La
situación es grave en todo el mundo, sí, pero más aún entre nosotres. Si
hablamos de recesión, la caída según el FMI fue en 2020 del -3,5%, pero América
Latina y el Caribe cayó el -7,4%. La Argentina acumula, según el INDEC, un
-10,6% de baja de la actividad económica entre enero y noviembre del 2020, y
puede llegar al -12%, un guarismo levemente superior a la debacle del 2001.
No
hay dudas que la tendencia es peor para la Argentina que para el promedio de la
región, y en ésta, el impacto es mayor que para el promedio mundial.
Un
tema para adicionar en cuestiones socio-económicas es que los organismos
internacionales confirman que es Nuestramérica la región más desigual del
planeta, no la más pobre, pero si donde la distancia entre los pocos más ricos
y los muchos pobres es mayor.
Además,
la conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNCTAD), destaca en un
informe a junio del 2020 la caída de las Inversiones Externas Directas para
todo el mundo desde el 2015, agudizado en 2020 por efecto de la pandemia. En el
mismo sentido, la CEPAL destaca que desde 2011 la región salió del radar de los
inversores productivos globales, con escasas excepciones asociadas al saqueo de
los bienes comunes. La salida de la Ford de Brasil así lo confirma.
La
región solo atrae inversiones especulativas, de corto plazo, y con el propósito
de extraer bienes comunes y el excedente generado socialmente en el país. Es la
renta del suelo, petrolera, minera, financiera, la principal fuente de ingresos
del capital en nuestros días.
En
materia de pandemia la situación es grave en todo el mundo, con casi 102
millones de contagios y 2.200.000 muertes. Especialmente delicada es la
situación en EEUU y en Europa, sí, pero 6 países de la región latinoamericana, figuran
entre los 24 más afectados. En orden por contagios: Brasil, Colombia, Argentina,
México, Perú, Chile. Por muertes: Brasil, México, Colombia, Argentina, Perú y
Chile. Los seis, concentran unos 17 millones de contagios y 550.000 muertes. Nuestramérica
concentra casi el 9% de la población mundial y registra el 17% de los contagios
junto al 25% de las muertes. Estamos mal y la magia de las vacunas parece
postergarse y encarecerse.
No
hay duda que la emergencia sanitaria golpea en el ámbito mundial, pero con
fuerza en la región, territorio de abandono de políticas públicas de salud a la
salida de la crisis mundial de los 70, agudizada con las hegemónicas políticas económicas
inspiradas en el Consenso de Washington de los 90 del siglo pasado. La mercantilización
de la salud fue la receta que hoy pagan los pueblos.
Las
políticas hegemónicas, “neoliberales”, por medio siglo, reestructuraron
regresivamente el capitalismo en la región, más allá de cualquier especificidad
nacional, deteriorando las condiciones de ingreso, de riqueza y de vida de la
población. La creciente mercantilización de la cotidianeidad con menores
ingresos para los sectores populares explica el 45% de pobreza en la Argentina,
un país de temprano desarrollo capitalista en el Siglo XX y potencialidad para
la movilidad social durante décadas. Un fenómeno explicitado en una importante
cantidad de “sectores medios” que estimularon una expansión del mercado interno
y del consumo popular entre fines del siglo XIX y la década del 70 en el XX.
Hacia
los 70 del Siglo XX, toda la región nuestramericana vivía bajo condiciones de
ampliación de sus mercados internos y derechos, por ende, junto a las ganancias
empresarias, se ampliaba el consumo popular. Es una época a los que muchos
imaginan que se puede volver, por lo que se piensa en “nuevos” (imposibles) pactos
sociales de colaboración de clases, para reanimar el crecimiento en el marco de
la satisfacción de mayores ganancias e ingresos populares. Digo “imposible”,
porque aquello solo respondió a condiciones de debilidad y defensiva
estratégica del orden capitalista en el ámbito mundial entre 1930 y 1980.
En
efecto, la situación de bipolaridad desde 1945 y la emergencia del mundo en
desarrollo (tercer mundo) habilitó la búsqueda de estrategias de relativa autonomía
ante el imperialismo. Eso posibilitó un despegue de esas relativas mejores condiciones
de vida, las que se conocen como resultado del Estado del bienestar. Una cuestión
promovida desde políticas públicas que restaban capacidad de acumulación a los
grandes capitales. Por eso, la réplica contra la intervención del Estado ante
la crisis de los 70, la liberalización, la desregulación y la privatización sustentadas
como programa del terrorismo de Estado de las dictaduras del cono sur de
América, y luego, por Thatcher y Reagan, coronadas con el colapso soviético.
Son políticas
que se generalizaron luego en los 90 bajo las democracias tuteladas o subordinadas.
No
hay retorno. Así como en la crisis de los 70/80 del Siglo XIX se salió hacia adelante,
con actualización de las relaciones capitalistas, con monopolios e
imperialismo; del mismo modo que en los 30 del Siglo XX se salió a la defensiva,
pero con orden capitalista al fin. En los 70 del siglo XX se trocó en ofensiva “neoliberal”
para avanzar con el orden capitalista, afianzado en los 90 con la
desarticulación de la propuesta socialista, más allá de cualquier opinión sobre
el tipo de sociedad que existía en la URSS.
Por
eso ahora proponen desde DAVOS el “reinicio” del sistema, un reseteo del orden social
mundial. El capitalismo no pretende volver a la etapa de la defensiva, salvo
que sea llevado hacia allí por intermedio del accionar político de una sociedad
consciente de los cambios a suscitar.
La
defensiva de los 30 del Siglo XX tuvo que ver con resignar ganancias a costa de
mejorar ingresos laborales y de la sociedad empobrecida, vía gasto público
social acrecentado. Es lo que se viene revirtiendo desde comienzos de los
setentas y que se agudiza año tras año por medio siglo, más allá de cualesquiera
de las expectativas cifradas en gobiernos que se asumen críticos de las
políticas hegemónicas. Pueden haber sido críticos de esas políticas, sí, pero
no alcanzaron a revertir el fenómeno estructural por aquellas políticas generadas.
Solo a modo de ejemplo, en la primera década del Siglo XXI se habilitaron
expectativas en gobiernos que sustentaban un cambio político en la región
nuestramericana, los que generaron un saldo en la distribución del ingreso y
mejora relativa de ciertos indicadores sociales, sin modificar el modelo
productivo de saqueo, de mayor explotación y de extranjerización en la
propiedad de los principales medios de producción.
Desde
ahí es que la respuesta de los pueblos en la actualidad, demanda de la suficiente
acumulación de poder político para generar condiciones favorables a cambios que
reviertan el ciclo de ofensiva capitalista. Bajo esas condiciones pueden generarse
las condiciones de posibilidad para cambios estructurales. En rigor, cualquier
cambio de rumbo en la política económica actual de los países de la región,
demanda de poder político suficiente, lo que acelerará el proceso de reformas y
transformaciones profundas de la realidad. Resolver el problema de la pobreza,
la alimentación y la salud es posible ante el desarrollo actual de las fuerzas
productivas, de la ciencia y de la técnica. Solo requiere voluntad política con
densidad social suficiente para encarar el proceso de transformación social
enunciado.
Buenos Aires, 30 de enero de 2021