Son dos los aspectos sobresalientes en la política económica argentina
de estos días y que nos permite discutir en torno al papel del Estado en
nuestra coyuntura.
Por un lado el crecimiento del déficit fiscal por 107.000
millones de pesos en el primer semestre del 2015. El monto es equivalente al de
todo el año pasado y sostiene una escala ascendente que habiendo sido del 3%
sobre el PBI en 2012 se proyecta a más del doble para el presente año.
Por el otro lado, se anuncia la creación de una Agencia
Nacional de Participaciones Estatales, a la cabeza de la cual estará el titular
de la ANSES. Entre otros objetivos de la agencia se apunta a condicionar a
futuro, la venta de acciones de empresas privadas en manos del Estado, para lo
que se requerirá una mayoría parlamentaria de dos tercios.
Problemas
fiscales
El déficit fiscal creciente es la base material de los
anuncios de ajuste que sobrevuelan el debate electoral, sin perjuicio del
ajuste que supone en la actualidad el alza de los precios. La situación fiscal
y la inflación son sustento de las expectativas económicas y la especulación de
sectores sociales con capacidad de ahorro. Estos sectores son los que intervienen
en el mercado cambiario para reguardar valor de sus activos en dinero en la
demanda de divisas (dólares), que ante las restricciones legales se vuelcan al
mercado ilegal.
Así, el crecimiento del precio del dólar ilegal acelera la corrección
recurrente del tipo de cambio oficial y otros en danza (turista, bolsa), e
incide en los precios relativos del conjunto de la economía. Es algo que afecta
sobremanera a los sectores de menores ingresos, la mayoría de la población.
Buena parte de la situación inflacionaria en el país está asociada
a estas cuestiones, ya que el precio del dólar, aun siendo un precio más, es
referencia de muchos otros precios. El precio del dólar es un condicionante de
la evolución de varios precios, con o sin razón, pero interviene en la
cotidianeidad y afecta el bolsillo de los sectores de menos ingresos.
Hasta ahora, la política pública ha tenido poca efectividad
para controlar los injustificados aumentos de precios, incluido el dólar, los
que encuentran excusa en la variación del tipo de cambio ilegal. Participación
del Estado y control de precios es un gran tema para la discusión estratégica
del país que se pretende. En rigor, solo una inmensa participación popular en
el control de los precios en origen puede resolver el tema. Claro que debe ser
acompañado de la nacionalización de la banca y el comercio exterior para
eliminar fuentes de gestación de la incertidumbre cambiaria.
Uno de los temas centrales del déficit fiscal está asociado a
los subsidios estatales a las tarifas de servicios públicos. Hasta ahora, los
intentos por reducirlos han sido limitados y constituyen un problema de
política económica y que no beneficia necesariamente a los sectores de menor
poder adquisitivo. Una reestructuración a fondo de la política de subsidios,
con eje en el beneficio de los sectores sociales empobrecidos, constituye el
punto de partida para pensar una política integral en materia de servicios
públicos, con eje en la des-mercantilización.
Acciones
en manos del Estado
Es una cuestión que se traslada a la próxima gestión y que
está asociada al debate de la participación del Estado en la producción de
bienes y servicios, un tema que explica el fundamento de la nueva Agencia sobre
acciones de empresas privadas en manos del Estado.
Además, la inducción al crecimiento del gasto público para
sostener la débil actividad económica se sustenta en una expansión del 35% de
la base monetaria (billetes y monedas en poder del público y depósitos en el
BCRA) entre agosto 2014 y el presente. Se sostiene que apunta a sostener el
consumo popular, pero se escamotea que el modelo de consumo, popular y
suntuario está subordinado a un patrón de producción dominado por empresas
extranjeras que acumulan en el ciclo transnacionalizado del capitalismo
contemporáneo.
El tema es estratégico porque se sustenta en una política
económica que contrarresta con emisión y gasto público la desaceleración de la
economía, con un pronóstico de crecimiento del 0,5% para el 2015.
Al no existir inversión privada (ni local ni extranjera) suficiente
para sostener la actividad económica y habiendo límites a la inversión pública,
el principal instrumento de política pública es el estímulo al gasto.
El interrogante que presentamos apunta a conocer cuáles son
los límites de esta política sin modificar las cuestiones esenciales que
determinan la acumulación de capitales y el ciclo económico local. Por eso
destaca la creación de un mecanismo que dificulta la venta del capital público
presente en varias empresas, no solo aquellas contenidas en el Fondo de
Garantía de Sustentabilidad de la ANSES. El problema es que las decisiones en
esas empresas privadas siguen en manos del capital privado, en buena parte
asociado a la transnacionalización y extranjerización de la economía argentina.
La lógica de los empresarios o gerentes de las empresas de
capital privado, aun con participación estatal, es la de la rentabilidad de la
inversión, no necesariamente vinculado a otros objetivos de política económica que
pudiera proponer cualquier gobierno. El tema es válido también para empresas
privadas de gestión estatal, que como en el caso de YPF está subordinada a una
lógica gerencial de subordinación a la matriz de negocios de las
transnacionales petroleras y a sus estrategias, hoy concentradas en la
explotación de hidrocarburos no convencionales.
Más allá de los argumentos, en el movimiento de trabajadores
jubilados se discute, que las acciones en el Fondo de Sustentabilidad que
administra la ANSES y que debiera ser administrado por los mismos trabajadores
activos y pasivos representa unos 4.000 millones de dólares, un 12% del total;
mientras que los títulos públicos gestionados por el ANSES son más del 60%, o
sea unos 22.000 millones de dólares. Queda claro, que los fondos aportados por
los trabajadores financian al Estado y al sector privado con 72% de los
recursos provistos por los propios trabajadores. Son curiosidades del
capitalismo, la especulación y la distorsión del uso de los fondos
previsionales.
¿Qué hacer
con el Estado y sus recursos?
Todo lo mencionado impone discutir cómo se financia el Estado
y en que aplica el gasto estatal. Allí confirmaremos la regresividad del
régimen tributario sustentado en el IVA como principal tributo, complementado
por el impuesto a las ganancias con su particularidad de asentarse en la
recaudación de la cuarta categoría (salarios).
Sobre el gasto, volverá al debate en estos días con la
discusión del presupuesto del 2016. Allí se hará evidente que el principal
rubro que condiciona el conjunto de la política económica deviene de los pagos
de la deuda pública, que tiende a acrecentarse en términos absolutos y
relativos, es decir, en proporción al PBI. Era algo de lo que se jactaba hasta
ahora el oficialismo con el desendeudamiento. A ello debe adicionarse la
presión del orden económico por inducir la salida de capitales por remisión de
utilidades al exterior o por fuga de capitales, con lo que se confirma que el
trabajo local genera riqueza que financia la acumulación fuera de las fronteras
locales.
Más allá de las especulaciones sobre el ajuste que sobrevuela
el debate electoral, la sociedad necesita discutir el papel del Estado. Ello supone
discutir a quien beneficiar en la instrumentación de la política económica,
pero también el modelo productivo. Son dos las posibilidades: a) acumular en la
transnacionalización e inserción subordinada, o, b) avanzar en una perspectiva
de transición anticapitalista. Claro que ello srequiere de la acumulación
política de poder popular.
Buenos
Aires, 22 de agosto de 2015
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