Aun cuando el dólar baja a 36 pesos respecto de los 42
en su máximo, los precios no solo no bajan, sino que aumentan.
Se verifica la situación en estas horas con incrementos
de los combustibles, las prepagas, las tasas de intereses, o las facturas de
servicios públicos.
¿Qué pasa con los ingresos populares: salarios,
jubilaciones, planes sociales? Están contenidos en una lógica de retraso del
poder de compra de la mayoría de la sociedad que los percibe.
Es una situación que augura penurias sociales y no
necesariamente cambios en los consensos electorales.
Para que ello ocurra se necesita del agotamiento mayoritario
de la credibilidad asociada al triunfo electoral de Mauricio Macri del 2015 y
el reemplazo por un nuevo imaginario de otro rumbo posible para la economía y
la política.
Ganadores y perdedores
Como siempre sostenemos, la inflación es una cuestión
de puja por la apropiación del ingreso y una renovada disputa entre sectores
del poder.
La mayoría empobrecida queda afectada en su capacidad
de compra y la élite pugna por apropiarse de la riqueza socialmente producida.
Así, la mayoría de la sociedad se perjudica y la
minoría puja por adueñarse de la mayor parte de la renta.
Entre los enriquecidos, los especuladores marchan a la
cabeza en la apropiación del ingreso, con tasas del 68% para las Leliq, Letras
de liquidez que ofrece el BCRA, que compran los bancos; o plazos fijos entre
40% y 50% de interés ofrecidos a ahorristas, incluso con valorizaciones
bursátiles derivadas de expectativas asentadas en la especulación.
Las elevadas tasas imposibilitan todo crédito
productivo y alimentan una recesión con impacto negativo en el empleo, el
consumo y la inversión. La economía se achica y hay menos para distribuir
agigantando la puja por la renta.
Son cuestiones que figuran explícitamente en el
Presupuesto 2019 en debate para su aprobación en el Senado. La previsión
confirma bajas en el consumo y la inversión privada y pública.
Lo único que crecerá en la previsión presupuestaria
serán las exportaciones, especialmente del agro y la energía, precisamente
cuando se conoce un derrame petrolero asociado a la explotación del yacimiento
de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta.
¿No era que la explotación petrolera y gasífera de los
no convencionales, vía fractura hidráulica, estaba exenta de riesgo de
contaminación?
Además, el interrogante apunta a si los exportadores
agrarios, aun mejorando sus volúmenes de exportaciones, liquidarán o retendrán su
producción a la espera de mejoras en el tipo de cambio.
Nuevamente hay presión para que el dólar no se retrase,
o sea, nueva devaluación.
La llegada de divisas por el préstamo del FMI y la
política monetaria restrictiva reduce el precio de la moneda estadounidense y por
ende crece la demanda por nuevas correcciones al alza del dólar.
Cuando ello ocurra resultará previsible una nueva
escalada en el aumento de los precios.
Así, con dólar en baja o en alza, los ganadores de la
economía son muy pocos y los perdedores la mayoría de la sociedad.
Vamos a insistir que el resultado de perdedores y
ganadores es objetivo deliberado de la política económica y la puja
distributiva.
Los trabajadores y las trabajadoras, que son mayoría
en la sociedad relegan capacidad de satisfacer sus necesidades en tanto sus
ingresos son considerados costos a disminuir para favorecer la apropiación de
ganancias del capital inversor.
Dicho impacto se extiende a todos los sectores
sociales que ligan su actividad a la capacidad de compra de los salarios.
Por eso, la mayoría del empresariado pequeño y mediano
que actúa en el mercado interno sufre también las consecuencias de la inflación
y la recesión.
Discutir la política
económica y la sociedad deseada
La política económica no se modificará por el costo
social elevado, ya que es ese el efecto buscado. Los que toman decisiones de
política económica no se guían por el aumento de la pobreza y las penurias de
la mayoría.
Resulta inocente escuchar a aquellos que recurren a
las autoridades con apelaciones voluntaristas para modificar el rumbo
económico, ya que la búsqueda oficial apunta a la modificación de las
relaciones sociales de producción para favorecer el objetivo de los inversores
de capital.
Ocurre lo mismo con la apreciación relativa a que el
solo efecto del empobrecimiento mayoritario por subas de precios y caída de
ingresos populares acelerará el derrumbe del consenso electoral.
Este consenso se alimenta de consideraciones
ideológicas y políticas, incluida la manipulación mediática y cultural.
No por estar mal económicamente se modifican consensos
electorales políticamente concebidos y conseguidos.
Lo que está en curso en el la Argentina es parte de un
cambio en la cultura política en el ámbito mundial, que tiene matices específicos
nacionales y encarna en la coyuntura el gobierno Macri, quien pretende
continuar por otro periodo más en la gestión, entre 2019 y 2023.
El cambio político que menciono está asociado a
fenómenos similares que expresan procesos electorales que habilitan triunfos de
candidatos que sustentan un imaginario crítico a la política tradicional de
orientación keynesiana por décadas y ni hablar de rumbo socialista.
Aquello que se presenta como despolitizado, resulta
favoreciendo otra política, a contramano de la satisfacción de derechos. Eso
supone un fuerte impacto social regresivo.
Es una construcción civilizatoria que tiene medio
siglo de antigüedad y que se evidencia en proyectos políticos identificados con
la derecha.
Hacia 1968/73 se procesa el último ciclo de rebeliones
populares en ascenso, lo que inicia una contraofensiva reaccionaria de cuño
neoliberal, cuyo primer acto y ensayo son las dictaduras genocidas del cono sur
de América.
Las recientes elecciones en Brasil son expresión concreta
de nuestra reflexión. Con el triunfo de Bolsonaro se consolidará una línea de
reestructuración regresiva de la sociedad brasileña.
Es la aspiración de un conjunto de propuestas
políticas que en nuestra región sustentan los que pretenden modificar el rumbo
de la orientación política que se discutía en los primeros quince años del
presente siglo.
¿Qué se discutía entonces? Algunos solo pretendieron
mejoras económicas y sociales sin afectar el sistema de relaciones de
producción, algo así como el neo-keynesianismo, o el neo-desarrollismo. Otros menos
sostuvieron la necesidad de ir más allá en la reestructuración social de lo económico
recuperando propuestas anticapitalistas y por el socialismo, del siglo XXI o
comunitario.
Es evidente que unos y otros chocaron con la realidad
de la transnacionalización de la economía, y en los límites de los procesos
nacionales insuficientemente integrados en una lógica alternativa, se habilitó
un tiempo de revancha para la restauración conservadora consensuada
electoralmente.
Hace falta un debate en profundidad para la crítica
del presente y la construcción de nuevos imaginarios económicos, sociales, culturales
y políticos para transformar progresivamente la sociedad.
No alcanza con que le vaya mal a la mayoría de la
sociedad. No hay correlación directa entre las penurias y el sufrimiento por
bajos o insuficientes ingresos para aspirar a otra sociedad.
La nueva sociedad es producto de una subjetividad
consciente por otro modelo productivo y de desarrollo sustentado en derechos
ampliados para la sociedad y el cuidado del medio ambiente. Sigue siendo ello
una asignatura pendiente y no solo en la Argentina.
Buenos Aires, 3 de noviembre
de 2018
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