¿A quién beneficia el apurado acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea?


Son seis páginas de buenos deseos, aprobadas de apuro bajo la denominación de “acuerdo estratégico”. Habrá que considerar a fondo los textos completos de la negociación cerrada en Japón en el marco de la Cumbre del G20.
¿Porqué de apuro si se inició el proceso en 1995, interrumpido varios años y retomado en 2016 y en cámara lenta?
La respuesta está en la situación mundial de lento crecimiento económico y un relativo fuera de juego de los actores que suscriben el compromiso.
Ni la Unión Europea (UE), ni el Mercosur (MS) son protagonistas de las principales ligas contemporáneas de la economía mundial. El juego determinante está entre EEUU y China, ejemplificado por la guerra comercial y monetaria, parte de la disputa por la hegemonía económica entre ambas potencias.
Europa está condenada desde hace años a ser un parque temático, aun cuando intenta sostener algunas posiciones en la dominación productiva y financiera.
Solo basta transitar por sus principales capitales e identificar que el movimiento de turistas explica la especificidad europea, contra el desarrollo fabril y tecnológico de China y la carrera de Trump para evitar quedar atrás en esa disputa.
Ni hablar del Mercosur a la espera de inversiones, las que están más tentadas por la seguridad ofrecida, aún con bajas tasas de interés, en los principales mercados de capitales del mundo desarrollado.
Corren desde atrás los suscriptores del acuerdo, la UE y el MS, con formulaciones propagandísticas de soluciones mágicas desde el libre comercio, que más que comercio sustenta el libre movimiento de capitales internacionales.
Esta cuestión central de las inversiones define a los beneficiarios principales del acuerdo político. Se trata de la búsqueda de rentabilidad del gran capital transnacional, bajo el paraguas ilusorio del empleo y el cuidado del medio ambiente.
Esas ilusorias inversiones sustentan el apuro de los gobernantes del Mercosur, que tratarán de generar las condiciones de posibilidad en sus territorios para la disputa de esas inversiones externas, lo que supone reaccionarias reformas laborales, previsionales o tributarias favorables a mejorar el costo de producción de los grandes inversores externos.
Se trata de profundizar el perfil primario exportador de nuestros países, agudizando el rumbo del agro negocio de la soja transgénica con la incorporación de la producción de agro energía, derivada de los combustibles no convencionales.
Integración subordinada versus alternativa
Este acuerdo entre la UE y el MS resulta de una larga historia de negociaciones.
Desde los noventa se despliega con fuerza la estrategia aperturista de la liberalización, resultando una competencia entre EEUU y Europa para disputar el mercado latinoamericano y caribeño. Son los tiempos de las Cumbres presidenciales de las Américas, por un lado, y las Iberoamericanas por el otro.  
El cambio del siglo modifica la situación en la región, especialmente por la situación generada desde el movimiento popular contra los tratados de libre comercio, la globalización neoliberal y capitalista, creando las condiciones de posibilidad para unas relaciones internacionales de contenido alternativo, con la pretensión de superar la subordinación de la lógica capitalista.
Remitimos al proceso de cambio político en Nuestramérica, con las modificaciones de gobiernos y una experiencia por una integración alternativa desplegada con mucha fuerza en la década transitada desde la creación del ALBA (2004) a la presidencia cubana de la CELAC (2013).
Con el nuevo clima político en la región, muy especialmente con el ascenso a la presidencia de la Argentina de Mauricio Macri en 2016 se retoman las negociaciones, las que se aceleran con los gobiernos Temer y Bolsonaro en Brasil.
La agenda por el libre comercio retoma un lugar estratégico en la ideología de los gobiernos en buena parte de Sudamérica, intentando desmontar los consensos sociales para rumbos de inserción internacional no dependientes ensayados en el escaso tiempo mencionado.
Se destaca en esta Cumbre del G20 el papel desplegado por el mandatario argentino para acercar posiciones del gobierno de Brasil con otros europeos, para privilegiar una institucionalidad asociada al orden liberalizador del capitalismo contemporáneo, como forma de atraer inversiones a la región.
Al tiempo que se buscó consensos internacionales para posicionar a la Argentina como promotor del camino único del orden liberalizador, se pretende trascender en la política local con mensajes del tipo: Argentina abierta al mundo.
Vale insistir que más que abierta al mundo, lo que se induce es una apertura a los negocios de transnacionales que no encuentran rentabilidad adecuada en los tiempos que corren.
Los pueblos nada pueden esperar del libre comercio, la libre competencia o el librecambio, todos mecanismos de las economías monetario-mercantiles desde el origen del capitalismo, que solo sirven para un desarrollo que asegura la lógica de las ganancias acumuladas para la dominación y reproducción del orden capitalista.
Claro que el acuerdo suscripto en Japón, aún tiene que respaldarse en los cuerpos legislativos de los países que suscribieron el compromiso, lo que supone la habilitación para campañas populares de rechazo a la institucionalidad liberalizadora en el ámbito mundial.
¿Es posible transitar otro rumbo?
Sí, pero supone la confrontación con el poder económico, que como vemos en la historia no se las hace fácil a los procesos socio políticos que intentan un desarrollo no capitalista.
Cuba es un ejemplo por seis décadas. Venezuela está en el centro del acoso imperialista y en cuanto puedan, la mirada será sobre Bolivia. No importa el éxito o fracaso de la macroeconomía de cada país, sino que los territorios y sus poblaciones sean parte de la lógica reproductiva del capital. Es una historia con antecedentes desde 1917 en Rusia, y si se quiere desde 1871 con la Comuna de París.
El anticapitalismo tiene historia en la crítica a la Economía Política y al orden económico del modelo productivo y de desarrollo capitalista, con la insuficiente cultura masiva por la transformación social y una decisión de transitar un rumbo contra el sentido común instalado del capitalismo.
Nuestramérica, mejor aún, los pueblos de la región, necesitan discutir el rumbo liberalizador que empuja la hegemonía política de las derechas en los gobiernos y retomar una senda de amplio consenso para el cambio del modelo productivo y de desarrollo en contra y más allá del orden del capital.
Si los gobernantes del MS, especialmente de Argentina y de Brasil, definieron como estratégico el acuerdo con la UE, el desafío ideológico y político supone instalar una lógica por otra estrategia económica, política y cultural, la que debe enfrentar a la hegemonía construida en estos años desde la derecha en nuestros países. Lo que planteamos trasciende el proceso electoral y se inscribe en una estrategia de largo aliento.
Si los pueblos crearon las condiciones de posibilidad de los gobiernos del cambio político hace pocos años, más allá de las diferencias entre ellos, serán los propios pueblos en sus luchas actuales contra la hegemonía liberalizadora, los que definan nuevas situaciones para la transición hacia un orden no capitalista.
Buenos Aires, 29 de junio de 2019

Las apariencias engañan: los datos duros de la economía argentina


Mientras la propaganda oficial, seguida de voces oficialistas en los medios de comunicación, aún mayoría abrumadora, anuncian la mejora de la macroeconomía de la Argentina, los datos de la realidad son contundentes en los nefastos efectos sociales de la recesión.
La calma del dólar, la baja de la tasa de interés y la reducción del riesgo país remite a un discurso oficialista de estabilización con perspectivas de mejora de la actividad económica, fuertemente desmentida por los datos oficiales del INDEC. En efecto, el desempleo abierto volvió a los dos dígitos, con una tasa del 10,1% para el primer trimestre del 2019 y el PIB cayó en el mismo periodo un -5,8%.
Cruda es la realidad contra el dato propagandístico de contención de algunas variables. Lo concreto es que la baja de las importaciones se motiva en la cotización del peso contra las principales monedas en que se establecen los intercambios comerciales. Es sabido que la industria local es dependiente del ingreso de insumos externos y la recesión en el sector manufacturero resulta agobiante. Ante el cierre de empresas industriales, o ante la recesión productiva, la demanda de importaciones como bienes intermedios para la producción industrial se retrae. De hecho, en el primer trimestre del año las importaciones se redujeron un -24,6%. No se trata de que pretendemos estimular el ingreso de esos bienes, sino que la debacle es consecuencia de la política monetaria y cambiaria, sin un proceso de aliento y estímulo a un proceso industrial no subordinado, lo que requeriría de otro rumbo de la economía y la política en general.
Un aspecto clave del desarrollo capitalista pasa por las inversiones, el punto de partida de la producción y reproducción de la ganancia y del capital. Es harto conocida la expectativa gubernamental por el desembarco de inversiones externas para reactivas la economía local, sin embargo, para el primer trimestre del 2019, el INDEC señala que la inversión cayó -24,5% y se explica principalmente por la baja en el sector de maquinarias y equipos, con un registro de -31,5%. La construcción, sector que rápidamente activa la economía muestra una caída de la inversión de -9,9%. Sin inversiones, públicas o privadas, no hay posibilidad de recuperar la actividad económica y la política oficial confirma un escenario de recesión productiva, todo en aras de estabilizar la economía.
El resultado se concentra en la caída del consumo privado en -10,5, principalmente relativo a la baja del poder adquisitivo de los ingresos populares, afectados por la persistencia de la elevada inflación.
Recesión e inflación definen el cuadro de situación económico de la Argentina, aun cuando la propaganda oficial orienta la evaluación de contexto en la contención relativa de ciertas variables: precio del dólar, evolución de las tasas de interés y del riesgo país. Es cierto que este combo impacta en cierta “cultura económica” de la sociedad argentina, con predicamento en el sentido común que instalan los sectores dominantes vía medios de comunicación social.
¿Qué impacto tendrá la contradicción señalada en las elecciones de agosto (PASO) y octubre (primera vuelta)?
En rigor, la discusión remite a la prevalencia de un enfoque u otro en las opciones electorales de renovación presidencial, proceso en curso con la definición de listas de candidatos a partir de hoy.
Igual, hay que señalar que la respuesta política al interrogante puede no resolver la ecuación relativa a la reversión del impacto económico sobre la mayoría empobrecida de la sociedad.
Lo que pretendemos señalar es que, si la opción electoral confirma la continuidad del proyecto en el gobierno, el correlato será la aceleración del ajuste y la reestructuración comprometida en el acuerdo con el FMI.
Es cierto que como se vio a fines del 2017, como la política no son solo votos, la resistencia popular puede frenar cualquier intento de modificar regresivamente las relaciones laborales o el régimen previsional. El triunfo electoral de Macri en octubre de 2017, elecciones de medio turno, envalentonó y estimuló el proyecto de reforma laboral, postergado ante la inmensa movilización sindical y popular. Las elecciones sugieren una parte del consenso social, pero no todo el apoyo político para cambios estructurales regresivos.
Otra posibilidad es el triunfo de la oposición, con reales posibilidades en el acuerdo logrado por la fórmula de los Fernández y un amplio espectro de una veintena de partidos políticos.
No resulta menor impedir la continuidad del proyecto actual en el gobierno, restando las definiciones concretas sobre el futuro e inmediato rumbo económico. La expectativa estará en la respuesta a la situación recesiva e inflacionaria, con efecto social regresivo de estos años. Es una cuestión agravada con serios problemas que arrastra la economía local en el marco de la irresuelta crisis mundial del 2008.
En efecto, la situación mundial resulta muy distinta del momento de la recuperación operada desde el 2002 ante la recesión arrastrada desde 1998. Ni los precios internacionales de exportación ayudan en la coyuntura, ni el clima de época de la economía mundial favorece. Remito a la guerra comercial provocada por EEUU contra China y muchos otros conflictos de base económica que promueve la presidencia Trump desde 2016, que asociado al BREXIT implican un nuevo tiempo en el despliegue de las respuestas globales a la difícil situación del capitalismo mundial, con crecimientos ralentizados según todas las fuentes de análisis de sistema mundial. Situación exacerbada con los cambios políticos en Brasil y la ofensiva de las derechas en la región.
Interesa frenar la ola conservadora, de ajuste y reestructuración regresiva que supone el gobierno Macri, que intenta constituir una nueva representación política en la Argentina para habilitar una adecuación estructural del país a los tiempos y necesidades del capital más concentrado del sistema mundial, por eso las reformas empujadas y varias veces anunciadas en materia laboral, previsional e impositiva. Pero insistiremos que no alcanzará con frenar la reelección de Macri, el PRO y Cambiemos, ahora ampliado con la inclusión de Miguel Angel Pichetto en la formula presidencial, sino que el descontento y la protesta social deberá confrontar con cualquier escenario futuro en la Argentina y contrarrestar el fuerte condicionante de los acuerdos con el FMI.
Existe la incógnita sobre la respuesta social ante las elecciones, más aún ante el creciente descontento por la situación social y aún con protesta o desconformidad, interesa habilitar una discusión sustancial relativa al qué hacer, en Argentina, la región y el mundo para superar los límites en que se debate el orden capitalista contemporáneo. Son muy pocos las opciones que emergen en el debate actual para intentar un rumbo económico y político más allá y en contra del capitalismo. Un aliciente en ese sentido se expresó entre el 19 y 21 de junio en los debates por los 20 años de la red ATTAC en Argentina, cuyas deliberaciones apuntaron no solo a mirar el pasado, sino a considerar el horizonte temporal de las próximas décadas, que amenazan la continuidad de la vida a manos del modelo productivo y de desarrollo depredador del régimen del capital. Es una discusión que necesita extenderse más allá del activo militante y desplegarse en el conjunto de la sociedad con pretensión de constituirse en debate cultural por el cambio social.
Buenos Aires, 22 de junio de 2019

El apagón eléctrico es síntoma del desinterés por lo común


El ingreso a Buenos Aires por Retiro, pasadas las 7am del domingo 16/6 (venía desde San Luis, donde participé de un Curso de posgrado sobre Economía Política y uno de los contenidos remitió a la crisis energética), me encontró con el apagón de la ciudad y mucha gente incomodada por los cierres de los trenes y el subte, con escaso transporte público por el feriado dominical, y encima, con tarifas de taxis muy elevadas para ser absorbidas por los transeúntes regulares de ese especial territorio.
Salía de la Terminal con lluvia, sin paraguas y memorando a los responsables de la desidia por lo “común”, sí, especialmente la gente de abajo, la de la calle, la de a pie, que ante estas situaciones se pone en evidencia la lejanía de sus necesidades e intereses en las agendas del poder. Mientras caminaba, todo tapado, abrigado, por el frío y la lluvia, escuchaba el delirio de la desinformación (fue mi primera impresión): “parece que es en todo el país y países limítrofes”.
¡No, no era delirio, era verdad! El país, salvo Tierra del Fuego estaba afectado por un corte general, que alcanzaba a parte de Uruguay y Brasil. En el trayecto hacia mi casa busqué por todas las redes información sobre el episodio (que bueno que había cargado el celular en el viaje) y nada encontraba, solo la indignación de los afectados, en este caso, nadie se salvaba.
Ninguna información de las autoridades, la que solo llegó a las 15:30 en una mísera conferencia del Secretario de Energía, un tal Lopetegui, que antes había sido uno de los segundos de la Jefatura de Gabinete y que Macri dice que es como si fuera el mismo; ah, antes había sido ejecutivo de LAN (la que era empresa de Piñera, el empresario ricachón y Presidente chileno).
En la Conferencia, el Secretario nos informó que en 15 días habrá alguna información sobre “algo que nunca debió ocurrir”. ¡Increíble!
Ahí si pensé en el delirio de nuestras autoridades, que no pueden explicar nada. No explican el apagón, ni la perdida de reservas internacionales, ni la pobreza, el desempleo, la inflación o la recesión.
Unas 12 horas después de iniciado el apagón, el Presidente tuiteó que estaban buscando el problema para restablecer el servicio. Vale interrogarse si alguna vez sabremos lo que ocurrió, mientras tanto, el incremento de tarifas continuará, a no dudar.
La ganancia es lo que interesa
Imprevisión es poco decir para identificar lo ocurrido, que es resultado lógico de un proceso que lleva tres décadas desde las privatizaciones de las empresas públicas, donde la extranjerización ha sido el resultado evidente con la consecuencia directa por el interés privado por la ganancia, agravado en estos años de aumentos impresionantes de las tarifas de servicios públicos, sin el correlato de inversiones.
En todo caso, el fenómeno nos devuelve que, ante el fallo técnico, el sistema se apaga y cuesta reconectar en defensa de los equipos, privilegiados antes que el derecho de los usuarios al acceso de la energía.
No hay que sorprenderse, la energía es una mercancía en la lógica neoliberal que nos gobierna desde 1975/76, exacerbada en los 90 del siglo pasado (Menem y De la Rúa) y reafirmada en este ciclo del PRO y Cambiemos, que pretende sucederse otro periodo de gestión presidencial, entre 2019 y 2023.
Desde los años de la genocida dictadura se avanzó en un proceso deliberado de destrucción de los servicios públicos, como antesala de las privatizaciones ocurridas bajo la gestión Menem. Es cierto que los intentos por morigerar el impacto extranjerizante y privatizador apenas pudo instalarse en estos muchos años y sí, estructuralmente no pudieron revertirse, sino contener parcialmente sus regresivos efectos.
A contramarcha podemos registrar variadas resistencias populares y escasos intentos de activos militantes por instalar una concepción de “derecho a la energía”, que entre pocos difunde el sindicalismo de la energía, desde la militancia de José Rigane, el sindicato de base en Mar del Plata y la Federación de Trabajadores de la Energía, la FeTERA en la CTA Autónoma.
Es una batalla desigual, no solo contra el poder de las transnacionales y los gobiernos a su servicio, sino de aquellos que no incorporan a la energía como parte de los derechos humanos imprescindibles para la sociedad.
No alcanza con señalar que el Estado debe hacerse cargo de los servicios públicos, sino que es la sociedad y por eso sustentamos la socialización de los servicios públicos, con participación de trabajadores, trabajadoras y usuarios a todo nivel, para decidir sobre el derecho a la energía.
Es la sociedad en su conjunto la que debe definir el alcance de los derechos humanos, más allá del derecho a la salud o a la educación, siendo de carácter estratégico el derecho a la energía.
El futuro cercano
Asistimos a un proceso electoral en el que se define el futuro cercano de la Argentina, donde se discute la continuidad o no del gobierno Macri.
En rigor, no alcanza con obstaculizar un nuevo ciclo del PRO-Cambiemos, aun con ampliación de aliados, sino que se debe poner en discusión el modelo productivo y de desarrollo y señalar, en un proceso de transición, el rumbo a seguir relativo al papel de la sociedad en la toma de decisiones, cuales son las prioridades a resolver y en ese marco definir la política económica.
No alcanza con no reiterar las pautas sostenidas en el acuerdo entre el FMI y el Gobierno Macri, sino revertir el rumbo, cambiando de beneficiarios y perjudicados, para encarar una etapa de cambios que encaminen un proceso de liberación nacional y social. Es algo en discusión a partir de las alianzas actuantes para el debate electoral y las candidaturas que se definen en las próximas horas.
El apagón de luz puede anticipar el político, pero no nos alcanza con que se apague Macri en la presidencia para el próximo turno, sino que lo que necesitamos es que se apague la política neoliberal consensuada electoralmente por la sociedad.
Buenos Aires, 17 de junio de 2019

Bolsonaro en Argentina: ¿moneda común?


Antes de consolidarse la propuesta del “Peso-Real” anunciado por el ultra liberal Ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, en ocasión de la visita de Jair Bolsonaro a la Argentina, el propio Banco Central del Brasil le bajó el precio a la iniciativa. Roberto Campos Neto, titular de la entidad brasileña dejó en claro que no existen estudios técnicos al respecto, aunque destacó la importancia de la convergencia de iniciativas de cooperación económica y financiera entre los socios mayores del Mercosur.
Más allá de la bola de ensayo lanzada por Paulo Guedes, el seguidor de la escuela de Chicago y monetarista ortodoxo a cargo de la política económica del derechista gobierno brasileño, su par argentino, Nicolás Dujovne, salió desde Japón, donde participa en una reunión preparatoria de la Cumbre del G20, a confirmar las conversaciones sostenidas al respecto entre los funcionarios de Economía de la Argentina y del Brasil.
Convergencia reaccionaria de la política económica
La desmentida desde el Banco rector del sector financiero en Brasil no anula las mutuas aspiraciones de convergencia liberal, neoliberal, de la política económica de ambos países. Las derechas convergen en sus aspiraciones por sustentar un rumbo a la economía y a la política de ambos países y del conjunto de la región latinoamericana y caribeña, por lo que se unen junto a EEUU en la crítica a Venezuela y a Cuba.
Sostienen voceros de Bolsonaro que la prioridad en la coyuntura pasa por la reforma previsional, un tema que es agenda del FMI, del Banco Mundial y del mercado mundial de capitales. Se trata de un tema contenido en el acuerdo de la Argentina con el FMI.
Con la reforma del régimen jubilatorio en todo el mundo se pretende utilizar los fondos aportados por trabajadores y trabajadoras, más los realizados por las patronales y los fondos específicos complementados por los Estados nacionales para financiar el ciclo de valorización de los capitales.
No es un tema menor en tiempos de restricciones al financiamiento de los países “emergentes”, quienes no definen el rumbo del capitalismo contemporáneo, mucho más aún cuando la Reserva Federal de EEUU (FED) acaba de anunciar el cambio de su política monetaria: ya no subirán las tasas de interés en EEUU, sino que bajarán, como consecuencia de la tendencia a la desaceleración de la economía estadounidense en el segundo semestre del 2019.
Los anuncios de la FED suponen mayor fuga de recursos hacia los mercados de capitales de los países desarrollados y, por ende, menor oferta de inversores externos en las economías dependientes, ahora llamadas “emergentes”. Es conocida la demanda de esos inversores en nuestros países, que solo atraen inversores especulativos o acrecentamiento de la deuda pública que hipoteca el futuro de los pueblos.
Pero seamos claros, no solo es globo de ensayo, sino anticipo de imaginarios de sectores hegemónicos en la región para intentar un lugar en la transnacionalización de la economía mundial capitalista, con Brasil liderando regionalmente ese proceso. El “subimperialismo” que sugirió Rui Mauro Marini en su momento.
Brasil intentó en la etapa anterior, gobiernos del PT, integrarse en la lógica de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), proceso del que Argentina imaginó sumarse, sin éxito, como BRICSA. Allí se insinuó la lucha por una Nueva Arquitectura Financiera del sistema mundial, algo que está detrás de las guerras comerciales y monetarias contemporáneas.
El cambio de rumbo político en Brasil reabre la discusión por el tipo de inserción internacional de la mayor economía de la región, y el vínculo con la Argentina, favorecido por el gobierno Macri. ¿Inserción independiente o subordinada a la lógica del poder de las transnacionales?
Ambos países reconocen las vinculaciones comerciales mutuas y similares perfiles productivos en materia de agro negocio, primarización de exportaciones y potenciales ventajas ante la crisis energética para la producción de energía, sea el “Pre-sal” en Brasil o “Vaca Muerta” en Argentina. Los dos países asumen la estrategia discursiva de la ortodoxia del ajuste fiscal y las regresivas reformas estructurales: laboral, previsional y tributaria en un marco generalizado de expansión de la mercantilización de la vida cotidiana.
Las tareas planteadas por los dos gobiernos suponen adecuaciones nacionales en la forma de funcionamiento del régimen capitalista, lo que implica la eliminación de derechos laborales, sociales, individuales y colectivos, conquistados en diferentes momentos de la historia de ambos países. Por eso se estimulan y apoyan mutuamente, algo que quedó claro en los discursos y mensajes de ambos mandatarios en el paso de Bolsonaro por Buenos Aires y en las reuniones sostenidas del Presidente del Brasil con el poder económico local.
Recuperar la historia de la institucionalidad liberal (neoliberal)
El Mercosur fue definido como “institución” por Brasil y Argentina, y desde esos acuerdos se lideró el ingreso de Paraguay y de Uruguay, países subordinados a la lógica productiva que definen las transnacionales de la alimentación y la biogenética en la región; o las petroleras y las trasnacionales de la energía en un marco de inserción en una lógica general de especulación. Solo en condiciones políticas muy especiales se incorporó Venezuela al Mercosur, luego de la fallida Cumbre por el ALCA en el 2005.
Ahora, nuevamente, bajo la ofensiva liberal (neoliberal) se busca liderar el fenómeno de la integración subordinada entre los dos mayores del Sur, para arrastrar a los dos más chicos e incluso a una Venezuela despojada de su actual gobierno. Esa es la razón para apurar acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y avanzar en la liberalización económica que supone la inserción subordinada de nuestros países en la economía mundial.
Claro que se realiza a contramano de las tendencias “proteccionistas” del gobierno de EEUU. No se trata de una contradicción como algunos imaginan, sino una opción de vinculación dependiente con la lógica de los capitales más concentrados, con la aspiración, por cierto, de participar en una cuota parte de los beneficios que implica incluirse en las tendencias de la hegemonía contemporánea del capitalismo.
Las reformas estructurarles de los años 80 y 90, consolidadas con el Consenso de Washington en la última década del Siglo XX, afirmó el proyecto liberal (neoliberal) en la región, que fuera objetado en los primeros años del Siglo XXI.
Hoy se pretende recuperar la iniciativa política, demorada por el accionar de la resistencia de los pueblos y los gobiernos del cambio político a la estrategia de apertura de la economía, la desregulación y las privatizaciones, como respecto a la integración subordinada. Ese rumbo transitado pretendió construir iniciativas confrontadas por una Nueva Arquitectura Financiera; nuevas estrategias de producción compartida y formas novedosas de integración más allá del campo de la economía. Aunque mucho de ello solo quedó en propuestas irresueltas, siguen inspirando programas de acciones posibles para transformar la realidad.
Argentina y Brasil deben avanzar en procesos de integración alternativa y en ese camino proponer políticas económicas, financiera, monetarias, culturales compartidas, pero en un escenario de emancipación social. La ofensiva en curso de las derechas en la región, especialmente en Brasil y Argentina, pretenden cerrar el camino de la crítica a la lógica de construcción de las relaciones económicas en nuestros países. El interrogante siempre estará en la respuesta de los pueblos a las iniciativas políticas del poder local y mundial.
Buenos Aires, 8 de junio de 2019

Incertidumbres en la política y la economía


En pocos días se anunciarán alianzas electorales (12/6) y candidaturas (22/6) de las distintas opciones que disputarán en octubre el gobierno argentino para el periodo 2019-2023.
Por ahora, lo que hay son hipótesis de variantes que incorporan incertidumbre en la situación política local en un marco de inestabilidad con variados interrogantes sobre el futuro cercano de la Argentina.
¿Hay espacio para la continuidad de Mauricio Macri en el gobierno? ¿Cuál es la alianza opositora en condiciones de asegurar un gobierno de signo político diferenciado a la gestión Pro-Cambiemos?
Las posibilidades en uno u otro sentido cambian de día a día según avancen o no las negociaciones sobre acuerdos electorales.
Esta incertidumbre política está asociada a la que se presente en materia económica, porque es la primera vez que la dimensión económica interviene en la decisión sobre el voto.
Lo “económico” no pesó en las elecciones del 2015 o del 2017, pero sí parece intervenir en la decisión por el voto del 2019. Lo que apareció como definitorio fue un voto castigo, en contra del gobierno anterior. Es algo que disminuye en la coyuntura, aun cuando no desaparece por completo, especialmente en el escenario de ballotage.
Queda discernir cuánto interviene la cuestión económica en la definición por el voto, especialmente en un marco de continuidad de la suba de precios y la recesión. En la fecha volvieron a subir los combustibles, lo que asegura traslado a precios y deterioro de la capacidad de compra de la población sujeta a ingresos populares deprimidos: salarios, jubilaciones y planes sociales.
Incertidumbre mundial
A los problemas locales se suman los mundiales. Los problemas son globales, ya que los principales socios comerciales de la Argentina presentan su propias dificultades económicas y políticas.
Es algo a destacar para el caso brasileño que presenta un trimestre económico a la baja, con proyección de reiterarse y definir una recesión para el principal comprador y vendedor en las relaciones internacionales de la Argentina.
Pero también acontece con los otros dos principales animadores del comercio internacional de la Argentina: China y EEUU.
El primero, China, desacelera su ritmo por la inestabilidad del orden mundial, que lo tiene como protagonista por la guerra comercial que le declaró el gobierno de Trump y que impacta en el conjunto de la economía Mundial, por ende, sobre la Argentina y sus relaciones bilaterales.
Para el segundo, EEUU, aparece preocupante el horizonte de la segunda mitad del año, a la baja de la actividad económica, luego del empuje en la etapa inicial del gobierno estadounidense desde la llegada de Trump en 2016.
Esos problemas agudizan las contradicciones de EEUU con el sistema mundial, no solo la guerra comercial con China, sino que agrega ahora la suba de aranceles a México para inducir la intervención mexicana para frenar la inmigración proveniente de ese país y de otros que mudan desde Centro América y el Caribe.
Un problema especial en EEUU deviene de la merma en la actividad agrícola, que induce una suba de los precios internacionales de los precios de productos primarios para la exportación, algo que en la coyuntura mejora las cuentas nacionales de la Argentina.
En efecto, las expectativas de los grandes productores y exportadores de la Argentina son elevadas ante los límites de la producción estadounidense. Es una situación confirmada con la evolución reciente de la actividad agrícola y ganadera de la Argentina, la única que crece en los datos relevados para marzo por el INDEC. El Agro crece 10,8%, siendo el único sector en expansión de la actividad local. En sentido inverso lo expresan la caída del sector industrial por -13,2% y del sector del comercio minorista y mayorista por -14,6 para marzo pasado.
El FMI indica tendencias a la baja de la economía mundial, que no son mayores por el efecto de China y otros emergentes, los que siguen creciendo, pese a sus dificultades, más que los países capitalistas desarrollados.
La situación de EEUU, acoplada a la baja expansión europea y japonesa agregan incertidumbre al momento actual de la economía mundial.
Por eso preocupa la tendencia al pobre crecimiento de la economía mundial, agravado con la expansión de la especulación y el endeudamiento público de varios países.
Son todos elementos que anticipan estallidos que suponen una recidiva de la explosión 2007/09 que derivó en la gran recesión. Es una situación aún no superada según variados análisis de la situación global.
¿Qué expectativas?
No son buenas las expectativas en el corto y en el mediano plazo, y en rigor, es un panorama poco destacado en el limitado debate sobre el rumbo económico de la Argentina actual.
¿Qué hacer en el país ante el condicionante del acuerdo con el FMI y los fortísimos vencimientos para el 2020 y años subsiguientes? Es un tema central que apenas se sobrevuela con la mención a renegociaciones de difícil factura, no solo por la situación local, sino por la global.
En la coyuntura pesó la protesta por el masivo Paro Nacional del 29/5 pasado, a 50 años del Cordobazo, pero muy alejado del clima político de aquel acontecimiento hace medio siglo. La protesta de entonces suponía una determinada correlación de fuerzas en la disputa del imaginario social, a contramano del actual, condicionado por la influencia neoliberal en el sentido común instalado.
Desde el gobierno se insistió en el costo producido por el paro, cuantificado en unos 40.000 millones de pesos, lo que suena a risa contra la perdida de los 11.000 millones de dólares desembolsados por el FMI y acreditados en el BCRA el pasado 9/4. A menos de dos meses ya se dilapidaron más de 500.000 millones de pesos (al cambio de hoy).
Más que pedirle cuenta y facturar al sindicalismo en protesta, habría que investigar el destino de esos recursos fugados de las cuentas de reservas internacionales y analizar a los responsables de la política pública.
El rumbo de la economía debe cambiar y para que ello ocurre debe modificarse la correlación de fuerzas en el ámbito de la política, algo que trasciende el proceso electoral y se dirime en la sociedad, no sin conflicto.
Buenos Aires, 1 de junio de 2019