El país del futuro en el “Consejo Económico y Social”

 

El anuncio del Consejo Económico y Social habilita el debate sobre el largo plazo en la Argentina, hacia el año 2050, ya que explícitamente se excluye el debate de las preocupaciones de la coyuntura. Más allá de cualquier consideración al respecto, relativo a las urgencias del presente, sea el impacto social de la inflación y la recesión, o la crisis sanitaria agravada por el coronavirus, vale señalar el potencial de un debate necesario en materia de organización socioeconómica del país, que obviamente deberá partir del cuadro de situación actual.

La información difundida por la agencia estatal destaca el abordaje de cuestiones “…como productividad e integración social; medio ambiente y cambio climático; trabajo; seguridad alimentaria; y democracia innovadora”[1]. Se explicita que “estará conformado por 30 miembros surgidos del diálogo con los sectores empresariales, gremiales, académicos y de la sociedad civil” y se propone “elaborar una agenda institucional que supere la coyuntura y marque políticas de Estado para los próximos 30 años”, en un horizonte hacia el 2050.

Durante la presentación formal del “Consejo” conocimos algunas referencias relativas a asesores locales y externos que intervendrán en la tarea. Entre otros, Adolfo Pérez Esquivel y economistas vinculados al sistema de Naciones Unidas, caso de Alicia Bárcena, actual titular de la CEPAL y el colombiano José Antonio Ocampo, junto a ex Presidentes de la región, como Ricardo Lagos, Dilma Rousseff o José Mujica. Entre los locales aparecen dirigentes sociales, sindicales, empresariales y profesionales diversos con experiencia en su especialidad. Alberto Fernández aludió en su exposición de presentación a que “el capitalismo debe ser repensado a la luz de la pandemia”, agregando tras cartón que “no es posible pensar una economía sin ética, no es solo números, es una ciencia humanista. Apostemos al dialogo y a construir un futuro entre todos"[2].

Claro, nuestras opiniones y perspectivas van en contra y más allá del régimen del capital, porque la economía es capitalista y su esencia no es la ética ni el humanismo, sino que está presidida por la búsqueda de ganancias, la acumulación de capitales y la dominación, lo que hace imposible que desde el capitalismo se resuelvan los problemas en discusión: el medio ambiente, el trabajo, la distribución de la riqueza y otros aspectos que incluyen la propuesta del Consejo. Ni hablar de la pobreza, el desempleo, la caída del salario, las jubilaciones y los ingresos populares, o la creciente precariedad laboral.

De hecho, y en alusión a “repensar” el capitalismo, el Foro Económico Mundial (Davos) también funcionó en enero pasado bajo el lema “reiniciar el capitalismo”. Convengamos, que no alcanza con “repensar” o “resetear” al capitalismo, para que todo vuelva a una normalidad que agudiza los problemas de la desigualdad, la explotación de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes. Lo imprescindible es transformar el orden económico y social, lo que implica debatir el futuro imaginado y esperado.

¿Qué imaginamos para las próximas décadas?

Ese es el interrogante que animan los propósitos difundidos, aunque para nosotros debiera incluir otra lógica en la producción y distribución de bienes y servicios. La idea en curso se inspira en organismos similares gestados en la Europa desarrollada y en la Organización de Naciones Unidas, según se destaca en la información mencionada y explicitada en la sesión inaugural por Gustavo Beliz, a cargo de la presidencia del Consejo. Solo como aporte mencionemos que bien podría incluirse entre los antecedentes a evaluar los cambios constitucionales generados en el presente siglo en Nuestramérica, con novedades programáticas de renovación y creación institucional de nuevo tipo, que son muy valiosas, más allá de su instrumentalización concreta. Las constituciones son “programas” a cumplir, objetivos que una sociedad se propone llevar adelante, un rumbo que preside la cotidianeidad.

Las reformas constitucionales recientes de Bolivia y Ecuador en 2009, o de Cuba en 2019, incluso las de Venezuela o Brasil en los últimos años del Siglo XX, pueden aportar perspectivas de interés en los propósitos enunciados del largo plazo. Entre otros aspectos se puede destacar la cuestión “democrática”, asociada en las nuevas constituciones en los mecanismos participativos para la toma de decisiones, pero también otros aspectos civilizatorios relativos a los “derechos de la naturaleza” y la afirmación de procesos soberanos asociados a la alimentación, la energía o las finanzas. También para destacar el carácter “plurinacional” de nuestras sociedades, lo que supone incluir la demanda y agenda de los pueblos originarios y muy especialmente de la tierra y el modelo productivo.

El asunto del modelo productivo es aún más amplio y supone un tema esencial a la hora de considerar la cuestión ambiental, por eso, en materia ambiental o relativa a la discusión del cambio climático, resulta imprescindible pensar a nuestros bienes comunes en perspectiva civilizatoria e histórica. Es un asunto que impacta en el presente y sobre las futuras generaciones. Ello supone pensar el asunto, más como “derecho”, que como “mercancía”, que favorecen el apetito productivo y de ganancias de grandes inversores internacionales. Ello incluye la política de inserción internacional del país, y por ende su política comercial, cambiaria, tributaria, de ingresos, etc. En ese plano, resulta imprescindible discutir el modelo productivo del agro negocio de exportación; de la mega minería a cielo abierto para colocar esa producción en el exterior; o de la industria de ensamble para el mercado mundial en lógica de cadenas de valor; todos en el marco de una lógica financiera presidida por el fortísimo endeudamiento externo, la fuga de capitales y la especulación. En todos los casos mencionados, existe una subordinación a la dominación de las corporaciones transnacionales y los organismos internacionales. Otro modelo productivo resulta necesario proponer y construir en el mediano y largo plazo.

La soberanía nacional y la integración regional aparecen como horizontes de objetivos a construir en las próximas décadas. Recuperar el propósito de la patria grande, presente en el imaginario político del proceso de independencia contra la sujeción colonial, que hoy tiene carácter antimperialista, por ende, anticapitalista. Queda claro que se trata de un debate sobre estrategia, lo que puede ser la posibilidad para superar problemas de difícil solución en la coyuntura, caso de la inflación, que para el caso argentino está fuertemente condicionado por la puja distributiva en la competencia entre distintas franjas y sectores del capital, por un lado, y entre los que perciben ingresos fijos, salarios especialmente, y los propietarios de los medios de producción.

¿Es posible cambiar?

El horizonte de largo plazo, por tres décadas hacia adelante permite discutir la imagen objetivo a lograr, y desde allí encarar un proceso de transición del hoy al mañana para modificar el orden económico y social. Más que una tarea de un Consejo, requiere de un debate nacional, federal, comunitario, cultural, social, que involucre a la mayor cantidad de personas, que al tiempo que se discute pueda construir el sujeto mismo del cambio y con él, el programa necesario de transformaciones.

Hemos recuperado en varios textos a los clásicos de la Economía Política, recordando que el valor tiene padre y madre, precisamente en el trabajo y en la naturaleza. En esa perspectiva debe cuestionarse la creación y el destino del valor socialmente generado en el país y con ello discutir el régimen de propiedad sobre los medios de producción, tanto como el lugar de las trabajadoras y los trabajadores en el proceso de producción.

El debate de coyuntura, excluido en el Consejo creado, remite a una discusión sobre precios y salarios, por lo que, en el mediano y largo plazo, una cuestión estructural debiera remitir al debate entre salarios y ganancias, que son las fuentes esenciales de ingresos en nuestra sociedad. Incluimos en las ganancias a las distintas rentas, la financiera o las derivadas del suelo. Esta distribución funcional del ingreso entre salarios y ganancias, es lo que permite en una sociedad mercantil el acceso a bienes y servicios que pueden resolver necesidades de las familias. Por eso, el eje debe cambiarse desde la discusión entre precios y salarios a la de salarios y ganancias.

Se trata de una cuestión política, no hay dudas, que tiene que partir de la coyuntura (la que no se discute en el Consejo), lo que supone pensar el origen de nuestros problemas actuales. Estos remiten a 1975/76 y si se quiere a las estrategias definidas en los 80 del Siglo XIX, de inserción subordinada de una producción primaria para la exportación, modificado en los 20 y 30 del Siglo XX hacia la industrialización por sustitución de importaciones. Remito a momentos fundantes de la forma de funcionamiento del capitalismo local y a un debate sobre el futuro cercano respondiendo a la incitación presidencial. ¿Hay que repensar el capitalismo o habrá que criticarlo y pensar en un nuevo orden? En ese marco, construir el sujeto y el programa para las transformaciones, significa incluir la asociación de un rumbo para el país, asociado al destino de la región nuestramericana.

Buenos Aires, 19 de febrero de 2021

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