En variadas ocasiones escucho decir, o leo, que el “neoliberalismo” ha fracasado, y creo entender lo que se pretende trasmitir, especialmente cuando el que emite la opinión orienta sus conclusiones a la denuncia del impacto socio económico regresivo. Pero, inmediatamente me surge la necesidad de explicar que las políticas económicas hegemónicas, llamadas neoliberales (no son nuevas ni liberales), no se proponen un objetivo de progresividad económica en la sociedad, sino exacerbar el objetivo de la ganancia. De hecho, se puede discutir si alguna vez la progresividad fue el objetivo de las políticas públicas del orden capitalista, cuando solo producto de las luchas de los sectores subalternos se le arrancaron temporalmente ingresos al capital.
Con las políticas keynesianas, entre 1930 y
1980, la “progresividad” está asociada a la máxima acumulación de poder popular
en el ámbito mundial, revolución rusa mediante y bipolaridad sistémica desde
1945 entre el socialismo y el capitalismo (se piense lo que se piense sobre lo
que aconteció en la URSS hasta su debacle en 1991), lo que contrarrestó la
ofensiva del capital. Se trata de un momento a la defensiva de la iniciativa
política del capital, cuyo punto más elevado y último, para lanzar la
contraofensiva, es la derrota estadounidense en Vietnam entre 1973 y 1975,
fecha coincidente con la experiencia monetarista liberalizadora del terrorismo
de Estado en Sudamérica, origen de la ofensiva capitalista en ascenso hasta la situación
actual.
Nunca ha sido la “progresividad” el objetivo de
la política económica en el orden capitalista. El objetivo histórico apunta a
la producción de valor y plusvalor, de ganancia y acumulación, de valorización
del capital invertido para una acumulación ampliada que asegure la dominación
del capital sobre la sociedad en su conjunto.
Claro que el capitalismo es una relación social
sustentada en la explotación de la fuerza de trabajo y en el saqueo de la
naturaleza, por lo que demanda consenso social para sus propósitos. Ese
consenso le resulta negado y contrarrestada con formas de organización social
que luchan por el logro de mejores condiciones de vida, sea en la lucha
sindical, ambiental o contra el patriarcalismo. Esas y otras formas de
confrontación con el “orden” del régimen del capital restan “poder” al objetivo
de la ganancia, la acumulación y la dominación. Solo bajo esas condiciones de
resistencia social es que las políticas de los Estados capitalistas promueven
concesiones de contenido progresivo.
Dicho de otro modo, la política pública en el
capitalismo pretende resolver la demanda esencial del orden social, con
consenso extendido en que el capitalismo es el único modo de resolver la
satisfacción de necesidades hasta dónde ello es posible. Por lo que el ascenso
de la protesta social organizada contribuye a la preeminencia de políticas de
distribución del ingreso, y en ciertas condiciones de acumulación de fuerzas de
poder popular, a la distribución de la riqueza.
Resulta elocuente en este sentido el último
informe del Credit Suisse sobre la riqueza global.[2]
En un 2020 de pandemia, lockdown (cierre de
empresas) e impacto recesivo en la producción mundial, tras un primer impacto
de retroceso en la generación y apropiación de riqueza desde enero hasta mayo,
la recuperación desde junio genera una desigualdad acrecentada de la
apropiación personal de la riqueza, altamente concentrada. Se destaca en el
Informe, en la página 17 que:
“Las diferencias de riqueza entre
adultos se ampliaron en 2020 para el mundo…en la mayoría de los países.”
“El número global de millonarios se
expandió en 5,2 millones para llegar a 56,1 millones…para pertenecer al 1% más
rico del mundo. El grupo de alto patrimonio neto (UHNW) agregó un 24% más de
miembros, el más alto tasa de aumento desde 2003.”
La gráfica de la pirámide de la riqueza es
elocuente, en donde el 1,1% de la población adulta del mundo, unos 56 millones
de personas, cada uno con más de 1 millón de dólares se apropian de 191,6
trillones de dólares, el 45,8% de la riqueza total acumulada hacia el 2020, año
de la pandemia.
En la escala siguiente, los que acumulan
riqueza entre 100.000 dólares y 1 millón, son casi 583 millones de adultos, el
11,1% del total, acumulan 163,9 trillones de dólares, un 39,1% de la riqueza
total. Entre ambas categorías suman 639 millones de personas adultas que
concentran el 12,1% de la población y el 84,9% de la riqueza. En la base de la pirámide, 2.879 millones de
personas adultas, el 55% del total, con menos de 10.000 dólares se apropia del
1,3% de la riqueza.
¿Fracasa el neoliberalismo o estas referencias
especifican la realidad de un orden social de privilegio a la concentración del
ingreso y de la riqueza en pocas manos?
Mientras el 1,1% de la población adulta
concentra el 45,8% de la riqueza socialmente generada, el 55% apenas se apropia
del 1,3%. Algo así como que 56 millones de personas apropian el equivalente de
casi 2.900 millones de personas.
Esta pirámide expresa la situación actual del
orden capitalista, que recrea las condiciones de funcionamiento para la
valorización de los capitales y la dominación social.
La discusión es si se puede disputar el sentido
común del orden social necesario para construir otro sistema de relaciones
económico sociales sin explotación, ni patriarcalismo y saqueo de bienes
comunes para atender las más amplias necesidades de la población mundial.
Buenos Aires, 26 de junio
de 2021
[1] Doctor en Ciencias Sociales
de la UBA. Profesor Titular de Economía Política de la UNR. Integra la Junta
Directiva de la Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Economía Política y
Pensamiento Crítico, SEPLA.
[2] Credit Suisse. Informe de
riqueza global 2021, en: https://www.credit-suisse.com/about-us/en/reports-research/global-wealth-report.html
1 comentario:
Claro como siempre, compañero Julio, siempre nos aportas bases para el debate con los compañeros
Publicar un comentario