La coyuntura mundial y las condiciones
estructurales del desarrollo local argentino empujan un modelo productivo extractivista,
primario exportador, más allá del agregado de valor, es decir, la agroindustria.
Lo que se potencia es el carácter
dependiente del capitalismo argentino al sistema mundial. El capitalismo global
demanda recursos naturales que son abundantes en nuestramérica, que para el
caso argentino se concentra en la riqueza de la tierra, sus nutrientes, los
cursos de agua, y la capacidad de producción agraria (alimentos + energía),
incluida su industrialización.
¿A cuento de qué lo mencionado? Es que producto de
la sequía estadounidense, principal productor agrario del mundo, competidor
directo de la Argentina en sus producciones agrícolas, especialmente maíz, soja
o trigo, el resultado está siendo el incremento de los precios internacionales
de los principales productos de exportación de la Argentina[1].
No solo de minerales o metales preciosos (oro y plata), soja o maíz, sino
también derivados, como los aceites o el biodiesel, tendencia creciente de
utilización “alternativa” de la producción agraria.
Vale mencionar, que por primera vez en la historia
de la humanidad la producción agrícola se utiliza con destinos distintos a la
alimentación, para intervenir como base de sustitución de energía ante la
crisis petrolera o energética. Se estima que un tercio de la producción maicera
de EEUU, el principal productor mundial del grano, tiene destino en la
producción de bioenergía. La contradicción generada en nuestro tiempo es que la
innovación tecnológica permite multiplicar la producción agraria mundial por
encima de las necesidades humanas de carácter alimentario, pero al ser crecientemente
utilizada en la producción energética ocurre la paradoja de un sexto de la
población mundial con hambre.
La FAO da cuenta en su informe sobre “El Estado
Mundial de la Agricultura y la alimentación 2010-2011”[2]
que de “2007 a 2009, la crisis de los precios de los alimentos seguida de la
crisis financiera y la recesión económica mundial acarreó un incremento sin
precedentes del número de personas que padecen hambre y subnutrición en el
mundo, el cual superó la cifra récord de 1000 millones en 2009” (Parte II, página
71). El escrito continúa con un análisis de superación de la recesión hacia el
2010 y baja de los precios de los alimentos, y por lo tanto no contempla la
situación actual, donde la recesión y/o desaceleración de la economía mundial
es un dato para este 2012, que adiciona crecientes precios de los alimentos (superan
los máximos del 2008) y un agravamiento de la situación alimentaria de la
población mundial, que según esos datos involucra un 14% de la población
mundial.
Especialización
productiva local
La Argentina se insertó en el capitalismo mundial
con la “generación del 80” del Siglo XIX, ocupando un lugar complementario con
Inglaterra. El lugar del país potenció nuestro carácter de proveedores de
materias primas, consolidando el poder económico y político de la “oligarquía
terrateniente”, y la dependencia del ingreso de productos manufacturados desde
la fábrica inglesa. A eso se le llamó modelo primario exportador.
¿Puede ahora hacerse un símil de esa
caracterización, más allá de la política de restricción a ciertas importaciones
de bienes? El interrogante es válido desde la consolidación de una
especialización productiva que se afirma en el agro y loa agroindustria, donde
la dominación sigue estando en el paquete tecnológico en manos de grandes transnacionales
y la dominación monopólica del comercio internacional y los circuitos globales
de circulación de mercancías y servicios. Ya no existe la complementación de
otrora entre el capitalismo británico y el local; pero Argentina es parte de la
división capitalista del trabajo en un tiempo donde la fábrica es
crecientemente china, y con nuestro país asegurando la provisión de insumos
primarios que resultan imprescindibles en las condiciones de crisis
estructural, no solo económica y financiera, sino alimentaria, energética y
medioambiental.
En efecto, el país potenció la sojización y la
mega minería a cielo abierto, producciones donde resulta imprescindible la
tecnología importada, que afianza la dependencia de esas inversiones externas.
Parte de la renta agraria es apropiada por el Estado vía retenciones, unos
8.500 millones de dólares en 2011, que, fondo sojero mediante, favorecen un
gasto público en todos los municipios, con inversión en infraestructura que
permite disputa de consensos locales. Con precios en alza, la estimación de
recaudación por derechos de exportación (retenciones) para el presente año
alcanza a los 11.000 millones de dólares. En ese sentido avanzaron recientes
medidas de política económica.
Mediante el Decreto 1339/2012, publicado en el
Boletín Oficial el 7 de agosto pasado se incrementaron “las alícuotas de los
Derechos y del Reintegro a la Exportación para las mercaderías identificadas
como biodiesel y sus mezclas”, sobre la base que “la promoción de la
elaboración de biocombustibles constituye una política adecuada para
profundizar el proceso de reindustrialización y diversificación productiva
impulsado desde 2003 en adelante”, y que “a partir de las políticas de
promoción instrumentadas, el complejo oleaginoso en general y la producción de
biodiesel en particular se han establecido como actividades consolidadas,
competitivas y de elevada rentabilidad.”[3]
Queda clara la apuesta a la producción primaria y
a su industrialización, al punto que no solo se incrementan las retenciones,
del 14,2 al 24,2%, sino que también se autoriza, transitoriamente, a la
importación de granos soja por capacidad ociosa de la industria productora de
biocombustibles, ya que la producción local se coloca mayoritariamente en el
mercado mundial. En ese marco es que se conformó la “UNIDAD
EJECUTIVA INTERDISCIPLINARIA DE MONITOREO”, integrada por los ministerios de
planificación, economía, industria y la AFIP para “favorecer el desarrollo de
los biocombustibles en el país” y que permite que la Secretaría de Energía
establezca el precio de referencia para el biodiesel (Resolución 1436/2012 de
la Secretaría de Energía)[4] y
promover el desarrollo industrial en ese sentido.
Argentina se transformó en un gran exportador de
biodiesel y el vice ministro de economía destacó que se trata de "una
industria muy dinámica y en expansión” y “que en 2011 alcanzó las 18,5 millones
de toneladas”[5]
constituyéndose en principal proveedor mundial del rubro, favorecido por
retenciones menores. Hasta ahora, las retenciones a la exportación de aceites
eran de 32%, contra el 14,2% que tributaban las exportaciones de biodiesel. La
diferencia, un 17,8% constituyó una renta apropiada privadamente. Desde ahora
las retenciones a la exportación de biodiesel subirán al 24,2% achicando la
rentabilidad privada y mejorando la ecuación fiscal en un momento de
dificultades para sostener el superávit de las cuentas fiscales.
Síntesis
y debate por alternativas
En definitiva, las medidas recientes apuntan a un
aumento de las retenciones al biodiesel; a la importación de soja como insumo
industrial para biocombustibles; y a la articulación de dependencias del
gobierno para la promoción de esa industria asociada a la producción agrícola.
Son un conjunto de medidas que potencian la
especialización asociada al carácter extractivista del modelo productivo en la
Argentina, que profundizan la soja dependencia, proceso que se consolida desde
los cambios estructurales promovidos en los 90 con la implantación de los
transgénicos. Es una situación convergente con las modificaciones al código de
minería que facilitó el ingreso de inversiones externas en la mega minería a
cielo abierto.
El interrogante es si resulta posible pensar en
otro modelo productivo para otra inserción internacional de la Argentina,
privilegiando satisfacer necesidades sociales, alimentarias, energéticas o
medioambientales.
Todo ello supone discutir el tipo de país, su
producción y beneficiarios fuera de la lógica de la ganancia, más centrado en
resolver demandas de movimientos diversos que reclaman contra la fumigación de
los pueblos, o en defensa de la soberanía alimentaria, energética, o del medio
ambiente amenazado por la producción orientada al mercado, es decir, dominada
por el capital.
No es solo una cuestión de carácter nacional, sino
de discusión global, en donde la misma FAO llama la atención sobre las
tendencias preocupantes del precio de los alimentos y la contradicción que
supone la mayor oferta de productos del agro con el crecimiento del hambre y la
desnutrición. Es un llamado de atención para pensar el orden mundial,
precisamente en un mundo en crisis.
Buenos
Aires, 13 de agosto de 2012
[1]
Merino Soto. “La sequía achica más la producción de los EE.UU. y los granos
podrían tener nuevos precios récord”, en Diario BAE, página 2, del 13/08/2012.
[2]
En http://www.fao.org/docrep/013/i2050s/i2050s00.htm
(consultado el 13/08/2012)
[3]
En http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/Index.castle
(consultado el 13/08/2012)
[4]
En http://www.boletinoficial.gov.ar/Inicio/Index.castle
(consultada el 13/08/2012)
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