El capitalismo que resulta del trio Milei Caputo Sturzenegger

Esto no va más sostienen muchos en un marco de alta inflación y tendencias recesivas en la actividad económica, más allá de la actividad primario exportadora, que encima, no liquida integralmente la cosecha. Opinión contraria sostiene el gobierno de Milei, que alude al piso entre abril y mayo y una recomposición de salarios y actividad que los demás “no ven”. En rigor, ni una, ni otra. La realidad del crecimiento de la pobreza y de la desigualdad es simultánea a la mayor apropiación del excedente económico de los sectores concentrados de la economía local. ¿Quién dijo que el capitalismo es siempre crecimiento y distribución del ingreso y la riqueza? El capitalismo local está en reconstrucción reaccionaria y lo gestiona el tridente del Presidente y sus dos ministros, el de economía y el de desregulación. La reconstrucción es una entre tantas desde el origen del país capitalista, y en cada una de ellas emerge un bloque social en el poder y otro, de mayoría social, subordinado. La dictadura propuso una reestructuración del poder que con idas y vueltas a través de los años nos devuelve el presente del ajuste, sea la licuadora o la motosierra, como base esencial de la política económica que gestiona Luis Caputo. Como no alcanza con el ajuste licuadora o motosierra, la tarea de reorganizar las relaciones sociales, el cambio estructural, es la tarea encomendada a Federico Sturzenegger. Milei es quien hace políticamente posible el ajuste que gerencia Caputo y la reestructuración que encara Sturzenegger. Un trío imprescindible para la masacre social. Se trata del trío que gestiona hoy el capitalismo local, más allá de cualquier consideración sobre si hay cepo o se levanta, si hay dólares o no para la disposición de la política pública y el pago de la deuda, si se sale de la recesión en corto o en largo plazo. Milei es el reaseguro de las clases dominantes para el ajuste y la reestructuración, aun cuando no les gusten sus modos o decires. Es quien logró el consenso social ampliado para disciplinar el conflicto social, incluso con la represión del protocolo comandado por Patricia Bullrich, y subordinar a los de abajo, a los sectores de menores ingresos, a las condiciones que hoy impone la búsqueda de ganancias concentradas. De hecho, ya se hizo bastante con el DNU70/23 y la ley de Bases, especialmente con la facultades delegadas, y puede seguir profundizando su política reaccionaria o quedar en el camino, sea porque se potencie la resistencia social derivada del hartazgo ante las “no solucione” a las expectativas de los votantes empobrecidos, o sea derivado de las inconsistencias internas de la política económica, entre la “devaluación” o la “dolarización”, o entre los políticos de “La Libertad Avanza”, o de sus socios temporarios o permanentes en el macrismo, el radicalismo, el peronismo o variadas tribus subordinadas. El trabajo sucio de toda reestructuración está en marcha y durará lo que dure para reencauzar la lógica sistémica de la ganancia bajo condiciones de democracia liberal de buenos modales. Es lo que favoreció Domingo Cavallo en sus gestiones durante la dictadura o en tiempos constitucionales. El capitalismo en crisis necesita de experiencias locales que muestren el rumbo de la necesaria reestructuración. Así como el Chile de Pinochet y sus Chicago boys fueron el modelo ensayado para la extensión neoliberal, Argentina pretende mostrar un rumbo de exacerbada liberalización económica. El futuro cercano Es una incógnita el futuro, sujeto a las vicisitudes de la “política”. Milei llegó a la presidencia producto de opciones relativas a la gestión del capitalismo local en tiempos de crisis mundial del capitalismo. Una crisis que trasciende las relaciones económicas y se manifiesta en la política con el ascenso de las derechas, en plural, unas más a la derecha que otras, pero todas las opciones de la política con posibilidad de gobernar discuten la gestión del capitalismo. Hay frenos a las derechas, explicitadas en gobiernos que levantan programas de reformas, sustentados en procesos de distribución del ingreso y reivindicaciones a favor de satisfacer derechos, que no cuestionan el orden capitalista y por ello, se someten al boicot del capital hegemónico, no solo de cada país, sino del sistema mundial. Por eso, el mundo reconoce hoy sanciones unilaterales de todo tipo, económicas, políticas, diplomáticas, militares, intentando subordinar cualquier proyecto que se salga del límite de lo permitido por el régimen de liberalización del orden económico. Lo que pretendemos señalar es que la civilización contemporánea tiene que retomar un horizonte de crítica al capitalismo, no solo para pensar el país, sino la sociedad mundial. Argentina, como parte del sistema mundial, vive la ofensiva del capital más concentrado y de la ultraderecha política. Mientras esto acontece, los cambios reaccionarios ocurren con saldos socioeconómicos alarmantes en términos de pobreza, desempleo, deterioro de las condiciones de vida de millones de personas, resumidas en la extensión de la brecha de la desigualdad. ¿Estamos condenados a este presente y destino? No necesariamente, si es que otros valores para la convivencia social se instalan, incluso de convivio con la naturaleza, claro que no es solo una cuestión nacional, pero se empieza por casa. Por eso, más allá del debate mediático instalado en la espera de las divisas que traería el Régimen de Incentivos a Grandes Inversores, RIGI; o un nuevo acuerdo con el FMI o algún préstamo con garantía del oro, que para eso se lo traslada a Inglaterra; sostenemos un rumbo alternativo asentado en la des-mercantilización de la vida cotidiana, empujando proyectos solidarios, de autogestión, no lucrativos, de cooperación y comunitarios como propuesta de organización económica social alterativa del orden vigente. La propuesta remite a la política, ya que ese es el origen del gobierno de la ultraderecha. El tridente Milei, Caputo, Sturzenegger, que gestiona la economía de la reestructuración capitalista avanzará todo lo que se lo deje, mientras no aparezca una propuesta política que entusiasme a la mayoría social para encarnar un ciclo de transformaciones con otros valores. Queda claro que ello requiere confrontar con el poder y los valores que remiten a la construcción del capitalismo en este tiempo. En otros tiempos se pensaron y actuaron formas de confrontación, en partidos, sindicatos, organizaciones sociales y económicas diversas, que con el tiempo fueron absorbidas por la lógica dominante. Hoy necesitan ser recreadas o reformuladas en las condiciones actuales de la explotación ampliada de la fuerza de trabajo y el saqueo de los bienes comunes que agrede las posibilidades de reproducción de la vida. Se trata de pensar más allá del capitalismo, que como vemos, bajo mecanismos de democracia liberal, con idas y vueltas, el programa reaccionario de la restauración conservadora de la dictadura militar del 76/83, ahora se remoza y avanza con consenso electoral. Existe un futuro distinto si reconocemos que hay vida más allá del régimen del capital, que demanda una etapa de freno y reversión de las medidas en curso y otra de más largo alienta que supone cambiar el conjunto de las relaciones sociales a favor de satisfacer necesidades y derechos de lka sociedad y de la naturaleza. Buenos Aires, 19 de agosto de 2024

Inflación y recesión en el deterioro de los ingresos populares (publicado en: https://t.co/BK5n5OGmxc)

Existe un consenso generalizado en que la realidad de la economía argentina está definida por la inflación y la caída del nivel de actividad en perspectiva recesiva. Respecto de la inflación, en tanto suba generalizada de los precios de bienes y servicios, conviene resaltar que éstos, los precios, son el agregado del costo laboral, salarios y aportes a la seguridad social, si los hay; más los insumos en materiales, materias primas, herramientas, maquinarias e instalaciones, por lo menos sus amortizaciones, y claro; la ganancia empresaria. En terminología usual, el costo de producción más la ganancia, y más precisamente, teóricamente, el valor, en términos de la suma del capital variable invertido en pago de la fuerza de trabajo, la reposición del capital constante y el plusvalor. Así, el desagregado de valor expresado como precios, explicita la distribución entre salarios y ganancias, más allá de la recomposición del capital fijo invertido. Descomponer los precios nos interesa para discutir la distribución del ingreso, especialmente entre salario y ganancia Si remitimos a la información oficial, lo que se confirma es una regresiva apropiación de los ingresos a favor de los propietarios de medios de producción y en desmedro de quienes viven de la venta de la fuerza de trabajo, que de un 100% perciben un 45%. Es una tendencia recurrente desde 1975/76, más allá de cualquier recomposición temporal en ciertos momentos de la historia reciente y la base para explicar los elevados niveles de pobreza (55%) y de indigencia (20%). La tendencia es a la baja de los ingresos populares. Por eso, la inflación en sí misma es un mecanismo de distribución regresiva del ingreso, ya que no todos pueden defenderse ante la suba de los precios y, de hecho, los ingresos populares, salarios, jubilaciones o beneficios sociales van muy por detrás de la suba de precios. Con reactivación o recesión de la economía, tal como alguna vez se señaló, los salarios suben por la escalera y los precios lo hacen por el ascensor. Recesión La recesión, por su parte, agudiza la confrontación entre ingresos populares y las ganancias, por lo que, además de la regresiva distribución del ingreso, el gran capital demanda reformas estructurales, entre las que destacan las laborales y previsionales. Eliminar derechos de trabajadores y trabajadoras, en actividad o jubilados/as es la gran demanda de los capitales más concentrados. Ambos temas aparecen en la ley de Bases recientemente aprobada por el Congreso Nacional y son parte sustancial de la agenda del poder desde 1975/76. La actividad económica muestra señales alarmantes de merma en el sector industrial y en el de servicios. La excepción deviene de la producción agropecuaria, fuertemente centralizada en grandes propietarios y exportadores, todos fuertemente transnacionalizados. Por ello, aun cuando ese sector crezca, no derrama en el conjunto de pequeños y medianos productores, cooperativas y/o emprendimientos autogestionarios o comunitarios; mucho menos en el conjunto de la sociedad. La baja del consumo popular es un hecho de nuestro tiempo y afecta al mercado interno, agravado con una lógica de política económica que privilegia al sector externo en tanto fuente de ingreso de divisas. Divisas que tienen destino principal en atender las demandas de los acreedores externos y en la fuga de capitales. Todo lo dicho apunta a destacar que el deterioro de los ingresos populares es resultado de una estrategia de acumulación de capitales, que más allá de la inflación o la recesión, solo favorece la lógica de la ganancia, de la acumulación y una inserción subordinada en el sistema capitalista mundial. Vale señalar que solo se le pondrá fin a esta situación si la sociedad afectada se articula detrás de una propuesta que no solo rechace el ajuste y la reaccionaria reestructuración del modelo productivo y de desarrollo en curso, sino que aliente una estrategia productiva y de circulación favorable a la satisfacción de las necesidades sociales, a contramano de la lógica mercantil monetaria vigente. Buenos Aires, 10 de agosto de 2024

Pánico bursátil de un lunes negro

Sorprendió a los analistas tradicionales de la prensa cotidiana la crisis bursátil del lunes 5 de agosto. Un lunes “negro”, en el que nadie se animó a pronosticar como seguirá. El desplome de la bolsa sacudió fuertemente a Japón, y generó una situación similar en Europa y en Estados Unidos, propagándose a todos los mercados de dinero del mundo. Hubo por horas un diagnóstico de “hecatombe”, aun cuando al final del día todo parecía en calma y nadie entre los especialistas se anima con un pronóstico certero sobre el futuro inmediato. No todo lo que reluce es oro indica el dicho popular, y por eso, afirmamos que no fue sorpresa, y aun, cuando todo pareciera resuelto, lo que está detrás es la crisis contemporánea de la economía mundial, esa que se hizo visible entre 2007 y 2009 y que persiste con ritmos bajos de crecimiento, la desaceleración económica, que anticipa un futuro de recesión que no termina de cuajar. El fenómeno pretendió explicarse con las subas de los tipos de interés del Banco Central de Japón, a contramano de la lógica estadounidense, en donde la Reserva Federal venía de anunciar probables bajas de las tasas para septiembre. Muchos demandan a la Reserva Federal que abandone la ortodoxia y baje los tipos de interés para reactivas una economía en donde crece el desempleo más allá de lo que consideran “normal”. Se trata de políticas económicas “nacionales” según las necesidades y lógica de sus respectivas economías locales. Japón necesitaba atraer capitales y por eso ofrece mejores rendimientos, mientras que, en EEUU, la ortodoxia monetarista pretende enfriar la economía y por eso sostiene elevadas tasas. La especulación es que como subió más de lo previsto el desempleo en EEUU y pese a que no bajan lo suficiente los precios, la ansiada baja de intereses puedo producirse antes de lo anunciado por la Reserva Federal. En rigor, al capitalismo en EEUU le cuesta volver a la estabilidad de precios previa a la crisis del 2007/09 (bajar la inflación) y sostener el empleo y el ingreso de los trabajadores para evitar escaladas de descontento social y conflicto. Esa contradicción en las decisiones de dos países de la dominación capitalista es expresión de la anarquía del capitalismo, un orden mundial sustentado en una producción global pero atravesado por políticas nacionales, no necesariamente convergentes. Ejemplificamos con Japón y EEUU, pero podríamos colocar otros ejemplos y ver lógicas diferenciadas, al punto que las autoridades argentinas, ultra liberales, elogiaron las restricciones imperantes a la circulación de divisas, el CEPO, para explicar el bajo impacto de la crisis bursátil y las incertidumbres del mercado mundial en el país. La intervención estatal les vino bien, curiosamente, a los liberales anti estado. Crisis no resuelta Lo de fondo es la crisis mundial no resuelta, que se manifiesta como “desaceleración” de la economía, un tema que viene de lejos, de la recesión del 2009, de la pandemia y la situación de guerra y aliento al gasto militar por conflictos estallados en el último tiempo, en Ucrania, Palestina y otros territorios. El 2007 se presentó como una crisis “hipotecaria”, que derivó en “financiera” y cierre de bancos en el 2008, para expandirse como gran recesión en el 2009. La realidad es que el conjunto de problemas del 2007 al 2009 constituyó una recidiva de la crisis de rentabilidad de los capitales. Por lo tanto, el capitalismo mundial desde el 2007/09 viene respondiendo con una tasa de crecimiento ralentizada. El orden mundial ya no crece a los ritmos del periodo 1945 a 1975, los llamados “30 años gloriosos” del capitalismo que definía al “estado de bienestar”. La respuesta desde entonces es una fortísima ofensiva del capital para retomar la tasa de rentabilidad, y por eso las políticas neoliberales que se ensayaron en Sudamérica bajo dictaduras, que luego se instalaron en EEUU y en Gran Bretaña como restauración conservadora. Un proceso que se asentó en el desarrollo del capital ficticio que alimentó la burbuja especulativa que domina el mercado mundial contemporáneo. De hecho, una ofensiva del capital contra el trabajo en toda la línea y por eso en prácticamente todos los países hay un mandato actual del capital para reaccionarias reformas laborales y previsionales y así mejorar la rentabilidad del capital. Ese es el marco de la presencia de las ultraderechas y la liberalización en nuestro tiempo y que se manifiesta en las expectativas de excedentes en los mercados de dinero y capital. Lo que aconteció en el lunes negro es parte de las incertidumbres del orden mundial, en disputa desde la multipolaridad que empuja China y varios países empujados a esas alianzas ante las sanciones unilaterales emanadas desde EEUU y que acompañan sus socios globales. El episodio bursátil japonés del 5/8 es una manifestación más de la crisis mundial del capitalismo, que empujan respuestas más agresivas para la ofensiva liberalizadora. La agresión es la militarización y la avanzada de una estrategia de mercantilización para el desarme de la institucionalidad sustentada en derechos. Se discute como responden los bancos centrales de cada país, incluso sus contradicciones, pero se omite y no se considera la potencia de unas políticas que contemplen superar los problemas de una mayoría social empobrecida, en tanto constante del momento actual de la civilización contemporánea. La esencia y lo que oculta el “lunes negro” es una crisis general del capitalismo, sin horizontes alternativos de un proyecto político que sustente una reorganización económica de la sociedad con un imaginario civilizatorio no subordinado a la lógica monetario mercantil de la ganancia del capital concentrado. Buenos Aires, 6 de agosto de 2024

Venezuela y un nuevo round por el rumbo

En la previa a las elecciones presidenciales de Venezuela las encuestas, poco confiables, daban guarismos dispares sobre las principales fuerzas en disputa, entre el candidato oficial y el principal referente construido desde la derecha opositora. La mayoría de los análisis indicaban incertidumbre sobre el resultado, derivado de los problemas económicos y políticos a más de una década de fallecido Hugo Chávez, el líder de la revolución bolivariana. Esos problemas son resultados de fenómenos externos, concentrados en las sanciones impuestas desde EEUU y sus asociados globales, como de iniciativas políticas de desestabilización, entre las cuales destaca el ilegitimo e ilegal gobierno paralelo de Juan Guaidó en 2019. En rigor, una fortísima intervención obstaculizadora desde el exterior, especialmente desde EEUU. Claro que deben registrarse también los límites en la política oficial para atender las necesidades de la población trabajadora y enfrentar problemas estructurales. Entre estos últimos, la falta de diversificación productiva y financiera, explicitada en la preeminencia del petróleo y la tendencia a la dolarización de la economía venezolana. Ello supuso la construcción de un bloque social en el gobierno alejado del objetivo socialista formulada hacia 2004/05. La ausencia de un sujeto popular en la construcción de una nueva institucionalidad en las relaciones socioeconómicas, intentos desplegados bajo los enunciados de una economía comunitaria y por el socialismo, expresó el desánimo en formulaciones por el “socialismo del siglo XXI” que emergieron con entusiasmo hace dos décadas. Se trata de una falencia de construcción socio política e ideológica que puede explicar, en parte, la baja del entusiasmo y fugas de apoyos políticos de organizaciones que critican al gobierno aun cuando sustentan la adhesión al proceso “chavista”. El descontento social animó a la derecha para recuperar un espacio de gobierno emblemático en el debate del rumbo local, regional y mundial del corto Siglo XXI. En efecto, desde 1999 y muy especialmente desde el 2004/5, con los acuerdos estratégicos entre Venezuela y Cuba, a los que se sumaría Bolivia en 2006, emergió la esperanza por una integración no subordinada al capital externo y a la política exterior estadounidense y asociados. La consigna que resonó en noviembre del 2005 en Mar del Plata, Argentina, fue el No al ALCA y una derrota simbólica trascendente para un objetivo estratégico de la política externa de dominación en la región por EEUU, entonces gobernada por George Bush. Los liderazgos de Fidel Castro y Hugo Chávez hegemonizaron otros procesos políticos surgidos en crítica a las políticas neoliberales del Consenso de Washington implementadas en los años 90 del siglo pasado. El comienzo del siglo supuso un tiempo de “cambio político” y de esperanza por otro mundo posible, por “otro orden económico social”, que recorrió la región, cuna del neoliberalismo ensayado por las genocidas dictaduras y territorio de la esperanza contra la ofensiva del capital en este siglo, incluso estímulo para las izquierdas en otros territorios, de lo que puede inferirse en las recientes elecciones en Francia. Resulta conocida la historia de la contraofensiva reaccionaria, con golpes “blandos” en Honduras, Paraguay o Brasil, incluso Bolivia y dinámicas electorales de reversión del cuestionamiento a la liberalización, especialmente con las elecciones que llevaron a Jair Bolsonaro al gobierno de Brasil y a Mauricio Macri en la Argentina. En un recorrido histórico complejo, la movilización popular en Chile o en Colombia, más el proceso electoral en México con el acceso al gobierno de AMLO, aparecía en contradicción con la salida del gobierno uruguayo del Frente Amplio. Se trata de dos tendencias en pugna, una por la liberalización inducida a la salida de la crisis de los 60/70 y potenciada en los 90; la otra por un rumbo alternativo que incluyó la restauración nominal del proyecto por el “socialismo”, pese al descrédito sufrido con la caída del este de Europa y la desarticulación de la URSS hace tres décadas. Elecciones estratégicas En ese contexto, el proceso electoral en Venezuela resultaba de suma importancia para la continuidad de una expectativa esperanzada por cambios a favor de los pueblos o de una renovada ofensiva política por la liberalización, obstaculizada en el consenso masivo por décadas de resistencia al proyecto estratégico del poder mundial, especialmente reanimado luego de la crisis del 2007/09, que aun continua. Toda la prensa mundial concentró en estos días su análisis en los resultados electorales en Venezuela. La comunicación es parte de la disputa hegemónica por el “sentido” en el capitalismo contemporáneo y, por ende, existían preferencias por uno u otro rumbo. Insistiremos, más allá de cualquier opinión, que no daba lo mismo uno u otro candidato en la polarización entre oficialismo y oposición. Los titulares de la prensa hegemónica anticipaban el fin del chavismo y demandaban, imaginando su triunfo, la aceptación del resultado de las urnas. Cuando estas no ofrecieron el resultado esperado sugirieron “fraude” y con ello, lanzaron el nuevo programa ideológico de socavamiento a un nuevo turno de gobierno de Nicolás Maduro. En el mismo sentido actuaron los gobiernos subordinados a la política exterior de EEUU, caso del gobierno argentino. Milei y sus socios políticos militaron para la oposición liberalizadora y pro estadounidense, incluso convocaron en sucesivos llamamientos a la intervención militar, local o externa para favorecer un cambio hacia un gobierno de la derecha venezolana. La derecha regional pretende revertir el ciclo iniciado en el cambio de siglo y definir un curso liberalizador en sintonía con el objetivo que se proponen las derechas globales, de las cuales, Milei pretende liderar. En sus reiterados discursos y en especial, en su libro “Capitalismo, Socialismo”, el presidente argentino coloca la contradicción de época, y aun cuando la Venezuela actual esté lejos de materializar el proyecto socialista, para la disputa global no daba lo mismo un resultado que otro. Una batalla estratégica se dio en las urnas y ahora empieza otra, ya que la oposición que obtuvo el 44,2% no suscribió el acuerdo de respeto al resultado electoral, pero además un 40% se abstuvo de asistir a los comicios. Así, emerge una sociedad en disputa, con un ganador que tendrá que lidiar al interior de su propio proceso para recuperar consenso y entusiasmo en un proyecto transformador. No se trata solo de distribuir ingresos y mejorar la situación de una mayoría de trabajadores afectada por las condiciones económicas, sino de avanzar en reestructuraciones económico sociales que estimulen un proyecto popular más allá del régimen del capital. La incertidumbre continúa mientras resultan previsibles las críticas y los apoyos internacionales, expresión de la disputa por la hegemonía en el sistema capitalista, que tiene correlato en la región latinoamericana y caribeña. En rigor, lo definitivo será la organización y lucha popular en Venezuela, en nuestro continente y en el mundo, quien defina el rumbo civilizatorio de la tierra de Bolívar y un proyecto renovado de emancipación social global. Buenos Aires, 29 de julio de 2024

El G20 y la crisis capitalista

El Grupo de los 20 surgió a fines del 2008, terminando su mandato George Bush, con el propósito de discutir la crisis iniciada como “hipotecaria” en el 2007, que luego incorporaría la dimensión financiera, económica y para definirse como integral, incluso civilizatoria, especialmente en la jerga de los movimientos populares. Hacia el 2008 no alcanzaba con los cónclaves del G7 (Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Japón) y habían incorporado a Rusia como octavo invitado, desplazado luego en 2014 ante el nuevo papel asumido por Moscú en el ámbito internacional. Observando los cambios en la correlación de fuerzas mundiales hacia el 2008 y especialmente el peso económico creciente de China, se decidió ampliar el ámbito de decisión al gigante asiático y a otros países emergentes, caso de Brasil o la India. Hacía falta ampliar el consenso para la “salida” de la crisis. Se pasó entonces del G8 al G20, aprovechando una “institución técnica” de existencia previa, gestada para discutir situaciones de países altamente endeudados. Se lo transformó en “cumbre” de presidentes y principales responsables políticos y económicos, con participación de organismos internacionales. El G20 viene funcionando con presidencias rotativas desde noviembre del 2008. Por América Latina participan Argentina, Brasil y México. Este 2024, bajo presidencia de Brasil, se anuncia la cumbre anual para noviembre próximo, con encuentros diversos que abonan la agenda del cónclave anual. La realidad es que el G20 no resolvió ninguno de los problemas que aparecieron en la crisis del 2007/09, peor aún, la situación de crisis de la economía mundial se proyecta de manera aguda sobre la política y la sociedad, con amenazas de destrucción por guerras, potencialmente nucleares, y devastación de la naturaleza a causa del modelo productivo capitalista. El lema que sustenta la presidencia brasileña es “contra el hambre y la pobreza”, dos cuestiones exacerbadas ante la desaceleración de la economía mundial desde la crisis del 2007/09. Orden mundial en crisis En rigor, la institucionalidad gestada a la salida de la segunda guerra mundial muestra sus límites en la coyuntura actual. Hacia 1945 emergió un mundo bipolar, con dos imaginarios posibles, el capitalismo y el socialismo. Con el desplome de la URSS y la caída del socialismo en el este de Europa, el orden mundial pasó a la unipolaridad del régimen del capital. La mundialización o globalización capitalista se extendió desde los 80/90 con la expansión de las relaciones capitalistas bajo la lógica de políticas económicas de liberalización, favoreciendo la libre circulación de mercancías, servicios y capitales, no de las personas, las que son fuertemente reprimidas ante los procesos migratorios por la subsistencia. Resulta de interés el informe sobre la riqueza que difunde anualmente la Unión de Bancos Suizos (UBS) que grafica en una pirámide la apropiación de riqueza de la población adulta. Allí se indica que el 1,5% de la población adulta del planeta se apropia del 47,5% de la riqueza total durante 2023, mientras que, en la base de la pirámide, el 39,5% apenas percibe el 0,5%, en una clara evidencia de asimetría. Más aún, al interior de la cumbre de la pirámide, en ese 1,5% de población adulta, 14 individuos concentran el 14,2% de la riqueza total y otros 12 el 6,5; por lo que 26 fortunas individuales acaparan el 20,7% de la riqueza total para el 2022. Así, el enriquecimiento acrecentado es expresión de la contracara del crecimiento de la pobreza, la miseria, el desempleo y la irregularidad en el empleo, tal como verifican los datos de la OIT, en donde se consignan 2.000 millones de trabajadores/as en situación irregular . Por estas y otras razones, la SEPLA en su reciente manifiesto acusa “…al capitalismo de las insuficiencias en la satisfacción de las necesidades de la población empobrecida y explotada.” El capitalismo no resuelve el hambre y la pobreza, aun cuando las instituciones del orden mundial se lo propongan en “declaraciones” o sugerencias de imposible cumplimiento bajo la dominación del régimen del capital. El orden de 1945 mutó en 1991, de la bipolaridad a la unipolaridad, y ahora, derivado de las sanciones unilaterales de EEUU y sus aliados en el G7 emergen nuevos alineamientos internacionales que inducen la caracterización de un mundo multipolar, en donde los BRICS, aparecen como un desafío a la hegemonía estadounidense en el capitalismo global, especialmente liderados por China. La cuestión no está en los límites de la institucionalidad capitalista que se expresa en la utopía del G20 por lograr una “Alianza contra el hambre y la pobreza”, precisamente porque esos problemas son consecuencias del orden capitalista. El debate pendiente es la agenda para retomar una estrategia en contra y más allá del capitalismo, que está en los debates por “otro mundo posible”, emergente de las luchas, reuniones y programas surgidos de las organizaciones que forjaron el movimiento mundial contra la globalización o mundialización capitalista en la convergencia de los siglos XX y XXI. Sin duda ello es una asignatura pendiente, propósito de reorganizaciones del movimiento popular mundial no solo para frenar la iniciativa de la ofensiva capitalista por más de medio siglo, que ahora, en su versión de ultraderecha, reanima tiempos de fascismos que pensábamos derrotados hace un siglo. Buenos Aires, 26 de julio de 2024