Dos años de Milei para una reaccionaria transformación
Muchos incrédulos decían que en Argentina jamás llegaría por vía electoral un proyecto de derecha, que ello era propio de las dictaduras, lo que aconteció entre 1930 y el golpe genocida de 1976/83.
Los gobiernos constitucionales desde 1916 recogían la tradición “reformista”, cuando esa palabra significaba “progreso”, en el sentido de “reforma agraria, universitaria o tributaria”.
Bueno, en los 90 se resignificó la categoría y la “reforma del Estado” supuso un conjunto de reaccionarias iniciativas, extendida a otras regresivas transformaciones, previsional, educativa, sanitaria.
Todas con el sello de las “privatizaciones” y el impulso al capital privado.
En rigor, el cambio de sentido en la palabra “reforma” está asociado a cambios culturales derivados de aquellos estructurales promovidos en el capitalismo contemporáneo, local y global.
La ofensiva del capital del último medio siglo, en contra del trabajo, era acompañada de una manipulación del consenso, favoreciendo una dinámica de individualismo exacerbado, de sálvese quien pueda, a contramano de una lógica histórica de promoción de la solidaridad social, carácter hegemónico de la política socialmente asumida.
Sorpresas de la política para transformaciones regresivas
En 2007 se produjo la primera sorpresa, con el triunfo de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires, quien llegó a la presidencia en 2015. El retorno del peronismo-kirchnerismo al gobierno en 2019 pareció un retorno a la normalidad de los procesos constitucionales.
Pero 2023 nos mostró la nueva normalidad. La derecha con un programa reaccionario podía lograr consenso electoral.
Como dijimos, muchos siguieron pensando que eso no duraría y, sin embargo, la elección de medio término en octubre 2025 volvió a sorprender.
Es cierto que la “ayuda” del FMI y de EEUU contribuyó al fenómeno, pero al mismo tiempo destaca aspectos de una nueva normalidad en tiempos constitucionales, convocando a revisar la respuesta política e ideológica para confrontar con la estrategia del poder económico, local y mundial.
Con el triunfo del medio término se viene la profundización del ajuste y la reaccionaria reestructuración, especialmente en lo relativo a la relación entre el capital y el trabajo.
El ajuste continuará, porque crecerá la necesidad de cancelar intereses crecientes de la deuda pública.
Además, mientras se mantenga la tendencia recesiva de la producción en curso, la crisis fiscal por baja de la recaudación se profundizará, demandando más deuda.
La “solución” de Milei y Caputo es el mayor endeudamiento, a tasas elevadas, tal como acaba de ocurrir con un préstamo en el mercado local por 1.000 millones de dólares.
El gobierno destaca de manera manipuladora que es el comienzo del acceso al mercado externo de capitales, cuando se trata de un ensayo para auscultar las posibilidades de acudir al financiamiento externo privado.
Todo es ensayo y error en el gobierno, condimentado con una inmensa asistencia del FMI y de Trump, la que resulta difícil de imaginar que tenga algún limite. Claro que pesa la incertidumbre del medio término estadounidense en 2026.
El tiempo apremia y por eso hay que hacer todo lo que se pueda ya mismo, lo que se evidencia en la convocatoria a extraordinarias para aprobar un presupuesto de ajuste y las reformas estructurales que demandan los capitales más concentrados, especialmente en la “contrarreforma laboral” y otras en materia tributaria, educativa y penal, para luego encarar la previsional.
La política, o sea, el consenso electoral juega a favor del gobierno Milei, que imagina transformar a la Patagonia en el Dubái contemporáneo. En el sur del país están los recursos que el capital trasnacional demanda en tiempos de innovación tecnológica, especialmente la Inteligencia Artificial (IA).
De ahí las expectativas en radicación de inversiones externas para instalar Centros de Datos en el frío patagónico y su abundante provisión de agua y de energía.
Disciplinar al movimiento popular…¿podrán?
Esos capitales piden garantías jurídicas para radicar sus inversiones.
No les alcanza con los avances legislativos, sea por Decreto o por leyes, caso de la ley de Bases o el RIGI en su interior.
Demandan “seguridad jurídica” para sus inversiones y disposición de excedentes para remitirlos fuera del país en función de la lógica global de acumulación de las transnacionales.
La voz que unifica al gran capital supone la derrota estratégica del movimiento de trabajadores.
Es lucha de clases, en uno de los países que contiene una de las mayores tradiciones de organización y lucha del movimiento obrero, no solo en su versión “sindical”, sino también “territorial”.
La antesala del presente fue el protocolo anti piquetes y la represión para instalar una lógica reaccionaria de reestructuración legal que el gobierno se propone para estos dos años de gestión.
Pretenden llegar con el campo despejado de incertidumbre política y jurídica a la renovación presidencial de 2027.
La discusión está en la oposición política, que demanda mayor densidad social movilizada y organizada para darle perspectiva a una estrategia de confrontación con posibilidades de disputar gobierno y poder.
Es algo que no se puede hacer desde las tradiciones políticas de otro tiempo del régimen del capital local.
La crisis política, o de representación, impacta también en las organizaciones populares.
Es que, si hubo cambios estructurales en el tiempo constitucional abierto en 1983, que viabilizaron el arribo de las derechas con consenso electoral, reorganizando el espacio político en el país, entonces, la reorganización política del movimiento popular y las clases subalternas demanda creatividad e iniciativa para parir nuevas respuestas políticas e ideológicas.
¿Alcanza con la renovación en la cúpula de la CGT y su convocatoria a movilizar en contra de la reforma laboral?
¿Es suficiente la crítica de un amplio espacio combativo a las centrales sindicales y sus manifestaciones críticas a la política oficial y de sus cómplices?
Hacen falta más iniciativas de organización y lucha, las que deberán mostrarse con capacidad de intervenir en la disputa por el presente y el futuro de la Argentina.
Buenos Aires, 13 de diciembre de 2025
Milei y Trump constituyen una sociedad tóxica (Nota publicada en ALAI, en: https://www.alai.info/wp-content/uploads/2025/12/ALenMovimiento_558_diciembre2025_.pdf
Los presidentes de Argentina y EE.UU. expresan la embestida política de la ultraderecha, como parte de una ofensiva del capital ante la agravada crisis capitalista luego del 2007/09 y de la pandemia en el 2020.
Un poco de historia
El capitalismo busca un nuevo rumbo en la reorganización emergente luego de cada crisis mundial. Al final del siglo XIX, la tendencia a la monopolización del régimen del capital y la dominación imperialista clausuraron una larga trayectoria de la producción y circulación capitalista orientada bajo la máxima de la libre competencia. Se abrió un espacio de disputa inter-imperialista visibilizado en la 1era. Guerra Mundial, al tiempo que la revolución rusa instalaba un novedoso horizonte de organización alternativa al régimen del capital. El horizonte socialista aparecía en escena y animaba la lucha contra el orden vigente. El nuevo tiempo de organización socioeconómica tuvo límites en la nueva crisis mundial (1929/32) que desafió a la reorganización del sistema en conjunto, hecho acaecido al final de la Segunda Guerra con el surgimiento del orden bipolar, entre socialismo y capitalismo.
La disputa motivó un tiempo “reformista” de las relaciones económico - sociales permitiendo una época de enorme crecimiento económico y la satisfacción, relativa, de las demandas de ingresos del capital, así como de la fuerza laboral. Remitimos al llamado Estado de Bienestar keynesiano en el capitalismo y, a la economía planificada en los países que abrazaron el horizonte socialista.
El límite a ese orden fue la crisis de rentabilidad del capital hacia fines de los ´60 y comienzos de los ´70 del Siglo pasado, motivando una fuerte iniciativa política del capital para desarmar el orden benefactor, en una cruzada que se sostiene hasta el presente como ofensiva del capital en contra del trabajo, de la naturaleza y de la sociedad. La concepción “neoliberal” emergió como la nueva música y letra de organización de las relaciones económicas y sociales. Se imponía la liberalización de la economía, recreando la antigua concepción del libre cambio, la libre competencia o el libre comercio. La mundialización y las Cadenas Globales de Valorización desarrollaron su apogeo por cuatro décadas entre 1980 y 2020, entre el inicio de la crisis del socialismo real en el este de Europa y la pandemia del coronavirus.
Este momento de crisis en la tercera década del siglo XXI, que se prolonga, es caracterizada de manera reiterada por los organismos internacionales como de “incertidumbres” crecientes. Se trata de un capitalismo ralentizado en su capacidad de invertir, de producir y expandir la lógica del capital, por lo que demanda mayor audacia de los líderes del capitalismo mundial para superar este momento de límites de época a la expansión capitalista. En ese marco pueden entenderse los propósitos de Milei y de Trump.
Una “sociedad tóxica”
Milei y Trump son manifestación de esa demanda de época para intentar superar los problemas actuales del orden mundial capitalista. Constituyen una “sociedad tóxica” para la humanidad y la naturaleza. Ambos son negadores del cambio climático y de la agenda en contra de la destrucción del medio ambiente, al mismo tiempo que son sustento político ideológico de la agresión del Estado de Israel sobre el pueblo de Palestina.
Milei se asume “liberal libertario”, enemigo jurado del Estado y defensor a ultranza de la iniciativa privada. Se basa en un supuesto programa que sustenta con apoyo electoral en 2023 y 2025, con pretensión de proyectarse para otro periodo de gestión en Argentina (2027-2031), totalizando 8 años al comando de una experiencia de profundo ajuste fiscal y social, con regresivas reestructuraciones de las relaciones económico sociales.
Para Trump, expresión de una parte del capital concentrado, se trata de recomponer el papel deteriorado de EE.UU. en el liderazgo del orden mundial, al tiempo que restablecer el ciclo de producción y circulación del capital en su territorio, una demanda de millones de afectados por la exportación de capitales promovidas por la liberalización económica desde los ´80 y la restauración conservadora liderada por Ronald Reagan.
Ambos se necesitan y el argentino marca un camino funcional a los intereses de política exterior estadounidense en este tiempo y por eso recibe la “asistencia financiera” necesaria para su reaccionaria política.
¿Cómo salir de la crisis?
En los 60/70 se “salió” con la violencia del terrorismo de Estado y las experiencias de las dictaduras militares del Cono Sur de América, ensayos que luego se replicaron en el Norte, especialmente desde Gran Bretaña y EE.UU., con Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Fue el inicio de un desarme de los derechos sociales institucionalizados, especialmente expresados en la relación capital trabajo; en la nueva función de los Estados, más aún con el derrumbe del socialismo en el Este de Europa desde los 80/90 y, su impacto en el imaginario social global; como también, en las relaciones internacionales vía tratados de libre comercio (TLC) o en defensa de las inversiones en tiempos de internacionalización de la producción y transnacionalización del capital.
Se generalizaron las protestas en contra de la liberalización de la economía a comienzos del siglo XXI, animando experiencias críticas a la ofensiva “neoliberal” del capitalismo, con visibilidad destacada en el territorio latinoamericano y caribeño, generando expectativas en todo el planeta.
Un problema a profundizar es la agenda asumida por estos gobiernos “progresistas” en la región, que, desde la crítica al orden liberalizador, no lograron (no se lo propusieron) superar al orden capitalista y habilitaron una respuesta más agresiva liderada por la ultraderecha.
Milei es una réplica agravada de la respuesta del ensayo chileno de 1973, con los mismos referentes de entonces, la Escuela austríaca de Mises y Hayek, junto a la de Chicago y la de Friedman, más allá de cualquier matiz entre ellos. En Chile, el ensayo fue con la violencia del terror militar y ahora, en Argentina, consensuada electoralmente. Este consenso electoral anima la experiencia liberal libertaria con pretensión de exportación como “modelo” a ser asumido en todo el planeta.
Milei parte de que el problema del capitalismo es no asumir en su integralidad el supuesto del libre mercado, la iniciativa y el interés privado de los individuos. El individualismo exacerbado y por tanto, su prédica es no sólo en contra del socialismo y el marxismo, sino contra el keynesianismo y la tradición neoclásica, contra la heterodoxia y la ortodoxia de la tradición intelectual de la Economía Política desde el inicio. Sostiene que hay que escribir nuevamente la teoría económica y sustentando un “liberalismo” propio, casi pre-liberal, sustenta un planteo en contra del Estado (liberal). Es una situación que lo coloca como un avanzado en la recreación del capitalismo en contra de toda concepción crítica alternativa. Incluso va más allá y su crítica es a todo planteo reformista o de búsqueda de consenso vía conciliación de clases. Es un convencido de su “misión” histórica, que lo lleva a predicar en los principales ámbitos del debate mundial, de Davos a los cónclaves de la ultraderecha en EE.UU. o en Europa.
Trump tiene a Milei como socio privilegiado en la región latinoamericana y caribeña, ya que su prédica y consenso local se proyecta como imagen sobre otras realidades de la disputa política en el espacio territorial que EE.UU. considera propio. El éxito en votos logrado por el libertario en Argentina se proyecta de manera inmediata sobre la coyuntura electoral en Chile, Colombia o Brasil. La estrategia es consolidar peso regional estadounidense para las batallas irresueltas en la disputa con China y el entramado de alianzas económicas, políticas y diplomáticas surgidas desde Beiging y que se definen por el multilateralismo (BRICS+), contrarrestando el intento unipolar de tomas de decisiones según el sistema mundial a la caída de la bipolaridad en 1991.
Eso explica la decisión del Tesoro de EE.UU. por volcar dólares (2.000 millones de dólares) en el mercado cambiario argentino en momentos que el poder local vendía los pesos a cambio de divisas. Scott Bessent (Secretario del Tesoro de EEUU.) explicaría a la prensa de su país que fue un “negocio”, y en efecto lo fue, ya que EE.UU. recuperó los dólares con una ganancia estimada del 10% por una operación de días. El tema era que previo al acto electoral de medio término en octubre 2025, el deterioro público de la gestión Milei era importante, agobiado por casos de corrupción y vinculación de sectores del gobierno con el narcotráfico y el delito en general, agravado por la tendencia recesiva, la caída del consumo popular, el desempleo y la baja de salarios y jubilaciones, corriendo por detrás de los precios aun con tendencia a la baja de la inflación. Más aún, la gestión Trump avaló el préstamo del FMI por 20.000 millones de dólares en abril del 2025, ya que Argentina, sin la asistencia del FMI y del Tesoro estadounidense, estaba encerrada en un callejón sin salida hacia un nuevo default. En estas horas se gestiona un préstamo por 5.000 millones de dólares con la banca estadounidense para hacer frente a vencimientos por montos similares en enero próximo.
Dependencia y subordinación desde la complementariedad
Milei y Trump son parte de una estrategia en curso, de complementación, para retomar un rumbo de acumulación capitalista mundial en crisis. Es una tesis que diferencia la tradicional referencia al carácter no complementario de ambas economías.
No sólo se trata de mayor dependencia de la Argentina hacia EE.UU., sino de una complementariedad en la dinámica de acumulación de capitales globales. EE.UU. necesita de los bienes comunes de Argentina, especialmente en la Patagonia, zona de frío y abundancia de agua y energía -no sólo hidrocarburos no convencionales-, sino para la producción de uranio y energía nuclear en el marco de la digitalización económica en curso. Argentina tiene en el yacimiento “Vaca Muerta” reservas comprobadas que la posicionan como segunda reserva mundial de gas y cuarta de petróleo no convencional; además de una dilatada experiencia en desarrollos de energía nuclear, donde Milei dispuso ofrecer al mercado mundial la privatización de la empresa Nucleoeléctrica.
La estrategia del gobierno libertario es transformar el orden económico local, a contramano de una estrategia industrial, subordinada y dependiente, que se remonta a fines del siglo XIX y que hasta mediados del siglo XX posicionaba a la Argentina a la cabeza de la acumulación capitalista en la región. La lógica de política económica “neoliberal” transformó al país y a toda la región en una dinámica primaria exportadora (en el sur) o de ensamblaje (en el norte), en una perspectiva que se agrava en el presente para reconfigurar al país como receptor de inversiones externas en el nuevo núcleo de acumulación: agro-negocio de exportación, energía y minería para el mercado mundial, sustentado por una inserción subordinada en lo financiero (fuerte endeudamiento público) y en las nuevas tecnologías funcionales a la digitalización. Se apunta a un empresariado local de servicios para atender las necesidades de inversores extranjeros.
EE.UU. necesita que este modelo de acumulación funcione con consenso electoral, pese a las regresivas consecuencias sociales que supone en materia de ingresos populares, empleo y precariedad laboral. Por eso se sustenta financieramente desde Washington un proyecto político que junto al ajuste y austeridad fiscal promueve las regresivas reformas laborales, previsionales, tributarias y penales (condiciones para mayor represión social). El descrédito de las propuestas políticas tradicionales en Argentina, genera las condiciones de posibilidad de ese consenso electoral reaccionario liderado por Javier Milei.
La compleja situación en EE.UU. y su debilitamiento en el sistema mundial lleva a Trump a una agresiva política interna y global, la que se sustenta afirmando su “patio trasero” para la disputa por la hegemonía global. En ese camino, el agravamiento del bloqueo sobre Cuba, la amenaza militar directa sobre Venezuela y política-diplomática sobre Colombia, más las sanciones unilaterales a quien intente confrontar la política exterior definida desde Washington, constituyen la lógica de apoyar a sus socios más fieles. Recordemos que el apoyo de Milei a Trump fue previo a su elección, mostrando subordinación y lealtad al propósito hegemonista de EE.UU. y MAGA.
El objetivo común de los mandatarios de Argentina y de EE.UU. por superar la crisis capitalista con mayor énfasis productivo y depredador a pesar de la crisis ambiental, los asocia tóxicamente en un proyecto civilizatorio destructor de humanidad y de naturaleza, en tanto negadores de la devastación promovida por el productivismo. Ello supone un desafío gigantesco para la crítica política y teórica que confluya en la conformación de alternativas en contra y más allá del capitalismo.
Buenos Aires, 25 de noviembre de 2025
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