La
corriente principal en economía pugna a favor del “mercado” y en contra del “Estado”,
lo que forma parte de un discurso ideológico que enaltece uno de los términos y
denigra el otro. Siempre sostuvimos que ambas categorías constituyen relaciones
sociales y, por ende, en cada caso siempre existen beneficiarios y
perjudicados. El “mercado” supone vendedores y compradores. Aquellos pretenden
el máximo precio en la relación de intercambio y, éstos, el menor precio posible.
La relación de intercambio es contradictoria, por lo tanto, dejar actuar al “mercado”
supone definir a favor del mejor posicionado en la relación bilateral. Ocurre
lo mismo con la “intervención estatal”. Durante el gobierno Macri (2015-2019),
se actualizaron las tarifas a valores exorbitantes, favoreciendo la demanda de
ingresos de las empresas que gestionan los servicios públicos privatizados.
Cuando el Estado define actualizaciones de jubilados y jubiladas y por debajo
de la inflación, favorece el ajuste público demandado por el poder.
La
política pública no es autónoma de beneficiarios y perjudicados. Por eso es que
debemos discutir la orientación hacia el “mercado” o hacia el “estado” desde el
punto de vista de quienes se benefician y quienes se perjudican. Por las dudas insistiremos
en que aludimos al “mercado” y al “estado” en el capitalismo, por lo que no
resulta difícil deducir que se trata de orientaciones en favor de la lógica del
capital, que privilegia la ganancia y la acumulación. No solo se trata de lo
que ocurre en el país, sino que es un tema generalizado s escala mundial,
incluso en la capacidad de acción de los propios Estados nacionales. Un informe
de la ONU de comienzos del 2021 señala:
“El gasto en medidas de estímulo
por habitante en los países desarrollados ha sido casi 580 veces mayor que en
los países menos desarrollados, a pesar de que los ingresos medios per cápita
de los países desarrollados sea solo 30 veces mayor que en los países menos
desarrollados.” A continuación, agrega:
“Además, la financiación de estas medidas de estímulo ha implicado el mayor
préstamo que se ha solicitado en tiempos de paz, lo que ha aumentado la deuda
global un 15 %. Este aumento masivo de la deuda supondrá una carga excesiva
para las generaciones futuras…” [1]
Son
dos cuestiones de gran interés. La primera, es que más allá del discurso
relativo a la no intervención estatal, los principales países del capitalismo
mundial tienen una capacidad de intervención muy superior a los países menos desarrollados
e intervinieron para “salvaguardar” los intereses del capital. La otra cuestión
alude al endeudamiento y la “carga fiscal” en los próximos años, lo que supone
perspectivas de ajuste fiscal en perjuicio del gasto social. Es más, en el mismo
informe se dice:
“…el devastador impacto socioeconómico
causado por la pandemia de la COVID-19 será tangible durante muchos años, a
menos que se lleven a cabo inversiones estratégicas en los ámbitos de la
economía, la sociedad y la resiliencia climática”.
La
cita interesa para pensar y discutir quien define esas inversiones, sus
destinos y los beneficiarios, algo muy discutible si vemos el deterioro resultante
sobre la mayoría social empobrecida en las últimas décadas de liberalización
económica, la que está asociada a la ortodoxia de la corriente principal en el
pensamiento económico. Vale insistir en que el Estado con su política define el
volumen del gasto y su orientación, pero también el sentido de las inversiones
y, por ende, a quien beneficiar, e incluso, en desmedro de quien. Una cuestión especial
a discutir deviene del apoyo de la política monetaria y fiscal de los
principales países capitalistas, las que actúan en defensa del mercado
financiero y la especulación. Al respecto, en el FMI se sostiene que:
“a pesar de la persistente
incertidumbre en torno a las perspectivas económicas, parece que los
inversionistas mantienen su confianza en las perspectivas de crecimiento para
2021, defendiendo que el mantenimiento de las políticas de apoyo compensará
cualquier posible desengaño a corto plazo. La desconexión entre los mercados
financieros y la economía, de la cual tanto se ha hablado, persiste. A pesar
del reciente incremento de las tasas de interés a largo plazo en Estados
Unidos, los participantes en el mercado se remiten a las expectativas de tasas
muy reducidas en los próximos años y las revisiones al alza de las previsiones
de beneficios después de que se anunciasen las vacunas para justificar el
repunte de los mercados”.[2]
Parece
increíble, pero es real, en el marco de las incertidumbres sanitarias y económicas
y sus impactos regresivos en pobreza, desempleo y caída de los ingresos
populares, los inversionistas especulativos confían en que las políticas públicas
sostendrán sus expectativas de ganancias. Es que la concreta intervención
estatal de este tiempo sostiene y promueve la dinámica actual del capitalismo
en el aliento al capital ficticio y su lógica especulativa.
El
Estado siempre interviene y lo que interesa es discutir a favor de quien, por lo
que debe poner en debate el carácter del Estado. En ese sentido venimos insistiendo
en construir fuerza política ampliamente sustentada para desarrollar un “estado
de transición”, desde la sociedad actual a otra donde el beneficio sea para la
mayoría hoy perjudicada. Eso es el anticapitalismo, ya que la lógica ahora
imperante, más allá de cualquier discurso en a favor del orden capitalista. No
alcanza con discursos. Lo que hace falta es modificar la correlación de fuerzas
en lo político, cultural y social para avanzar en un consenso social para la transición
del capitalismo a una sociedad en beneficio de las mayorías empobrecidas. Esa
transición debe partir por una tendencia a la des-mercantilización y a la satisfacción
de los derechos sociales, de alimentación, educación, salud, entre muchos que
hacen a la vida cotidiana en nuestro tiempo.
No
se trata del Estado contra el Mercado, sino de otro Estado para otras
relaciones sociales, incluso mercantiles, sustentadas en la solidaridad y la
cooperación para la satisfacción de los derechos sociales y en un marco de
respeto al orden natural.
Buenos Aires, 7 de marzo de 2021
[1] Naciones Unidas. Situación y
perspectivas de la economía mundial 2021, 25 de enero de 2021, en: https://www.un.org/development/desa/dpad/publication/world-economic-situation-and-prospects-2021/
[2] FMI. Actualización del
Informe sobre la estabilidad financiera mundial, enero 2021; en: file:///C:/Users/jcgam/Downloads/texts%20(2).PDF
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