Hace un año había gran expectativa en buena
parte de la sociedad argentina por dejar atrás los 4 años de gobierno Macri
(2015-2019), especialmente por los resultados económico sociales, los que
podemos resumir en tres años (de cuatro en la gestión) de recesión, con impacto
en desempleo y empeoramiento de las condiciones de vida y empleo de
trabajadoras y trabajadores. El resultado lógico fue el incremento de la
pobreza y la indigencia. Junto a la recesión, lo que se desarrolló fue la inflación,
que como sabemos supone una gigantesca transferencia de ingresos desde la
mayoría que no tiene “poder” para fijar precios, hacia la minoría de “poder”
concentrado. Estos, sí que tienen la condición y posibilidad de aumentar los
precios, por si mismos o por la vía de disposiciones de políticas estatales,
como reiteradamente se observa con la suba de los combustibles en beneficio de
las petroleras. Reiteraremos hasta el cansancio que la inflación es lucha de
clases, que es una cuestión de “poder”, con base en la propiedad privada de los
medios de producción. Es algo que sienten de manera evidente la mayoría que
vive de ingresos fijos, sean salarios, jubilaciones o beneficios sociales,
impedidos de lograr actualizaciones de ingresos contra suba de precios. La
recesión y la inflación se sostuvieron con un endeudamiento deliberado, que
devino en “cesación de pagos”, default, en el último tramo del 2019.
Las expectativas estaban centradas en la
reversión de una lógica empobrecedora, que en contrapartida había generado una
fortísima acumulación de ingresos y riquezas en pocas manos. Es algo que
verificó el informe del BCRA de mayo pasado cuando afirma que, de 100.000
millones de dólares ingresados por préstamos, unos 86.000 salieron del país en
el periodo, confirmando la fuga de capitales como lógica de valorización de los
principales inversores en la economía local. Es una cuestión que evidencia y agrava
la dependencia financiera y económica del país respecto de la hegemonía
capitalista especulativa mundial. En ese marco sobrevino algo inesperado y
postergó cualquier amago de solución de fondo: la pandemia por el coronavirus.
Coronavirus y
recesión
El COVID19, fenómeno mundial agravó los
problemas locales de arrastre, los que también estaban impregnados de una
lógica mundial de desaceleración de la economía. A tres meses de asumido, el
nuevo gobierno tuvo que gestionar un problema novedoso e imprevisible que se
sumaba a los heredados de la gestión Macri.
Todos los informes de organismos
internacionales, con matices, coinciden en los problemas económicos pre
pandemia, de larga data y que remiten a la crisis mundial 2007/09. Hemos
comentado como el titular de Reserva Federal de EEUU informó en agosto pasado que
la previsión de la economía hegemónica del sistema mundial viene mostrando
retrocesos continuos relativos al crecimiento desde el 2012. A tal punto que,
si el eje por cuatro décadas fue la lucha contra la inflación bajo la lógica
monetarista a los Friedman, ahora lo que pretende es un relativo incremento,
controlado, de los precios. Para pensar en debates teóricos con los liberales
que hegemonizan la propaganda mediática en la Argentina.
No se trata de nuevos fenómenos. La
desaceleración de la economía mundial es un dato de la realidad desde hace
mucho tiempo, y no hay perspectiva de salida que pueda resolverse con
inversores externos, los que no llegan al país, ni a la región, tal como
informan, entre otros, la CEPAL o la UNCTAD, ambas organizaciones del sistema
de Naciones Unidas. Salvo que las concesiones sean gigantescas y remiten a las
reformas estructurales contenidas en el acuerdo con el FMI y demandadas por los
grandes capitales y variados comentaristas en los principales medios de
comunicación. Por las dudas insistamos que se trata de las reaccionarias
reformas laborales y previsionales. El circuito de las inversiones
internacionales tiene destino en el capitalismo desarrollado, también con
tendencias a la baja respecto de años anteriores.
Pese al pesimismo global sobre la evolución de
la economía mundial, la disminución de contagios y muertes por el COVID19
alentó expectativas de mejora en la economía para el segundo semestre del 2020,
con el aliciente que se estaba cerca de la aparición de la vacuna, una cuestión
que ya empezó a ser realidad en unos pocos países. La realidad del rebrote en
el invierno de los países capitalistas desarrollados indujo a los organismos
internacionales a señalar que los gobiernos deben ser cuidadosos en eliminar
medidas preventivas y de sostenimiento de los sectores más perjudicados. Es que
la gravedad del impacto económico social entre grandes masas desfavorecidas en
todo el mundo hace temer por colapsos y conflictos con desenlace incierto.
Hasta puede decirse que Trump perdió las elecciones de noviembre pasado por no
tener en cuenta estas recomendaciones, aun con una fortísima intervención
estatal vía emisión de dinero y de deuda pública. La pésima gestión relativa a
la pandemia y su efecto económico disminuyó las posibilidades de reelección del
millonario presidente de EEUU. Hay relativa recuperación de la economía mundial
luego del pico de contagios y muertes de abril a junio, pero la segunda ola
afecta hasta los países que mejores resultados presentaron en la primera etapa.
Dependencia
En definitiva, en la Argentina existían
expectativas para revertir el ciclo combinado de recesión e inflación y
sobrevino la pandemia. ¿Fenómeno externo? En cierto sentido si, pero también
interno, en tanto la Argentina es parte del orden mundial capitalista y su
dinámica dependiente es la forma que define el orden económico local.
La lógica de la pandemia es inescindible del
orden capitalista y su exacerbado modelo productivo, de subordinación de la
fuerza de trabajo y de la naturaleza a los objetivos del capital.
El país tiene un lugar dependiente en el
sistema capitalista. Argentina está subordinada al orden mundial por los precios
de exportación y los de importación; por las tasas de interés del mercado financiero
mundial y de aquellos que establecen el sobre precio del riesgo país.
La dependencia está más allá de la voluntad de
política nacional. La dependencia capitalista determina el conjunto de
relaciones sociales y económicas. Es más, no hay rama de la economía local, productiva
o de servicios, de la producción o la circulación, que no esté dominada por el
capital externo.
Lo real es que, si había expectativas de
cambio, la pandemia postergó cualquier agenda.
En la agenda originaria del gobierno asumido el
10/12/2019 se propuso primero resolver el tema de la deuda pública, y luego ver
como revertir el legado global de la era Macri. Fue una definición que algunos
cuestionamos, demandando la suspensión de los pagos de deuda e iniciando un
profundo proceso de investigación y auditoria con participación popular. De
igual modo, en el gobierno imaginaron un trámite exprés para resolver una
negociación con los acreedores externos, que imaginaron a resolver hacia marzo.
La negociación se postergó en el marco del
agravamiento por el impacto de la pandemia y la voracidad de acreedores
especulativos mejor preparados ante la emergencia de la cesación de pagos. Esa
demora tuvo costo, ya que se continuó con el pago de la deuda pública, aunque
algunos vencimientos fueron suspendidos. Más aún, se favoreció a empresas
privadas cancelaciones anticipadas de deudas afectando las reservas
internacionales. Esa es la principal razón de la baja del stock de reservas
internacionales, de los 43.785 millones de dólares el 10/12/2020 a los 38.710
millones del 9 de diciembre pasado. La negociación con el FMI pasó para el
2021, con la lógica de la incertidumbre que genera el cambio de administración
en EEUU. La gestión actual en Washington es corresponsable de adjudicar un
crédito imposible de haberse otorgado a no ser por razones de Estado, empujadas
por Donald Trump para favorecer al gobierno amigo de la Argentina. No solo es
una cuestión de negocios particulares de los empresarios presidentes, sino y
muy especialmente derivada de una lógica de asociación en la política exterior
injerencista de EEUU en la región latinoamericana y caribeña, más concretamente
en Venezuela. Esa complicidad del FMI con el gobierno Macri ha sido señalada
por la carta de los senadores oficialistas recientemente remitida al organismo
internacional, en donde se le demanda no presione al país para los ajustes
tradicionales en las recetas promovidas desde el Fondo.
Sostenemos que la situación de la pandemia y
las políticas recesivas inducidas en todo el mundo eran ocasión para denunciar
el tema endeudamiento, en sintonía con lo que pasa en varios países con crisis
de deuda e imposibilitados de pagar sus acreencias. Existe un horizonte de default
extendido, por lo que el FMI y los grandes bancos centrales están emitiendo
moneda y deuda para favorecer la “normalidad” del sistema mundial. Hay
flexibilización de todas las normas precautorias que son “religión” entre los
comentaristas que dominan la comunicación y generan un sentido común a
contramano de la práctica de política económica en todo el mundo capitalista.
Un año después
La agenda inicial del gobierno, el informe del
BCRA y la carta de los senadores oficialistas, indican que la deuda pública es un
tema central en la discusión política y económica actual.
A fines del 2020 sostenemos que la deuda sigue condicionando
la realidad. Los datos duros de pobreza, cercanos al 45% y el desempleo en
torno al 13% denuncian la gravedad de la situación actual. La UCA señaló que,
de no haber existido asistencia masiva desde el Estado Nacional, el impacto
social sería mucho más delicado, con índices de pobreza superiores al 50%.
En el marco de la agenda originaria se
encuentran el congelamiento de tarifas, en proceso de flexibilización y sobrevino
luego el impuesto a las grandes fortunas, al final aporte voluntario, pero al
mismo tiempo el deterioro de todos los ingresos populares, especialmente de
jubilados y jubiladas, ahora con media sanción de una actualización de haberes
previsionales que no contempla un punto de partida de satisfacción de la
canasta del adulto mayor.
Un nuevo año renueva expectativas de cambio y
satisfacción de necesidades, pero claro, mientras no se resuelva la cuestión de
fondo, o sea, la posibilidad de ir en contra y más del capitalismo, parece muy
lejana la solución en acuerdo con las exceptivas de fondo de una mayoría
empobrecida de la sociedad argentina.
Buenos Aires, 13 de
diciembre de 2020
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