Los primeros seis meses del
gobierno Macri sirven para preparar las condiciones institucionales de
subordinación reclamadas por los grandes capitales.
El programa de máxima de los
capitales apunta a bajar el costo del salario en el proceso de producción y
circulación, y al mismo tiempo, abaratar las condiciones de explotación de los
bienes comunes.
Los afectados son los derechos
humanos de la mayoría trabajadora y los derechos ambientales.
El ajuste del primer semestre se
consolida con una inflación que favorece a los formadores de precios y afecta a
la mayoría empobrecida, al tiempo que desalentó la producción local y estimuló
la producción externa, con invasión de importaciones que compiten y desalojan
la producción local.
Inflación y recesión fueron dos
efectos consecuencia de la política económica del gobierno Macri.
La especulación derivada de
altas tasas impulsadas por el BCRA y festival de bonos externos emitidos por el
Ministerio de Hacienda, asociado al acuerdo y pago a los acreedores externos
hipoteca el presente y el futuro de la economía local a las demandas del
capital externo.
Es más, en esta semana se
anuncia el ascenso de la calificación del mercado de capitales de la Argentina.
Son tres las categorías de los mercados
de capitales: a) la de los países capitalistas desarrollados; b) la de los
emergentes (Brasil, India, China, otros); c) la de los fronterizos (sin
confianza entre inversores externos).
La nueva calificación apunta a
escalar de la categoría c a la b; a mercado emergente, y receptar así el
interés de inversores internacionales que buscan mejores opciones de
rentabilidad en el marco de la crisis capitalista mundial.
Apertura
económica, liberalización e integración subordinada
Argentina ha sido aceptada como “observador”
en la Alianza del Pacífico, remedo del ALCA luego de la derrota del 2005 y base
de lanzamiento del acuerdo transpacífico, TPP.
Este acuerdo se propone disputar
las relaciones internacionales en medio de la crisis capitalista y la
emergencia de China como potencia mundial, con peso creciente en la región
Nuestramericana de la última década.
La disputa global es por la
hegemonía de la apertura y la liberalización de la economía mundial en crisis.
El papel del gobierno argentino
es clave para modificar las relaciones de fuerza que se habían construido en el
último tiempo y que habilitaban la discusión sobre integración alternativa.
Lo real es que las expectativas
se frustraron por límites de los procesos de cambio político y la ofensiva de
las clases dominantes.
Con Argentina definida en el
campo de la subordinación a la política exterior de EEUU y la posible
convergencia con el Brasil luego del “golpe blando neoliberal” se facilita la
discusión al interior del Mercosur.
Allí, hace rato que Paraguay empuja
la apertura y Uruguay ha dado señales de aperturismo (adhesión al TISA, más
allá de su contramarcha). Solo Venezuela mantiene una posición crítica, por lo
que resulta fundamental activar el movimiento popular “Nuestramérica mejor sin
TLC” cuya versión local se despliega bajo la consigna: “Argentina mejor sin TLC”.
El gobierno Macri estará en la
Cumbre de la Alianza del Pacífico en Chile EL 1/7 pregonando las ventajas del
aperturismo, base para la atracción de inversiones externas.
Anticipará sus opiniones en el
Foro Económico regional que realiza esta semana en Colombia y al igual que en
Davos en enero, tratará de mostrar que no solo la Argentina es favorable a la
circulación de los capitales globales.
El mensaje apuntará a señalar
que la región está en un cambio de orientación hacia políticas de “mercado”,
coherentes con lo que señalan los organismos financieros internacionales como “programa
deseable” para nuestros países sudamericanos.
Convengamos que las dificultades
para atraer inversiones no son solo para la Argentina, sino que la situación
brasileña y en particular de Sudamérica en su conjunto, no favorecen la demanda
de elevada rentabilidad ofrecida hasta hace poco tiempo.
La conflictividad no controlada
por los gobiernos es un dato de la realidad y habilita a pensar en un escenario
político abierto para disputar sentido social mayoritario para el proyecto del
poder, o nuevas recreaciones de proyectos alternativos al orden capitalista en
crisis.
Segundo
semestre de ajuste y posposición de la recuperación
Todos los pronósticos auguran
caída del PBI de la Argentina para el 2016 y quizá, recuperación para el 2017.
Es cierto que alguna vez se rebota desde el piso de la recesión, pero
consolidando una pauta de empobrecimiento estructural que supera todo parámetro
histórico.
La pobreza crece y no remito a
los picos de la pobreza, sino a los pisos que se consolidan en cada ajuste
estructural acecido en este tiempo constitucional desde 1983.
En los 90 se consolidó un piso
de empobrecimiento que fue extendido y luego reducido, pero aun así, el
resultado logró estabilizar un nuevo basamento de la pobreza y la indigencia
que modifica sustancialmente la estructura económica y social del país.
La Argentina de las clases dominantes
y el gobierno se predispone, desde las nuevas condiciones políticas, a
facilitar el funcionamiento del orden capitalista global, asegurando un papel
dependiente y subordinado de la economía local al programa liberalizador de las
transnacionales que actúan en el país, y de otras que son invitadas para la
apropiación del trabajo social local.
¿Aceptará la población este
destino de subordinación, o en vísperas del bicentenario de la independencia
política se generan condiciones para avanzar en la independencia económica?
En 1910, año del centenario de
mayo, el conflicto intentaba ocultarse en pleno despliegue de la inserción subordinada
de la Argentina en la división internacional del trabajo liderada por Inglaterra.
Ahora, a 200 años del 9 de julio
de 1816, Independencia de la Argentina, el conflicto social, especialmente de
trabajadoras y trabajadores, discute el sentido de la inserción internacional
del país y abre interrogantes sobre las condiciones de posibilidad para la
independencia.
Buenos
Aires, 13 de junio de 2016
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