El objetivo explícito de Macri y
su equipo era bajar la inflación, y para eso, nada mejor que un monetarista
ortodoxo al frente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Su lógica,
respondiendo a la teoría, era disminuir la cantidad de dinero en circulación.
Había que “secar” la plaza, que no hubiera mayor circulación de dinero, con
impacto, claro está, en el consumo y en la producción, por eso el “enfriamiento”,
pero con el propósito de disminuir la escalada de precios, que anualizada al
presente supera el 40%.
Para cumplir con el cometido de
sacar dinero de circulación, el BCRA ofreció endeudarse desde diciembre pasado
con tasas que llegaron al 38% y estimuló la especulación con el peso, al tiempo
que incrementó a niveles muy elevados el endeudamiento del BCRA. Las cabezas
financieras dejaron de especular con el dólar, liberado desde diciembre pasado
de toda restricción para la compra-venta. El resultado es que ahora la divisa
estadounidense perdió atractivo para la inversión con rápida rentabilidad, y en
reemplazo, las colocaciones en pesos ganaron atractivo, a costa del fuerte
endeudamiento del Banco Central.
Macri y su gente aún hablan de
la bomba que dejó el kirchnerismo con las restricciones a la compra y venta de
divisas y otros menesteres del gasto público. Ahora, el macrismo genera su
propia bomba, con la cotización del dólar a la baja, un nuevo ciclo de
endeudamiento público, con mayor gasto en intereses, y con el fantasma de la
inflación continua en el presente,
Sube el dólar y suben los
precios, pero al bajar la divisa, los precios no lo hacen, y el estímulo
especulativo de la política oficial sostiene la recesión y la inflación con un
cuadro de recreación de mayorías sociales perjudicadas y muy pocos ganadores.
Baja
la cotización del dólar
El asunto es que ingresaron
dólares por préstamos (para cancelar deuda pública y arreglar con buitres y
otros acreedores) y por liquidación de exportaciones, especialmente soja. Esto último
se dio por la eliminación o reducción de retenciones y suba de los precios de
exportación. Todas a favor de grandes productores y exportadores agrarios.
Las divisas ingresan por el
Banco Central y ya no hay quien demande esos dólares, ya que las colocaciones
en peso son más rentables. Si bien ahora el BCRA paga 32,25% por los LEBAC,
cuando llegó a pagar 38% anual a 35 días. La tendencia a la baja proviene de
presiones del propio gobierno que teme licuar el consenso político por la
recesión económica inducida por el costo elevado del dinero. La discusión desde
la ortodoxia está tensionada por la rigidez ideológica en el monetarismo o la
disputa del consenso electoral hacia las elecciones de medio tiempo en 2017.
Como opción de inversión mejoraron
las colocaciones financieras, entre ellos los títulos ofrecidos por el BCRA,
también por las letras del Ministerio de Hacienda y los plazos fijos de la
banca comercial.
La retracción económica también
deprime el precio de la divisa. A la menor reactivación industrial crecerá la
demanda de bienes intermedios y presionará la cotización del dólar por
importaciones, y con ello el déficit comercial, junto a una demanda de mayores
recursos fiscales para atender vencimientos de la deuda pública.
Al mismo tiempo, los
exportadores explican que con la inflación acumulada desde diciembre pasado ya
se comieron la devaluación del comienzo del gobierno Macri, con lo que no debiéramos
sorprendernos con nuevas y renovadas políticas para la devaluación monetaria para
seguir favoreciendo a los grandes productores y exportadores.
El problema es que siempre
pierden los de abajo, cuando aumenta el precio del dólar, o cuando baja, ya que
el movimiento de los precios siempre es ascendente y los ingresos populares se
deterioran por ausencia de actualización o disminución del poder de compra.
Precios
en alza
El INDEC dio su primera medición
tras un largo silencio, que en mayo fue del 4,2% y pronostica una evolución
futura a la mitad, haciendo coincidir el pronóstico con el objetivo del 25%
anunciado por el Ministro de Hacienda al comienzo del mandato.
Para que ello sea posible, el
macrismo deberá alimentar su propia bomba y parece condenado a no poder bajar
la tasa de interés por debajo del 30% para sostener su ideología sobre la
inflación y claro, eso le provoca contradicciones para sostener el apoyo
político de la sociedad.
Esa es la incógnita: ¿cuánto
ajuste soporta la sociedad? El conflicto social crece en dinámica y resta la
articulación de esa conflictividad en un proyecto social y político que vaya
más allá de las reivindicaciones por los ingresos populares.
La realidad es de fragmentación
política de un conflicto social ascendente. Por eso se sostiene la unidad de acción,
reconociendo proyectos políticos diferenciados. Sin esas diferencias, no se entiende
la unidad de proyectos políticos que incluso aparecen antagónicos, por lo menos
en sus perspectivas organizacionales, por ejemplo, entre las CGTs y las CTAs.
No cierra a muchos esa “unidad
de acción”, sin embargo, es la mínima acción indispensable para la generación
de una densidad social que facilite la emergencia de un proyecto emancipador,
claro que también habilita a la disputa de proyectos de contención del
conflicto, y/o de acumulación de poder para restablecer una perspectiva
posibilista de retorno a los años recientes.
Así se dirime la disputa
política en el movimiento popular actual, no solo contra el macrismo, sino con
variantes favorables a la dinámica del capitalismo. Ese es el territorio
concreto de la lucha de clases contemporánea, con presencia de la identidad
peronista reivindicada especialmente desde el movimiento sindical; de quienes
imaginan una perspectiva nacional popular desde la transversalidad y más allá
del peronismo y claro, de quienes aspiramos a constituir nueva identidad popular
más allá del capitalismo, el imperialismo, el patriarcalismo, el racismo y la
discriminación.
18
de junio de 2016
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