La
emergencia sanitaria por el COVID 19 nos trae sorpresas. El tema no se resuelve
aun iniciado el proceso de vacunación y claro, la concentración de las vacunas en
los pocos países de gran capacidad económica demora la posibilidad de inmunización
de la población mundial.
El
tema se agrava en la región latinoamericana y caribeña, una de las más
afectadas, que con el 8% de la población planetaria acumula entre 25% y 30% de
contagios y fallecimientos, con movilidad de perjuicio en términos relativos.
Brasil
es el país de la región más afectado en términos absolutos y por mucho tiempo,
Perú encabezó a los afectados por millón de habitante.
Las
nuevas oleadas de afectación modifican el mapa de la situación y países que
aparecían afuera del radar del virus, sienten el impacto de un modo agresivo y
emergen a la cabeza del problema.
Solo
a modo de ejemplo veamos la reciente información relativa a contagios y muertes
en la región[1].
Uruguay aparece con el mayor impacto de incidencia por muerte COVID19 en las
últimas dos semanas, seguido por Paraguay, Argentina, Colombia y Brasil, en ese
orden.
Es
curioso, porque la política oficial brasileña es “negacionista” del fenómeno
pandemia, Argentina aparece preocupado desde el inicio y Uruguay parecía en
principio no afectado.
La
realidad de la pandemia modifica el tablero y aquellos que parecían inmunes
soportan ahora el flagelo, caso uruguayo y quienes profesaban la prevención,
Argentina, superan en casos por millón de habitantes al “negacionismo”
brasileño.
Por
eso aludimos a comparaciones odiosas, de un fenómeno que es global y que no
distingue fronteras, solo transitoriamente alguno está mejor que otros.
Las
distintas olas de contagios y derivas en fallecidos se convirtieron en un
problema de larga duración. Iniciado el fenómeno a fines del 2019, para marzo
2020 fue declarado pandemia. A más de un año y analizando el impacto sanitario
y económico, la situación, según varios organismos internacionales, se
prolongará casi por un lustro. El horizonte de superación es el 2024 y hay que
ver.
Primero
se manifestó el virus en China, y aún existen quienes pretenden responsabilizar
al país asiático por desencadenar la emergencia sanitaria, pero rápidamente se
universalizó, afectando seriamente a Europa y luego a EEUU. En ese trayecto
emergió la zona latinoamericana y caribeña como concentración de casos y más recientemente
la India.
De
poco sirvieron las comparaciones, e incluso China, territorio de origen,
aparece hoy con las mejores respuestas integrales de combate al virus y la
India, el otro superpoblado país del planeta surge como el territorio de concentración
con mayor cantidad de contagios diarios desde la aparición del coronavirus.
Problema mundial de época
Se
trata de un problema mundial atravesado por la convergencia múltiple de una
crisis civilizatoria. El virus está asociado al modelo productivo del capitalismo
contemporáneo, que en el último medio siglo mundializó las relaciones sociales
de producción.
La
proletarización avanzó en los territorios de mayor población, especialmente China
y la India, con un tercio de la población mundial. El primero es territorio de inicio
de la manifestación pandémica y el segundo concentra hoy la atención por la magnitud
de afectadas/os.
Al
mismo tiempo, esas relaciones económicas se expandieron mundialmente
extendiendo la iniciativa privada, a contramano del medio siglo previo
(1930-1980) que venía privilegiando la intervención estatal con ampliación de
derechos sociales.
La
privatización de la vida cotidiana afectó derechos sociales adquiridos,
especialmente en la salud y la educación. La mercantilización de la vida
cotidiana incluye la innovación y el desarrollo científico y tecnológico que en
el caso de la “propiedad intelectual” exacerba el individualismo y la búsqueda
de rentabilidad privada.
En
rigor, si existe algo social es la cultura humana que atraviesa la cotidianeidad.
Se adquiere la cualidad humana de modo social. No existe humanidad ni sociedad,
por ejemplo, sin lenguaje, más allá de la diversidad de idiomas.
Se
trata de un accionar colectivo, social, donde la experiencia humana organiza en
la historia la dimensión de lo común, que hoy se manifiesta en la
universalización del capitalismo y la propiedad privada, como forma específica
de la historia de la humanidad.
En
el antecedente está la “no propiedad privada” o si se quiere, la posesión en
comunidad, como espejo de un futuro que niegue la negación. A la posesión
territorial de los pueblos originarios por siglos, le sucedió la apropiación
privada extendida a las relaciones sociales en toda su magnitud con el
resultado que hoy sufre la humanidad. Es lo que debemos negar hoy.
Asistimos
a un problema global, la pandemia, como parte de otros inconvenientes que sufre
la sociedad, como la situación de hambre de casi 900 millones de personas
cuando existe producción primaria para abastecer necesidades de 12.000 millones
de personas, siendo unos 7.500 los habitantes del planeta.
Es que,
ante la crisis energética, buena parte de esa producción se destina a
satisfacer el hambre de las máquinas y equipos, antes que la de las personas. Por
eso el cambio climático es un derivado directo del modelo productivo y de
desarrollo, que cruza la dimensión alimentaria, energética, ambiental,
económica, financiera, cultural y política. Una integralidad que aborda al
conjunto de la civilización contemporánea.
Hace
falta un cambio cultural, que supongo un retorno a lo común, a lo comunitario,
en contra y más allá del individualismo construido por siglos.
No
se trata de ver qué país gestiona mejor la pandemia, sino como la sociedad
confronta el fenómeno pandémico con la esencia del orden social que se
manifiesta en esta agresión a la vida de la humanidad y de la propia
Naturaleza.
Buenos Aires, 19 de mayo de 2021
[1] El País, “La crisis del
coronavirus”, en: https://elpais.com/sociedad/2020-12-14/el-mapa-del-coronavirus-en-el-mundo-asi-avanzan-los-contagios-y-las-muertes-dia-a-dia.html
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