Existe coincidencia en la gravedad del momento y cada quién busca agua para su molino

 

Estamos sobre el final del 2020, con las fiestas y los tradicionales encuentros de despedida del año que termina y con augurios por el que viene. Son ocasiones adecuadas para hacer balances del más diverso enfoque. En ocasiones se clama por el final de este “nefasto” año en lo socioeconómico para casi todes (una ínfima minoría acumuló inmensos ingresos y riquezas), pero también de expectativas por quienes ampliaron familias, afectos, o multiplicaron relaciones para una sociabilidad más placentera. Incluso, con cierto optimismo estamos los que coincidimos en la necesidad de formular articulaciones socio políticas para disputar el orden social. No todo está perdido y con Fito decimos que venimos a ofrecer nuestro corazón. De un lado, la pandemia favoreció reestructuraciones regresivas del orden social, que busca constituirse en nuevas normalidades, que agravan el saqueo y la explotación de la antigua normalidad capitalista.

No cabe duda que el gran tema es el impacto sanitario y económico del COVID19. Golpea de una manera directa, aun cuando la vacuna parece estar a la vuelta de la esquina. Pero en el capitalismo y en su tendencia a la mercantilización creciente, las vacunas se ofertan en el mercado. Allí se juega la valorización de los capitales invertidos en las transnacionales farmacéuticas. No puede ser de otro modo, la ganancia es el móvil al que se subordina el propio Estado capitalista, que traslada a la sociedad el costo de la investigación de base con la que las farmacéuticas desarrollan los productos que luego venden en el mercado, precisamente a los Estados, quienes las compran por millones. Se trata de un negocio redondo, ya que el costo de la investigación dura, de base, lo asume la sociedad desde la educación pública y los ámbitos de la investigación científica estatal. El rédito económico es apropiado privadamente por monopolios que intervienen en la comercialización de los fármacos.

Veamos como la preocupación transita la argumentación de los organismos supranacionales y de los Estados, quienes buscan desarrollar políticas que contengan el ciclo recesivo y se predispongan al relanzamiento del crecimiento y el orden del régimen del capital. Desde la Comisión Económica para América Latina se puede leer:

“Antes de la pandemia, la región ya mostraba un bajo crecimiento económico: en promedio un 0,3% en el sexenio 2014-2019, y específicamente en 2019 una tasa de crecimiento del 0,1%. Con la llegada de la pandemia, se sumaron a ese bajo crecimiento económico los choques externos negativos y la necesidad de implementar políticas de confinamiento, distanciamiento físico y cierre de actividades productivas, lo que hizo que la emergencia sanitaria se materializara en la peor crisis económica, social y productiva que ha vivido la región en los últimos 120 años, y en una caída del 7,7% del PIB regional. Dicha contracción de la actividad económica ha venido acompañada de un aumento significativo de la tasa de desocupación, que se prevé en torno al 10,7%, una profunda caída de la participación laboral y un incremento considerable de la pobreza y la desigualdad.”[1]

Es elocuente la cita, que remite a la peor crisis en 120 años, lo que no retrotrae a comienzos del Siglo XX. El problema es que la región tiene menos del 10% de la población mundial y sin embargo acumula más de un tercio de los contagios y muertes por el COVID19. Por eso, la gravedad de la situación se suma a problemas que anteceden, tal como destaca la CEPAL, e involucran de manera creciente a variados países. Por su parte, la Reserva Federal de EEUU (FED), es decir, el Banco Central de la potencia hegemónica del sistema capitalista, informa que:

“La pandemia de COVID-19 está causando enormes dificultades humanas y económicas en los Estados Unidos y en todo el mundo. La actividad económica y el empleo han continuado recuperándose, pero se mantienen muy por debajo de sus niveles de principios de año.”

“El camino de la economía dependerá significativamente del curso del virus. La actual crisis de salud pública seguirá afectando la actividad económica, el empleo y la inflación a corto plazo, y plantea riesgos considerables para las perspectivas económicas a medio plazo.”

“El Comité decide mantener el rango objetivo para la tasa de fondos federales de 0 a 1/4 por ciento y espera que sea apropiado mantener este rango objetivo hasta que las condiciones del mercado laboral hayan alcanzado niveles consistentes con el Comité”[2]

Así, el Comité de política monetaria de la FED nos informa de las debilidades de la recuperación estadounidense y la necesidad de sostener bajas las tasas de interés para activar la economía. Es una declaración en sintonía con el debate parlamentario estadounidense para un estímulo en asignaciones de recursos por 900.000 millones de dólares, con cheques por 600 y 700 dólares a personas en sus domicilios, como pagos de emergencia, ayuda por desempleo y asistencia por alquileres, ayuda a pago de nóminas de empleados a empresas con dificultades, además del financiamiento para el acceso a la vacunación. Es una gigantesca intervención estatal para intentar compensar el impacto social de una crisis de enorme magnitud en el marco de la incertidumbre que genera el cambio de gobierno en enero 2021. Por su parte, la Unión Europea aprobó un plan plurianual 2021-2027, donde destacan la “dramática crisis” para destinar 1,1 billones de dólares, a lo que se suma el Fondo Europeo de Desarrollo por 750 000 millones de euros. En conjunto, señala el Consejo europeo:

“…permitirá a la UE proporcionar una financiación sin precedentes de 1,8 billones de euros en los próximos años para apoyar la recuperación de la pandemia COVID-19 y las prioridades a largo plazo de la UE en diferentes políticas y áreas.”[3]

En rigor, no solo CEPAL, la FED o la UE manifiestan sus inquietudes sobre la situación actual. Todos los organismos internacionales, más allá de las especificidades llaman la atención sobre el momento. Es algo a tener en cuenta, incluso para leer entre líneas las propuestas que cada ámbito propone y quienes son en definitiva los sectores sociales y económicos a los que se apuntan para la sostenibilidad del orden social capitalista. En última instancia lo que se pretende es la vuelta a la “normalidad”, la que precisamente es la que nos trajo hasta acá. La normalidad capitalista es la que provoca la situación actual, de desaceleración de la economía antes del COVID19, agravada con la crisis sanitaria, la que, además, no es otra cosa que un fenómeno derivado del modelo productivo y de desarrollo del capital y el “capitaloceno” (el capital y no el ser humano es el responsable de la crisis ambiental y el cambio climático).

Mercantilización y debates por la soberanía

La normalidad de la mercantilización ampliada se expresa en estas horas con la inauguración de la cotización de los “derechos de uso del agua” en el mercado de futuros de California. Hace apenas una década, en 2010 que Naciones Unidas sanciono el derecho al agua como patrimonio de la humanidad. En plena crisis sanitaria y económica, con falencias y necesidades insatisfechas a varios niveles, la especulación alcanza a los bienes comunes, en este caso el agua. La disputa por el agua, para la vida de la humanidad y para usos económicos en la producción agrícola ganadera, en la minería y diversos usos, transforma el bien común y el derecho de la población al acceso en una mercancía que se negocia desde ahora en el mercado de futuros, que desde California pretenderá extenderse y universalizarse en desmedro de la mayoría sin acceso al agua. Asociado al tema está el trasvase de los cursos de agua al servicio del capital concentrado y sus negocios, en desmedro de las necesidades sociales de poblaciones enteras.

No solo es el agua, sino también la disputa por las tierras raras, el litio y cuantiosos materiales que integran el debate si son considerados mercancías o bienes comunes. Una u otra definición es lo que diferencia al capitalismo de otras formas de organización económica de la sociedad, que en las condiciones actuales necesita ser debatido en el ámbito mundial.

China será el único país con crecimiento este año, débil, por cierto, pero con una base para alejar el mayor impacto de una situación que golpea mundialmente. Es un país de gran demanda de bienes comunes, de los que hay abundancia en Nuestramérica, sin perjuicio de ser el principal productor de “tierras raras”, en competencia nafa menos que con EEUU. Es el piso para pensar en la recuperación china del 2021 en mejores condiciones para su avance en la disputa hegemónico de la producción mundial.

Pero vale el interrogante más allá de cualquier interés nacional, en el sentido de resolver la continuidad de la tendencia por a la mercantilización o transitar un rumbo diferente en el camino de la des-mercantilización y a favor de los valores de uso y el derecho y acceso social a los bienes comunes de la humanidad. La discusión tiene sentido por el peso de Nuestramérica y su potencial en bienes comunes que pretenden las grandes potencias de la economía mundial. Por eso hay que pensar la región latinoamericana y caribeña en este marco de tensiones globales.

La lucha por un orden soberano en nuestros países está al orden del día y Cuba es noticia por su intento, largamente postergado, de intentar soberanía monetaria. Desde el inicio del 2021 lanza su “ordenamiento monetario”, pretendiendo terminar con la doble moneda, la nacional y el dólar. Se propone Cuba des-dolarizar su economía, algo que logro el Estado Plurinacional de Bolivia durante la gestión de Evo Morales y que el golpe no pudo eliminar en un año. Es algo que Ecuador no pudo desandar bajo el gobierno de Correa y menos ahora, ni Venezuela que se debate en una encrucijada de un Bolívar atacado por el imperialismo y la especulación, tal como explicó en estas horas en un conversatorio la economista de Caracas Pasqualina Curcio. El video con abundante data sobre la realidad económica de Venezuela puede verse en: https://youtu.be/c-L1pYJtS-U

La economista venezolana se animó a desmitificar las falsas teorizaciones de liberales y monetaristas ortodoxos que asocian la elevada inflación a la emisión monetaria, sin explicar porque no suben los precios ante la gigantesca emisión en EEUU o en Europa. La elevada inflación ocurre en países donde la disputa política es fuerte, caso de Venezuela, de Irán o Turquía. Hemos sostenido en variadas ocasiones que la lupa en la Argentina debe orientare hacia la lucha de clases para entender el movimiento de los precios, justo ahora sobre fines del 2020 donde vuelve a recrudecer la marcación de precios, especialmente de los alimentos, afectando las condiciones de vida de la mayoría empobrecida del país. Para Venezuela está en primer lugar las sanciones unilaterales y el bloqueo desde EEUU. Claro que a esa presión del poder mundial deben sumarse los problemas internos de los países, pero lo central en la manipulación de los precios está en el accionar del poder que disputa la apropiación del ingreso y de la riqueza.

Ante las fiestas por el nuevo año vale la renovación de las expectativas, siempre que no quedemos atrapados en la lógica de la ganancia y si se pueda avanzar en planes que promuevan desarrollos soberanos y articulaciones de una integración no subordinada, alternativa, en contra de la tendencia a la mercantilización de la cotización de los derechos de uso del agua en California. No todo es ofensiva capitalista, precisamente porque el capitalismo es una relación social, en lucha, entre los que dominan y los dominados. Las expectativas siguen colocadas en la posibilidad de transformar la sociedad, lo que supone decisión para la acción política e ideológica en contra y más allá del capitalismo.

Buenos Aires, 19 de diciembre de 2020



[1] CEPAL. Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe, 2020, en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/46501/18/S2000881_es.pdf

[2] FED. Declaración del Comité de Política Monetaria del 16/12/2020, en: https://www.federalreserve.gov/newsevents/pressreleases/monetary20201216a.htm

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