Se requieren nuevos imaginarios de sociedad

La preocupación apunta contra el dicho relativo a que todo pasado fue mejor y, por ende, se constituye en el imaginario deseado del futuro, imposibilitando habilitar sueños por la revolución. Eso repetición de imaginarios pasados aconteció en 198,2 cuando la “multipartidaria” elaboró un programa para la Argentina pos dictadura sustentando en su propuesta el orden vigente entre los 20/30 hasta el momento del golpe en 1976. Era la Argentina de la sustitución de importaciones, del aliento al mercado interno y, en definitiva, de la conciliación de clases, tan bien expresado en el plan trienal de 1973, incluyendo la imaginación de la existencia de una “burguesía nacional” con proyecto propio que daba a pensar en potencialidad antimperialista. Hay que mencionar que en los años 80 ya no era posible una receta que las políticas hegemónicas en el mundo, designadas como neoliberales, ya no impulsaban. Era el tiempo de la globalización o mundialización, contra las fronteras nacionales para la libre circulación del capital, las mercancías y los servicios. La norma en los 80 del siglo pasado era la apertura de la economía, la liberalización, las privatizaciones y el aliento a la iniciativa privada, la desregulación de los mercados y la potenciación de la dependencia al proyecto del capital transnacional concentrado. Fue el camino que se consolidó en los 90, bajo las presidencias de Menem y De la Rúa, las que terminaron en la rebelión popular del 2001. En 2019 se reiteró el eslogan de volver a un imaginario anterior, el del 2003, cuyo boom de crecimiento de ingresos populares y empleo estuvo asociado a fenómenos que ya no existían, como la suspensión de pagos de la deuda decretada a fines del 2001 y que duró hasta las renegociaciones del 2005, 2010, incluso del 2016; situación agravada con la reinstalación del FMI como condicionante del endeudamiento y la economía en 2018 y la renegociación y cambio del “stand by” al financiamiento de “facilidades extendidas” en el 2020, que ahora renegocian Caputo y Milei. Las condiciones del 2003 ya no estaban en el 2019, incluso la devaluación de enero del 2002 que otorgó viabilidad a la producción local. Por eso la insatisfacción social ante el incumplimiento, del gobierno 2019-23, de la demanda social para resolver problemas estructurales asociados al crecimiento de la pobreza, el desempleo y la precariedad laboral, la caída de los ingresos populares y la pérdida de derechos sociales integrales, en salud, educación, vivienda, energía, recreación, etc. Mirar con creatividad hacia adelante Por eso, ahora no se puede sostener un programa de vuelta al pasado, a los tiempos del capitalismo del Estado del bienestar, solo posible en tiempos de bipolaridad entre socialismo y capitalismo entre 1945 y 1991, incluso desde 1917, cuando la revolución rusa desafiaba con la construcción de una sociedad contra el régimen del capital, el socialismo como horizonte civilizatorio. Pero tampoco a las condiciones del 2001/03, con una impronta de confrontación con los acreedores externos. El ejercicio del gobierno Milei por un año y la perspectiva de mejorar la correlación de fuerzas en el ámbito institucional con las elecciones de medio término en 2025, desafían a pensar los términos del programa necesario en el país para resolver los problemas socioeconómicos agravados en este año de ajuste y regresiva reestructuración. Habrá que desandar todo lo hecho en este primer año de ajuste y regresiva reestructuración. Se trata de reinstalar que debe terminarse con el condicionante de la deuda pública, iniciado en la genocida dictadura y renegociado en todos los turnos de gobiernos constitucionales desde 1983, salvo la suspensión aprobada en el parlamento en la última semana de diciembre del 2001. Parafraseando una consigna en boga, habrá que insistir que “NO HAY PLATA” para cancelar deuda, requisito que el gobierno antepuso ante cualquier erogación al presentar el Presupuesto 2025. Habrá que hacer una auditoria con participación popular y definir mecanismos de cancelación de aquella deuda que no califique como injusta, ilegal u odiosa. No alcanza con estas medidas y por lo tanto hay que avanzar en una reestructuración productiva y de la circulación de bienes y servicios para atender las necesidades de la población más empobrecida. Ello demandará la asignación de “capital de trabajo” suficiente para asignar bajo formas de autogestión comunitaria o cooperativa al tercio de población que sufre las más crueles consecuencias de la marginación. Tierra, equipamiento y financiamiento, más asistencia técnico profesional deben ser parte de un plan con participación popular que asegure la transformación del modelo productivo y de desarrollo del país. Todo ello solo es posible si se define una mayoría social que asuma el proyecto político alternativo, que entusiasme una masa de población suficiente, como sujeto activo y consciente que otorgue probabilidad de sustento, ante la contra lógica del rechazo de los principales beneficiarios de las actuales condiciones de producción. En términos porcentuales, aludimos a una mínima parte de la sociedad, que desde la cúpula en la captación de ingresos y tenencia de riqueza define el curso de la organización económica del capitalismo local. Remito al núcleo de la clase dominante, que asocia capital local con externo. El problema es que una mayoría social otorga consenso a la lógica liberalizadora, con datos alarmantes en el deterioro de buena parte de la sociedad. Ello requiere de un trabajo ideológico, político y cultural para disputar la construcción de un nuevo imaginario social sobre el país que se quiere. Hay que discutir entonces, ese programa de transformaciones, que no puede asociarse al pasado, sino que tiene que proyectarse creativamente revolucionando lo conocido, cambiando la ecuación de beneficiarios y perjudicados. Es una propuesta en contra del capitalismo, de la explotación y el saqueo. Hay quienes dicen que eso no es posible en las condiciones actuales. Son los mismos que sostenían que era imposible el triunfo de Milei. No hay imposible en la lucha de clases si los objetivos a proponer encarnan socialmente en la perspectiva de una mayoría dispuesta a un cambio revolucionario. Buenos Aires, 16 de diciembre de 2024

Anuncios de más ajuste y reaccionarias reformas luego de un año de Milei

Luego de un balance antojadizo del primer año de gestión, en donde ya empezó, según Milei, la recuperación de salarios y jubilaciones, de ventas, del consumo y la inversión, se anunciaron “motosierra profunda”, ir a fondo con la reforma laboral y previsional, eliminar impuestos y avanzar con la apertura económica, especialmente con un tratado de libre comercio con EEUU. El balance real, con datos oficiales es bien distinto del presentado en cadena nacional. Todos los perceptores de ingresos fijos pierden contra la evolución anualizada de la inflación. Ni aquellos registrados del sector privado y convenio colectivo, pudieron superar la evolución de precios originada con la gran devaluación de diciembre del 2023. Ni hablar de irregularizados por la impunidad patronal o quienes no aseguran regularidad de ingresos. Los jubilados en primer lugar son los grandes ajustados. En 10 meses le representaron al fisco un ahorro de 8 billones de pesos. Según datos oficiales, se habrían perdido unos 200.000 puestos de trabajo en el año de gestión libertaria. Más allá de indemnizaciones, el daño trasciende la dimensión económica e impacto en lo cultural social. La motosierra y la licuadora vía presupuesto 2023 congelado, con mínimas actualizaciones en 2024 supuso un ahorro de unos 35 billones de pesos, lo que explica el “éxito” del superávit fiscal. Un gran logro que celebra la ortodoxia del mainstream en política económica y que sufre la mayoría empobrecida de la Argentina. El inicio de la recuperación es una fantasía para el bolsillo de la mayoría, aunque si puede verificarse cierta expansión en sectores privilegiados del modelo de acumulación capitalista local, caso del agro negocio, la minería o la energía. El resto de los sectores económicos siguen remitiendo a datos negativos que explican la caída del -3,5 al -4% para el 2024. En ese esquema es que los anuncios de inversiones en función del R,I.G.I. son expectativas esperanzadas en la medida que superen las restricciones al movimiento internacional de capitales, el “cepo”. La estabilización macroeconómica solo se explica por la caída del consumo, de la inversión y relativos controles del comercio internacional, que trae como contrapartida, la recesión que afecta no solo a quienes viven de ingresos fijos, sino también al sector empresarial que destina su actividad en el mercado interno y a la capacidad económica y de gasto de la población trabajadora. No existen las buenas noticias que destaca el presidente de Argentina, salvo para el reducido núcleo del poder económico local y global, beneficiario de un blanqueo que atrajo 22.500 millones de dólares al sistema financiero, sin multas ni costos para eso colectivo de evasores, apenas unas 100.000 personas. Una amplia minoría beneficiada por el Estado libertario. Ahí sí que no ocurre el “afuera”. El Estado actúa con todo su poder para favorecer a un núcleo de concentración de ingreso y de riqueza. Milei avanzó con audacia y sin anestesia respecto del programa liberalizador de la dictadura, de los 90 y del macrismo, por eso se asumió como una “derecha no temerosa”. El gobierno expresa la ofensiva del capital y de la más reaccionaria política ejercida desde 1976, todo en aras de restaurar el poder oligárquico imperialista prevalente al inicio del Siglo XX. Los anuncios Retomó las propuestas de campaña, especialmente sobre la dolarización, proponiendo el uso indistinto de monedas para los intercambios, salvo la cancelación de impuestos que continuarán en moneda nacional. Reiteró que terminarán las restricciones al libre movimiento de capitales, el cepo y que se encamina la eliminación del BCRA, un viejo anhelo de la derecha argentina y del poder que pretende subordinar la política local a los designios de EEUU. En ese sentido y en el marco de la presidencia pro-tempore del Mercosur, se anunció un próximo acuerdo de libre comercio con Washington. La lógica libertaria y aperturista se profundizará en el 2025, animado por la presidencia Trump y un programa que tenderá a instalarse como global en materia de ajuste y regresiva reestructuración del capitalismo en crisis. Esos anuncios desafían a construir alternativa política, desde la movilización y visibilización de las reivindicaciones del movimiento popular en contra de las reaccionarias reformas laborales, previsionales, tributarias y de ajuste integral. Una propuesta política que no se limite a la confrontación con Milei para otra gestión del capitalismo, sino para la acumulación de poder popular con perspectiva de transformación anticapitalista. Buenos Aires, 11 de diciembre de 2024

Un año de celebración del gobierno Milei

El poder mundial y sus comentaristas periodísticos, académicos o profesionales celebran los “éxitos” del gobierno libertario de la Argentina. Celebran la “estabilización macroeconómica”, para lo cual conviene recordar que la ecuación macroeconómica se resume en la suma algebraica del consumo, la Inversión y el intercambio internacional, es decir, C+I+X-M (Consumo más Inversión más Exportaciones menos Importaciones). Ni falta hace destacar la caída del consumo popular y del gasto público, elementos esenciales que explican la caída del Producto Bruto Interno entre -3,5% o -4%. El PBI es igual a C+I+X-M, la mencionada ecuación macroeconómica. El éxito se sustenta en un brutal ajuste del consumo popular y público, un logro de la motosierra y la licuadora. La motosierra significó una merma de empleo público sustancial, con cesantías en torno a los 40.000 trabajadores. Si sumamos las cesantías en el sector privado, la cifra se acerca a los 200.000 trabajadores. Resulta una masa gigantesca que incide mucho más allá del deterioro del consumo y afecta culturalmente a miles de familias que agregan incertidumbre al presente y al futuro. Es un éxito que explica el incremento de la pobreza por ingreso, por encima del 50%, agravado en los menores de edad, que supera el 60%. El crecimiento de la pobreza y la indigencia son expresión de una política de ajuste y regresiva reestructuración del capitalismo local. La licuadora se manifiesta en el congelamiento presupuestario del 2024, con la referencia, escasamente modificada del Presupuesto 2023, el mismo que regirá para el 2025, privilegiando la discrecionalidad en la afectación de recursos públicos por parte del gobierno. En materia de Inversión, se verifica una fortísima caída, tanto del sector público, que prácticamente congeló la inversión, demorando obras en todo el territorio nacional y afectando derechos esenciales, especialmente en materia educativa y de salud. El sector privado retaceó la apuesta inversora, salvo en los núcleos de acumulación de capital privilegiados, casos del complejo agroexportador o el novedoso asociado a la energía, especialmente el yacimiento “vaca muerta” y lo relacionado con la minería y el litio como suceso. Se consolida un sesgo productivo orientado al mercado mundial, bajo dominación de capitales transnacionales. Regresividad La burguesía local asociada a esa dinámica centra sus objetivos en la reducción del costo de producción, especialmente el laboral. Por eso reconocen la tarea de las regresivas reformas laborales encaminadas por el gobierno, tanto como las propuestas de reformas previsionales, a la seguridad social y de carácter tributario en favor de las ganancias empresarias. El mercado interno sobrevive en una reestructuración que reconoce el cierre de miles de pequeñas empresas, lo que explican el abultado crecimiento del desempleo y el deterioro del consumo popular. Queda claro que la apuesta es a la inserción del capitalismo local en el mercado mundial. Esa es la apuesta al crecimiento del 5% del PBI para el 2025. No se trata de un crecimiento para el conjunto de la sociedad. Se expandirá el consumo de los sectores con capacidad de mejorar sus ingresos y por lo tanto de ahorro; la mejora de la inversión por las facilidades que otorga el Régimen de Incentivos a Grandes Inversiones, RIGI, y las facilidades al movimiento internacional de capitales que supone el levantamiento de las restricciones (CEPO) en algún momento del próximo año. Inflación y distribución del ingreso La baja de la inflación es quizá el principal reclamo social, logrado luego de la aceleración promovida con la devaluación de diciembre. Bajar del 25,5% a menos del 3% mensual se presenta como un logro, que tiene la contrapartida en la suba de precios contra ingresos disminuidos de la mayoría empobrecida. Los ingresos salariales y previsionales se deterioraron muy fuerte en este 2024 y nada indica que recuperaran en el corto o mediano plazo la capacidad de compra, ya que es un objetivo estratégico para el funcionamiento del capitalismo local. El capitalismo supone ingresos para propietarios de medios de producción y para quienes viven de la venta de su fuerza de trabajo. Son ingresos que explican la distribución funcional del ingreso y Argentina necesita mostrar mermas sustanciales en la participación de los ingresos populares para hacer atractivo el ingreso de capitales externos y la propensión del capital local para ser invertidos en la dinámica de la producción y circulación local. Aún falta reacomodar precios relativos, es decir, aumentar tarifas, rezagas según la rentabilidad demandada por las empresas. Los ingresos populares seguirán perdiendo capacidad de compra y de ahorro. Se busca un nuevo equilibrio entre precios y salarios, claro, a favor de los ingresos del capital: ganancias y rentas. Activismo global En definitiva, lucha de clases que viene consolidando una regresiva reestructuración capitalista local y global desde la lógica liberalizadora impuesta desde hace medio siglo y que Milei pretende remozar en el ámbito mundial. Una cuestión esencial de la prédica gubernamental fue la propuesta para el mundo, pretendiendo ser vanguardia de los cambios libertarios necesarios para superar la crisis capitalista en curso, irresuelta desde los acontecimientos del 2007/09, agravada con el COVID y la situación de guerra incrementada en Ucrania, en Palestina y todo medio oriente. La crisis mundial se manifiesta como tendencia a la desaceleración del crecimiento global. Por esa razón, ya no alcanza con la ofensiva del capital por reformas que desarmen el “Estado benefactor”, sino que hay que avanzar con nuevas experiencias de reforma política reaccionaria en cabeza de proyectos de ultra derecha, en búsqueda de consensos que afirmen rumbos autoritarios a favor del libre mercado, la ganancia y la acumulación. Es lo que promoverá Milei desde la presidencia pro tempore del Mercosur y en las renovadas cumbres de la extrema derecha global, la que muy probablemente se anime más con el nuevo gobierno Trump desde enero 2025. Urge el debate de alternativas, que no puede limitarse a la solo gestión progresista del capitalismo, que por todo lo dicho supone una ilusión que puede limitar transitoriamente la ofensiva derechista y liberalizadora. La emancipación social necesita ir más allá de la lógica monetario mercantil del orden capitalista, colocando por delante el desafío de un nuevo orden social sin explotación ni saqueo. Buenos Aires, 9 de diciembre de 2024

Latinoamérica y el caribe atrapados en la dependencia

La región latinoamericana y caribeña ingresó a la lógica capitalista de manera dependiente. La colonización española y portuguesa, junto al genocidio de los pueblos originarios; la inmigración masiva o la cacería humana en África para incorporar fuerza laboral al proceso productivo, crearon las condiciones para la inserción subordinada en la dinámica capitalista. En esa dinámica y producto de una división internacional del trabajo, el papel de la región se asumió como proveedora de materias primas para una industrialización que expresaba las aspiraciones universales de la dominación burguesa. Ese lugar en la producción mundial se reiterará con el paso de los siglos, más allá de un corto lapso de “industrialización sustitutiva de importaciones” gestado a la salida de la segunda guerra mundial. La CEPAL se constituyó como el colectivo profesional que sintetizó el proyecto de modelo productivo y de desarrollo en los 50/60 del Siglo XX. Al mismo tiempo surgieron corrientes de pensamiento crítico asentadas en la tradición de Carlos Marx, que intentaban sintetizar demandas de movimientos populares que proponían un rumbo alternativo al capitalismo, especialmente luego de 1959 con la revolución cubana. De ese modo, podemos sintetizar los “proyectos” para los países en la región en una tríada: los tradicionales conservadores de subordinación al poder hegemónico del capital más concentrado; los que imaginaban una posibilidad de desarrollo capitalista autónomo, estimulando una burguesía local, “nacional”, que puede sintetizarse bajo el nombre “desarrollistas”, con un imaginario de proyecto propio más allá de los capitales más concentrados en el ámbito global; y los críticos, que desde Marx siguieron diversas trayectorias entre las cuales resaltan los teóricos marxistas de la dependencia y un conjunto de intelectuales que animaron la izquierda tradicional y la nueva izquierda de los últimos sesenta años. En rigor, un proyecto alternativo al capitalismo existía con anterioridad y provino en la segunda década del siglo pasado desde Perú. En efecto, el amauta, José Carlos Mariátegui, sostuvo a fines de los 20 que la revolución socialista era el mito de la clase trabajadora para toda la región latinoamericana y caribeña. Era una tesis a contramano de la hegemonía “comunista” en ese tiempo dominado por la tercera internacional en tiempos del estalinismo. La propuesta por el socialismo se materializa como objetivo desde Cuba para todo el subcontinente, motivando la réplica sustentada desde EEUU con la Alianza para el Progreso para toda la región y el “embargo” que aún sobrevive en simultáneo con la experiencia cubana. Industrialización subordinada y dependiente La industrialización de la región no superó la dependencia, es más, la agigantó ante la necesidad de importar en bienes de capital, maquinarias, herramientas, tecnología e insumos estratégicos para la producción contemporánea. La dependencia se agudizó con la hegemonía de las políticas de liberalización que atrajo el neoliberalismo de los 70/80 en los gobiernos de la región, más aún con el decálogo del Consenso de Washington en los 90 del Siglo XX. El crecimiento económico de la región, importante con la industrialización, consolidó el orden capitalista, ampliando la esfera de la explotación y el saqueo, por ende, la inserción subordinada en la dinámica de producción y circulación de capitales en el ámbito global. En ese sentido, la deuda pública ha sido un factor sustancial para la dependencia desde los orígenes de la generalización del modo de producción capitalista y acrecida en la parte final del siglo pasado, que retoma con fuerza en el presente según verificamos en los datos recogidos en los informes de los organismos internacionales, caso de dos documentos del FMI emitidos en octubre del 2024: 1/Informe del FMI: “Recalibrar políticas y avanzar con reformas”, en https://www.imf.org/es/Publications/REO/WH/Issues/2024/10/25/regional-economic-outlook-western-hemisphere-october-2024, y 2/ en el Informe sobre perspectivas de la economía mundial en https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2024/10/22/world-economic-outlook-october-2024. La dependencia motivó ciclos de resistencia y confrontación muy importantes, habilitando experiencias que generaron expectativas de cambios políticos y económicos. Remito a Chile a comienzos de los 70, en Centro América a fines de los 70 y durante los 80/90. Todas esas experiencias, incluida la cubana, fueron brutalmente boicoteadas por el poder imperial de EEUU, asociado a las clases dominantes locales. La intencionalidad era habilitar la posibilidad de restauración conservadora para profundizar la lógica dependiente del desarrollo local. Nuevas experiencias contra la dependencia La primera década del Siglo XXI es un tiempo de nuevas y masivas rebeliones que generaron expectivas esperanzadas de cambio en toda la región, con nuevas insistencias sobre la perspectiva anticapitalista y antiimperialista por el socialismo. Proyectos para una integración no subordinada se constituyeron en agenda imprescindible, junto a propuestas por una nueva arquitectura financiera para la independencia productiva y un modelo de desarrollo asentado en la satisfacción de las necesidades populares. La obstrucción no se hizo esperar y aparecieron nuevas formas de golpes de Estado, que obstaculizaron dinámicas de cambio en Honduras, en Paraguay o en Brasil, como parte de una ofensiva política de las derechas ultra-liberales para retomar un rumbo de ofensiva por el libre comercio y el movimiento internacional de capitales. El desafío histórico vuelve a presentarse, en la contradicción de un bloque social y político que lidera el proyecto de reafirmación de la dependencia, bajo condiciones de digitalización de la economía capitalista, de estímulo a innovaciones tecnológicas, caso de la inteligencia artificial o la robótica, profundizando la inserción subordinada y con ella la explotación y el saqueo, convocando a pensar y actuar en términos alternativos. Un problema adicional es la renovada expectativa por un nuevo “desarrollismo”, acudiendo al imaginario de un despliegue del capitalismo sin subordinación a la lógica concentrada e imperialista del régimen del capital. Un dato relevante es que el gobierno Milei pretende constituirse en vanguardia de la estrategia de restauración de la dominación capitalista, tal como lo destacan sus intervenciones en foros internacionales, recientemente en Montevideo en la cumbre del Mercosur en donde se suscribió la voluntad por un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. La ilusión desarrollista sobrevive en los críticos de la ultra derecha, que al no proponer una lógica alternativa reiteran el imposible de una gestión “desarrollista”, más allá de que nombre le coloquen, en un imaginario de gobierno reformista del capitalismo, con potencial distribución del ingreso. Por eso, lo alternativo supone la propuesta por la independencia sobre la base de un modelo productivo y de desarrollo autónomo, en contra de la explotación y el saqueo, que privilegie la satisfacción de las necesidades sociales sobre bases políticas de ejercicio de la soberanía popular en contra de la dependencia y del régimen del capital. La lógica capitalista reitera la trampa de la dependencia para la región, por lo que se requiere volver a instalar en la cabeza y el corazón de los pueblos la posibilidad de un orden anticapitalista, como hace más de un siglo lo vienen haciendo proyectos que, siendo abatidos, no fueron derrotados como posibilidad de encarnar un futuro no subordinado para nuestra América. Buenos Aires, 7 de diciembre de 2024

Milei y la derecha global

Milei cerró una intensa semana de relaciones internacionales, con Giorgia Meloni saludando en el histórico balcón de la Casa Rosada. La gobernante italiana no oculta sus simpatías con el fascismo, un peligro para la humanidad hace un siglo. ¿Ahora con pretensión de retorno? Pese a la derrota histórica de Mussolini y de Hitler, al fin de la segunda guerra mundial, esa concepción política de gestión capitalista, del Estado y la sociedad, reaparece en la escena mundial en diversos territorios, más allá de identificar el fenómeno actual con el fascismo tradicional e histórico. En sintonía con ese clima de época, el presidente de Argentina anunció hace una semana en Miami, en la gala por la elección de Donald Trump a la presidencia de EEUU, la necesidad de conformar una estrategia que incluya a Trump en el Norte, a Meloni en Europa, a Netanyahu en Israel y a él en el sur de América. Una confederación de naciones comprometidas con la causa de la extrema derecha. Toda una entente para liderar un proyecto de “libertad”, de los grandes inversores, del capital más concentrado, en contra del trabajo, la naturaleza y la sociedad. Es el planteo de una nueva derecha, extremista, sin complejos “democráticos” del liberalismo burgués tradicional. No solo Meloni pasó por Buenos Aires. También estuvo Emmanuel Macron, jefe del gobierno francés. Este vino al país antes del encuentro del G20 en Brasil, mientras que la italiana lo hizo de regreso de ese cónclave. Por eso, el periplo internacional semanal de Milei, se transitó con encuentros en EEUU, Brasil y en la Argentina. Por la reunión del G20, tuvo que compartir y saludar, fríamente al anfitrión, el “comunista” Lula Da Silva, más amigablemente a Xi Jinping, jefe comunista de China, la primera potencia fabril del mundo, y, de hecho, el financista de “última instancia”, por ahora, de la endeudada Argentina. Tampoco podía faltar entre los vínculos, el FMI, en donde Milei cifra expectativas para la liberación de recursos frescos que le permitan abandonar las restricciones aun presentes a la salida de divisas, el llamado “cepo”. Por eso, también hubo foto con Kristalina Georgieva. La salida del cepo es una exigencia de eventuales inversores globales, que traerían sus inversiones si es que pueden salir cuando lo consideren necesario. No solo se trata de ganar, sino de disponer de esas ganancias para la acumulación capitalista donde mejor les convenga. Económica y política Resulta de interés pensar esos vínculos “políticos” y “económicos”, imposibles de separar, claro, pero que, desde lo didáctico, conviene considerar con relativa autonomía. Milei privilegió anudar lazos políticos con la derecha, especialmente, esta nueva “ultra”, sin prejuicios liberales tradicionales relativos a la “democracia”. Remitimos al Trump que avaló la invasión al capitolio o desconoció los resultados electorales en los que Biden y los demócratas le ganaron oportunamente la compulsa; como con Narendra Modi, el jefe del gobierno de la India, más amigable, ideológica y políticamente con los gobiernos en Washington y occidente, que con los principales animadores de los BRICS. Eso no impidió concretar la venta de gas a Brasil, en tanto nueva orientación de la dinámica de acumulación del capitalismo local. Antes y hasta ahora era el complejo sojero, la minería, para incorporar recientemente la energía, de la mano de vaca muerta. La transnacionalización de la economía mundial lleva al gobierno libertario a hacer negocios con quien sea. Si no son los socios ideológicos, pues que sean los adversarios, siempre y cuando se favorezca el capitalismo local y global. Por eso, hubo invitaciones mutuas entre el jefe de gobierno de China y el argentino a visitarse y fortalecer una agenda económica valiosa para ambos en tiempos de ralentización de la producción mundial. No solo es el pragmatismo de Milei, sino de la lógica de gestión capitalista actual, económica y política. De hecho, la internacionalización de la producción, más allá de las sanciones unilaterales de occidente sobre China, Rusia, Irán y varios otros países, Cuba o Venezuela en la región, la transnacionalización del capital en tiempos de criminalidad en ascenso, sea por tráfico de droga, armas o trata de personas, articula el proceso de producción y circulación del capital con un trasfondo tecnológico que disimula diferencias ideológicas o de cosmovisiones alternativas al régimen del capital. Por eso Milei firma el documento final del G20, aun cuando verbaliza críticas a los enunciados explícitos y señala que Argentina cumplirá desde la lógica de la libertad de mercado y la irrestricta defensa de la propiedad privada. No hace Milei lo mismo en Naciones Unidas, ni en la cumbre sobre el cambio climático. En estos espacios, construidos bajo la lógica de la “democracia liberal”, donde priman relatos “diplomáticos” que no se cumplen, caso de las “agendas globales”, Milei se anima a desacreditar e incluso abandonar reuniones o votar en soledad desconociendo apelaciones a la defensa de los derechos de los pueblos originarios, o en contra de la violencia digital hacia las mujeres. Nadie lo sanciona, ni le recrimina, por la ineficacia de un organismo en el que solo dos países sostienen el embargo sobre Cuba, o no puede parar el genocidio en Gaza, resultando ineficaz para desandar una escalada de guerra nuclear que animan los principales actores del Consejo de Seguridad. Milei privilegia un espacio global, no democrático, como el G20, autoerigido en el 2008 ante la gran crisis, en ámbito global para el tratamiento de los problemas globales, en desmedro de un acuerdo de países, que emergió en 1945 para evitar nuevas conflagraciones globales. El G20 se armó sobre la base del G7 más China y Rusia, junto a otros actores del capitalismo realmente existente en el mundo contemporáneo. La excusa fue sumar la emergencia, o sea, el nuevo poder en ascenso, especialmente China. No alcanzaba con la hegemonía emergente en 1945 y por eso la ampliación multipolar en un mismo ámbito, más allá de variadas estrategias de renovadas alianzas económicas o políticas en desarrollo, en las que se discute el orden mundial en tiempos de desorden. Está claro que el mundo atraviesa una gran crisis, no solo de base económica, sino también política. En ese desorden, Milei hace negocios con Brasil y China, mientras anuda estrategias discursivas para hacer efectiva la lógica liberal que empuja, con matices, la derecha, ¿nueva?, sin las formas contenidas de una derecha liberal-democrática sometida a la disputa electoral de la gestión pública en el capitalismo contemporáneo. Ese es el marco de la discusión relativa a la unipolaridad o la multipolaridad en el sistema mundial. Consenso político en juego Las relaciones internacionales puestas en juego por Milei en estas horas, intervienen en la consolidación del consenso político al gobierno libertario a un año de haber asumido. Así, lo inesperado de hace un año, puede transformarse en previsible rumbo político de nuevas rondas de reestructuración reaccionaria del orden local. Un símil de la década del 90 del siglo pasado, no solo porque Menem llegó inesperadamente en el proceso electoral de 1988, sino porque consolidó cambios profundos en la representación política tradicional, enterrando un imaginario de décadas, que contenía la identidad peronista o radical, el bipartidismo hegemónico en años de disputa constitucional en el país. Ahora, todo está mezclado en la vida, como la biblia y el calefón, según destaca el poeta en el tango cambalache. Por eso, la crisis política es una realidad en el país. Milei es la nuevo en la discusión de la jefatura política del proyecto reaccionario que en medio siglo reinstaló la dictadura genocida, la década del 90 y recientemente la coalición macrista, arrastrando fracciones radicales y peronistas. Es tiempo de consolidar la restauración conservadora promovida por los golpes entre 1930 y 1976. Es una realidad que convoca a barajar y dar de nuevo, incentivando la emergencia de un nuevo proyecto político, de base popular que no se subordina a la lógica del capital. Suena a desafío para la “izquierda”, que nunca gobernó el país, y claro, más allá de cualquier presencia institucional vigente, de una izquierda con presencia en el Parlamento y más allá, con vida social, económica, cultural. Un desafío de poder, superador de cualquier concepción sectaria o subordinada como furgón de cola de opciones en la gestión capitalista. En rigor, no solo vale lo dicho para la Argentina, sino para pensar una estrategia global de una izquierda con posibilidades de transformación social, promediando la tercera década del Siglo XXI. 20 de noviembre de 2024