Una “crisis sin precedentes” dice Georgieva

Comentando la decisión del FMI, que asigna 650.000 millones de dólares a distribuir entre los países miembros del organismo internacional, Kristalina Georgieva, su titular, señala: “Esta es una decisión histórica: la mayor asignación de DEG en la historia del FMI y una inyección de ánimo para la economía mundial en medio de una crisis sin precedentes.” Agrega que: “…ayudará a los países miembros más vulnerables que están luchando contra los estragos de la crisis provocada por la COVID-19”. Dos cuestiones resaltan en las afirmaciones de la jefa del FMI. Una de ellas remite al calificativo sobre la crisis en curso, evidenciado en la mayor emisión de Derechos Especiales de Giro (DEG), duplicando el stock asignado hacia la crisis del 2008/9, y la otra nos lleva a la afirmación de estar destinada al auxilio de los “miembros más vulnerables”, cuando la asignación de fondos opera sobre la Base de las cuotas de cada país miembro del Fondo. Se puede constatar que 7 países concentran el 45,16% del total, por lo que casi 300.000 millones de dólares de la emisión irán a fortalecer las reservas de EEUU, con el 16,5% del paquete de cuotas en el FMI, o a China (6,15%), Japón (6,09%), Alemania (5,32%), Francia (4,03%), Gran Bretaña (4,03%) e Italia (3,02%). La asignación de DEG consolida la desigualdad entre los países según su acumulado de poder global. La brecha entre los más poderosos, los países capitalistas desarrollados y los más atrasados y dependientes se agiganta con estas decisiones, aun cuando se las fundamenta con argumentos favorables a atender los requerimientos de los países más necesitados. Una consideración no menor es que son fondos para paliar la situación derivada de la crisis sanitaria y su impacto económico, sin embargo, al considerar casos como el de la Argentina, con el mayor endeudamiento con el FMI, por 45.000 millones de dólares (vencimientos hasta el 2023 y en proceso de negociación), su cuota le permite una asignación estimada en 4.350 millones de dólares, la que podrá ser afectada a cancelar vencimientos que operan desde septiembre del 2021 hasta fin de año por 3.822 millones de dólares, e incluso vencimientos del 2022. Los DEG datan de 1969, son un activo que complementa las Reservas Internacionales de los países miembros del FMI y su cotización expresaba el acuerdo a la salida de la segunda guerra mundial, por la paridad entre el dólar estadounidense y el oro. Con la ruptura de ese acuerdo en 1971, ante la inconvertibilidad del dólar declarada unilateralmente por EEUU, la paridad de los DEG se estableció sobre un conjunto de monedas, que luego de la crisis mundial del 2007/09 sumó a la moneda china, por lo que las cotizaciones de los DEG incluyen una canasta de 5 monedas de circulación mundial. Los DEG expresan un 41,73% en dólares estadounidenses, un 30,93% en euros, un 10,92% en yuan chino, un 8.33% en yenes japonés, un 8.09% en libras esterlinas británicas. Como se puede apreciar, la emisión de los DEG se asocia a momentos de manifestación de crisis globales, a fines de los 60, a comienzos de los 80, en el 2009 y ahora ante la emergencia agravada por el COVID19. La más que duplicación del stock pre existente de DEG, confirma el carácter de “crisis sin precedentes” enunciado por la titular del FMI. A fines de los 60 se planteó la crisis de rentabilidad del capital que llevó a la ofensiva liberal del monetarismo ortodoxo que se extendió desde el Cono Sur de América bajo la violencia de las dictaduras, y que en los 80 instalaron Gran Bretaña y EEUU, bajo los gobiernos de Thatcher y Reagan. Por ello, las emisiones de DEG son de 1969 y 1981. Con la crisis 2007-09 se habilitan nuevos tiempos de incertidumbre que3 el FMI intenta contener con la emisión de nuevos activos externos que fortalezcan las amenazas reservas de los países miembros. Cada crisis necesita mayor intervención de los Estados nacionales y de los organismos internacionales, caso del FMI. El problema es la salida de la crítica situación, lo que genera un debate entre quienes fundamentan una profundización de la liberalización de la economía mundial, y quienes sustentan algún nivel de reformas gestionadas desde los Estados, atemorizados por eventuales conflictos sociales, e incluso por el impacto destructivo del modelo productivo sobre la Naturaleza. Ese debate se procesa en los cónclaves mundiales e incluso al interior de los propios países en la definición de políticas nacionales. La irresolución de esa polémica agrega incertidumbre a la situación mundial, que se debate entre la continuidad o superación de la pandemia y sus efectos en la economía, los que parecen más duraderos que la previsión al inicio a comienzos del 2020. Claro que en ambos casos, profundizar la liberalización o abordar reformas paliativas, el tema se resuelve si opera la dinámica reproductiva de la inversión de capitales, la que viene ralentizada desde hace décadas en el sistema mundial, lo que lleva a cuestionar más profundamente la lógica económica del orden capitalista, promoviendo un debate que trasciende la coyuntura crítica y supone pensar en un orden socioeconómico superador de las relaciones monetarios mercantiles que dominan las relaciones sociales de producción contemporáneas. Es una cuestión escasamente instalada en el debate global. Buenos Aires, 3 de agosto de 2021

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