Argentina está bien conceptuada mundialmente
por anticipar políticas de “aislamiento” de su población para prevenir el
coronavirus, morigerando la curva de contagios. El argumento por la “vida y la
salud pública” es criticado por el poder económico y sus comunicadores ante la
parálisis de buena parte de la actividad económica y las dificultades que
conlleva. Ese accionar de la crítica, mecanismo mediático propagandístico
mediante, actúa sobre la realidad de una parte importante de la sociedad que
desarrolla su actividad económica de manera “informal”, al contado, por fuera
del sistema bancario, quien también presiona por el levantamiento, aun parcial
de la cuarentena.
El episodio del viernes 3 de abril, con miles
de beneficiarios de jubilaciones y AUH haciendo colas en las entidades
financieras que abonan esos beneficios disparó una aceleración de la demanda
por apresurar la salida de la cuarentena, aun parcialmente. Eran mayores
rompiendo el aislamiento dispuesto, abrumados por sus necesidades cotidianas y
sin acceso a ingresos en una organización económica que exige tener dinero para
consumir y sobrevivir.
Levantar o flexibilizar la cuarentena es un
debate interesante, que en general no discute el modelo productivo y de
desarrollo. Por ejemplo: ¿la salida de la cuarentena supone discutir otra forma
de atender la producción y el abastecimiento de alimentos? ¿Debe retomarse la
forma mercantil subordinada a las grandes transnacionales de la alimentación y
a los grandes centros comerciales para la distribución con destino al consumo?
¿Por dónde transitaría lo alternativo?
Debatir la banca
Este último interrogante supone incluso poner
en discusión el papel de la banca, y no solo por el episodio de miles de
personas, mayores de edad, sujetos vulnerables de la pandemia, expuestos a
romper el aislamiento.
¿Por qué no pagan beneficios sociales y
previsionales todos los bancos? ¿Por qué no utilizar el fondo gestionado por
los bancos al servicio de financiar las necesidades actuales derivadas de la
pandemia, incluso para modificar el modelo productivo y de desarrollo? Son
muchos los emprendimientos sociales desplegados en los territorios de la
pobreza en el país, con insuficiente capacidad de dinero para invertir en
fuerza de trabajo y medios de producción, sean equipos, materiales,
herramientas, materias primas.
Algunos sugieren la colocación de una LETRA del
Banco Central, obligatoria para todas las entidades financieras, con
rendimientos limitados para las entidades. Eso ya lo hizo Domingo Cavallo en
los 90´, obligando a colocar deuda, incluso a la ANSES, todo lo cual cayó en el
default del 2001; pero también se hizo “voluntariamente” en tiempos de Macri,
ofreciendo esas letras con tasas de interés de más del 80% de rendimiento, caso
de las Lebac, Leliq, etc. No hay novedad en el instrumento, sí en el para qué. Ello supone utilizar una parte de la
capacidad prestable de las entidades para aplicarlo a atender la pandemia, pero
también para otra política económica, especialmente en la PRODUCCIÓN de bienes
y servicios.
Otros proponen directamente la “nacionalización
de los depósitos”, como en el primer gobierno peronista, o en el de 1973-76, de
modo que el crédito se canaliza por redescuentos del BCRA según sea la
orientación de la política económica, algo común en muchos países. Más aún, se
sostiene la nacionalización de la banca, para terminar con la extranjerización de
una historia que viene desde la aún vigente ley 21.526 de Entidades Financieras
formulada y aplicada desde 1977, en Dictadura y con Martínez de Hoz ministro.
Incluso, se postula la socialización de la
banca, para que en la gestión participe el Estado, las trabajadoras y los
trabajadores de los bancos y el conjunto de la sociedad interesada en discutir
la orientación del crédito para otro modelo productivo y de desarrollo.
Con la “cuarentena” venimos bien en materia de
achatamiento de la curva de contagios y así debiéramos continuar, sabiendo que
no toda la población puede hacer cuarentena, entonces, ¿qué hacer?
La realidad impone flexibilizar, pero no de cualquier
manera. Se requiere planificación del Estado con participación popular,
especialmente en los territorios de la pobreza acrecentada en décadas de
hegemonía neoliberal, la Dictadura genocida y los 90´, apenas contrarrestada en
pocos periodos por casi medio siglo desde 1975/6. No se debiera salir de la
cuarentena de cualquier manera, ni atendiendo la demanda de ganancia de los
sectores más concentrados de la economía local.
Como decimos, el sistema financiero es clave,
especialmente la autoridad monetaria, el BCRA. Entre los activos más preciados
del Banco Central están más de 44.000 millones de dólares, los que pueden, en
parte, utilizarse para asegurar insumos externos para una lógica de producción
que modifique la organización económica actual. Ello supone no utilizarlos, tal
como ocurre en la actualidad, para cancelar préstamos del exterior o con destino
a la fuga de capitales. Sino
que, todas las divisas
que pasen por el BCRA sean utilizables para el plan de transformación que
esbozamos en estas líneas. No salir de cualquier manera de la cuarentena, sino de acuerdo a un plan con participación popular.
¿Qué normalidad?
Entre el 30 y el 40% de la población
económicamente activa del país transita por la economía informal. Es parte de
la demanda por salir del aislamiento y retomar la “normalidad”.
¿Puede generarse otro sentido de “normalidad” en el ámbito de la población que sufre la
informalidad? No hay solución burocrática o tecnocrática al problema, se
requiere un inmenso mecanismo de protagonismo y participación social, que
incluya la experimentación de quienes ya desarrollan tareas productivas en
emprendimientos de autogestión de la economía popular.
Han vuelto las ollas populares a las barriadas
empobrecidas, las que pueden organizar encadenamientos productivos y de
servicios, hacia atrás y hacia adelante, respecto de quienes proveen los
alimentos y como ampliar la cadena de distribución. Son mecanismos para
discutir el encarecimiento de los precios, incluso cierto desabastecimiento que
se reconoce en estos tiempos irregulares.
Está claro que no alcanza con los controles
actuales, debilitados con años de prescindencia del Estado en la gestión y
control de los precios. Involucrar a la sociedad en la producción y
distribución es un mejor y más efectivo mecanismo de confrontación a la
fijación de precios por sectores con poder y, capacidad para aumentar precios. Insistamos que hay que acercar recursos
económicos a los más necesitados sobre la base de una planificación con participación
popular. La producción incluye a la salud, ya que hay que planificar la producción
de infraestructura hospitalaria, los medicamentos y utensilios necesarios para
la actividad; incluso los salarios e ingresos de trabajadoras/es de la salud.
Salir de la cuarentena supone discutir la
inversión pública, en qué sectores y con qué fines. Un tema
estratégico remite a la deuda pública externa, más cuando en esta semana se
continuó con la cancelación, utilizando divisas que son escasas y necesarias
para sustentar una política que atienda la gravedad del momento de pandemia,
pero también imprescindible para superar el modelo productivo y de desarrollo,
que nos permita salir, progresivamente, de la cuarentena. Y, no para
retomar el rumbo de la normalidad de las ganancias, sino de otra normalidad, la
de la satisfacción de las amplias necesidades sociales.
Buenos Aires, 4 de
abril de 2020
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