Represión y manipulación ideológica para legitimar el programa económico


Las clases dominantes en la Argentina estaban siendo desafiadas por el poder de los trabajadores organizados entre fines de los años 60´ y comienzos de los 70´, con impacto directo en la disminución de la tasa de ganancia. Era un cuadro que en definitiva afectaba la acumulación y la dominación social. Al ponerse en cuestión el régimen del capital, en 1976 se recuperó el objetivo incumplido del golpe del 66: reestructurar el orden económico para restablecer rentabilidad del capital más concentrado. La meta suponía eliminar la resistencia y organización de los trabajadores para “liberar” a las patronales de la “rigidez” de las condiciones laborales establecidas tras décadas de reclamos y luchas de los trabajadores. Pero también convencer a la sociedad que la propuesta del poder era la “necesaria” para toda la sociedad.
Es conocido el accionar represivo directo de la dictadura sobre los partidos políticos, las organizaciones sindicales y especialmente sobre una parte importante del activo militante, especialmente entre los trabajadores. Del mismo modo se conoce la complicidad empresarial para ese fin. Se apuntaba a reformular el corazón de la sociedad civil capitalista, la relación entre el capital y el trabajo. Con toda la ferocidad y violencia que supone el ejercicio del terrorismo, ello no alcanzaba para la obtención del logro deseado. Se impuso entonces la incorporación de la acción psicológica utilizando a los medios masivos de comunicación.
Se inició así una intensa campaña ideológica propagandística para instalar un sentido común favorable a las ideas del poder. Así, el plan económico desarrolló una estrategia comunicacional tendiente a la búsqueda de consensos. La campaña incluía una inducción del consumo de bienes importados, que facilitó un proceso desindustrialización con sus secuelas de desempleo. La apertura económica se ofreció como modernización, aún a costa del deterioro de la calidad de vida de millones de argentinos. La especulación se sostuvo con acuerdo de sectores medios endulzados por tasas de interés positivas y tour de compras en los países vecinos, como del turismo subsidiado por el tipo de cambio. El consenso se compró y se manipuló con el accionar de los medios y periodistas emblemáticos de esos tiempos, entre los que puede encontrarse a las principales plumas de Clarín y La Nación,  transformados en argumentadores del programa del poder económico.