La pandemia no terminó y agrava la pobreza, el empleo, los ingresos populares y la desigualdad

Cuando muchos hablan de pos-pandemia y retorno a la normalidad pre COVID19, nuevas cepas del coronavirus se hacen sentir, además de la discriminación en el acceso a las vacunas. Más allá de la discusión sobre la “normalidad”, la pandemia continua y se despliega desde los países más empobrecidos, afectando incluso a los enriquecidos que subestiman los efectos globales. Es un fenómeno que se manifiesta en que hay países con menos del 1% de su población vacunada, caso del Congo, Chad, Guinea-Bisau; además de varios entre el 1 y 2%, como Sudán, Niger, Tanzania, Mali, Yemen, Madagascar, Burkina Faso o Sudán del Sur; junto a muchos con menos del 5% o del 10%. Por otro lado, países con mayor desarrollo relativo alcanzan elevados porcentajes de sus poblaciones con tres dosis. En estos se sienten los efectos de las nuevas cepas que postergan el fin de la pandemia. La humanidad está en peligro más allá de lo sanitario y por eso se necesita discutir el modelo productivo del capitalismo en nuestra época, causa en origen del calentamiento global y el cambio climático y el conjunto de efectos sociales entre los que destaca la explotación de la fuerza de trabajo, el saqueo de los bienes comunes, el empobrecimiento extendido y la concentración, explicando la realidad de una desigualdad social incrementada. Con la imaginación del fin de la crisis sanitaria y el rebote de la economía, varios informes de especialistas y de organismos internacionales apuntaron los diagnósticos de la superación de los impactos económicos sociales de la caída del 2020. La realidad los desmiente. El optimismo parece atenuarse con la suba de los precios y la lenta recuperación del empleo, especialmente en la potencia hegemónica: EEUU, y hace horas, Jeremy Powell, titular de la Reserva Federal (FED), el banco central estadounidense señaló: “La recesión económica no ha caído por igual, y los menos capaces de soportar la carga han sido los más afectados. En particular, a pesar del progreso, el desempleo sigue cayendo desproporcionadamente entre los afroamericanos y los hispanos.” Queda claro que primero se recomponen los sectores de mayores ingresos y entre estos los propietarios de capital concentrado, cuyos ingresos por la propiedad de los medios de producción se definen en mejoras de las ganancias y rentas, del suelo o en dinero. Entre otras cuestiones, un mecanismo de distribución del ingreso proviene del sistema de precios relativos, deteriorando la capacidad de compra de salarios e ingresos fijos, sin perjuicio de la afectación de aquellos empresarios asociados a la capacidad adquisitiva de los ingresos populares (salarios, jubilaciones, planes sociales). Sigue el titular de la FED: “Los desequilibrios de la oferta y la demanda relacionados con la pandemia han contribuido a notables aumentos de precios en algunas áreas. Los problemas de la cadena de suministro han dificultado que los productores satisfagan la fuerte demanda, especialmente de bienes. Los aumentos de los precios de la energía y las rentas también están impulsando la inflación al alza.” Según ese razonamiento, la demanda es mayor que la oferta y por ende suben los precios, aun cuando explicita que junto a la suba de precios de la “energía” hay que computar el incremento de las “rentas”. Completa Powell: “Como resultado, la inflación general está muy por encima de nuestra meta del 2 por ciento a largo plazo, con el índice de precios de los gastos de consumo personal hasta un 5 por ciento durante los 12 meses que terminaron en octubre.” Agrega que el problema puede prolongarse y sostiene: “…los factores que empujan la inflación al alza perdurarán hasta bien entrado el próximo año.” Resulta interesante escuchar al banquero federal de EEUU cuando suscita su pronóstico con base a los datos del presente y señala: “El reciente aumento de los casos de COVID-19 y la aparición de la variante Omicron plantean riesgos a la baja para el empleo y la actividad económica y una mayor incertidumbre para la inflación. Una mayor preocupación por el virus podría reducir la disposición de las personas a trabajar en persona, lo que ralentizaría el progreso en el mercado laboral e intensificaría las interrupciones de la cadena de suministro.” Si quedan dudas, a pensar que el problema inflacionario y la demora en la recuperación del empleo empobrece a los sectores más perjudicados por el orden económico social contemporáneo. Esta conclusión está explícitamente señalada en un reciente informe de la CEPAL y la OIT para la región latinoamericana y caribeña: “…la dinámica inflacionaria observada en los primeros seis meses del año podría tener un impacto negativo en la remuneración real de los trabajadores y, por lo tanto, en el consumo de los hogares.” La pandemia se manifestó como recesión en el 2020 y tuvo impactos regresivos con suba del desempleo y caída de los ingresos populares, con una región latinoamericana y caribeña especialmente afectado, lo que indujo a CEPAL a definir a la última década como pérdida en términos de combate a la pobreza. En la coyuntura del 2021 y el rebote diferenciado, en el lenguaje del FMI, se evidencia la regresividad de la región, que con 8% de la población mundial acumula más del 30% de contagios y muertes por el COVID, que pese a los anuncios no termina de retirarse. El problema es el capitalismo y las recetas sugeridas desde la FED, incluso la CEPAL y la OIT apuntan a una recomposición del mercado sobre la base de reformas estructurales que apuntan a mejorar las condiciones de producción y reproducción de la lógica de explotación y saqueo. Contrario a esas recetas, lo que se requiere es un rumbo a contramano de la ofensiva del capital por la renta, con base y sustento en la producción y reproducción de la vida, social y natural. Buenos Aires, 30 de noviembre de 2021

Renovación parlamentaria y horizontes políticos en Argentina

Concretada la elección legislativa de medio turno (2019-2023) pueden destacarse varias cuestiones para el análisis de la coyuntura en la Argentina. En primer lugar, hay que constatar que se consolidan dos coaliciones en la disputa del gobierno, ambas emergentes luego de la crisis política del 2001. Una liderada por el kirchnerismo, ahora en el gobierno bajo el lema Frente de Todos. La otra, encabezada por el macrismo bajo el lema Juntos por el Cambio. En una y otra coalición están contenidas fracciones de la tradición política hegemónica de la Argentina bajo gobiernos constitucionales: radicalismo y peronismo. El radicalismo oficial, la mayoría de esa histórica identidad está subordinada a la hegemonía macrista, del mismo modo que el peronismo oficial lo está respecto del kirchnerismo. Ambas coaliciones, la novedad del Siglo XXI, colectan el 70% de las opciones electorales. Para completar el cuadro de la representación electoral puede indicarse a la izquierda con un 6% en el orden nacional, y a la ultra derecha liberal con un 5%. Allí se concentran las principales opciones legislativas, a las que pueden sumarse expresiones provinciales con mayor o menor sintonía con las coaliciones hegemónicas. Puede pensarse en la ausencia de un proyecto que entusiasme a una mayoría social y que apunte a resolver la cotidianeidad que la “política” no resuelve, sea la inflación, los ingresos, el empleo, la seguridad, la salud o la educación entre muchas demandas sociales. Junto al resultado electoral se puede concluir que existe la necesidad de alumbrar un nuevo proyecto político popular por la emancipación social. Un segundo dato a considerar remite al ausentismo, más de 10 millones de empadronados que no se presentaron a votar, siendo el voto obligatorio. En condiciones de votar estaban 34,4 millones de personas y se presentaron a ejercer el derecho al voto unos 24,4 millones de personas. A los ausentes podría sumarse a los votaron en blanco o impugnados que suman más de 1,1 millón de personas. Entre ausentes, blancos e impugnados convive buena parte del rechazo a la representación política como solución a los problemas de la vida cotidiana. Las instituciones de la política no están resolviendo asuntos que se agravan con el paso de los gobiernos, entre ellos la pobreza, el desempleo y la creciente precariedad. Por eso afirmamos que existe un fuerte descontento y rechazo a las propuestas políticas que definen la mayoría de las opciones electorales, incluso, mucho se vota por la negativa. No se asiste a votar por desconformidad y se vota también “en contra” y no tanto adhiriendo al rumbo de la opción elegida. En este sentido, existe un debate sobre el contenido del voto, que no expresa necesariamente convergencia entre la identidad de las opciones electorales y el imaginario del votante. No todos los votantes de Juntos por el Cambio o por los ultra-liberales suponen identidad con postulados ideológicos a la derecha del arco político. Puede ocurrir lo mismo por izquierda o con la opción por el Frente de Todos para frenar a la derecha. Podemos pensar en identidades lábiles que permiten pensar en un espacio liberado para la construcción de una alternativa política que entusiasme a una mayoría suficiente para la disputa del gobierno y del poder. Pensamos en una propuesta que contenga la diversidad de la izquierda social, cultural, política, que anida por fuera de los partidos, parte de la cual opta por el “mal menor” u ocupa el espacio de los desconformes, críticos de la política en general. Más allá de cualquier consideración, la realidad de la elevada inflación y el condicionante del endeudamiento negociado con el FMI, pasa a ser la agenda del debate político. No todo salió como la oposición macrista imaginaba, pese a los 8 puntos de diferencia en el ámbito nacional, la falta de quorum propio del oficialismo en el Senado y el acercamiento en legisladores a la primera minoría del oficialismo en Diputados, por lo que la disputa por el 2023 está abierta. La negociación entre las coaliciones continuará, sobre la Justicia y los espacios en los poderes del Estado, con acuerdo macro sobre la negociación con el FMI, la que vendrá con ajuste y reformas estructurales, demandadas por el capital, los inversores internacionales y locales. El privilegio en la rentabilidad preside la lógica capitalista y lo que disputan es el gobierno del régimen del capital local. La realidad del ajuste seguirá promoviendo descontento, que necesita canalizarse con una propuesta alternativa para la transformación social. El interrogante no está tanto en el sistema político y su representación legislativa, sino en la capacidad de organización social y lucha para habilitar las demandas socioeconómicas, políticas y culturales de una sociedad que sufre las consecuencias de una cotidianeidad de precios elevados, de fuertes condicionantes por el endeudamiento y la inseguridad asociada al avance del delito controlado por mafias asociados al poder real. La respuesta a los problemas de la Argentina sigue estando en la capacidad soberana, auto-gestada desde los territorios, y una fuerte tradición de organización y lucha social, solidaria, que pueda instalar un imaginario en contra y más allá del individualismo, la ganancia y la acumulación privada. Será la propia sociedad la que genere un horizonte de expectativa esperanzada en el ámbito político local en tiempos de incertezas e incertidumbres civilizatorias por la expansión de la explotación y el saqueo de los bienes comunes con impactos desastrosos sobre las condiciones de vida social y natural. Bajo esas condiciones podrá emerger una propuesta en disposición de disputa también en el ámbito electoral para entusiasmar a nuevas generaciones en lucha por procesos transformadores que privilegien la satisfacción de necesidades sociales y respeto a la naturaleza. Buenos Aires, 15 de noviembre de 2021

¿Recuerdas cuando conmemorábamos el 7/11? A propósito de las elecciones en Nicaragua

Mientras repasaba informaciones relativas a las elecciones en Nicaragua, realizadas el 7/11/2021, recibí un mensaje con el interrogante del título. A 104 años de la revolución de octubre y de la expectativa esperanzada generada por décadas sobre la posibilidad del socialismo en el imaginario social mundial, el objetivo aparece desvanecido en la coyuntura. Lo cierto es que ya transcurrieron tres décadas de la desarticulación de la URSS y de la “bipolaridad” del sistema mundial, que definía al orden global entre las antípodas del “capitalismo y el socialismo” (aun cuando se discuta si lo existente en la Unión Soviética respondía al objetivo socialista), lo que explicaba un “tercer mundo” hoy inexistente. Buceando entre las razones que expliquen la ausencia de un masivo “imaginario” socialista, se puede consignar la gigantesca ofensiva del capital, el accionar deliberado de propaganda y acción ideológica lubricado con abundante financiamiento, junto a las acciones represivas, tanto militar como sancionatoria, de la iniciativa política y mediática del poder global, sumado a una inmensa manipulación. Claro que también deben registrarse las insuficiencias de las experiencias que se asumieron y asumen en la construcción de la nueva sociedad. Nicaragua en la coyuntura resulta interesante, por el consenso crítico del núcleo ampliado del poder global. El capital más concentrado, transnacionalizado, demanda la liberalización económica y reaccionarias reformas a favor de la propiedad privada de los medios de producción, evidenciado en el rechazo a la socialización de la salud o la suspensión de las patentes medicinales en tiempo de pandemia. No en vano, durante el 2020/21, pese a la recesión reciente y la recuperación (rebote económico) en curso, lo que se extendió fue la desigualdad, con ampliación de la riqueza concentrada y la extensión de la pobreza, la explotación y la destrucción de la vida social y natural. El capital demanda reformas contra los derechos de trabajadoras y trabajadores, en actividad o en retiro, todo en aras de recuperar rentabilidad, objetivo central del régimen capitalista. Los principales Estados Nacionales, subordinan su accionar a esa lógica del capital y por eso son impulsores de iniciativas políticas liberalizadoras a favor de capitales transnacionalizados de origen en sus territorios. Esa prédica la instalan en el ámbito mundial haciendo valer su peso específico en los organismos internacionales. Grandes capitales, principales Estados del orden mundial y organismos internacionales se constituyen en sujetos de la dominación. Sus iniciativas promueven una lógica de producción y reproducción que rechaza todo intento de transformación social, aun limitado al accionar de personas, grupos sociales o experiencias de países y regiones. Julián Assange resulta perseguido y privado de sus libertades por exponer las verdades del accionar impune de la dominación global, del mismo modo que se sancionan a países que intentan construir propios rumbos en las relaciones económico sociales, más allá de la dominación actual, evidente en Cuba, Venezuela o Nicaragua, pero también en Irán, Rusia o China, con innumerables matices en lo que cada una de esas experiencias suponen. No hay lugar para experiencias que aparezcan a contramano de la lógica dominante. No se permiten acciones individuales, ni colectivas, y mucho menos de países, aun pequeños, que intenten propuestas o perspectivas diferenciadas. Así como la “guerra de la triple alianza” sometió al Paraguay (1864-70), el intento liberador de Granada fue ahogado en sangre (1983), por ser un proceso en español que podía difundirse en la región y bajo liderazgo contra el orden socioeconómico, el racismo y la discriminación. No podía ser permitido. Más cerca en el tiempo, ya en el Siglo XXI, no se podía permitir que avancen, pese a sus límites, la experiencia en Honduras, en Paraguay o en varios territorios sometidos a golpes, caso emblemático en Bolivia en 2019. El régimen del capital tiene una historia de expansión global sustentada en el poder económico, en la fuerza militar y en variadas formas de la manipulación de las ideas para la disputa de consensos sociales. No hay límites a ese accionar y a solo ejemplo puede citarse el accionar del imperio británico y la llamada “guerra del opio” para subordinar en su momento a China, que ahora sustenta la reivindicación contra esa histórica humillación. Ejemplos sobran en la América Latina y el Caribe, de conquista de las coronas, de España y Portugal, y las disputas por nuestros territorios y riquezas de ingleses, franceses, holandeses y de Europa en general, que intentaba consolidar su nuevo régimen capitalista con la dominación colonial. EEUU, como nueva potencia emergente del orden capitalista se construyó con anexiones, invasiones, caso del territorio mexicano a mediados del Siglo XIX, su papel en Cuba en el proceso de independencia de España a comienzos del Siglo XX, como en sucesivas invasiones a los territorios en la región, caso temprano en la Nicaragua de 1856. Es una historia de acción imperialista para extender las relaciones de explotación y saqueo. Por eso el genocida bloqueo sobre Cuba y las sanciones que se extienden sobre Venezuela y que se ampliarán en estos días sobre Nicaragua, pero también sobre todos aquellos que intenten camino propio, aun en el marco de la disputa por la gestión del orden capitalista. Es la lucha de clases, con polos matizados al interior del capital propiamente dicho, según sea la composición orgánica de los capitales, en una lucha feroz que se presenta como disputa por la dominación de las nuevas tecnologías; pero también expresada como lucha interestatal en sus facetas diversas, del orden productivo, comercial, financiero, asumidas como “guerras” en la geografía de la política. Son disputas que se juegan en el ámbito mundial, en foros y cumbres pobladas de lenguaje diplomático, en donde subyace la defensa del objetivo por la ganancia y la explotación. Pero como es lucha de clases, la fragmentación emerge con mayor visibilidad entre los sectores subalternos, explotados, marginados o humillados. Bajo esa fragmentación aparecen las especificidades nacionales de procesos políticos, sociales y culturales que limitan la posibilidad de construir una convergencia de acción política ideológica mundial en contra y más allá del régimen del capital. Volvamos al comienzo. La caída de la URSS y la ruptura de la bipolaridad mundial afectaron culturalmente el imaginario de un mundo alternativo al capitalismo, que recoja la tradición de lucha condensada en consignas que transitaron las experiencias de organización y lucha por un siglo y medio. Remito a aquellas convocatorias de “proletarios del mundo uníos” de 1848, a la del “otro mundo es posible” del 2001. La asignatura pendiente por el horizonte socialista o comunista es parte de una construcción diversa que se procesa en múltiples batallas, de masivas presencias de nuevas generaciones en la lucha política en contra de las miserias a que nos lleva el capitalismo. Buenos Aires, 8 de noviembre de 2021

La escuela austríaca y la apología del capitalismo

La escuela austríaca emerge hacia 1871, año del primer intento de gobierno obrero, con la Comuna de París, levantamiento y experiencia derrotada por la violencia de las armas con 30.000 muertos. Hacía pocos años, en 1867, se había publicado el Tomo I de El Capital, en donde se anticipaba que los expropiados (trabajadores o propietarios de su fuerza de trabajo) tenían derecho a expropiar a los expropiadores (capitalistas o propietarios de los medios de producción). El eje de esta monumental obra se concentra en las leyes del valor y del plusvalor, sustentadas desde la abstracción, núcleo central del método en Karl Marx (1818-1883). El pase a consideraciones concretas del funcionamiento del orden capitalista se conocerá con la publicación por Friedrich Engels (1820-1895) de los borradores de Marx del Tomo II, recién en 1885; y del Tomo III en 1894. El razonamiento completo de Marx sobre la dinámica del capitalismo se completa con la difusión de su obra hacia 1894. El fundador de la escuela austríaca es Karl Menger (1840-1921), junto con William Stanley Jevons (1835-1882) y León Walras (1834-1910), quienes generan una ruptura epistemológica con la escuela clásica inaugurada por Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823). Según John Maynard Keynes (1883-1946), es Marx quien denomina “clásica” a la escuela iniciada con la “investigación acerca de la riqueza de las naciones” en 1776, la primera sistematización de los estudios económicos y la formulación originaria de la ley del valor-trabajo. Hacia 1871 no solo está completa la exposición de la ley del valor, sino que por primera vez se sostiene cual es el origen del excedente económico, la plusvalía o plusvalor, fuente de la ganancia y sus formas concretas de manifestación en la renta o el beneficio empresario. Era la fundamentación acabada del socialismo como propuesta alternativa al capitalismo. Con esos antecedentes tiene lógica la respuesta “austríaca” y el origen de una nueva denominación a la corriente principal de la economía, ya no clásica, sino “neoclásica”. Los austríacos retoman la explicación del capitalismo, por eso “neo” y el argumento a derrotar es el socialismo en cabeza de Marx. El capitalismo ya está en su madurez y los estudios científicos, una vez sometidos a la crítica de Marx, mutan en “apología” del orden, de la propiedad privada y del libre cambio. Eso es la escuela neoclásica y la escuela austríaca, que sostendrá esos fundamentos con el tiempo, mediante los principales discípulos, caso de Eugen von Boehm-Bawerk (1851- 1914), cuya obra en polémica con Marx se publica en 1884, sustentando inconsistencias, cuya respuesta estaban en borrador hasta 1885 y 1894, con la publicación de los Tomos II y III de El Capital. Ludwig von Mises, (1881-1973) polemizó con Marx y en contra del socialismo en 1922, ya habiendo sucedido la revolución rusa y la primera experiencia por construir el socialismo vía planificación estatal. Friedrich Hayek (1899-1992), premio Nobel de economía en 1974 (otorgado por el Banco de Suecia) y cuya máxima obra es “Camino de la servidumbre” (1944) se concentra en la crítica a la planificación y en la defensa de la libertad de mercado, de precios y la propiedad privada. Señala Perry Anderson : “Comencemos con los orígenes de lo que se puede definir como neoliberalismo en tanto fenómeno distinto del mero liberalismo clásico, del siglo pasado. El neoliberalismo nació después de la Segunda Guerra Mundial, en una región de Europa y de América del Norte donde imperaba el capitalismo. Fue una reacción teórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de Bienestar. Su texto de origen es Camino de Servidumbre, de Friedrich Hayek, escrito en 1944. Se trata de un ataque apasionado contra cualquier limitación de los mecanismos del mercado por parte del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad, no solamente económica sino también política. El blanco inmediato de Hayek, en aquel momento, era el Partido Laborista inglés, en las vísperas de la elección general de 1945 en Inglaterra, que este partido finalmente ganaría. El mensaje de Hayek era drástico: “A pesar de sus buenas intenciones, la socialdemocracia moderada inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo alemán: a una servidumbre moderna”. Tres años después, en 1947, cuando las bases del Estado de Bienestar en la Europa de posguerra efectivamente se constituían, no sólo en Inglaterra sino también en otros países, Hayek convocó a quienes compartían su orientación ideológica a una reunión en la pequeña estación de Mont Pélerin, en Suiza. Entre los célebres participantes estaban no solamente adversarios firmes del Estado de Bienestar europeo, sino también enemigos férreos del New Deal norteamericano. En la selecta asistencia se encontraban, entre otros, Milton Friedman, Karl Popper, Lionel Robbins, Ludwig Von Mises, Walter Eukpen, Walter Lippman, Michael Polanyi y Salvador de Madariaga. Allí se fundó la Sociedad de Mont Pélerin, una suerte de franco masonería neoliberal, altamente dedicada y organizada, con reuniones internacionales cada dos años. Su propósito era combatir el keynesianismo y el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo, duro y libre de reglas, para el futuro. Las condiciones para este trabajo no eran del todo favorables, una vez que el capitalismo avanzado estaba entrando en una larga fase de auge sin precedentes su edad de oro , presentando el crecimiento más rápido de su historia durante las décadas de los ‘50 y ‘60. Por esta razón, no parecían muy verosímiles las advertencias neoliberales de los peligros que representaba cualquier regulación del mercado por parte del Estado. La polémica contra la regulación social, entre tanto, tuvo una repercusión mayor. Hayek y sus compañeros argumentaban que el nuevo “igualitarismo” de este período (ciertamente relativo), promovido por el Estado de Bienestar, destruía la libertad de los ciudadanos y la vitalidad de la competencia, de la cual dependía la prosperidad de todos. Desafiando el consenso oficial de la época ellos argumentaban que la desigualdad era un valor positivo en realidad imprescindible en sí mismo, que mucho precisaban las sociedades occidentales. Este mensaje permaneció en teoría por más o menos veinte años.” Una cita larga pero necesaria, ya que en la escuela austríaca está el origen de las políticas “neoliberales”, que varias veces sostuvimos que eran ni nuevas ni liberales. No nuevas porque se inspiran en la antigua tradición austríaca, contra el socialismo y la crítica de la economía política y no son “liberales” porque para funcionar necesitaron del terrorismo de Estado de las genocidas dictaduras del cono sur de América desde 1973. Si en 1947 eran sector en minoría dentro de la profesión económica, hegemonizada por el pensamiento de Keynes, para 1976 con el Nobel a Milton Friedman (1912-2006) se consolida su papel hegemónico como corriente principal sustentada hasta el presente, más allá de matices entre distintas vertientes de la tradición neoclásica. Con la escuela austriaca se abandona la teoría objetiva del valor, con el eje en el estudio de la producción y la circulación, para sustentar la teoría “subjetiva” del valor, con eje en el consumo y la distribución sobre la base del libre comercio, el individualismo y la defensa de la propiedad privada de los medios de producción. Los austríacos concentran la mirada en valor y precio, desde un enfoque a-histórico en los “bienes”, a contramano de la precisión de Marx en las “mercancías” y las formas del valor que desembocan en el “dinero” y por ende en la diferenciación entre valor de uso y de cambio, el doble carácter del trabajo materializado en la mercancía. Se trata de relaciones sociales históricas que no son asumidas desde la escuela neoclásica, claramente apologética del orden capitalista. Los austríacos remiten a la categoría de “escases”, por menos bienes que satisfacen necesidades sociales, por ende, son los bienes que tienen valor para esta corriente, sin considerar el papel del trabajo en el proceso de producción. Eso los lleva a pensar que no se pueden resolver todas las necesidades de la población y naturalizan la situación de escases y la imposibilidad de resolver la cuestión. Piensan en lo que existe, sin considerar la historia ni la posibilidad de producir los bienes necesarios para satisfacer crecientes necesidades históricas de la población. Desde esa tradición emergen hoy propuestas ultra liberales que disputan el sentido ante la extensión de la crisis. El derrumbe del este europeo y de la URSS, hace tres décadas, extendió la hegemonía ideológica del neoliberalismo y avanzó en un sentido común que niega la posibilidad de construir alternativa a los postulados de la corriente principal y del orden capitalista, cuyos sustentos son como señalamos apologéticos. Está en la sociedad construir nuevos sentidos en contra y más allá del capitalismo. Buenos Aires, 2 de noviembre de 2021

Recuperando pensadores para los debates actuales en el homenaje a Darcy Ribeiro

El pasado 26 de octubre se cumplieron 99 años del nacimiento del pensador brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997). En la ocasión se realizó un encuentro virtual de homenaje en el que fui invitado a participar. En mi presentación recuperé la memoria de un intelectual crítico argentino, contemporáneo del brasileño. Me refiero a Jaime Fuchs (1920-2021), que con 101 años nos acaba de dejar, con una extensa obra sobre la economía local y el capitalismo contemporáneo. La cuestión viene a cuento sobre la lectura de nuestra realidad a través del tiempo, en la región y en el mundo, especialmente considerando los desafíos a futuro. Ambos pensadores cavilaron desde el marxismo, cada uno desde las improntas militantes y especificidades de la historia de vida y de sus países. Respecto de Ribeiro recuperé dos grandes momentos, uno relativo a futuros esperanzadores vividos en tiempos de industrialización de los países en la región, proceso que se recorre (con matices) especialmente en el medio siglo entre 1930 y 1980; el otro, asociado a la ruptura de la bipolaridad del sistema mundial y la hegemonía liberalizadora en los 80/90 hasta hoy. Este, un tiempo de “derrota”, expresión utilizada por el antropólogo nacido en Minas Gerais, al considerar la destrucción operada sobre su actividad como funcionario universitario y del Estado del país hermano, luego del golpe de 1964 y durante 20 años de dictadura. Las esperanzas en el “desarrollo” fueron obturadas por los sucesivos golpes y el terrorismo de Estado, con secuelas que llegan a nuestros días de empobrecimiento social, mayor explotación de la fuerza de trabajo y saqueo de los bienes comunes en los países de América Latina y el Caribe, proveedores de insumos estratégicos al capital transnacional. Pese a las coincidencias de una inserción subordinada en la economía mundial, entre las preocupaciones del intelectual brasileño se encuentra la caracterización de los pueblos en la región. Ribeiro diferencia a los pueblos “trasplantados” entre los que destaca a la Argentina o Uruguay, respecto de los “testimonios”, caso de Bolivia, Ecuador o México entre otros, de los “nuevos” caso de Brasil y los “emergentes” con relación a Cuba y la expectativa en los 60 por el curso socialista de la revolución. La preocupación central del intelectual mineiro es la posibilidad de una crítica a la “civilización” contemporánea y a las “civilizaciones” en su interior, por caso América Latina y el Caribe. Se trata de un análisis situado en variados textos, especialmente entre 1968 y 1972, en el exilio por la región y la lectura de la realidad desde prácticas en Uruguay, Chile, Perú o Venezuela, ampliada en múltiples debates en variados países de la Patria Grande. El tema es la “civilización” resultante del orden capitalista y la impronta de las revoluciones tecnológicas en la estructura social, el proceso de desigualdad generado y un rescate muy especial de lo antiguo y lo nuevo en las poblaciones indígenas y los nuevos habitantes producto de las migraciones. El sentido apunta a los dilemas y confrontaciones entre el poder y las fuerzas insurgentes (en tiempos de bipolaridad mundial), tanto como a definir al Brasil, a los brasileños y el lugar de estos en la región y de ésta en el mundo. Resulta de interés la recuperación intelectual de aportes a la discusión sobre el continente y la dependencia, especialmente cuando asistimos a las incertidumbres del presente. Incógnita por el presente amenazado por la pandemia en aparente reflujo, pero con la amenaza del “cambio climático” y la destrucción inmanente, con futuro cercano y mediato incierto para la vida y la naturaleza. Del optimismo en el futuro promisorio de los 60/70 a los interrogantes actuales de horizontes pesimistas. ¿Hacia dónde se dirige la civilización contemporánea y que papel para América Latina y el Caribe? Nildo Ouriques convocó a la juventud a profundizar en el estudio de nuestras raíces, recordando que, en tiempo de dictaduras, los jóvenes recorrían los caminos de estudio y discusión del pensamiento clásico y la crítica, mientras que ahora en democracia esos textos aparecen lejanos y en su lugar, se reemplazan y privilegian modas efímeras y desechables. Luciana Ghiotto convocó a pensar la centralidad global de la relación entre el capital y el trabajo, para descreer de propuestas civilizatorias que siguen condenando la vida cotidiana a la mercantilización y la universalidad del régimen del capital. Me tocó recordar que en tiempos de Darcy Ribeiro, Rector de la reciente constituida Universidad de Brasilia, convocó a dictar clases al joven André Gunder Frank (1929-2005), quien tuvo entre sus alumnos a Theotonio dos Santos, a Vania Bambirra y a Rui Mauro Marini, todos animadores del surgimiento de la Teoría marxista de la dependencia, que animó los debates de esos años y los siguientes para sistematizar las expectativas de cambio y transformación social en la región. Vale la recuperación de pensadores universales, surgidos de la experiencia en la región para ayudar a sistematizar los nuevos problemas que se nos presentan en tiempos que demandan desafíos civilizatorios. Buenos Aires, 27 de octubre de 2021