de capitales
y la trata de personas, la droga, y múltiples formas de negocio que incluye la
corrupción. El dato sustancial es que la batalla por el dólar es una disputa
entre las clases dominantes. Es un juego en el que no entran los de abajo. El
gobierno necesita los dólares porque no los fabrica y sus fuentes genuinas
fallan, sea por la tendencia al achique del superávit comercial, el ingreso de
divisas por inversiones que son esquivas, y la ausencia de crédito
internacional barato. La urgencia de hacerse de dólares es para cumplir con las
exigencias de una deuda externa pública que condiciona fuertemente a la
economía local y la agigantada factura de combustibles ante la crisis
energética local.
Como vemos, la coyuntura es exigente para el gobierno y
evidencia las tensiones que están en juego. Por un lado existe la presión de
sectores de las clases dominantes para mejorar sus posiciones ante la situación
de crisis y la desaceleración económica. Cada cual atiende su juego. Los
empresarios hegemónicos ganaron mucho con la recuperación 2003-2007 y con la
suba de precios disputan la renta socialmente generada. Ahora van por más y
quieren fugar capitales por la vía de la libre circulación de las divisas. Es
una disputa por la tenencia de los dólares.
El problema es el para que se disputan esas divisas. El
sector privado hegemónico pretende abaratar la fuga de capitales, su manera de
salirse del peso y ahorrar en activos externos. El gobierno, como dijimos, para
pagar deuda e importación de energía.
Pero también existe la presión de los de abajo, por salario e
ingreso, por condiciones de trabajo y por derechos sociales extendidos, de
educación o salud, entre otros.
Lo que está en discusión es el orden económico y dentro del
que rige, quien lo administra. Para ser más claros, en el balance de la década
kirchnerista hay que colocar el objetivo que se propuso Néstor Kirchner en su
discurso de asunción hace 10 años. Allí se pronunciaba por “reconstruir el
capitalismo nacional”.
Puede discutirse el carácter nacional, especialmente por la ausencia
de una burguesía de carácter nacional, es decir, antiimperialista, pero no debe
negarse que el capitalismo local superó los problemas económicos (valorización
de los capitales) de la recesión 1998-2002 con años de crecimiento a un
promedio del 8% entre 2003 y 2011, salvo el 2009, pero desde el 2010 el curso
de la evolución económica se presenta errática y con tensiones sociales que
intentan ser contenidas con política social masiva favorecida por recursos
fiscales provenientes de la primarización exportadora del país, una cuestión estructural
que comparte con toda la región latinoamericana.
Ahora, en esa recuperación los que más ganaron son las
transnacionales, no solo vinculado a la soja o la mega minería, sino las
terminales automotrices, los bancos, especialmente los transnacionales, a la cabeza
del ranking de rentabilidad en los últimos tres años.
El capitalismo local se transnacionaliza crecientemente y no
puede ser de otra forma. El capitalismo es un régimen mundial y la agenda
deviene de la deseada normalización ante la crisis. Entre otras manifestaciones
de la crisis está la energética, y el país expropió parcialmente a YPF para
desplazar al capital externo, REPSOL, sin embargo, para asegurar la producción
de los no convencionales acude a la CHEVRON, una de las grandes operadoras
monopólicas del mercado mundial. En ese camino involucra a la ANCAP, la estatal
petrolera de Uruguay y a la YPFB, la petrolera boliviana. Nuestro interrogante
es si esas empresas y otras d ela región no podrían pensar en estrategias alternativas
para un manejo soberano de la energía, lo que demandaría discutir el para qué
del petróleo, el gas y la energía en la región. Es un camino complejo no solo
por la CHEVRON, demandada por poblaciones de pueblos originarios del Ecuador
por 19.000 millones de dólares, cuestión que camina en la Justicia Argentina,
por ahora. Es complejo decimos, porque ya existen cinco municipios en nuestro
país que se pronunciaron contra la tecnología de la fractura hidráulica, el
fracking, para extraer el “shale oil” o el “shale gas”, o hidrocarburos no convencionales.
Nuevos “Famatimas” se anuncian en el horizonte.
¿Quién
administra el capitalismo? ¿Se puede pensar
más allá del capitalismo?
Esa es una de las discusiones en boga, y cada quién
constituye su sujeto.
Unos con actos y militancia, sueldos en el Estado, e incluso
mística disputada desde una política de medios y con un relato que pretende apropiarse
y recuperar la epopeya de los 70´.
Otros con medios monopólicos y redes sociales que alimentan
una subjetividad más propia de los 90’ para revertir la inflexión estructural
que habilitó la rebelión del 2001.
Esa es la disputa más visible, los que están de un lado y los
que están del otro.
¿Es la única disputa posible? No, existe una masa
considerable que avala ciertas actitudes de un lado y/o del otro, pero que
transitan sin referencia que pueda aglutinar una posición política alternativa.
Esa referencia también estuvo en disputa en estos años, y por
variadas razones esas expectativas se frustraron, quedando vacío ese espacio
político.
Uno de los problemas es que algunos sectores que pretendieron,
o pretenden mostrarse como alternativa a los dos bloques principales que
disputan el escenario político, no definen un rumbo anti capitalista, es más,
se presentan como prolijos administradores del capitalismo existente.
No hace falta una tercera opción para administrar el
capitalismo realmente existente, ni serio, ni normal, el que se pudo construir.
Se necesita otro modelo productivo y de desarrollo, una sociedad que privilegie
la satisfacción de las necesidades sociales más extendidas, que apunte a la des-mercantilización
de la educación, la salud, la energía; que aliente la soberanía alimentaria,
energética y financiera asociada a los otros países de la región, no para
subordinar la estrategia productiva al gran capital, sino para promover una
integración alternativa, anti sistémica, contra el capitalismo real asociado al
delito, a la militarización y el empobrecimiento de las mayorías, en definitiva
a un nuevo orden local y mundial.
En una nueva fecha de homenaje a la revolución de mayo, necesitamos
reivindicar la revolución, ayer contra la corona española y hoy contra la
dominación capitalista, en el país, en la región y en el mundo.
El mejor homenaje a la revolución es continuar luchando por la
revolución en nuestro tiempo, un proceso integral, económico, político,
ideológico, cultural, civilizatorio. Es un camino con mucha historia y muchas
derrotas, pero con expectativas por el laboratorio de cambios en la región en
este comienzo del Siglo XXI. No son vanas esperanzas, son expectativas para
desarrollar subjetividad por otro mundo posible, anticapitalista y por el
socialismo.
25
de mayo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario