El macrismo se consolida como
primera minoría electoral en Argentina, aunque todavía incluye una votación de
rechazo al kirchnerismo, que no debe considerarse voto fiel al ideario y
práctica de Cambiemos en el gobierno.
La suma de macrismo (41,60%) y
kirchnerismo (21,72%) los coloca como las fuerzas más votadas (63,32%) y
confirman que son la novedad política en la representación institucional de la
Argentina en este Siglo XXI.
El radicalismo acompaña
mayoritariamente al PRO y también en menor medida se incluye como parte en el
kirchnerismo. El peronismo se incluye en el kirchnerismo, fuera del mismo y
también minoritariamente con la alianza liderada por el PRO.
Por eso aludimos a una nueva
situación política con crisis de las identidades tradicionales: radicalismo y
peronismo; y la emergencia de nuevas representaciones institucionales.
El macrismo ya no es solo una fuerza de la Ciudad
de Buenos Aires, sino que se extiende como identidad nacional, con peso
electoral en los principales distritos por población y peso económico,
especialmente la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y
Mendoza. Es algo que le otorga fuerza en la negociación con los gobernadores y
las fuerzas políticas tradicionales en la Argentina, peronismo y radicalismo,
disminuidas en su visibilidad como expresión política.
La votación del kirchnerismo
sigue siendo amplia y de carácter nacional, con expresiones organizadas en el
movimiento social. Anuncia que se posiciona como la principal fuerza de
oposición al gobierno de Macri e intentará hegemonizar al peronismo, que en sus
variantes se presentó por lo menos en tres espacios electorales. El liderazgo
del peronismo está en disputa y Cristina Fernández pretenderá erigirse como la
más votada hacia la candidatura presidencial del 2019.
Macri es el primer presidente no
radical ni peronista desde 1916, y aspira a constituir un nuevo tiempo político
en el país bajo una nueva identidad, de derecha y con consenso electoral de
masas, lo que supone apoyo entre los más pobres y los trabajadores.
No
todo es institucional, el conflicto social existe
El triunfo electoral no elimina
el conflicto social como parte de la disputa política. De hecho, las tensiones
de último momento se asociaron a la desaparición de Santiago Maldonado, con
responsabilidad directa del Estado y la represión.
Se trata de un tema que
continúa, a la espera de la autopsia y la consideración de la responsabilidad
estatal en la muerte de Maldonado, incluso y más allá de dictámenes oficiales,
la sociedad, o una parte de ella responsabiliza al Estado y el conflicto en
torno a su esclarecimiento no se agota en la voz oficial.
El movimiento de DERECOS HUMANOS
y más en general el movimiento popular batalló contra la impunidad hasta lograr
las leyes de nulidad y los juicios en curso; una lucha de décadas en la que
puede inscribirse la demanda por el esclarecimiento de la muerte de Santiago
Maldonado.
La batalla contra las
actualizaciones de tarifas involucró a votantes del macrismo durante estos años
y es previsible que sean parte de nuevas protestas. No debe asociarse adhesión
electoral con consenso a políticas de ajuste explícito que afecta a buena parte
de la población de menores ingresos.
Una ampliación del consenso
electoral y parlamentario no significa contención del conflicto social.
Con el consenso electoral se pretenderá
avanzar con la agenda del ajuste y la regresiva re-estructuración de la
economía, el Estado y la sociedad. Por eso se alentarán reformas diversas:
laboral, previsional, fiscal, penal, educativa, de salud, etc.
A no dudar que esos intentos
generarán respuestas diversas, entre quienes intentarán darle cobertura social,
sean parte de la burocracia sindical negociadora, mayoritaria en la CGT; el
periodismo afín a las patronales de la comunicación y una intelectualidad
funcional a la liberalización; pero también se habilita el despliegue de
alternativa política popular, especialmente en la construcción de un nuevo
modelo sindical, donde la unidad de acción es fundamental para construir nuevo
proyecto sindical y popular articulado.
Las CTAs y otros ámbitos del movimiento
sindical están desafiados a superar la fragmentación y con audacia proponer
formas de organización de la protesta social y generarse condiciones de efectividad
en la construcción de alternativa de poder.
En el movimiento sindical, territorial
y popular se dará el principal espacio para la acumulación política de la
izquierda y un proyecto popular por la emancipación social.
La izquierda partidaria logra
1.350.000 con el 5,59% de votos, con picos muy importantes en algunos distritos
como Salta, Jujuy, Mendoza, e incluso el ingreso de legisladores nacionales. La
fragmentación de la propuesta electoral de la izquierda diluye una mayor
presencia legislativa y desafía a ampliar los espacios de unidad.
Unidad más posible y deseable en
el ámbito del movimiento social y el conflicto, territorio adecuado para
construir confianza para disputas institucionales próximas.
Sin perjuicio de la
confrontación al ajuste, que incluye alianzas estratégicas y tácticas que
involucran al propio kirchnerismo, el desafío pasa por la unidad ante
situaciones de una agenda por la liberalización.
En ese plano destaca la
confrontación contra las reformas laborales y previsionales y otras que
mencionamos antes, pero especialmente contra la agenda de la presidencia
Argentina en el G20 del 2018, que empieza en estos días con una reunión en
Bariloche, que anticipa la ofensiva capitalista en territorio argentino durante
el próximo año.
Más aún, en diciembre próximo, entre
el 10 y 13 de diciembre se reúne la 11° Ministerial de la OMC y la programada
semana de acción global contra la OMC será la oportunidad de generar una importante
acción de masas en unidad de lucha para habilitar la discusión de una agenda
alternativa al proyecto de liberalización del gobierno y las clases dominantes.
Sea por la agenda del ajuste
nacional o las reformas reaccionarios y el alineamiento con la demanda del
capital trasnacional para bajar el costo laboral y previsional y asegurar
rentabilidad al capital, el desafío se instala en la potencia de la unidad de
acción del movimiento popular y que en su desarrollo se desplieguen formas
eficaces de articulación para la disputa del poder.
Menos
consignas y más argumentos
Desde la izquierda y el movimiento
popular se requiere mayor capacidad de argumentación.
El discurso pos electoral del
macrismo es vacío, asentado en el consenso electoral y convocando a “seguir” en
el rumbo, respondiendo a una religiosidad que convoca al seguimiento acrítico.
Somos conscientes que eso supone
la agenda de la liberalización y el ajuste, la promoción de las inversiones
externas y el mayor endeudamiento público, y que no alcanza con la oposición.
La demanda es por construir
adecuada argumentación que no se contenten con la crítica al neo-liberalismo,
sino ir más allá en una prédica anti-capitalista que pueda generar conciencia
por cambios profundos.
El problema no es el neo-liberalismo o
Cambiemos, el tema de fondo es el capitalismo. Hace falta una propuesta
anti-capitalista y para ello discutir más a fondo que pasa en los sentimientos y
consciencia de los sectores popular, ver como se discute contra la
argumentación desde el poder.
Buenos
Aires, 23 de octubre de 2017
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