La tasa de desempleo en la Argentina ascendió
al 10,6% y la de subocupación al 13,1% para el II° trimestre del 2019, según el
INDEC[1].
Hace un año eran del 9,6% y del 11,2%
respectivamente. Así, son más los afectados en la evolución de una política económica
que agrede a los sectores de menores ingresos de la población.
Sin duda, se agravó la situación del desempleo
y el subempleo, como lógica derivada de la recesión de la economía local. En
efecto, las estadísticas oficiales señalan que el Producto Interno Bruto
acumula en el año 2019 una caída del -2,5% respecto a similar periodo de hace
un año[2].
La proyección para todo el 2019 oscilará entre
ese -2,5% y un mayor deterioro, afectando la potencialidad de la recuperación
del producto y del ingreso.
Resulta lógico asociar la situación recesiva de
la producción local con el crecimiento del problema del empleo, al que debe adicionarse
una reiterada agudización de la forma irregular de contratación de trabajadoras
y trabajadores que transforma en estructural la “precariedad” laboral, que
sobre pasa al tercio de la población trabajadora.
Ahora lo “normal” pasa a ser la irregularidad
en las formas de contratación, lo que desafía al movimiento sindical y social
para ofrecer nuevas formas de agrupamiento en la defensa de los intereses y
necesidades de los afectados, más allá de cualquier actitud de protección de
los derechos laborales vulnerados.
Ya no se trata solo de defender derechos, sino
de agrupar a un gran sector de trabajadoras y trabajadores que se integran en
los ámbitos laborales sin derechos ni agremiaciones que los defiendan individual
y colectivamente.
Hemos dicho en anteriores ocasiones que esta
situación o modalidad del empleo pasa a ser una tendencia mundial del orden
capitalista, que se asocia a las nuevas formas que asume el régimen del capital
en su búsqueda de renovar la dominación del capital sobre el trabajo, asunto
esencial para reproducir los mecanismos de la explotación de la fuerza de
trabajo, eje sustantivo de la generación de excedente económico.
La tradición de lucha y organización del movimiento
obrero y popular impidió hasta ahora acelerar los tiempos de cumplimiento de
los objetivos del gran capital para profundizar la subordinación de los trabajadores
y las trabajadoras, pero la realidad impone rediseñar estrategias novedosas, de
organización y lucha, para impedir la consolidación y avance de la estrategia
de la dominación capitalista.
Cambios estructurales
en el orden capitalista
Los cambios en la situación laboral y
económica, afectan la aspiración de continuidad en un nuevo periodo del gobierno
de Mauricio Macri, pero construyen un nuevo cimiento de las relaciones de
explotación en el capitalismo local, que condiciona la relación entre el
capital y el trabajo bajo cualquier administración de gobierno.
Son mutaciones largamente buscadas ante el agotamiento
de las políticas de industrialización sustitutiva de importaciones,
dependientes, construidas por más de medio siglo entre 1910 y 1970.
Estos cambios económicos son los que generaron nuevos
reordenamientos en el bloque de poder, bajo nuevas identidades políticas de
representación social para la disputa en la apropiación del excedente, de parte
de una burguesía industrial local que aspiró a ser socia, del capital externo y
de los terratenientes, en los mecanismos de distribución de la renta
socialmente generada.
Radicales y peronistas se transforman en las
nuevas identidades mayoritarias de la política local, habilitando políticas orientadas
al mercado interno para satisfacer aspiraciones de una más compleja y dilatada organización
social. Es lo que sedimenta en la memoria histórica el irigoyenismo y el
peronismo.
En esta dinámica es que debe entenderse el proceso
de elevada inflación que reconoce la Argentina en este largo periodo de casi un
siglo. Con el nuevo orden y política se habilitó la disputa del poder, que no
es solo de tipo político, sino esencialmente de apropiación del excedente
económico, lo que se materializa vía precios.
Son los precios el mecanismo de distribución
del excedente en una economía monetaria y mercantil. Es expresión de la
hegemonía económica y política.
¿Influye la política monetaria, vía creación de
dinero, en la aceleración de los precios y la inflación, tal como sostienen insistentemente
desde la ortodoxia monetarista? Sí, pero la inflación es en primera instancia
una disputa de poder por el ingreso y la riqueza.
El viejo orden oligárquico de inserción
exportadora en el sistema mundial hegemónico, vigente entre 1860/80 y 1920/30,
retomó sus aspiraciones desde los 70 del siglo pasado, reorientando el proceso
industrial bajo su mando en la forma del agro negocio (soja y transgénicos;
cerealeras y oleaginosas; transnacionales de la alimentación y la biotecnología)
y adicionando perspectivas productivas extractivas en mega minería a cielo
abierto; gas y petróleo no convencionales.
Se consuma así un orden capitalista que demanda
baja de los salarios, las jubilaciones e incluso de la política social, la que
se ha transformado en masiva, aun cuando apenas reproduce la miseria y
estrechez de la vida cotidiana de millones de familias. Por eso no debe
sorprender en la coyuntura la anulación del congelamiento de los combustibles,
con el aumento de las naftas que celebran las petroleras y que afecta vía
aumentos de precios a la mayoría de la sociedad.
Condicionalidad del
presente y del futuro
Muchos señalan la incongruencia del FMI al
otorgar un préstamo excesivo e imposible de devolución a la Argentina. Es un
error de análisis simplista de la función de un organismo financiero como el
Fondo. Este no cumple una función bancaria, de intermediación entre la oferta y
la demanda de dinero, sino y esencialmente es un instrumento del poder
económico mundial, hoy asociado al disputado poder de EEUU.
El papel del FMI y el acuerdo celebrado con el
gobierno Macri convive con el propósito de adecuar al capitalismo local a la
demanda del capital más concentrado por reducir el costo de producción,
especialmente el laboral, en un país con tanta autodefensa del movimiento
sindical, social y popular. Por ello es que en contrato suscripto figuran las
reformas laborales y previsionales, con el sentido de disminuir derechos
históricamente consagrados a favor de las trabajadoras y los trabajadores.
Con ello, podemos entender el marco y el
contexto para que el gobierno argentino incumpla los acuerdos con el FMI y
ahora flexibilice las pautas monetarias y emita por encima de los comprometido
oportunamente de “cero emisiones” de moneda. Tienen que llegar al final del
mandato y para eso hay que emitir, aun cuando su religión monetarista y liberal,
como la letra con el Fondo, les indique lo contrario. Son pragmáticos del
gobierno y el poder. Tienen que terminar el mandato en diciembre próximo, y ceder
su lugar, transitoriamente, para intentar volver al gobierno más adelante, pero
con el piso de cambios a consolidar en tramos y etapas no lineales de expresión
del poder capitalista.
Incumplen el acuerdo con el FMI, al tiempo que
destacan los deberes realizados en materia de ajuste fiscal, con superávit primario
de 13.764 millones de pesos para agosto del 2019 y un déficit financiero de
-14.798 millones de pesos, poniendo de manifiesto que el privilegio de la
política fiscal en el gobierno Macri son los acreedores externos. A éstos, se
les cumplen rigurosamente las cancelaciones de los intereses de la deuda pública
acrecentada. Ocurre algo totalmente contrario con los estatales de Chubut,
quienes cobran sus ingresos de manera atrasada y sin las actualizaciones de una
inflación incontenida.
No debe sorprender entonces que continúe la
incertidumbre de la cotización del dólar, ahora con ofertas variadas de tipos
de cambio, incluso operaciones ilegales (dólar blue), junto a elevadísimas tasas
de interés para sostener las condiciones de especulación. Son negocios para
unos pocos sectores de la economía, asociados al poder de apropiación del
excedente que resulta de la lógica del poder local. Son los mismos que
pretenden, junto al poder mundial, condicionar las formas de organización de la
producción en el país para continuar concentrando la riqueza y el ingreso.
La larga tradición de organización socio
política de la Argentina es la que ha puesto límites a esta estrategia del
poder, y es la reserva moral para pensar en la emergencia de nuevas formas de pensamiento
y acción para contrarrestar la dinámica del poder y construir nuevos desafíos
para el proyecto y la imaginación por la emancipación social.
Buenos Aires, 22 de septiembre
de 2019
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