Falso dilema

La alarma provino desde Washington cuando Obama incluyó el “buy american” o “compre estadounidense” en el paquete de ayuda presentado al Parlamento. La corrección vino desde el Senado señalando que sólo se aplicaría si no entra en contradicción con “pactos internacionales existentes”, como los suscriptos en el seno de la OMC, adonde llegaron denuncias sobre el proteccionismo de la gran potencia. Hasta se oyó decir que los principales perjudicados serán los países en desarrollo, como si los favoreciera la situación contraria. Es curioso como tras años de ideología y propaganda por la libertad de mercado, con el despliegue de la crisis resurge el “nacionalismo” de las principales potencias. Las mismas que empujaron la inevitabilidad de la globalización, la apertura y la libertad para la circulación de mercancías, servicios y capitales. Ese discurso era simultáneo con subsidios a las producciones o exportaciones de sus productores. Haz lo que digo y no lo que hago es la conducta de Europa y Estados Unidos.


Son esos subsidios protectores los que obstaculizan la Ronda de Doha de la OMC. Más allá de diferencias manifestadas en el último tiempo entre Brasil y Argentina, ambos han sido activos animadores de la crítica al proteccionismo del primer mundo. Es justo reconocer también la discusión relativa al intercambio bilateral que obstruye proyectos de mayor articulación regional.

La crisis develó el misterio y el discurso por la liberalización devino en simple propaganda al estilo de aquella máxima de Goebbels: “Miente repetidamente que algo quedará”. El proyecto del libre mercado se estrella ante la realidad de una crisis sin límite.

Por eso sorprende verificar cuán profundamente caló la propuesta liberalizadora en el seno del Mercosur, si nos atenemos a los reclamos para que se cumpla el libre comercio en la región y se eliminen nuevas barreras proteccionistas.

Es común escuchar reclamos contra el proteccionismo emergente con medidas restrictivas al ingreso de importaciones; con políticas cambiarias no convergentes que suponen devaluaciones competitivas inconsultas; y con demandas de favorecer el comercio extra zona impulsando ventajas nacionales de los miembros del Mercosur en la escena mundial. ¡Qué lejos quedó la Cumbre de Mar del Plata y el rotundo no al debate del ALCA! La crisis también devela la profunda derrota ideológica del progresismo gobernante en la región, que piensa en términos de posibilidad el libre mercado entre el capital concentrado transnacional asociado a los principales estados capitalistas, con la producción local sostenida por estados con pretensión autónoma. Como si en tiempos de mundialización y pese a las medidas nacionalistas en proceso se pudiera alentar una perspectiva capitalista autónoma. El problema requiere de nuevas miradas, más allá del proteccionismo o el liberalismo capitalista.

Los ministros del G-7 recientemente reunidos en Roma también se pronuncian por el libre mercado y contra el proteccionismo. Es la posición que lideró la reunión del G-20 en Washington en noviembre pasado y la que orientará las decisiones del próximo cónclave en Londres para el 2 de abril. Suena contradictorio, pero los mismos países que enfrentan la crisis con medidas nacionalistas y proteccionistas continúan levantando la voz por el librecambio. En rigor, cada quien atiende su juego, aplicando medidas de protección local y formulando votos por la libertad de mercado. Es tiempo de pensar alternativamente, recordando que ningún país evolucionó como gran potencia capitalista sino desde la protección de su producción local. La liberalización comercial sólo avanzó, incluso parcialmente, una vez afianzado el poderío global del país y la producción en cuestión.

El problema pasa por asumir que el carácter de la crisis no se reduce a una cuestión de ciclo económico, ni sólo se trata de una crisis financiera, comercial o económica. Es una crisis sistémica del capitalismo y por lo tanto requiere se habilite un debate más allá de una lógica de superación de la crisis que pretende agotarse en la recreación de las condiciones para la acumulación y la dominación del capital sobre el trabajo y el conjunto de la naturaleza. Si esa es la discusión, entonces debe irse más allá del debate proteccionismo o liberalización y sostener propuestas de modificación del modelo de producción y circulación a escala nacional, regional y mundial.

Existen quienes sostienen la necesidad de una nueva arquitectura financiera y reglas transparentes para el comercio internacional, obviando que el nudo central es el modelo de producción y sus premisas relativas a quién, qué y para quién se produce. Un régimen basado en la cooperación productiva para satisfacer necesidades sociales insatisfechas, cuidadosos del medio ambiente y sustentando la soberanía alimentaria y energética puede habilitar otro tipo de discusión, desafiando el límite sistémico del debate entre proteccionismo y aperturismo.

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