México y Brasil tienen nuevos gobiernos y animan el
debate del rumbo de la región, con Cuba cumpliendo 60 años de revolución contra
el orden capitalista. ¿Cambios reformistas, reaccionarios o revolucionarios para
la región?
Venezuela y Nicaragua están en el centro de la
ofensiva de la OEA, es decir, de EEUU y los gobiernos afines del continente,
los que predican el libre comercio, aun contra la diatriba discursiva
proteccionista desde Washington.
Bolivia encara un tiempo electoral en donde se discute
el proceso de cambio inaugurado en 2006.
Gobiernos de derecha y
“pro mercado” se afianzan en varios de los países en la región, incluso
algunos de los que protagonizaron la oleada reformista.
Nuestramérica está convulsionada y en debate, no solo
por sus procesos nacionales y/o regionales, que involucra el proceso de
integración o de desintegración, sino por lo acontece en el mundo,
especialmente con Donald Trump en el gobierno de EEUU y su política “nacionalista”
con tasas de interés en alza.
Una política exterior estadounidense que en lógica
imperial se extiende sobre todo el continente y por ende recela de la presencia
de China, de creciente peso comercial, económico, y financiero en la región.
El marco de los debates sobre el rumbo ocurren en
momentos de crecimiento pobre de la economía mundial, con desaceleración de la
evolución económica regional, afectando derechos económicos sociales ganados
con luchas históricas de los pueblos.
Lo que está en juego es la cotidianeidad y la
satisfacción de las amplias necesidades de la sociedad y por eso nos interesa
discutir hacia dónde vamos en la construcción del orden económico y social.
Tal como señalábamos al comienzo nos interrogamos si es
este un tiempo de reformas como supone el nuevo gobierno mexicano; de contra
reformas sugeridas con la asunción del gobierno brasileño; o de confirmación de
perspectivas que emanan de los 60 años de revolución en Cuba.
¿Hacia dónde va
Nuestramérica?
El cambio de siglo, del XX al XXI, estimuló el debate
y nuevos procesos emergieron discutiendo la tradición conservadora por décadas,
especialmente el consenso neoliberal desde los 80 del siglo pasado.
La novedad era el horizonte socialista que amplió la
solitaria experiencia anticapitalista y por el socialismo expresada por Cuba
desde 1959/61.
En el lenguaje político apareció el horizonte del
socialismo del siglo XXI en Venezuela, o el socialismo comunitario en Bolivia;
junto a caracterizaciones constitucionales por el Vivir Bien o el Buen Vivir,
en Bolivia y Ecuador respectivamente.
También emergieron propuestas de distribución del
ingreso compatibles con procesos de integración novedosa, que incluyeron
propuestas inconclusas de una Nueva Arquitectura Financiera, e incluso
mecanismos de cooperación para renovados proyectos productivos y de desarrollo
en ámbitos que esperan mejor oportunidad para su concreción, especialmente en
materia alimentaria o energética.
Nuestramérica apareció como una identidad que
recuperaba una perspectiva emancipadora por más de doscientos años y con
capacidad para interactuar con la tradición ancestral de los pueblos
originarios.
Por eso destacamos la experiencia que incluyó la emergencia de nuevos sujetos
que visibilizaron la complejidad de la lucha social, política y cultural de
nuestro tiempo.
Destaca en ese sentido el movimiento originario, indígena y
campesino, de larga trayectoria en la confrontación civilizatoria,
especialmente en los países andinos, ampliando la territorialidad de la lucha indígena
y constituyéndose en fenómeno visible de carácter continental y global desde el
proceso de cambio político boliviano desde 2006.
En ese orden surge a la consideración social la lucha
de las mujeres y el movimiento feminista en sus diversas corrientes y
acepciones, con reivindicaciones por la igualdad de género y en contra de toda
discriminación sexual. El movimiento adquirió una dimensión cultural que
atravesó a toda la sociedad gestando un salto en la socialización de una
reivindicación que aparecía de minoría y particular para transformarse en social
y general.
Del mismo modo adquiere relevancia la lucha ambiental
y en defensa de los bienes comunes, contra el modelo productivo y de desarrollo
que afecta y depreda a la Naturaleza y la condición de la vida sobre el planeta,
e involucra las consideraciones sobre el hábitat, la urbanización y la
colonización y subordinación al capitalismo y al consumismo de la vida
cotidiana, en el campo y la ciudad.
La complejidad de la lucha social, política, económica
y cultural diversificó la tradición de la confrontación de clases, de la
contradicción entre el capital y el trabajo, para adquirir desde allí otras y
articuladas dimensiones que desafiaron el orden vigente, componiendo una nueva
singularidad al conflicto social y la lucha de clases.
Mirando el panorama actual, la revolución continúa
siendo un sueño eterno, parafraseando a Andrés Rivera, el escritor que
recuperaba las expectativas a comienzos del Siglo XIX, en Haití o Sudamérica, y que nosotros proyectamos en los procesos
vividos en 1959 en Cuba, en 1979 en Nicaragua, y con matices y especificidades en
tiempos recientes en todo el continente.
Un sueño que se funde con diversas expectativas por reformas
sociales, las que alimentan un debate de época sobre reforma y revolución, e
incluso de contra reforma, y nos convoca a resolver el interrogante sobre el
presente y el futuro del rumbo en la región latinoamericana y caribeña.
¿Es posible la lucha por
la igualdad bajo el capitalismo?
Más allá de la revolución o las revoluciones, el Siglo
XXI generó expectativas de distribución del ingreso y satisfacción de
necesidades de los sectores más vulnerables.
Desde la CEPAL se fundamentaron indicadores
socioeconómicos que daban cuenta de una mejora en la distribución del ingreso,
pero no necesariamente de la riqueza. La ilusión de la reforma del capitalismo
ganó espacio en la política y anima nuevas y renovadas ilusiones para repetir
la experiencia, más allá del accionar reaccionario de los sectores hegemónicos
y dominantes.
La política social masiva apareció en escena y
morigeró los efectos más nocivos de la concentración de ingresos y riqueza. Se
trató de una política social masiva que trascendió procesos nacionales del “giro
a la izquierda” y que se generalizaron más allá de la orientación de derecha o
de izquierda de los gobiernos.
Es más, en plena ofensiva actual de las derechas, la
masividad de la política social no mengua, sino que se amplía en la perspectiva
de contener el conflicto social.
Bajo esas condiciones de articulación de una
perspectiva de reforma y revolución, los tiempos de revancha y contra reforma no
se hicieron esperar y la hegemonía política conservadora y tradicional disputó
el consenso de la sociedad.
Lo hizo con golpes blandos, apoyados por Parlamentos o
sistemas judiciales, o electoralmente por la vía de la manipulación mediática.
Para esto se empleó a los tradicionales medios de
comunicación, monopólicos, privados o públicos, junto a nuevas redes sociales
emergentes, permeadas por una religiosidad e ideología individualista del “sálvese
quien pueda”, funcional a la lógica de la dominación capitalista, con eje en la
seguridad personal.
El orden capitalista busca así la normalidad de su
funcionamiento, es decir, de la ganancia y la acumulación, alejando la realidad
de cualquier perspectiva revolucionaria o reformista.
Ya no acude a la tradición del golpe cívico militar;
sino a novedosos mecanismos asentados en la manipulación del consenso social,
incluso falseando la realidad.
Lo que pretendemos discutir es el orden democrático y
económico en curso y en su conjunto, lo que supone analizar el horizonte de
confrontación por la igualdad, junto a la libertad de elegir y gobernar.
No alcanza con la lucha por la igualdad, la
distribución del ingreso y la riqueza, si al mismo tiempo no se cuestiona el
orden político y cultural bajo sus formas democráticas realmente existentes, lo
que implica superar el carácter electivo de la democracia para abordar mecanismos
de protagonismo de la comunidad en la toma de decisiones.
En Nuestramérica hubo un tiempo en donde las
contradicciones aparecían entre dictaduras o democracias constitucionales, pero
que ahora, tras la fachada de gobiernos constitucionales que estabilizan el
orden capitalista, se requiere discutir una estrategia integral de la economía
y la política, de la igualdad y la libertad para resolver las demandas de una
mayoría empobrecida y explotada.
Derechos económicos y
políticos para un futuro de liberación
Se necesita un horizonte de discusión sobre los
contenidos de la emancipación, al mismo tiempo que se debaten las formas de la
participación política de la sociedad.
La soberanía alimentaria, energética o financiera
demanda la soberanía en las formas decisorias sobre la cotidianeidad. La comunidad
necesita expresar los rumbos de los contenidos y formas para resolver
necesidades insatisfechas.
No es solo economía o política, sino economía y política;
modelo productivo y de desarrollo, de formas de convivencia de la sociedad en
nuestro tiempo, en una búsqueda de superación del debate coyuntural. Por eso no
alcanza con la discusión contenida en procesos electorales limitados al campo de
lo posible que recreen momentos anteriores de la construcción social.
En rigor, los cambios provienen de nuevas prácticas
desplegadas en el movimiento de la sociedad, que pueden modificar la conciencia
colectiva y así, desde la hegemonía cultural intentar institucionalizar nuevas
modalidades en la producción, la distribución, el cambio y el consumo, bajo
modalidades de protagonismo y participación ampliada en la toma de decisiones
sobre el orden político, económico, social y cultural.
Pretendemos señalar que no habrá distribución del
ingreso y menos de la riqueza, o nuevo orden económico, si no se modifica en
simultáneo la política, o sea, el ejercicio de la soberanía del pueblo.
Buenos Aires, 2 de enero
de 2019
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