La Asamblea General de Naciones
Unidas votó por amplia mayoría los “principios generales” relativos a
reestructuraciones de deudas soberanas, a propuesta de la Argentina y el G77 +
China. El tema convoca a debates diversos.
Por un lado, los promotores de
la iniciativa, expresan la satisfacción por 136 votos favorables, 42
abstenciones y 6 negativos. Claro que esos votos por la negativa son nada menos
que de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Canadá e Israel. EEUU tiene por sí
mismo el poder de veto en los Organismos Financieros Internacionales. Es
además, el país donde los tenedores especulativos de bonos de la Argentina, los
fondos buitres, lograron amparo judicial y sentencia en firme contra la Argentina
por 1.600 millones de dólares. A eso habrá que adicionar los cargos que se
impongan por el desacato en cumplir con la exigencia legal estadounidense. Es
el costo de mantener la prórroga de jurisdicción, una manera de ceder
soberanía. Es Argentina la que reconoce la posibilidad de litigar contra el
país en sede externa, en este caso, Nueva York.
Por otro lado, la resolución es
no vinculante y tendrá vigencia a futuro, por lo que no alcanza en las
cuestiones concretas que hoy preocupan a la Argentina en el conflicto con los
fondos buitres y la justicia de EEUU. La resolución habilita a pensar y discutir la viabilidad operativa de las disposiciones
y más aún, el interrogante es sobre los alcances de lo aprobado por la ONU y
los beneficiarios de la misma. Si bien el texto está inspirado en los derechos soberanos
de los países deudores, la resolución confirma esencialmente los derechos de
los acreedores. Esos derechos nunca son puestos en cuestión, dejando de lado
una reivindicación socialmente extendida que se asienta en las auditorias o
investigaciones de la deuda para definir legitimidades o no, incluso el
carácter odioso de las deudas, para luego definir posibilidades de pago si
correspondiera.
El
sistema de la deuda demanda reestructuración
La deuda pública es un problema
constitutivo del orden capitalista y se asocia desde el origen a los sistemas
tributarios. Es que los endeudamientos generan la necesidad de recursos
públicos para atender las cancelaciones de la deuda. Es un círculo sin fin,
retroalimentado regularmente. Cuando no se consiguen los recursos suficientes
para atender las cancelaciones de deuda, el destino obligado es el recurrente
endeudamiento y el desenlace en la cesación de pagos para reiniciar el proceso
de reestructuración y endeudamiento. El aumento de la deuda y la recaudación
para cancelar deuda limita la satisfacción de extendidas necesidades sociales y
ni hablar de fondos para una perspectiva autónoma.
Por ello es que existen sucesivas
crisis de la deuda a escala mundial y en la década del 80 del siglo pasado, liderado
por Fidel Castro se proponía la creación de un Club de Deudores para oponerse a
los acreedores y a su gerente, el FMI. Con ello se afectaba al sistema
financiero mundial, pues la deuda estaba en manos de bancos transnacionales. La
idea no era la reestructuración de la deuda soberana y la igualdad de derechos
entre deudores y acreedores, sino la denuncia del mecanismo colonial e
imperialista del sistema de la deuda. La esencia era contra el endeudamiento y
los acreedores, por la independencia y la liberación. El contexto de la
propuesta de Fidel era la crisis de la deuda y el impago mexicano de 1982,
junto a la recreada situación política regional con vigencia mayoritaria de
gobiernos constitucionales que sucedían a gobiernos dictatoriales,
La propuesta cubana no prosperó
y de hecho ocurrieron diversas reestructuraciones favorables al sistema
financiero y al orden capitalista, para recrear el sistema de la deuda hasta
nuevos episodios de impagos, entre ellos el de la Argentina del 2001. De ahí el
Plan Baker y el Brady, ambos Secretarios del Tesoro de EEUU. En ese marco, la
iniciativa se jugó desde el FMI, que sugería mecanismos globales de
reestructuración de la deuda, induciendo, claro está, el ajuste fiscal. En la
lógica del Fondo, más que Club de Deudores hacía falta hacer sustentable el
mecanismo del financiamiento y para ello había que sentar en la mesa de
negociación a acreedores y deudores.
Quien sustentó estas posiciones
demandando la necesidad de generar mecanismos de reestructuración de deudas
soberanas en el 2001 fue la segunda del FMI y representante de EEUU en el
organismo, la economista neoliberal a ultranza Anne Krueger. Un año después, la
economista estadunidense decía: “En la actualidad, el acreedor que se mantiene
firme puede frustrar un acuerdo aceptable para la mayoría y, muy posiblemente,
obtener para sí mejores condiciones, lo que constituye, además, un desincentivo
para que otros acreedores se organicen. En resumen, no existen incentivos para
resolver el problema de la acción colectiva.”[1]
La propuesta sustentaba la
organización de un mecanismo global de sustentabilidad del sistema de la deuda,
negociado entre acreedores y deudores para la continuidad del mecanismo
favorable a la circulación internacional de capitales. La lógica cambiaba de la
demanda por unir a deudores hacia un proceso de negociación bajo la hegemonía
del capital financiero, los que demandaban agilizar el proceso de circulación
mundial del capital, vía inversiones o préstamos.
Paradojas
y necesidad de recrear la resistencia y lucha contra la deuda
El tema ahora aparece resuelto
desde la iniciativa Argentina, con el eje en la reestructuración de las deudas
soberanas, alejando toda discusión global relativa a investigaciones y
suspensión de los pagos, algo que sugería la iniciativa del Club de deudores.
La expectativa seguirá estando
en la dimensión nacional, sea el informe que se espera para noviembre de la
Comisión bicameral de investigación de la deuda argentina entre 1976 y el
presente, u otros procesos en curso, como la Comisión de la Verdad organizada
por el parlamento griego y claro, las diversas iniciativas populares que
colocan el acento en la denuncia del carácter ilegitimo y odioso de las deudas,
y por ende continuar luchando por las auditorías y mientras, las suspensiones
de los pagos, que son cuantiosos y comprometen recursos fiscales para demandas
sociales.
Buenos
Aires, 12 de septiembre de 2015
[1] El
mecanismo de reestructuración de la deuda soberana: Un año después. Por Anne O.
Krueger. Primera Subdirectora Gerente Fondo Monetario Internacional.
Disertación pronunciada en la Conferencia del Banco de México,
"Estabilidad macroeconómica, mercados financieros y desarrollo
económico". Ciudad de México, 12 de noviembre de 2002. En: https://www.imf.org/external/np/speeches/2002/111202s.htm
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